Relato erótico

Mi primera infidelidad

Charo
10 de febrero del 2019

Es infiel y su marido lo sabe, pero la primera vez que tuvo sexo con un compañero de trabajo, fue sin su consentimiento. Había una atracción entre los dos y pasó lo que tenía que pasar.

Cristina – León
Amiga Charo, en la oficina he tenido algunas experiencias, con jefes, compañeros, lo he hecho con mi marido y algunos clientes, pero la primera vez que fui infiel con alguien de la oficina fue con un compañero que trabajaba en el mismo piso y en el mismo departamento que yo. Él se llamaba Ángel, ya no trabaja en el banco, y desde que nos conocimos tuvimos atracción el uno por el otro, aunque el era el que mas se me insinuaba. No era un súper tipo, tenía cara atractiva y un buen cuerpo, pero nada del otro mundo, aunque eso era lo que se le veía, porque la sorpresa que tenía para darme era mayúscula
Me invitaba a tomar café, a almorzar y cosas así, a mi me encantaba que hiciera eso porque me sentía deseada, lo único malo es que nunca intentaba algo mas allá de una buena conversación.
A mi me gusta usar minifaldas aunque no me las pongo todos los días, pues hay veces en las que llevo una falda que me llega hasta un poquito mas arriba de las rodillas solamente.
En la oficina cuando veía a Ángel coqueteaba. Cuando entraba a su despacho, siempre me sentaba en una pose sensual, cruzando mis piernas y dejando que el las viera, ya que siento que mis piernas son mi mejor arma cuando de seducir a un hombre se trata. También cuando el entraba en mi oficina, nos sentábamos en el sofá que tengo, para coquetearle de la misma forma, también cuando caminaba me le insinuaba bastante.
Mi objetivo era seducir a Ángel y lo conseguí. Un día me dijo que si podía pasar por la oficina que tenía que entregarme unos documentos y hablar conmigo sobre una cosa, le dije que claro, pero nunca pensé que venía con otras intenciones. La verdad pensé que Ángel se me insinuaría de otra manera y esa mañana me tomó por sorpresa.
Ese día llevaba yo una falda no muy corta que me llegaba hasta un poquito más arriba de la rodilla, como tres dedos solamente, era ajustada y de color negro. También llevaba una blusa de botones, rosada y ajustada, mi ropa interior era un sujetador blanco, tanga negro, medias y zapatos de tacón, es decir, iba como me gusta vestirme, sexy, pero nada para hacer que cualquier hombre cayera.
Ángel llegó e iba normal, traje, corbata, bien afeitado y con loción pero cuando entró noté que algo andaba mal porque cerró la puerta y también las persianas de la ventana. Nunca había hecho eso. Lo que pensé es que lo que tenía que contarme era algo supremamente importante y delicado y quería privacidad. Ahora entiendo porque quería privacidad aunque no se si lo logró del todo. Entró y me saludó como siempre, con un beso en la mejilla, me dijo que hoy estaba muy atractiva y que verme de esa manera había hecho que se apresurara a hablar conmigo. Le dije gracias y claro, comencé a seducirlo, pero de una manera suave, digamos que hasta inocente. Me entregó los documentos y se ofreció para explicármelos. Ahí sí que pensé que sus intenciones eran otras porque nunca había pasado algo así, además si necesito explicación la pido y ya.

