Relato erótico

Mi mujer gozó como una guarra

Charo
19 de junio del 2020

Gracias por publicar mi anterior relato. Os prometí que os enviaría lo que ocurrió hasta el final de la noche y aquí va. Fue una experiencia inolvidable y que ha añadido mucho vicio y morbo a nuestras relaciones.

Julián – GRANADA
Os recordaré que me llamo Julián, soy granadino, de 45 años, que estuve casado pero que hace unos dos años que tengo una nueva pareja, Sara de 35, con la que estoy conviviendo hace diez meses y con la que decidimos tomarnos unas vacaciones en Canarias para tener esa tan merecida luna de miel que no pudimos disfrutar cuando nos fuimos a vivir juntos. También conté que allí conocimos a un matrimonio catalán, con el que congeniamos mucho, tanto que al tener que irse la mujer por trabajo, nos enrollamos con el marido, Felip, para hacer nuestro primer trío. Terminaba diciendo que Sara, que estaba terminando de ponerle un condón a Felip, se puso en cuclillas sobre él acostado, cogió con una mano su pene y se lo introdujo lentamente en el coño.
Charlamos un rato, contándonos lo que hasta ahora habíamos sentido. Sara dijo que nunca había estado tan excitada y que había tenido en un día los tres o cuatro mejores orgasmos de su vida. Felip añadió que estaba maravillado con la piel de Sara, con el olor de su cuerpo y de su intimidad, con la estrechez de su coño, con la dulzura de sus labios a los que besaría toda la vida y yo, que hasta este momento afirmaba mi calentura y mi confirmación de cuánto me excitaba ver a Sara gozando con otro hombre, pero que esperaba más aún, que mi participación había sido poca.
Después de terminar la primera botella de cava, Felip nos invitó a ir a la cama, acostó a Sara boca arriba y suavemente le echó parte de la otra botella en los pechos, en el estómago, en las piernas y en el monte de Venus.
– Que el hotel lave las sábanas y seque el colchón, que para eso pago – dijo y agregó – De cintura para arriba es tuya, el resto es mío.

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Lamí los pechos de Sara, que con el cava estaban más deliciosos aún, Felip le flexionó las piernas hasta hacer que sus talones tocaran sus nalgas, después se las abrió hasta que sus rodillas tocaban la cama. Su intimidad quedaba totalmente expuesta, Felip se la lamió recorriendo toda su rajita de extremo a extremo. Lamió el clítoris nuevamente haciendo caso omiso del temblequeo de ella, pero cuando vio que iba a tener un nuevo orgasmo, se interrumpió y comenzó a lamer su ano, se lo humedecía, introducía en él todo lo que podía de su lengua, la metía y la sacaba. Sara, así, tuvo un nuevo orgasmo.
– ¡Jamás soñé que podría tener un orgasmo sin que me penetren o me rocen el clítoris! – exclamaba ella asombrada.
Yo estaba maravillado, la entrega de Sara era total, no tenía ningún tipo de inhibición, yo nunca había logrado que ella me dejara lamerla hasta tal extremo. Entonces ella me dijo que ahora me iba a atender. Me acosté boca arriba, Sara se introdujo mi pene de un tirón y comenzó a cabalgarme salvajemente, aunque a ratos se la sacaba para que no me corriera. Mientras tanto vi que Felip se ponía otro condón y untaba su pene con crema. Se acercó a nosotros por la espalda de Sara, la empujó suavemente sobre mí, ella juntó su pecho al mío y nos fundimos en un beso que, más que ser beso, parecía que nos quisiéramos comer. Entonces sentí que Felip estaba tocando por detrás a Sara, presumiendo, pues no lograba ver que le estaba acariciando las nalgas y el ano. De pronto Sara se detuvo, abrió los ojos y me miró.
¿Qué es lo que está pasando? pensé, pero enseguida me enteré, pues sentí a través de la delgada tela que separa el canal vaginal y el intestino, un dedo de Felip que rozaba mi pene. Durante unos 30 segundos ella se quedó quieta, luego comenzó a moverse lentamente, con un movimiento más en diagonal, que hacía que mi pene y el dedo de Felip entrasen y salieran simultáneamente. De pronto sentí que otro dedo se introducía en el ano de Sara, pero esta vez ella no interrumpió sus movimientos, parecía estar disfrutándolo cada vez más. Después de unos minutos en ese vaivén, Felip se colocó detrás de ella como para penetrarla por su agujerito, ahora más dilatado, pero ella giró la cabeza, lo miró y le dijo:
– ¡Ay Felip! La tienes muy grande, no creo que la soporte.
– No soy un sádico, pero probemos, tienes uno de los culitos más hermosos No debes preocuparte, si te duele parare.

