Relato erótico
Mi mujer quería marcha
Había planeado una cenita en casa, tranquila y después una buena sesión de sexo. Su mujer le propuso ir a cenar fuera e ir a algún lugar para “desmelenarse” Le extrañó pero, salieron.
Álvaro – La Rioja
Hola, amigos, hacía tiempo que no salíamos con Susana, mi mujer, pues a mí me gustaba más quedarnos en casa cenando algo en la intimidad y follando luego tiernamente como dos jóvenes enamorados. Sin embargo, cuando llegué, me sorprendió su propuesta de que saliéramos a cenar algo por ahí y sus preguntas acerca del atuendo más adecuado si finalmente decidíamos irnos a “tomar algo”.
Lo cierto es que no salía de mi asombro pues las conversaciones anteriores no dejaban entrever que le apeteciera ir a “descocarse”, más bien al contrario.
Esto es porque la última vez que habíamos estado en aquel pub, lo pasó bien, pues se corrió mientras varios tipos le tocábamos las tetas y el chocho. La muy zorra disfrutó dejándose llevar por los instintos más animales, pero tras ello, estuvo un tiempo con un cierto sentimiento de culpabilidad. Se sentía culpable de disfrutar de su cuerpo, una actividad que no causa perjuicio a nadie y produce un gran gozo.
El hecho es que entre unas cosas y otras salimos tarde, nos costó encontrar sitio para cenar, pero tras superar esos inconvenientes, nos dejamos caer por un pub muy cercano a nuestro domicilio. Serían casi las doce de la noche y ya había bastante gente, pero después pudimos comprobar que cabían en el lugar al menos otros tantos como los que ya estaban a aquella hora.
Tras una inspección general, empezamos a besarnos y a tocarnos sentados en la zona “pub liberal”. La muy guarra de mi mujer parecía que quería absorberme entero a través de la boca. El hecho es que me puso muy calentorro y no podía resistir acariciarle los pezones por encima del fino jersey.
Finalmente se calentó y se animó a entrar en la pista de baile. Es un lugar pequeño en el que apenas había cuatro parejas, pero fue llegar nosotros y debieron entrar otras cinco o seis más. Estuvimos besándonos y tocándonos. A mí me encanta jugar con el agujero de su culo mientras la beso, y eso hice.
No llevábamos ni cinco minutos cuando un tipo le empezó a acariciar el culo, yo seguí jugando con sus tetas, mientras el tío, que estaba de buen ver, le pasaba la mano repetidamente por las nalgas. Finalmente me atreví a hacer lo propio con la chica de la otra pareja y, inicialmente, se mostró receptiva. Le acariciaba las nalgas. Cuando el tipo se atrevió a más y empezó a jugar con las tetas de Susana, yo quise hacer lo mismo con su pareja, pero ella me apartó las manos y, cosa curiosa dirigió las suyas hacia mi mujer…
De pronto estábamos tres personas acariciándola y ella cada vez más gozosa, el tío le tocaba una teta, la tía otra y yo le acariciaba el chocho metiendo mi mano bajo sus pantys. De vez en cuando, yo intentaba llegar a más con la otra chica, pero esta se resistía; estaba claro que lo que buscaba era el “bollo”… y la verdad es que, al sentirme desplazado de ese modo, se me bajó un poco la excitación y le pedía a mi mujer que nos marcháramos de la sala.
Después me dio un poco de pena, porque la muy puta estaba realmente caliente. Según me dijo no era muy consciente de que era la tía quien le estaba tocando una teta, pero yo creo que sí se estaba dando cuenta y que no ponía reparo alguno.
Dimos una vuelta por otras zonas del local y, finalmente nos animamos a volver a la sala de baile. Estaba realmente atiborrada de gente, era imposible moverse. Todo consistía en buscar un hueco, quedarse en el lugar jugando con tu pareja y esperar a que la pareja de al lado se atreviera a tocarte o iniciar tú la jugada.
El tío de una de las parejas que teníamos más cercanas comenzó, del modo habitual, su aproximación. Puso su mano sobre las nalgas de Susana; ella, al punto, me lo dijo:
– Amor, me están tocando el culo.