Se levantó de la silla donde estaba sentado y para “explicarme” los documentos rodeo el escritorio y se puso detrás de mí. Yo sabía cuales eran sus intenciones, pero me encantó que por fin se hubiera decidido intentar hacer algo conmigo. En ese instante me hubiera gustado que mi falda fuera mucho más corta pues cuando crucé las piernas, no se veían mucho, solo un poco más arriba de la rodilla, aunque como era ajustada sí se marcaban bien los muslos.
Cuando me estaba diciendo algunas cosas sobre los documentos, me dijo que definitivamente estaba muy atractiva hoy y que mi perfume lo enloquecía. Comenzó por acariciarme el cabello, me lo echó para atrás y me dio un beso en la mejilla.
– ¿Qué estás haciendo? – le pregunté.
– Me encantas, Susana, y de ahora en adelante me dejaré llevar por mis sentimientos y mi deseo hacia ti – contestó.
Cuando dijo esto comenzó a besarme el cuello hasta que, de pronto, me agarró las tetas por encima de la blusa y yo lo único que hice fue cerrar los ojos y comenzar a disfrutar, pero como ya no estaba tan tranquila, le dije:
– Espera, para, alguien puede entrar o escucharnos.
– No te preocupes por eso, solo deja que tu deseo se apodere de ti – replicó – ¿O es que acaso crees que yo no sé lo que me deseas?
Claro que lo deseaba y estaba pasando algo que quería que pasara desde hacía tiempo, solo que en ese instante dudé porque nunca lo había hecho en la oficina, nunca lo había hecho en un sitio en donde hubiera mas gente, siempre lo había hecho en lugares donde por lo menos había seguridad y donde estaba sola con mi amante de turno.
El, que continuaba besándome el cuello y agarrándome de las tetas, comenzó a desabrocharme la blusa hasta que introdujo sus manos para continuar agarrándome las tetas. En ese instante yo ya estaba perdida y lo quería todo con este tipo que me había excitado tanto. Cuando él estaba a punto de poner una de sus manos en mis muslos, le dije que se detuviera por un instante, entonces me levanté porque quería ir a revisar que la puerta estuviera asegurada y que nadie nos interrumpiera ese momento, pero cuando estaba saliendo de mi escritorio, Ángel no me dejó avanzar mas, me tomó por la espalda, me empujó hacia la ventana que daba a la calle pero que, por fortuna, es un edificio alto y estábamos en el 8º piso, así que nadie nos podía ver por la ventada.
Cuando me tenía recostada mirando hacia la ventana, continuó besándome el cuello, pero esta vez de una forma mucho mas apasionada. Estaba totalmente descontrolado y yo ya estaba gimiendo y disfrutando como una loca de la situación.

Mientras me besaba el cuello descontroladamente, desabrochó por completo mi blusa y me bajó el sujetador. Mis tetas salieron por encima de este, tiesas y con los pezones apuntando al cielo. Ángel me besaba y me apretada las tetas, me las sobaba y yo gozando y gimiendo como una loca. Continúo besándome el cuello pero ahora sus manos me subieron la falda y como era ajustada, cuando la subió se mantuvo arriba sin ningún problema. Al ver mi culo sin la falda, me dio unos azotes en las nalgas, me lo apretó y bajó a comenzar a chupármelo. Me lo besaba y yo gemía sin parar. Mientras me chupaba el culo, pasó sus manos por mi coño, por encima de mi tanga y supo lo mojada que estaba. Luego me bajó el tanga, y cuando cayo él lo tiró a un lado, luego abrió mis piernas y comenzó a chupar mi culo.
Al rato me giró, subió mi pierna izquierda hasta su hombro y comenzó a chuparme el coño. Me chupaba el clítoris, me metía la lengua y me regalaba mi primer orgasmo. Yo estaba perdida, gemía, me retorcía del placer y después de correrme por primera vez, nos besamos con mucha pasión, nuestras lenguas recorrían la boca del otro descontroladamente. Luego lo llevé al sofá que tenía en mi oficina, le quité la camisa y le bajé el pantalón y el calzoncillo. ¡Que sorpresa me llevé cuando vi ese trozo de pene tan grande y grueso! Cuando me estaba besando el cuello y me lo frotaba por encima del pantalón sobre mi culo yo ya había notado que era grande, pero cuando lo vi, mi sorpresa fue mayor al igual que mi excitación.
De golpe me lo introduje en la boca, pero no me cabía y la mayor parte quedaba por fuera, pues además de larga era súper gruesa. La comencé a chupar, aunque no como hubiera querido por el tamaño que tenía, y me dediqué a recorrer, a chupar y a lamer el glande. Yo chupaba como una loca y él gemía. Mientras lo chupaba me acariciaba el clítoris y mi coño hasta que no aguanté más. No deseaba chuparlo ya que mi coño no aguantaba más.
– ¿Qué haces? -exclamó él – ¡Sigue mamando!
– Tranquilo amor, es que mi coño está que quema.
Me la saqué de la boca, vi ese pedazo de verga dura, tiesa, gruesa y me acerqué a Ángel, besándolo apasionadamente y me dispuse a sentarme encima de él. Me la fui metiendo despacio hasta que estuvo totalmente dentro de mí. ¡Que delicia! No solo era la excitación del momento, sino el morbo que me daba. Parecía una puta atendiendo a su cliente. El, con la camisa abierta y los pantalones abajo y yo con mi blusa abierta, mis tetas por encima del sujetador, mi falda en la cintura, sin tanga, con medias, con tacones y siendo infiel. ¡Una zorra total! Pero no me importaba. ¡Que delicia tener ese pedazo de polla dentro de mí!

