Relato erótico

Mi primer amor

Charo
13 de septiembre del 2018

Cuando eran novios, ya fantaseaban con que otro hombre se la follaba. Se casaron, son felices y sus fantasías se han hecho realidad. Hoy nos cuenta como empezaron en este “juego”.

Gonzalo – VALENCIA
Tengo 40 años y estoy casado con mi novia de siempre, Macarena, desde hace diez años ya. En este período de tiempo han sucedido varias cosas de las que algunas recogeré en este relato, pero en resumen seguimos siendo la misma pareja, pero hoy en día somos capaces de convertir nuestras fantasías en realidad, yo por mi parte he descubierto que lo que más me satisface en la vida es que mi mujer disfrute y es en su disfrute donde yo encuentro mi propia felicidad.
La felicidad es algo relativo y su consecución no es del todo sencilla, sobre todo por que existen ciertas normas y costumbres arraigadas en nuestra educación que hacen que sea difícil la realización de aquellas personas que se sienten plenas al contemplar la felicidad ajena, por eso supongo que para la mayoría de ustedes les resultará complicado entender que soy un cornudo feliz. Y de cómo he llegado a esta situación es de lo que trata este relato.
Me trasladé con 19 años a Valencia dejando a mi chica solita en el pueblo, nos pasábamos horas al teléfono, en la cabina de debajo de mi casa ya que en esa época no habían móviles, diciéndonos lo mucho que nos echábamos de menos y en nuestras cartas nos explayábamos liberando nuestra imaginación y diciéndonos con lujo de detalles todo aquello que nos haríamos de poder estar juntos.
Los viernes eran una liberación, acudía a la Facultad con la maleta hecha y esperaba nervioso e impaciente para que finalizasen las clases para salir zumbando a la estación y coger las cercanías de las 13´30 y así llegar a Moixent, mi pueblo, a eso de las tres. Comía en mi casa, con mis padres y el café lo tomaba en la casa de Macarena, la buena de su madre una viuda muy comprensiva, nos hacía de alcahueta y cómplice. Tras los saludos de rigor subíamos a su habitación y allí nos encerrábamos toda la tarde.
Teníamos un juego, las pajas o dedos hechos a lo largo de la semana eran penalizaciones y el que más se había hecho debía obedecer al otro convirtiéndose en su sirviente sexual ese día. Así que nada más vernos nos interrogábamos. Os recrearé una de las situaciones que con más claridad recuerdo:
– Hola guapa, a ver cuantas veces se ha corrido mi novia esta semana pensando en su amorcito – le preguntaba yo con retintín.
– No necesariamente pensando en ti ha sido – contestaba ella riéndose.
Mientras me indicaba el número de veces que se había masturbado esa semana, aunque en general ella lo hacía todos los días al meterse en la cama, pues siempre ha sido una mujer ardiente y el estar sin pareja constituía un serio problema para calmar su calentura.
– Y a ver, ¿cuantas veces se ha pajeado mi chico pensando en su queridísima novia y en sus adorables tetas? – preguntó ella…
Mientras me hacía la pregunta iba desabrochando su blusa y dejando al aire esas tetitas tan sensibles que sabe que me enloquecen. Yo sin poder aguantarlo ni un minuto más me tiraba sobre ella intentando besar sus pezones erectos, sin necesidad de haberlos tocado siquiera.

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– Quieto, quieto, no tengas tanta prisa. Primero dime cuantas veces te has pajeado pensando en tu novia esta semana.
– No tiene por que ser en mi novia, – decía yo intentando responder como ella había hecho antes.
– Pues si no ha sido pensando en mí ya puedes coger la puerta y largarte, tu polla es mía y todo lo que sale de ella también, si prefieres pajearte pensando en otras será mejor que te vayas a follar con ellas – decía mientras que entrecerraba de nuevo su camisa.
– Vale, vale, sabes que contigo tengo más que suficiente y además que te quiero con desesperación, así que no me hagas sufrir más, ¡por favor!
– ¿Cuantas? – insistió.
– Diez – le confesé.
– ¡Ala! – exclamó – Me has ganado, eres un cerdo pajillero, espero que hayas guardado fuerzas suficientes para atenderme. Y ¿en qué pensabas?
– En ti, en tu culo, en tu viciosa boca, en tus tetas, en tu vaivén al follar, solo en ti amor mío – dije yo babeante en tono de súplica para que volviese a abrir su blusa
– Bien, más te vale.
Entonces reabrió su camisa y me dejó ver sus tetas mientras comenzaba a abrirse de piernas sentada sobre la mesa de su escritorio, dejando que su faldita subiese por sus muslos.
– Así que esta semana has perdido tú y te conviertes en mi esclavo por esta tarde.
– Vale, pero ven aquí que no puedo aguantar más sin tocarte – dije avanzando hacía ella intentando acariciar ese precioso cuerpo que se exhibía de forma impúdica delante de mí.
– No, no, me perteneces, así que soy yo quien te indicará lo que puedes hacer o no – me cortó – ¡Desnúdate de inmediato y sin tocarme, esclavo!
Refunfuñando me empecé a quitar la ropa hasta que de pie en calzoncillos delante de ella con la polla dura como un mástil creando la famosa tienda de campaña.
– Muy bien, hay que ver cómo estás – dijo mientras abría de par en par sus piernas dejando sus braguitas, clavando su mirada en mi paquete – Veo que sí que me has echado de menos. ¡Pero si te haces tantas pajas llegas sin fuerzas, cielito!
– ¡Sin fuerzas! Dame permiso para acercarme y te demostraré las pocas fuerzas que tengo.
– De eso nada, y quítate los calzoncillos que oprimen esa polla que me pertenece.
Allí estaba yo con mis 17 cm de polla como un ariete delante de mi novia que empezaba a acariciarse los pezones delante de mí. Mi cuerpo, nada fuera de lo usual ni cachas ni una polla de esas kilométricas, se tensaba como un violín al contemplarla abierta de piernas y mirándome con esos dulces ojos transformados en los de una gata en celo.
– ¡Pobrecito! -exclamó- Seguro que te mueres por tocar estas tetitas, ¿verdad? – comentaba sonriente mientras pellizcaba su pezón derecho.
– Sí, por favor Macarena, ¡no aguanto más! – supliqué.

