Mi novia es un “10”

Se considera un tío normal y lo que si tiene de excepcional, es su novia. Es una chica que hace striptease y que es un verdadero monumento. Por motivos de su profesión fue un compañero suyo a su casa para revisar unos planos.

Ernesto – Madrid
Quisiera contarte, una vivencia que me ocurrió hace varios meses. No soy precisamente un literato o escritor de tal suerte que relataré en función del recuerdo que mantengo de esta experiencia inédita, al menos para mí.
Me llamo Ernesto, soy madrileño, tengo 31 años, mido 1,91, peso 86 kilos, cabello negro ensortijado, ojos miel y soy aparejador. Desde hace dos años convivo con una linda vedette de striptease de 24 años 1,82 de estatura y unas medidas de 99-65-90. Tiene un cuerpo espectacular producto de cuatro horas diarias de rigurosa gimnasia y mantenemos una buena relación entre ambos pero respetando cada uno su espacio.
Un viernes del pasado mes de julio, a eso de las 8 de la noche, llegué a mi casa en compañía de un amigo y colega, con el fin de elaborar unos planos que debíamos presentar días después.
Al entrar nos encontramos, en el pasillo, con mi compañera, vestida con una minifalda negra, muy ceñida al cuerpo, una blusa que dejaba ver sus generosas formas y calzaba zapatos de tacón bastante altos, que permitían resaltar aún más su estatura.
Después de los saludos de rigor, nos dirigimos a la habitación donde trabajaríamos esa noche. Ella nos preguntó si queríamos algo, aceptando los dos unos refrescos. Pasaron unos minutos y ella vino con lo solicitado. A mi amigo lo noté algo inquieto, pues no le sacaba la vista de su hermoso cuerpo. Parecía desnudarla con ella, cosa que no me incomodó, pues no soy celoso. Dimos las gracias por su gentileza y ella antes de retirarse agregó, sonriendo con cierta malicia:
– Luego os atenderé personalmente uno a uno.
No reparamos, yo al menos, en el contenido de sus palabras, por lo que no le di el sentido real que tenían.
Mi compañera se retiró y nosotros empezamos a tratar el tema del proyecto durante algunos minutos. Estábamos enfrascados en nuestra conversación, cuando la puerta se abrió y ella, asomando la cabeza, nos preguntó:
– ¿Se puede?
Ambos respondimos que sí y fue en el momento de la gran sorpresa. Mi chica apareció en un hilo dental negro, sujetador del mismo color y sus zapatos de tacón. El hilo dental dejaba al descubierto su bien formado trasero. Ella, como si no se hubiera enterado de la cara de asombro que poníamos los dos, dijo:
-¿Se os ofrece algo más? – y al ver que la sorpresa no nos dejaba responder, añadió – ¿Acaso se os ha comido la lengua el gato?

En ese momento dejamos de mirarnos mi amigo y yo. El corazón me latía a mil por segundo y tomé la iniciativa. Avancé rápidamente, la cogí por las nalgas y me agaché para besarle el coño, le bajé el mini tanga y nuevamente le besé su bella almeja, empujándola a un sofá, donde cayó de espaldas. Entonces procedí a sacarle el tanga y le metí la lengua hasta el fondo en el coño, lamiéndole el clítoris y también se lo mordía.
Ella gemía y me decía que nunca me había visto tan excitado, tan caliente y abriendo sus lindas piernas, me las puso en mi hombro y así le mamé todo el chocho apasionadamente. Mi amigo se acercó para sacarle el pequeño sujetador, pero ella lo impidió:
– ¡Espera tu turno! – le dijo.
– ¿Qué hago entonces? – preguntó él.
Ella, burlonamente, le respondió:
– Hazte una paja.
Estábamos completamente desnudos y calientes y mi compañera, inmediatamente, me pidió que me sentara y acto seguido lo hizo sobre mi. Empecé a penetrarla por su gran vagina, bien abierta. Subía y bajaba a gran velocidad y gritaba:
– ¡Fóllame, soy tu puta y ahora vas a ser un gran cornudo!
Son esas frases que se dicen cuando se está muy excitado. Luego se acostó boca abajo, yo le pasé la lengua por el cuello, espaldas, por sus ricas nalga y sus piernas, penetrándola de nuevo en el acto. Ella se giró, se puso de espaldas contra la alfombra, volvió a abrir sus lindas piernas y me repitió:
– ¡Fóllame, haz conmigo lo que quieras! – y mirando a mi amigo añadió – Tú también me vas a gozar, ten paciencia.
La tomé de las nalgas, se las apretaba con todas mis fuerzas hasta que, de pronto, ella me dijo que se corría. Los dos acabamos en ese instante. Me hice a un lado, ella se levantó, se fue a asear el coño y cuando salió del baño, miró a mi amigo y le dijo:
– ¡Ven, reviéntame!

