Relato erótico
Mi primera enculada
Promete enviar más testimonios de sus folladas, pero hoy nos cuenta quien fue el hombre que la enseñó a chupar una polla y el que le estrenó el culo.
Judit – Barcelona
Me llamo Judit, o al menos me llamaré así para ir enviando relatos. Me encanta comerme buenas pollas y soy muy viciosa, pero lo que hoy quiero contaros es quien fue el hombre que me emputeció.
Creo que valdrá la pena que cuente como me la metió en el culo, desvirgándomelo en una enculada que ha sido y será por mucho tiempo, la mejor de mi vida.
Yo acababa de cumplir los 20 y él tenía 34. Por motivos de trabajo hablaba mucho con él por teléfono y acabamos por congeniar. Yo salía con un chico al que solo le hacía pajas, con lo cual era bastante cortada para el sexo. Rompí con mi novio y a los dos días salía con mi nuevo amigo.
Para ir más rápido diré que a la semana le chupé la polla por primera vez. Fuimos a la playa una noche, después de cenar, y a la luz de la luna le mamé la verga, haciéndolo por primera vez en mi vida. Se podría decir que me enseñó a comer una polla como debe ser. Desde entonces, empezamos, a vernos tres o cuatro veces por semana y siempre acababa con su rabo en mi boca. Él me hizo tragar leche por primera vez y no me desagradó, al contrario, me ha vuelto una adicta a las vergas.
Al mes o así, una noche, después de una buena mariscada, nos fuimos a un hotel a follar. Yo no era virgen pero él me hizo sentir como una muñeca. Tenía un aguante extraordinario, tanto que el primer día que me folló estuvo cerca de cuarenta minutos con el primer polvo. Me corrí tres o cuatro veces antes de que él eyaculara en mis tetas y como a mí me gustaba, en mi boca.
Estuvimos cerca de un año, convirtiéndome en una máquina de follar y de chupar pollas. A los seis meses de estar follando, un día me dijo que esa noche tenía un gran regalo para mí. Ese regalo era por lo bien que me había portado con él y que me lo daría después de cenar.
Me imaginé que iríamos a un hotel a follar toda la noche, como así fue, pero, según me dijo durante la cena, tenía que ser “algo diferente”. Su tono de voz hizo que mi chochito se pusiera como un lago. Al acabar de cenar tenía las bragas mojadas de pensar en su polla. Era la más grande que había visto hasta entonces. Media 19 cm y era bastante gorda, pero con su aguante me hartaba de rabo hasta que me corría, por lo que cuando llegamos al hotel iba yo ansiosa porque me follara. Pero él tenía otros planes.
Mientras nos desnudábamos, bebimos el cava que él había comprado, y cuando estábamos los dos desnudos, con la copa en la mano y con el coño como una fuente, le dije al oído, cachonda pérdida:
– ¿Cual es la sorpresa, cariño?
– Esta noche te la voy a meter por el culo y tú lo vas a ver pues lo haré de tal manera que verás como tu culito será follado por mi rabo -me respondió, también al oído-.
AI principio no reaccioné pero, tras pensármelo, le dije, segura y muy caliente:
– Vale, pero no me hagas daño.
Aquella respuesta le puso la polla como el acero y, dejando de lado el cava, me cogió y poniéndome a cuatro patas, me dijo:
– Empieza por hacerme luna buena mamada y luego te preparare el culito.
AI rato de estar chupándole la polla, me la sacó de la boca y cogiendo una venda de la bolsa que llevaba, me la puso. Con la venda puesta y a cuatro patas, me volvió a meter el rabo en la boca. A él le gustaba que se la chupara sin manos y así llegó el momento en que me follaba la cara. Entraba y salía de mi boca una polla que yo no tocaba ni tampoco veía.
Mi coño me picaba de lo excitada que estaba y de pronto me la sacó de la boca. Sentí que se ponía detrás de mí y oí que me decía:
– Levanta un poco el culo y separa las piernas, que te voy a preparar.
Lo hice y cuando esperaba sentir su polla en mi chochito, noté algo muy diferente. Empezó a comerse mi encharcado coño. Su lengua pasaba de mi chocho a mi culo y con este tratamiento, me corrí como una cerda. A pesar de todo, él seguía con esta soberbia comida hasta que empezó a prestarle más atención al agujerito de mi culo.
Yo estaba como loca, deseaba que me follara y le decía, desesperada:
– ¡Fóllame, métemela y fóllame ya de una vez!… quiero sentir tu polla en mi coño… ¡métemela!
Pero él seguía lamiendo mi culo hasta que uno de sus dedos se coló dentro. Estaba tan excitada que cuando me di cuenta, eran dos los dedos que intentaban ensanchar mi culito virgen y estrechito. Entraban y salían con relativa facilidad mientras él me decía:
– Judit, cariño, ya falta poco para que veas cómo te voy a follar el culo… tengo muchas ganas de que sientas como te meto el rabo poco a poco en el ano pero me vas a pedir tú que te folle…
Yo estaba muy, pero muy caliente y le dije:
– ¡Si fóllame el culo, métemela por el culo y córrete en el, pero… fóllame!
Entonces me cogió, me sacó la venda y sentándome en una silla, me levantó las piernas. Doblada como estaba, veía mis dos agujeros expuestos y a disposición de aquella gorda polla que primero vi como se acercaba a mi chochito y entraba en él, poco a poco, hasta los huevos.
Ver como desaparecía su polla dentro de mí, hizo que me corriera y después de bombearme durante algunos minutos, sacó un bote, que dijo era vaselina, y untando dos dedos, me los introdujo en el culo, preparándolo para su polla.
A la vez que los metía y sacaba de mi culo, cada vez con mayor facilidad, su lengua lamía mi mojado coño hasta que se puso de pie y acercando su dura polla a mi culito, me dijo:
– Judit, cariño, relájate que te la voy a meter en el culo.
Vi aquel gordo capullo apoyarse en el agujerito y de un ligero empujón, entró en mi ano. No me dolió tanto como yo me esperaba y así, lentamente, me la fue metiendo hasta los huevos.
Estuvo metiendo y sacando su verga de mi culo más de media hora hasta que se corrió, llenándomelo de leche.
Desde ese día, me abría el culo cada vez que follábamos y así me convertí en una adicta a la enculada.
Como te he dicho, lo dejamos en mayo cuando nos dimos cuenta que me tenía que compartir con mucha gente. Desde entonces, yo y mis amigas follamos con quien queremos y siempre hay alguien dispuesto a pegar un buen polvo con unos bombones como nosotras.
Ya te iré escribiendo, querida Charo, con otras historias de mis correrías sexuales. Pero aún espero los contactos de los cachondos lectores para “Judit, la comepollas”.
Un beso y hasta la próxima.