Relato erótico

Mi mujer es una “zorrita” II

Charo
4 de marzo del 2020

Roberto nos manda la continuación de su relato. Si el primero era caliente, este os pondrá a mil.

Roberto – MADRID
Con anterioridad publicamos la primera parte de este testimonio de un lector que nos cuenta como su mujer le ha adornado la frente, no una sino varias veces. Al parecer ella siempre le decía que se iba con las amigas de compras, al cine o a la playa, pero los chismes llegaron a sus oídos, y supo que todo era mentira. Eso podría ser cierto en algunos casos, pero por propia experiencia puede decir, que no siempre es así. Se refiero, cuando dice ella, a Ana su actual mujer y dolor de cabeza, la hija de uno de los Presidentes del banco en el que él trabaja actualmente. Ahora volvemos a cederle la palabra.
Terminaba diciendo que cuando volvimos de la luna de miel, la llevé a una comida que daba la empresa a unos cuantos clientes. Todo iba de maravilla, unos momentos antes había visto a mi mujer charlando alegremente con uno de mis clientes y otro hombre, pero a los dos o tres minutos me di cuenta de que Ana había desaparecido, y discretamente me puse a buscarla por todo el salón de fiestas, y no es que fuera mal pensado, pero algo me decía que se la estaban clavando en algún lado.
Ya casi por darme por vencido en la búsqueda, me salí a los jardines, y tras encender un cigarrillo, vi un movimiento raro tras unas matas. Como de costumbre, discretamente me acerqué, y para mi mayor sorpresa vi a Ana no con un hombre, sino con dos, en medio de un laberinto de setos.
Allí estaban los tres, uno era cliente mío, y sabía de sobra que ella era mi mujer. La muy guarra le estaba mamando la polla, mientras que el otro, que hasta ese momento no sabía que era su socio, la tenía clavada por el coño pero desde atrás.
De verdad os digo que pensé nuevamente en montar un escándalo, pero me detuve a pensar mientras observaba a Ana mamando y como movía su culo a medida que el otro se la enterraba y sacaba de su coño. No se que me llevó, a comenzar a masturbarme, mientras que los observaba escondido de tras de uno de los setos.
Cuando estaba a punto de correrme, mi cliente y su socio habían terminado con mi mujer. Dejaron a Ana en el centro del laberinto, se fueron rápidamente en dirección a la fiesta, pasando a pocos pasos de mí sin que se dieran cuenta de mí presencia.
No me había corrido y estaba caliente, me fui hacia donde estaba mi mujer, que aun llevaba el vestido levantado y estaba buscando las bragas. Cuando levantó la cara y me vio, de inmediato se puso a llorar diciéndome que entre dos hombres la habían obligado y que no sabía ella quienes eran. De no haberlo visto con mis propios ojos, la hubiese creído.
Hice ver que la creía, y le dije que nos íbamos, pero que antes se arreglara un poco. Cuando íbamos de camino a casa, se entretuvo en explicarme con todo detalle lo que supuestamente le habían hecho.
No pude evitarlo, y aun que sabía que era mentira, me excite como un loco. Paré el coche en un descampado que había al lado de la carretera. Baje del coche, la hice salir y nos fuimos al asiento trasero.
Tenía ganas de follármela, le comí las tetas, le mordía la boca y por fin saque mi dolorida e hinchada polla y se la metí en la boca. Me hizo una mamada genial y casi la ahogo de la cantidad de leche que le solté.
Cuando llegamos a casa, nos dimos un baño y nos fuimos a dormir. Ana me dijo que iba a fumarse un cigarro al jardín y que ya vendría. Yo me quedé profundamente dormido.
Debían ser las 5 de la madrugada y me despertaron unos ruiditos en el jardín, me asomé a la terraza y lo que vi me dejó helado.

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No os había contado que un primo de Ana, Rubén, estaba viviendo con nosotros. Tenía 21 años y estaba haciendo un máster en Madrid y mi suegro nos comentó si se podía quedar con nosotros, ya que en nuestra casa había espacio de sobras. Por supuesto dije que no. Nunca me hubiese pensado que mi mujer se liaría con él, pero era tan golfa, se me podía haber ocurrido.
Rubén estaba tumbado en una hamaca de mimbre que además tiene una colchoneta muy cómoda y Ana lo cabalgaba con frenesí.
Como siempre, me escondí y miré. No podía evitarlo, me ponía cachondo ver como follaba con otro hombre.
De pronto pararon, Ana se levantó y se colocó a cuatro patas en la hamaca, Rubén, sin mediar palabra se la metió enterita por el culo.
Ana gemía y se movía, hasta que él le llenó el culo de leche. Era todo un espectáculo ver, cuando se levantó, como le caía la lefa por los muslos.
Entré en la habitación y me hice el dormido. Ana paso por el baño, me imagino que se dio una ducha y se metió en la cama.
Al día siguiente no le dije nada, pero tenía las imágenes clavadas en mi cerebro. Pensé hablar con ella por la noche, aquello tenía que acabarse, pero ocurrió algo que dio un vuelco a nuestras relaciones.
Cuando estaba trabajando, me llamo una clienta importante. Era de Málaga y me comentó que quería venir a Madrid unos días. Llegaba el día siguiente y nos invitó a cenar a Ana y a mi en su hotel.
Lógicamente acudimos a la cena, y reconozco que fue una velada muy amena. Carmen, que así se llamaba debía tener unos 40 años, era una mujer muy atractiva y con un cuerpo de ensueño. Tenía buenas tetas, cinturita pequeña y un culo con unas nalgas respingonas y carnosas. Ana y ella congeniaron muy bien y quedaron en ir de compras al día siguiente.
Yo me fui a trabajar sobre las ocho de la mañana y Ana se levantó porque había quedado con Carmen sobre las diez, pensaban desayunar juntas y después iban a “saquear” tiendas de ropa.
Por la tarde la llamé para decirle que iba a llegar muy tarde por problemas de trabajo y me comentó que estaba con Carmen en casa y que cenarían juntas.
Llegué sobre las dos de la madrugada. La casa estaba silenciosa y pensé que Ana estaría durmiendo, pero cuando llegué a la habitación no había nadie, pero en la habitación de invitados que estaba en el piso superior se oían voces.
Me acerqué sigilosamente y miré por la puerta entreabierta. Mis ojos no daban crédito a lo que veían. Ana estaba tumbada en la cama, con un par de almohadas debajo del culo y Carmen le estaba comiendo el chocho, y con aquel maravilloso culazo en pompa. Por lo visto lo hacía muy bien, porque Ana le estaba diciendo:
-Sigue, sigue, quiero volver a correrme, oh que gusto, por favor no pares, no pares, que caliente estoy.