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Dicho esto empezó a lamer el ojete de mi mujer y poco a poco le metió primero un dedo y después dos. Me pidió que le frotara el clítoris y entonces le introdujo el capullo en el culo. Sara hizo un gesto de dolor pero no dijo nada, un instante después él volvió a empujar introduciéndole dos o tres centímetros y un quejido de dolor se escapó de los labios de Sara. Felip retiró su pene y durante aproximadamente un minuto esperó pacientemente a que el dolor cediera, mientras tanto le acariciaba los pechos. Luego enfocó nuevamente su miembro en el ano y de un solo golpe se lo metió hasta la mitad, se quedó quieto unos instantes y luego comenzó a moverse lentamente. Sara no parecía estar sufriendo, aunque tampoco disfrutando. Un nuevo empujón hizo que entrase absolutamente todo. El cuerpo de Sara dio una sacudida y de su boca volvió a salir un quejido, pero esta vez no parecía de dolor. Ella llevó una de sus manos hasta su ano y comprobó que la penetración había sido total. Eso pareció enloquecerla y comenzó a gritar desaforada:
– ¡Ay… ay…no lo puedo creer, entró toda… dame, Felip, por favor dame más, más, más… más adentro, muévete por favor, rómpeme toda…!
Yo tampoco lo podía creer. Era testigo directo y privilegiado de algo para mí increíble. Las veces que con Sara habíamos tenido sexo anal, solo se la habían metido hasta la mitad y ahora Felip, con una polla bastante más grande que la mía, se la había metido toda y la estaba haciendo delirar. Lejos de molestarme o de ponerme celoso me excitó de tal manera que mi miembro parecía explotar. Como pude me puse debajo de Sara, su coño desbordaba de lubricación y gracias a esto pude metérsela, pues su canal estaba más estrecho debido al intruso que se había colado por detrás.
Sara se quedó quieta mientras Felip y yo acompasábamos nuestros movimientos y una vez que lo logramos, ella se puso a llorar y gritar de placer.
– ¡Que bien me siento… que bien me siento, gracias, gracias mi amor por permitirme vivir esto! – y de pronto comenzó a gritar – ¡Me viene, me viene…! ¿Qué es lo que me pasa? ¡Me viene, me viene…!

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Para mí fue demasiado, ya no pude ni quise controlarme más, me corrí con tal fuerza e intensidad que creí que se me iba la vida. Felip detuvo sus empujones hasta que Sara y yo tuvimos nuestros orgasmos, luego comenzó a sacarla casi toda y ponerla nuevamente, pero cuando comenzó a correrse sus empujones eran furiosos. Sara comenzó nuevamente a gritar:
– ¡Me muero, me muero, más, más, por favor más aunque me muera! – y acabaron simultáneamente.
Estuvimos casi diez minutos los tres acostados con Sara en el medio hasta que nuestras erecciones cedieron. Sara no paraba de llorar:
– Es de alegría, es de gozo, es de satisfacción – nos tranquilizaba.
Luego nos sentamos a terminar la botella de cava y conversamos durante media hora de lo fantástico y maravilloso que había resultado la experiencia. Nos vestimos, Felip y yo nos despedimos con un abrazo, Sara y Felip con un interminable beso y unos secretos que por segunda vez en la noche lograron ponerme celoso.
Después de las tres horas y pico más intensas de nuestra vida de pareja, llegamos a la habitación y este fue nuestro diálogo:
– Te quiero, mi amor, te amo –le dije.
– Nadie jamás me hizo tan feliz y me hizo gozar de mi cuerpo como lo has hecho tú.
– Pero no fui yo solo…
– Pero sin ti yo jamás lo hubiera hecho, jamás, de eso estoy totalmente segura.
– Pero lo de Felip fue muy importante.

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– Claro que sí, que fue muy importante, aprendí mucho, aprendiste mucho, nos enseñó mucho. Pero más allá de secretitos y dulzuras que él me dijo y que yo le dije, con él solo no voy a salir nunca, si por casualidad alguna otra vez me acuesto con él, será porque tú estás delante.
Comenzamos a besarnos y a excitarnos nuevamente cuando sonó el timbre de nuestra habitación. Abro y estaba Felip en la puerta, con bombones y un ramo de flores para Sara.
– Para la mujer más mujer que he conocido en mi vida, – le dijo, y agregó – Me he quedado con más ganas de ti, si tienen una hora más tengo otra cosa para experimentar.
– ¿Qué más me podemos hacer que no hayamos hecho ya Felip? – preguntó Sara.
– Algo que nunca hice con mi esposa y que cuando se lo cuente se va a morir de envidia y de ganas de hacerlo, la doble penetración vaginal – respondió.
– No sé si podré hacerlo, pero me fascina la idea de romper todos los límites en una sola noche – contestó Sara – ya estoy caliente de solo pensarlo.
– ¿Le vas a contar a tu mujer lo que hicimos? – pregunté extrañado.
– Por supuesto, con ella nos amamos muy por encima de lo que puedan llegar a sentir y vivir nuestros cuerpos. Somos una pareja completamente abierta, tanto para recibir a un tercero, como para experimentar cada uno por su lado – respondió él.
Nos desnudamos rápidamente, entre los dos besamos y recorrimos con las manos y las bocas a Sara, que estaba de pie en el centro de la habitación y a los pocos minutos nuevamente estábamos Felip y yo a mil por hora… pero nuevamente pienso que me he pasado de texto así que continuaré en una próxima carta
Saludos de los dos.

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