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– Paciencia amor mío, tendrás tu recompensa si eres bueno y obedeces, sabes que soy generosa – dijo mientras reía mirándome – Quiero que te pajees delante de mí como haces cuando estás solito.
– Ni de coña, de eso nada, bastantes pajas me he hecho pensando en ti para seguir con lo mismo teniéndote delante.
– ¡Quiero verte haciéndolo! Eres mi esclavo y no vas a discutir mis órdenes, así te podré imaginar cuando yo haga lo mismo. ¡Venga, no quiero repetirlo o lo haces o hemos terminado de jugar por esta tarde!
Así que sin ganas de seguir discutiendo, cogí mi cipote y empecé a meneármela delante de Macarena mirando como ella había empezado a acariciar su coñito por encima de sus bragas semi echada sobre la mesa
– Te voy a ayudar – dijo la muy perversa, mientras se quitaba las braguitas y me las tiraba – Toma, puedes olerlas mientras te pajeas para que recuerdes mi olor cuando estés solito.
Yo, sin pensármelo dos veces, comencé a olerlas disfrutando sus aromas a hembra, mientras con la otra mano no paraba de pajearme.
– Macarena, por favor, vas a hacer que me corra, déjame acercarme…
– No te correrás hasta que yo lo diga y eso no será ahora – dijo mientras empezaba a meter un dedo en su coñito mojado, para después sacarlo y metérselo en la boca a modo de polla, haciendo que entrase y saliese.
Macarena tenía el coñito casi rasurado, le encantaba arreglárselo de forma que su contemplación era un poema porque permitía distinguir con claridad cada una de sus partes, sus abultados labios mayores, sus rosados labios menores, la entrada de su vagina roja encarnada y destacando su clítoris como un guisante hipersensible despuntando.
– Macarena, por favor, estoy apunto.
– Vamos, ¿eso es todo lo que aguanta mi hombrecito? Si no aguantas un poco más tendré que buscarme una buena polla que me folle durante horas y no como tú que en cinco minutos ya estas a punto.
Esa es una fantasía de la que habíamos hablado en multitud de ocasiones, porque ella se ponía como una moto al ensoñar que se la estaba beneficiando otro. A mi al principio no me hacía mucha gracia, pero al ver el efecto que creaba en mi pareja, me fui acostumbrando a oírla y por que no decirlo a disfrutarla.
– ¡Que zorra eres Macarena! Seguro que te mueres por que te follen cuando yo no estoy aquí, me gustaría saber en quien piensa mi novia cuando se pajea como una perra.

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– ¡Vaya, vaya! ¿Mi niñito quiere saber en quien pienso? No sé si podrás soportar el imaginarme con una polla mucho más grande que la tuya siendo follada como la zorra que dices que soy – dijo metiéndose ahora ya dos dedos en el coño.
– Seguro que te encantaría ponerme cuernos, ¿eh, zorra?
– Ni lo dudes amor, me encantaría que cada semana crecieses una talla a base de cuernos y que me encontrases cada vez más abierta. Y a ti, amor, ¿a ti te gustaría que mi coño lo utilizase entre semana un machote con un buen pollón y así encontrarme bien ensanchadita para ti el fin de semana?
– Eres un zorra, cabrona, cállate ya o vas a hacer que… ¡aaah…! – sin aguantar más empecé a correrme a borbotones, parecía un aspersor llenando de semen las piernas y la mesa de Macarena.
– ¡Como te atreves, esclavo! – me grito mi novia, parando de tocarse por un momento y retirando con sus dedos la lefa que había caído en su cuerpo, para pasar a esparcirla por sus pezones – Veo que no has podido aguantar la fantasía de verme empalada por otro. Bien pues como castigo ponte de rodillas y cómeme el coño hasta que me corra en tu cara y así igualemos.
En menos de un segundo me encontraba entre sus piernas devorando con ansiedad su coñito, oyéndola gemir y notando sus manos apretando mi cabeza, incrustándola en su entrepierna, mientras repetía:
– Cómete el coñito de tu puta, mira lo anchito que está. ¿Notas la de pollas que lo han usado esta semana?
Mientras hacía ese tipo de comentarios mi lengua perforaba su coño como si pretendiese sacar petróleo, demorándome de vez en cuando en chupar y absorber su clítoris entre mis labios haciendo que se retorciese de placer.
– ¡Sigue, sigue, cabrón! No pares que estoy a punto.
Mi polla ya se había recuperado y estaba de nuevo dura como una piedra deseando follarla, así que aproveché ese momento de delirio para ponerme de pie y metérsela hasta el fondo de una estocada.
-¡Cabrón! ¿Quién te ha dado permiso para follarme? No pares, no pares y fóllame como a una buena puta, tú putita.

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Y así pasábamos las tardes de viernes, los sábados y lo que podíamos del domingo follando sin tregua hasta que el maldito reloj marcaba la hora de volverme a Valencia para continuar con mis estudios. En ese momento Macarena había exprimido mi cuerpo de forma que el lunes tenía mi polla escocida y los huevos completamente vacíos.
Saludos y lo que sigue ya os lo contaré en una próximo relato.

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