Mi amigo, ni corto ni perezoso, no esperó dos veces que le dijeran lo mismo. Le abrió las piernas y se instaló en su coño. Ella lo apretaba con sus grandes piernas y gemía. El chico le chupaba los pezones, le besaba el cuello mientras se la follaba ante mis ojos excitados. Mi chica se arqueaba, y en pocos momentos, quizás por la excitación, mi amigo se corrió dejándola a ella a la mitad por lo que ella, burlándose, le dijo:
– No me digas que eso era todo…
Le hizo a un lado, nuevamente se lavó su preciado tesoro y al volver del baño, esta vez me tocó el turno a mi. Se puso de lado y la penetré por la vagina ya que, aunque parezca mentira, no se deja follar por el otro agujero. Acabamos frente a frente y sentado la penetré de nuevo. Estuvimos así un buen rato hasta que nos vino el segundo orgasmo. Esta vez mi amigo no esperó a que ella se lavara, me apartó y mi mujer se puso de lado. Luego cambiaron de posición y, ella encima de él, prácticamente se lo follaba. Mi amigo le apretaba las nalgas y le chupaba los pezones erectos, hasta que se vino en pocos minutos. Otra vez ella volvió a lo de siempre, a lavarse la vagina y cuando salió, de nuevo me tocó el turno a mi. No es que yo sea un tipo muy potente, con la polla siempre tiesa, pero esta aventura a tres que estábamos teniendo me excitaba tanto que mi verga no se había ablandado del todo tras mis dos corridas.
Ella abrió sus piernas, me las puso en el hombro y me dijo que me la follara. Lo hice, la penetré mientras ella me decía:
– ¡Con bolas y todo… no me hagas el amor, fóllame simplemente, fóllate a tu puta!
Tras un buen rato de jodérmela, hasta que tuvo otro orgasmo, le saqué la polla del coño, me masturbé rápidamente y le eché toda la leche en su pubis. Mi amigo seguía impaciente por lo que ella se puso a cuatro patas, le cogió la polla y se la colocó en el chocho. Mi amigo la penetraba con mucha fuerza hasta que se vino en su coño. Esta vez fui yo el que no la dejó ir a lavarse, pues la notaba muy excitada y me la monté. Se movía como una batidora y así estuvimos hasta que ambos nos corrimos.
Cuando se levantó, completamente desnuda, solo con sus zapatos, fue al baño nuevamente. Al salir, cogió su linda braguita y se la obsequió a mi amigo diciéndole:

-Guárdala como un trofeo, ya que esta ha sido la primera y última vez que me has podido follar – y mirándonos a los dos, añadió – Os he follado a los dos y lo habéis hecho muy bien – y antes de que el amigo se marchase, le dijo – Dale un beso a mi coño, ya que la has disfrutado.
Una vez que el amigo se marchó, fuimos al baño y allí ella, abriendo sus largas piernas me dijo:
– ¡Venga, dale otra vez!
Lo hicimos sin parar un par de veces más y ambos quedamos muy contentos. Así terminó esta atención inesperada y esta historia que yo, antes, jamás había vivido.