– ¿Y te gusta? – le pregunté.
– Sí – respondió con una voz que no dejaba lugar a dudas.
Entonces me lancé y empecé yo también a tocar a la mujer de al lado. La muy guarra no llevaba bragas, para facilitar la tarea… En vista de las facilidades, llevé mi mano entre sus nalgas, acariciando su ano, entreteniéndome en él y finalmente dejé mi dedo índice bajo su húmedo coño, moviéndolo hacia delante y hacia detrás, haciéndolo pasar desde el clítoris hasta el agujero del culo.
Mientras tanto con la mano izquierda tocaba el clítoris de mi mujer, haciendo movimientos circulares. Tenía un coño en cada mano, era el éxtasis. Mientras tanto, mi amorcito tampoco lo pasaba mal, el cabrón del tío me la estaba poniendo calentorra pegándole un sobe de tetas que la estaba derritiendo. Mientras tanto, saqué mi mano del coño de nuestra nueva amiga y la llevé hasta sus tetas.
Entonces ella me apartó la mano y pensé ¡otra igual no, por favor! Pero no… me apartó la mano para poder sacar su voluminosa teta del vestido y permitirme acariciarla sin los impedimentos de la ropa. Yo sabía, porque ella me lo había contado en repetidas ocasiones, que Susana fantaseaba periódicamente con tocar unas tetas grandes. Entonces, le dije:
– Cariño mío, mira que tetas tiene la tía esta, tócaselas.
Empezó a tocárselas con fruición y a repetir obsesivamente:
– ¡Que tetas más gordas… que tetas!
Susana estaba que veía el cielo, el amigo que acabábamos de conocer estaba jugando sus pezones y amasando sus tetas, yo enredando en su coño y su boca ocupada con mi lengua. Pero la postura era incómoda, así que abandoné la enorme teta izquierda de la gordita, dejándosela en exclusiva a la boca y a la lengua de mi chica y me concentré en comerle la teta derecha, mientras que mis manos se repartían entre los dos coños y culos.
Daba un gusto tremendo recorrer al mismo tiempo los dos anos, uno con cada dedo medio, las dos rajitas, los dos clítoris… Pero la gordita empezó a ponerse al borde del orgasmo y empezaba a mover frenéticamente su cuerpo hacia delante y hacia atrás, buscando ser penetrada por mis dedos. Entonces, buscó mi boca con la suya mientras su mano iba hacia mi bragueta.
Fue suficiente la intención para que yo mismo sacara mi polla y la pusiera en sus manos.
La muy zorra empezó a pajearme al mismo ritmo que se movía ella. Mientras tanto, su pareja se había abierto paso desde atrás hacia el coño de mi chica y cuatro dedos, dos de la mano del tipo y dos míos, se movían a distintos ritmos en su coño empapado. Susana, sin reparo alguno, le había buscado también el rabo al tío y se lo sobaba con pasión. Estábamos los cuatro entrelazados.
Mi mujer tocando la polla del otro y al final se corrieron todos, excepto yo que me quedé con las ganas, pero lo había pasado de maravilla. Había sido la experiencia sexual más delirante que había tenido en mi vida. Nos marchamos del lugar, porque mi amorcito estaba cansada y le estaba empezando a surgir pensamientos raros de culpabilidad.
Así que buscamos dentro del local un lugar poco concurrido y descansamos un poquito. Buscamos con la mirada para alejarnos de aquellas parejas que por la razón que fuera no eran de nuestro agrado. Una vez que nos ubicamos, un tipo buscó mi mano y la acercó a la teta de su mujer, la toqué un rato. Era una teta gorda, turgente, con un pezón grande. Era un placer tocarla. En ese momento, mi mujer me dijo:
– Ya me están tocando nuevamente el culo.
Observé entonces que se trataba de un chico que estaba al otro lado. Como quiera que la experiencia de antes con otra pareja había resultado muy placentera, traté de repetirla y abandoné la teta que tan gentilmente me habían ofrecido y llevé mi mano hacia la chavala del hombre que estaba manoseando las nalgas de mi chica.
