Relato erótico
Mi suministrador de vicio
Su marido es un cornudo consentido que, además, le busca los tíos que ella quiere follarse. Hacía tiempo que quería comerse un rabo negro y lo consiguió. En una cena de trabajo a la que acudió su marido, vio a un mulato en la barra y le contó sus “planes”.
Martina – SEVILLA
Me llamo Martina, tengo 48 años y mi marido 50. Somos una pareja muy caliente y a él le gusta que me follen otros.
La primera vez me dio corte, pero el chico me gustaba tanto que, entre los dos, me hicieron la mujer más feliz del mundo. No me imaginaba que dos pollas me hicieran gozar tanto,
Con el paso del tiempo, me fui haciendo más puta y cachonda, aunque soy un poco tímida, pero cuando me gusta un tío, se lo comento a mi marido y el muy cornudo, trata la forma de presentármelo para que me folle. Así, poco a poco fui convirtiéndome en una zorra caliente y con más ganas de ponerle los cuernos a mi marido, hasta que un día follando, le dije que quería que me follara un negro o un mulato, con una gran polla.
Cuando me oyó decir esto, se corrió como un cerdo y un día, al llegar a casa, me dijo que tenía un amigo que me iba a gustar. Yo, emocionada, le pregunté si era negro, pero él me dijo que era mulato. Un día que salió mi marido de cena con los compañeros de trabajo, lo conoció y por casualidad fueron juntos al servicio y allí pudo verle la gran polla que tiene. Al salir trató de conocerle mejor, se pudo separar un poco de los compañeros y fue a pedir una copa en la barra, donde él estaba esperando que un camarero le sirviera. Empezaron a hablar sobre la gente que había en el local y lo que tardaban en poner las copas.
Cuando los sirvieron, mi marido le invitó a la copa y entonces él le comentó que había tías muy buenas en el local, pero que no se había comido un rosco, pensando que quizá era por ser mulato. Mi marido le dijo que eso no era cierto ya que conocía tías que les hubiera gustado mucho estar con él.
Escuchando esto que me contaba mi marido, yo no pude aguantar más y le dije:
– Espero que habrás quedado con él.
– ¿Qué te crees, puta? Le pagué la copa pensando en ti cuando le vi la polla en el servicio – me contestó.
– ¿Quedaste con él, cabrón? – insistí.
– Sí – me contestó – pero aún no sabes ni su nombre y ya estás caliente como una perra.
Yo, en casa, siempre me pongo una bata sin ropa interior y cuando oí sus comentarios estaba tan caliente que me abrí de piernas y le dije:
– ¡Chúpame el coño, cornudo, y cuando me esté corriendo me dices como se llama!
Le cogí al cabeza, él empezó a comerme el coño y cuando me estaba corriendo, me dijo:
– Se llama Alex, es cubano y le dije que nos veríamos el sábado por la noche y que le presentaría a una cachonda muy guarra que le gustaban los mulatos y sobre todo si tenían una polla como la que tenía él.
– ¡Oh, Luís, como te voy a hacer disfrutar viendo como me folla como una golfa! – exclamé.
Pasé toda la semana pensando en la polla de Alex, compré un vestido de gasa totalmente transparente que me probé en casa, delante del cabrón de mi marido para que viera como iba a ir y se puso tan cachondo que todos los días me follaba por el culo y por el coño para que fuera bien abierta de agujeros. Yo estaba deseando que llegara el día para conocerlo y cuando al fin llegó, me puse una lavativa, me vestí con la ropa que había comprado y cuando me vio el cabrón de mi marido, quiso follarme pero, por supuesto, no le dejé.
Entonces nos fuimos a buscar a Alex a la cafetería donde habíamos quedado. Estaba muy caliente y el ver cómo me miraban los tíos aún me ponía más cachonda.
Al llegar al local, nos sentamos en una mesa y en el acto vino el camarero, que nos conocía de vista, y al servirnos no dejaba de mirarme el escote y las piernas. Cuando apareció Alex y me lo presentó mi marido, me dio dos besos y le dije que se sentara a mi lado al mismo tiempo que le hacía señas a mi marido para que se fuera al servicio. Se levantó, me dio un morreo y tan pronto como se fue, yo empecé a morrear a Alex como la zorra que soy, pasándole la mano por el paquete notando que tenía una polla impresionante, cosa que me puso caliente.
Al mirar a la barra, estaban el camarero y otro amigo, mirándonos, y como ya he dicho que nos conocía de vista a mi marido y a mí, supuse que estaban hablando de nosotros. Todo esto me excitó tanto, que le bajé la cremallera a Alex y le saqué fuera el pollón. En ese momento apareció mi marido.
