Mi querida “profesora”

La criada que tenia de toda la vida se estaba haciendo mayor y sus padres decidieron contratar a otro para que la ayudara. Era una mujer guapa, grandes tetas y después descubrió que tenía el coño como a él le gustaba, o sea peludito.

Ramón – CASTELLÓN
Hola, amigos de Clima, os voy a contar una historia real de lo me ocurrió hace muchos años y que guardo el recuerdo de ese momento como algo muy especial. Me inicié al placer con una criada y fue ella la que me hizo pasar de esa cándida adolescencia, en la que uno solo veía a las mujeres por las revistas picarescas de la época, a ver y tocar a una mujer de carne y hueso.
Debo recalcar que siempre, hasta el día de hoy, he tenido debilidad por las mujeres de grandes pechos y chochos bien peludos.
Recuerdo que en esa época vivía en una casa grande, tenía dos pisos y una buhardilla, y allí era donde dormía la crida.
En aquella época tenía yo unos 18 años y en nuestra casa teníamos una criada llamada Carmela que trabajaba con nosotros desde hacía muchos años y ya era un poco mayor. Como mis padres trabajaban todo el día y dado lo grande de la casa, decidieron contratar otra persona que ayudara a Carmela con la limpieza, por lo que se decidió que Carmela haría solamente las comidas y la nueva criada el limpiaría la casa. Llegó entonces Puri, 30 años, 1,73 de estatura, soltera, pelo negro largo, un cuerpo de ensueño y unos pechos muy grandes.
Puri me excitó desde el primer día que llegó y debo reconocer que yo siempre terminaba, en mi habitación o en el baño, haciéndome una paja pensando en ella.
Me gustaba verla trabajar y cuando se dio cuenta, hacia lo posible para provocarme, pero como Carmela le estaba enseñando las cosas de la casa, no podía ni acercarme a ella.
Un buen día, y ante un descuido de Carmela, Puri se me acercó y me susurró al oído:
– Me encanta que me mires, me calientas, ojalá algún día nos podamos tocar.

Pasaron algunas semanas desde aquel revelador secreto hasta que un día que estaba yo en casa de vacaciones, bajé a la cocina en calzoncillos a hacerme un café para llevármelo a mi habitación. Cuando llegué a la escalera que llevaba a la cocina, oí que alguien subía y cuál sería mi sorpresa al ver que era Puri. Llevaba una falda que le llegaba un poco más arriba de la rodilla y dado lo empinada de la escalera pude contemplar un gran espectáculo. A medida que subía cada peldaño podía ver sus bien torneadas piernas. Puri se dio cuenta de que venía tras ella, subiendo las escaleras, por lo que se agachaba de vez en cuando con el propósito de mostrarme sus bragas, que se perdían entre sus grandes glúteos, quedándole el gordo culo prácticamente desnudo. Al llegar arriba, me miró y me dijo:
– ¿Te ha gustado lo que has visto?
A estas alturas mi polla hacía presión para salir del calzoncillo. Puri se dio cuenta de ello y yo solo atiné a abrazarla apretándola contra mi pecho y ella me dijo:
– Cuidado, Carmela está abajo y en cualquier momento puede subir.
Corrí a mi habitación, saqué un dinero que tenía, me puse una bata, volví a bajar y le dije a Carmela:
– Por favor, ¿puede ir al supermercado a comprarme una cerveza?
Subí corriendo, ya que Puri estaba en mi habitación y apenas Carmela salió de la casa, Puri se abalanzó sobre mí y me besó. No podía creer lo que pasaba, los dioses habían escuchado mis súplicas y yo como un tonto no reaccionaba aún. Ella me tiró a la cama y me abrió la bata, me sacó los calzoncillos y me comenzó a besar hasta llegar a mi dura verga, que comenzó a lamer. A esas alturas, lo único que yo deseaba era acabar, pero traté de pensar en otra cosa para no correrme y alargar ese momento único.
– ¡Que gorda y dura la tienes! – me dijo Puri, que rápidamente se desabrochó el delantal.
Llevaba un sujetador rojo y bragas rosadas ya estaban húmedas. Como pude le desabroché el sujetador y vi unas tetas grandes, con los pezones tiesos y ella me dijo:
– ¡Chúpamelos, apriétalos, que estoy que no me aguanto de caliente!
Sus tetas eran espectaculares y comencé entonces lentamente a besarlas y a acariciarlas mientras ella, encima de mí, movía sus caderas.
– Deja que te saque las bragas – le dije – quiero besar tu chocho.
Puri se incorporó para sacárselos, permitiéndome verla de cuerpo entero. Sus tetas grandes y firmes y su chocho bien peludo me dejaron sin aliento. Se tumbó en forma de 69, comenzó a chupar mi verga y yo a saborear el néctar de su chocho húmedo. Cada vez que introducía mi lengua en su chocho y jugaba con su clítoris, se retorcía y gemía hasta que, al cabo de un rato, se dio vuelta de manera que quedo frente a mí y me dijo:

– ¡Métemela, que ya no aguanto más y no deseo correrme sin que me la hayas metido hasta el fondo!
Mi verga se introdujo en su húmeda caverna y ella comenzó a rebotar sobre mí. Mientras hacia esto, se apretaba las tetas exclamando:
– ¡Aaaah… que caliente estoy… oooh… pero que caliente me tienes muchacho, no voy a aguantar mucho…!.
Ambos estábamos tan excitados que no duramos mucho y al cabo de unos diez minutos y al unísono, nos corrimos en medio de gemidos de placer. Tras esto, Puri se recostó sobre mi pecho. Estábamos exhaustos, aunque, Puri tenía unos pequeños espasmos encima de mí, ya que mi verga, aún un poco dura, la tenía introducida en el coño. Ante tanto fulgor y abatimiento, no nos percatamos que Carmela ya había entrado a la casa y se disponía a subir a mi habitación a entregarme el cambio y la bebida.
Al escuchar los primeros pasos al subir la escalera, Puri rápidamente se colocó su delantal, salió de mi habitación y yo me tapé con el cubrecama para esconder el sujetador y las bragas de Puri.
Aún hoy, no sé si Carmela se dio cuenta de lo sucedido o llegó a oír algo, pero mis padres nunca supieron de este primer encuentro. Una vez que Carmela me entregó el cambio y la cerveza y bajó al primer piso, Puri volvió a entrar a mi habitación y le pude entregar su ropa interior. En ese momento ella me dijo:
– ¡Que bien lo hemos pasado, estoy medio muerta y no siento las piernas, es la primera vez que hago el amor con alguien mucho menor que yo, eres tremendo en la cama! – y nos despedimos con un tierno beso.
Desde ese momento nos prometimos que cada vez que Carmela saliera, ya fuera de compras o en su día libre, nosotros repetiríamos estos encuentros apasionados. En el segundo encuentro, bueno, el segundo lo dejamos para otra ocasión, solo os puedo decir que Puri estuvo con nosotros tres años.
Saludos.