Eran unas tetas pequeñitas, casi infantiles. Se trataba de una chica delgada y alta. Seguir con sus tetas era toda una aventura pues llevaba un sujetador muy prieto y no mostraba el más mínimo interés por dejar sus pezones al aire.
Mientras me hacía estas reflexiones, ella se colocó detrás de mi chica y empezó a tocarle las tetas, al tiempo que mi mano izquierda se deslizaba entre las piernas de mi chica que inmediatamente empezó a suspirar. Quedamente le dije:
– Es una tía la que te está tocando las tetas”.
– Pues me gusta -me contestó.
Yo dirigí mi mano libre hacia el culo de la chavala delgadita y alta. Era un culo delgadito, terso. Tenía el coño depilado y empapado. Era un placer meter la mano por ahí. La tía estaba cachonda. Muy salida. Mientras le tocaba el coño, ella bajó una de sus manos hacia el culo de mi chica y empezó a tocárselo desde atrás. Mi mano izquierda se cruzó con la mano de la chavalita delgada, pues los dos intentábamos penetrar con nuestros dedos el coño de mi mujer, que no paraba de suspirar.
De pronto estábamos los tres besándonos, la saliva de los tres se mezclaba. La boca de la chavalita alta sabía a fresa. En eso estábamos cuando noté otra mano explorando el coño de nuestra amiguita. Era mi chica, que estaba pajeándola. Mis dedos se encontraban con los de Susana en el coño de la desconocida y nuestras lenguas en su boca. Mi mujer estaba totalmente desconocida. Había pasado en menos de una hora de tener su primera experiencia con otra mujer o al menos eso es lo que me había contado, a estar morreando con una desconocida mientras la masturbaba con una calentura de campeonato; eso sí, la desconocida estaba pero que muy buena.
A todo esto, el chico estaba como desaparecido, tocaba tímidamente las tetas de mi mujer, que estaba aprisionada entre la chavala alta y yo. Entonces saqué mi mano del coño de Susana y, tímidamente, la dirigí hacia la bragueta de nuestro amigo, le bajé la cremallera y saqué su polla. La tenía como una roca, el muy cabrón. No era una polla grande, pero estaba dura como el hormigón. Al poco de estar tocándole decidió cambiar de sitio y acercarse a mi mujer desde el otro lado. No sé si es que le disgustó que le tocara la polla o que simplemente trataba de buscar mejor ubicación en la fiesta que estábamos celebrado. Lo cierto es que no me atreví a intentarlo de nuevo.
Desde su nueva ubicación le empezó a meter mano a Susana, la cual estaba ya al borde del orgasmo. Yo me agarré la polla y empecé a meneármela despacito. Susana me tocaba también el rabo que estaba a punto de vomitar leche. Mientras tanto yo seguía masturbando a la chavala y cuando hice un intento en su ano y la muy putita se abrió para permitirme acceder a él. No me atreví más que con la yema de un dedo. Gracias a mis meneos de polla logré correrme al fin y si me hubiera quedado más rato quizá habría recuperado fuerzas para un nuevo lance, pero Susana estaba ya agotada, así que decidimos marcharnos.
Una vez en casa no pude aguantar y me masturbé salvajemente mientras ella me ponía el coño en la boca primero y, luego, me comía el culo. A ratos me contaba lo que había sentido rato antes en el pub. Nos confesamos mutuamente que nos habría gustado comerle el coño a la chavalita delgada, pero que no nos atrevimos a hacerlo. No me atreví a pedírselo, me dio vergüenza, pero me hubiera gustado correrme mientras Susana se meaba sobre mí. ¿Lluvia dorada lo llaman a eso, verdad? Bueno, ocasiones habrá para ello. Con todo, me corrí salvajemente mientras ella penetraba mi culo alternativamente con su lengua y su dedo, pero como ella ya no tenía fuerzas para más y yo acababa de correrme, dimos por finalizada la diversión.
Acabamos la noche tomando un refresco y hablando de otras cosas que nos unen. Creo que después de todo esto aún nos queremos más.
Saludos y besos de los dos.