– Ya sé que no le dijiste a Alex que yo era tu mujer, pero mira lo que he encontrado en el pantalón de tu amigo – le dije – Estoy caliente como una perra y quiero que me folle. ¿Vienes o te quedas, cabrón?
Alex, al oír eso, me metió la mano por debajo de la falda y al tocarme el chocho notó que estaba tan mojado que, tan pronto me lo tocó, me corrí allí mismo como una cerda.
– ¡Vámonos! – le dije a Luís entre suspiros.
Al llegar al coche, Alex y yo nos sentamos detrás diciéndole yo al cornudo de mi marido:
– Ve despacio que quiero aprovechar a Alex, ya que nunca había visto una polla tan grande.
Cuando quise chupársela, no me cabía en la boca de lo gruesa que era, pero con lo caliente que iba, forcé hasta metérmela, aunque me dieron arcadas y no paraba de echar saliva por todo el tronco de la polla. Al rato, Alex se corrió dentro de mi boca y con la leche que me echó, casi me ahogo,
Entonces mandé parar a al cornudo de mi marido y le empecé a morrear echándole la leche que me quedaba en la boca y al acabar de comernos, mi marido y yo, toda la corrida, dije en voz alta:
– ¡Que pena que solo tenga tu polla, Alex!
Y mi marido, todo excitado, mirándome sonriente, le preguntó a Alex:
– ¿No tendrás otro amigo que tenga una buena polla para follar a la puta esta? Ya ves lo caliente que está.
– En casa somos cuatro chicos cubanos – dijo Alex – uno es gran amigo mío, se llama Berto y debe llevar dos meses sin mojar.
– ¿Te importa que llama a su amigo? – le dije a mi marido.
– Si eres capaz de tragar con los dos – el cabrón me contestó – ya sabes que a mí me gusta que te follen como a una zorra.
Alex llamó al amigo por el móvil y fuimos a buscarlo a su casa. Al llegar al coche, le abrí la puerta para que se sentara a mi lado quedando yo en medio de los dos. Cuando me lo presentó, al darme dos besos en la mejilla, le cogí la cabeza y le pegué un morreo de impresión diciéndole luego:
– Ya sabes para lo que te ha llamado tu amigo.
Él se echó a reír con cierta timidez y yo, excitada y para animarle, le puse la mano en el paquete. Entonces mi marido arrancó para irnos a un motel. Yo no aguantaba más y quería verle la polla al nuevo amigo.
Cuando se la saqué, era incluso más grande que la de Alex y al inclinarme para chupársela, quedé con el trasero a la altura de la polla de Alex y el muy cabrón, sin perder tiempo, me la metió de un golpe en el culo, empezando a disfrutar como una cerda. Entonces me saqué la verga de Berto de la boca y le dije a mi marido:
– ¡Esto sí que son pollas, vas a ver cómo me follan!
Alex me seguía dando fuerte, como a mí me gusta, y pronto el muy cabrón, empezó a llenarme el culo de leche mientras yo seguía chupando la polla de Berto hasta que él también empezó a correrse llenándome la boca, la cara, el pelo, las tetas e incluso quedó el asiento lleno de leche. Así llegamos al motel.
Cuando salimos del coche, yo iba con la poca ropa que me quedaba y al llegar a la habitación me tiré encima de la cama, bien abierta de piernas, y le dije al cabrón de mi marido:
– Mira, cornudo, me iba duchar pero prefiero que me limpies tú con la lengua.
El empezó a lamerme toda y una vez que llegó a mi coño con su lengua, añadí:
– ¡Lo que tengo, lleno no es el coño, es el culo!
Se tragó la leche de Alex que me quedaba y al acabar de degustarla, le dije:
– ¿Disfrutas, cabrón?
– ¡Sí! – y cuando me dejó bien limpia, le dijo a Alex – Podéis follarla como queráis, pero lo que más le gusta es que la insultéis y la tratéis como a una puta.
A mí eso me puso como una zorra, Alex me cogió la cabeza, metió toda su polla en mi boca y me dijo:
– Bien, ya que te gusta ser una puta, chúpamela.
Berto, por detrás, me la volvió a meter en el culo y cuando la de Alex ya estaba bien dura, salió de mi boca y colocándose debajo de mí, me la metió en el chocho. Entre los dos me estuvieron follando toda la noche mientras mi marido lo grababa todo como el cornudo que es.
Besos.