Comencé a cabalgarlo. Al comienzo fue suave, mientras me acomodaba a la verga de Ángel, pero mi excitación no aguantaba más y empecé a cabalgarlo como una loca, con movimientos descontrolados. Subía y bajaba de una forma enloquecida, me lo clavaba duro, lo cabalgaba duro, cabalgaba a todas. Abajo y arriba, saca y mete y también me movía un poco hacia delante y hacia atrás. Mis tetas se movían al ritmo de la cabalgada. ¡Que inmenso placer! Ángel también se movía de arriba abajo, me acariciaba las piernas, me apretaba el culo, me apretaba y se comía mis tetas. Tuvimos un orgasmo fenomenal, me corrí maravillosamente y él me lleno el coño de leche, que comenzó a salir y a recorrerme las piernas.
Luego me levanté y comencé a chupar de nuevo la verga de Ángel, la lamía y limpiaba los líquidos que tenía. Estuve así un rato hasta que se le puso tiesa otra vez y recobró su magnifico tamaño. Al ver esto quería sentarme otra vez en ella, pero Ángel me detuvo con sus manos y me dijo que me estuviera quieta, así como estaba. Se levantó de la silla y se puso detrás de mí, estando yo arrodillada en el piso y recostada de frente contra el sofá. Entonces Ángel chupó mi culo, abrió mis piernas y me la clavó de un golpe en el coño, comenzando a follarme de una forma descomunal. Yo gritaba del placer que era tener ese pene tan gordo dentro de mi coño. Ángel, mientras me follaba fuerte, duro, a toda velocidad, me agarraba las tetas, me cogía la cintura y me daba azotes en las nalgas y mientras me follaba, mis nalgas chocaban contra él y el ruido era excitante. Yo gemía, gritaba de placer y le decía que me diera más fuerte:
– ¡Ángel, amor… sí… empuja, empuja fuerte, no pares, amor… clávamela hasta el fondo, rómpeme el coño… aaaah… aaaah…!.
Creo que esos gemidos se oyeron en todo el edificio y tuve un orgasmo fuerte, intenso, y él llenó mi coño por segunda vez y nuevamente su semen se salía y comenzaba a chorrear por mis piernas.
Fue delicioso y me quedé sentada por un momento en el suelo. Ángel se arregló, se colocó los pantalones, se arregló el pelo, me dio un beso y un azote cariñoso en el culo y se fue. Yo me quedé en el suelo más tiempo, desarreglada, semidesnuda y cuando me levanté, cogí un pañuelo facial de mi escritorio para limpiarme, me coloqué mi tanga, acomodé mis tetas, abroché mi blusa y me bajé la falda, me arreglé y luego fui al baño para acabarme de arreglar.
Que follada tan bestial había tenido con ese hombre, me había hecho sentir increíble. Cuando salí del baño, algunos me miraron con ciertas miradas extrañas y no seria raro. C

reo que escucharon mis gemidos, además Ángel entró, cerró la puerta y se demoró dentro, luego me ven la cara de satisfacción que tengo, porque por más que una se arregle, cuando se echa un polvo, se nota.
Al mediodía llegó mi marido para ir a almorzar, se saludaron con Ángel y él lo miró como queriéndole decir, gracias por esa esposa tan caliente que tienes, si vieras como me la acabo de follar.
Esa situación me excitó mucho, pero por la noche me pude desahogar cuando hice el amor con mi marido. ¡Que bueno es tener dos vergas diferentes el mismo día!
Un beso muy fuerte, querida amiga.

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