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Carmen tenía la cabeza enterrada en el chocho de mi mujer. Le pasaba la lengua por toda la raja y de vez en cuando le mamaba el clítoris. Nunca había visto disfrutar tanto a Ana.
De pronto vi que el cuerpo de mi mujer se arqueaba, movía las caderas como si se estuviese follando la boca de Carmen y finalmente, susurrando dijo que se corría. ¡Menudo orgasmo que tuvo! Dejó las sabanas completamente mojadas.
Carmen se incorporó y le dijo que ahora le tocaba a ella. Ana le dijo que nunca se había comido el coño de nadie, pero que aprendería. Carmen se tumbó, con los dos cojines debajo del culo y le ofreció el chocho depilado a Ana.
Solo le dijo que no tuviese prisa, que no lo hiciera a estilo hombre, que van muy deprisa para terminar pronto.
Ana plantó su boca en el chocho de Carmen y fue pasando la lengua arriba y abajo. Abrió los labios y dejo a la vista una pepitilla grande e hinchada. Se dedico a lamerla despacito, arrancando unos gemidos sensuales de la boca de Carmen.
Parecía que estuviese comiéndose un helado, lamia, succionaba y chupaba. Carmen le agarró la cabeza, se la hundió en el chocho y le dijo:
– Mámame hasta que me corra. Así, muy bien, lo hacer muy bien, oh, joder, voy a correrme, ahora, ahora…
Ana no sacaba la cara de allí y vi como tragaba la corrida de Carmen. Definitivamente mi mujer era una golfa empedernida.
Carmen se levantó, fue hacia su bolso y saco un consolador doble. Se lo enseñó a mi mujer, lo conectó y le dijo que abriera las piernas. Aquel artefacto empezó a vibrar y sobre todo me fije en una especie de lengüeta que, cuando se lo metió en el chocho, se dedicaba exclusivamente al clítoris. A los pocos minutos, Ana gritaba que se corría. Fue un “concierto” de orgasmos. No sabía que mi mujer podía correrse tantas veces.
De pronto y sin darme cuenta, la puerta se abrió un poco más de la cuenta, y Carmen, que estaba tumbada en la cama, con la cabeza de mi mujer entre las piernas y el consolador enchufado, me vio. Me hizo un gesto con la mano para que me acercara y no sé porque, lo hice.
Ana estaba con el culo en pompa y no pude resistirme, me saqué la ropa despacito y ni corto ni perezoso, se la metí en el culo de un solo golpe.

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Ana quería incorporarse, pero Carmen le dijo:
– No te preocupes cariño, sigue comiéndome el chocho y deja que tu marido te folle el culo, porque, antes de que se corra, quiero que la meta en el mío.
Casi me corro al oírlo, pero me aguanté. Seguí dándole a mi mujer y cuando Carmen se corrió, escandalosamente, la saqué del culo de Ana y cambiaron de posición. Carmen le comía el coño, y yo se la metí en el culo.
Era una delicia agarrarme a aquellas maravillosas nalgas. Me estaba follando a mi mejor cliente, era una pasada.
Ya no podía más y les dije que iba a correrme. Se incorporaron rápidamente y se dedicaron a mamármela, primero una y después la otra, hasta que me corrí en la boca de Carmen. Me limpió la polla a fondo y cuando termino, se acercó a mi mujer, le dio un morreo y entre las dos se tragaron toda mi corrida…
Nos relajamos y nos tumbamos los tres en la cama. Ana me dijo que lo sentía, pero la hice callar, para decirle.
– No te lo había dicho nunca, pero me encanta verte follar con otros. Si no te extrañes te he “pillado” muchas veces, pero me ponía cachondo. Lo único que te pido es que no me engañes y si no puedo participar, lo que quiero es saberlo para poder mirar.
Ana me dio un morreo impresionante y me dio las gracias. La cosa se fue complicando y acabamos encamados otra vez.
Con Carmen, iniciamos una relación a “tres bandas”, que aunque han pasado casi dos años, seguimos follando como locos.
Algún día os contaré más polvos de mi mujer, pero ahora son polvos consentidos.
Besos para todos de Ana, Carmen y míos.

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