Relato erótico

Mi suegra, toda una hembra

Charo
5 de enero del 2020

No podía evitarlo, su suegra lo ponía cachondo. Se imaginaba el cuerpo que escondía aquella bata de estar por casa antigua y hortera y se le empinaba la polla. Gracias a una apuesta acabó follándose a aquella hembra.

Manolo – Almería
Mi suegra es una mujer gordita de curvas voluptuosas y pechos generosos. Siempre vestida modosita, clásica, yo diría que hasta un punto hortera, pero que le da un aire que despierta en mi las más bajas pasiones. Me sugiere que a esta mujer no le han echado un buen polvo en la vida, y sinceramente, no me importaría ser quien la hiciera traspasar el umbral que conduce a la lujuria y el desenfreno.
Cuando la veo con esas horribles batas y zapatillas caseras, no tengo pensamientos nada más que para ella. Durante las cenas familiares me quedo absorto pensando como tendrá esas tetazas, lo que podría hacer con su trasero y cuál será el sabor de su sexo y el sonido de sus jadeos. Verdaderamente, me tiene muy obsesionado.
En una ocasión en que le hice una visita para hacerle una chapucilla en la cocina, la conversación se tornó interesante cuando ponía en duda que su fregadero estuviese definitivamente arreglado, ya que no era la primera vez que volvía para vérselo porque volvía a gotear y gotear. Allí estaba ella, en pie en la cocina, con esa bata nuevecita que apenas podía cerrársele ya que sus grandes tetas presionaban con una fuerza contraria a la que ejercía el cinturón.
Estaba enfadada, no sé si porque era consciente de que siempre estoy pendiente de su trasero y tetazas, o por el contrario, porque no ve el modo de arreglar la gotera. Es más, se medio cachondeaba por no haberlo conseguido arreglar. Incluso hicimos una apuesta:
-Si en el plazo de quince días esto no ha goteado nada, seré yo quien se cobre la apuesta, y si es al revés me podrás pedir lo que desees. Eso sí, las apuestas son las apuestas, y cuando me refiero a lo que sea, es lo que sea.
A los quince días, mi mujer me dijo:
-Por cierto, me ha dicho mi madre que el fregadero está perfecto, que no ha caído ni una gota de agua, que te mereces un regalo, y yo le he dicho que te compre lo que quiera, que te lo has merecido.
Al día siguiente, fui a su casa decidido a hablar con ella y ver hasta donde sería capaz de llegar con lo que acordamos de boquilla. Esperaba que las palabras no se las hubiera llevado el viento.
-¿Y supongo que también recordarás las condiciones de la apuesta? Le dije que podría pedirte todo lo que desease. Y es lo que quiero hacer. Porque una apuesta es una apuesta.

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¿Y cuál va a ser el pago de la deuda? –preguntó-
-Quiero que te quites delante de mí esa bata.
Mi suegra quedó paralizada con mi petición. Se puso roja como un tomate y pasaron unos segundos hasta que suspiró, tomó aire y me dijo:
-Pues… una apuesta es una apuesta. Espérame aquí que tengo que ir al baño antes”.
Empezó a caminar hacia el baño, algo aturdida, no sé si de la excitación o de los nervios por haber realizado una apuesta tan arriesgada, pero el caso es que de sus palabras deduje que había aceptado mi petición. Solo era cuestión de esperar acontecimientos. Pero algo dentro de mí me sobresaltó. No pude evitar seguir andando tras ella y cuando entró en el baño, a los poquitos segundos entre yo a continuación.
-¿Donde vas loco? Sal de aquí y espérame fuera. –dijo-
-No. Estoy loco por ti, por verte esas tetazas. De aquí no me muevo por nada del mundo.
Aún petrificada, no supo reaccionar cuando me abalancé sobre ella para besarla en la boca y amasar sus ubres en mis manos. Al rato, noté que posaba sus manos en mi espalda, sabiendo que estaba disfrutando de la apuesta en el mismo grado que yo lo hacía. Poseso por el morbo, la senté en el inodoro allí, con la bata abierta y esas bragas de color carne que lo guardaban todo en una urna.
Perdí la noción del tiempo saboreando, chupando y mordiendo esas tetazas. Los rosetones de las mordidas me excitaban, y la polla se me puso como un cirio pidiendo que la liberara de su prisión. Me dirigí a su entrepierna, ladeando las braguitas como pude y empezando a chupar su coño con auténtico delirio. Me embarré la boca de sus flujos, mientras la veía deslizarse poco a poco y gemir como una loca. Si en ese momento alguien hubiera estado en la casa, sin duda alguna abría dicho que Carmen se masturbaba en el baño.
Saqué la polla y apuntado a su coño, le dije:
-Estoy loco por echarte un polvo, voy a estar dándote pollazos hasta mañana.
Tenía la cabeza ida y la polla embravecida, así que cuando Carmen me dijo
-¡Fóllame ya!…
No pude evitarlo, y de un solo pollazo enterré todo mi capullo en su coño.
El mete y saca era embravecido, yo creía correrme en cada embestida. A Carmen se le pusieron los pezones duros y empezó a sudar como si acabara de salir de la ducha. Se corrió un par de veces, yo seguía con la polla loca dándole porrazos en su coño, hasta que la locura me llevó más lejos y arranqué sus bragas entre pollazo y pollazo. Ella gritaba mucho. Creo que nunca había vivido semejante despendole, locura o como queramos llamarla, y la excitación la estaba llevando a un nivel donde la tenía a mi entera disposición.

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Y así hice. Consciente de que estaba ida, le dije:
-Carmen, échate para adelante, que te voy a dar por el culo”
-¿Cómo? Calla loco
Pero Carmen obedeció y con el simple movimiento de subirle algo más las piernas, quedó ante mí ese culazo digno de ser clavado. Sus tetazas, su chochazo y su ojete estaban justo delante de mí como tantas veces había deseado. La excitación me estaba matando, no sabía cuánto tiempo podría durar sin lanzar los chorros de esperma. Pensar las veces que había culeado a su hija, y que ahora iba a follarla por el culo a ella, era una sensación terriblemente excitante.
Puse la cabeza de la polla en la entrada de su agujerito, y no tuve miramientos. De un solo pollazo metí medio nabo en su culo. Ella chillaba como una loca. Seguí apretando sin miramientos y pronto tenía todo el nabo dentro de su culo. Ella se aferraba a mi cuello mientras yo empezaba una follada impresionante y salvaje, hasta el punto que quedó mi suegra y amante exhausta por su tercer orgasmo. El capullo atravesaba el culo como el cuchillo en la mantequilla, no ofrecía resistencia, estaba rendido a mis pies y a mi capricho.
Y allí estaba yo, comiendo tetas y dando fuertes pollazos en el culo de mi suegra, a la que ya le empezaban a fallar hasta las fuerzas para chillar. Mi suegra estaba cedida, reventada a follar y con el culo medio roto. Carmen: -Para ya cabrón. Estoy reventada. No puedo más –dijo-
-Claro que paro cariño. Déjame, te voy a llenar el culo de leche.
La polla se me puso dura como un garrote. Notaba que al aumentar las embestidas, pronto echaría el mejor polvo de mi vida… y no pensaba desperdiciarlo. Así que agarré fuertemente las tetas como para no caerme y empecé un mete saca endiablado. El ritmo era infernal, mi suegra yacía en silencio y yo mordía fuertemente sus tetas mientras mi leche empezaba a pedir paso hasta su trasero.
Perdí la noción del tiempo, no sé durante cuánto tiempo estuve eyaculando en su culo. Quedé muerto con la polla dentro de su culo. Cuando me retiré para sacarla, la leche empezó a gotear hasta el suelo en abundancia. La postura en la que la dejé, apenas le permitía mover las piernas y así pude contemplar por última vez ese día, ese cuerpo serrano que había destrozado a polvos.

mi suegra

Me costó ponerla en pie. La leche le seguía goteando del culo, y con voz muy cansada me dijo:
-Voy a la habitación un momento.
Cuando la vi caminar nuevamente hacia la habitación, no pude más que mirarla y mirarla. Menudo polvo tenía, y no lo pensaba desperdiciar. Así que aún no había llegado al salón, cuando la llamé:
-Carmen,… espera…
Giró la cabeza, mi miró y le dije:
-Ven al sofá”.
En el sofá, ella sabedora de mis intenciones, clavó sus rodillas, apalancó sus codos sobre el respaldo, y a cuatro patas quedó ante mí nuevamente. Ni corto ni perezoso, me puse tras ella y volví a darle por el culo. Llamaron al timbre, pero no se me ocurrió abrirle la puerta a la que seguramente sería mi mujer, hasta haberle follado bien el culo. Pero eso es otra historia.
Un saludo para todos.

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