Relato erótico

Mi mujer es una joya

Charo
26 de mayo del 2018

El sexo les funciona de maravilla, les gusta ver películas porno y son muy imaginativos. Él tiene la fantasía de poner una mujer en sus calientes noches de sexo pero, lo que nunca se hubiera imaginado es que fuera su mujer la que encontrara la “candidata”.

Oriol – Barcelona
El sexo, amiga Charo, puede llegar a ser rutinario, pero cuando tú realmente deseas satisfacer a tu mujer las cosas siempre son candentes.
Mi mujer y yo hemos logrado felicidad sexual desde que decidimos follar para darle placer al otro. A mi me encanta verla retorcerse de placer cada vez que meto y saco mi pene erecto. Ella tiene muchos orgasmos cuando chorreo mi semen caliente sobre sus tetas después de que me la mama. Con esta filosofía y apertura, ella entiende de mis necesidades y gustos sexuales y sabe que me encanta ver porno y ella y yo compartimos las noches viendo ese tipo de películas.
Creo que la fantasía de todo hombre es tener a dos mujeres y mi fantasía, particularmente, era tener a otra mujer en la misma cama al mismo tiempo que con mi mujer y viendo películas, salió una de un trío, dos mujeres y un hombre, y me excité mucho y más cuando mi mujer, sin decir nada, se deslizó bajo las colchas para mamarme la polla y yo no podía evitar gemir mientras alucinaba con que el personaje de la película era yo y una de las chavalas era mi mujer.
Apunto estaba yo de soltar mi descarga de placer cuando mi esposa retiró el miembro de su boca y pícaramente me preguntó que con quien fantaseaba y yo, por no hacerla sentir mal, le dije que no fantaseaba porque ella me bastaba. Realmente no me falta otra mujer pero la fantasía del trío era latente en mi mente. Ella lo sabía y me dijo que no mintiera, que le dijera quien era la otra mujer en la cama, junto a nosotros. Yo ya no le mentí y al contarle lo que había estado pensando ella me instó que le diera el nombre de alguna mujer que conociéramos. Eso me calentó mucho más y le dije que se callara y que siguiera mamando y así, en un par de segundos, acabe.
Ella se sentó entonces sobre mi miembro medio flácido y comenzó a follarme y a decirme:
– Imagina que soy otra la que te está follando y que yo mientras te estoy observando.
Eso tuvo una reacción súper positiva en mi miembro y se me subió la libido al oírla y ver su expresión facial mientras, literalmente, me follaba y acabó con un grito entrecortado por la agitación de su respiración.
Recostados en la cama, mientras compartíamos un cigarrillo, ella me preguntó seriamente porque no le había contestado cuando me preguntó quien me gustaría que fuese la otra mujer en la cama. Yo le dije que porque nunca lo había pensado y porque nunca creí que nadie me lo preguntaría. Además, le dije que no creía que en el barrio existiera una mujer decente que hiciera algo tan excitante. Ella abrió su boca, soltado una bocanada de humo de cigarrillo como pensando si decirme lo que me iba a confesar o no, apagó el cigarrillo en el cenicero y me dijo:

– No tienes idea de la cantidad de mujeres que pagarían por tener un trío. La mayoría de mis amigas y conocidas están insatisfechas sexualmente, ya sea porque sus maridos tienen amante o porque solamente se dedican a satisfacerse sexualmente ellos mismos. Acaban y allí termina todo, sin importarles el sentimiento que ellas tengan. La mayoría se siente usada o abusada sexualmente. No tienes idea de la cantidad de ellas que han tenido asuntos fuera del matrimonio.
Yo no lo podía creer, uno siempre piensa que la mayoría de mujeres no tiene la misma necesidad sexual que el hombre, pensaba que mi mujer y yo éramos casos excepcionales, que teníamos mucha compatibilidad sexual y que por ello ella disfrutaba tanto el sexo conmigo. Le dije que no le creía y le pregunté que como sabía eso ella y me dijo que ellas hablan de muchas cosas y que normalmente están comparando maridos y problemas con los hijos entre otras cosas. Dijo que la mayoría habla de la incompatibilidad sexual con sus esposos, no profundizan en detalles pero ellas saben quien esta insatisfecha y quien no y que nosotros éramos la envidia de todas es más, dijo:
– La vecina de enfrente, Carmen, no ha tenido un orgasmo desde hace más de ocho meses con su marido.
– Ella seguramente no tiene necesidad sexual como otros u otras – le dije.
– Las tiene y tristemente tiene que apagar su apetito sexual con un juguete de plástico – contestó mi mujer – Ella también tiene sus fantasías pero el marido es un memo que ni siquiera puede ver una película medio caliente de esas con él porque no tienen la confianza de verla juntos.
– ¿Y como sabes tanto? – le pregunté.
Ella me dijo que la vecina le había preguntado si mi mujer tenia alguna fantasía sexual porque veía que nosotros éramos muy compatibles y que cuando uno tiene todo, sexualmente hablando, ya no hace falta fantasear pues en el caso de ella todo era fantasía y nada realidad. Mi mujer le dijo que no era cierto, que a pesar de que nosotros teníamos una vida sexual satisfactoria, ambos teníamos fantasías pero que las compartíamos juntos y luego mi mujer le preguntó a Carmen:
– ¿Por qué… tú no tienes… o tienes muchas?
Carmen dice que le dijo que ella solo de fantasías vivía y que lo que más le llamaba la atención era un trío. En ese momento tuve otra erección. Carmen, la vecina de enfrente, insatisfecha sexualmente y fantaseando con un trío. Todo esto lo había descubierto en cuestión de 3 minutos y había generado una idea de santurrona de Carmen después de siete años de conocerla.
– ¿Ella no te llama la atención? – me dijo mi mujer – Me llevo muy bien con ella, no me importaría compartirte con ella y me haría muy feliz verte feliz.
No lo podía creer. Realmente no me había fijado sexualmente en Carmen nunca y no me sentía atraído hacia ella. Siempre estaba impecable en su vestimenta y era muy elegante, siempre transmitía la imagen de santurrona, pero siguiendo la conversación le pregunté a mi mujer:

– ¿Crees que ella se apuntaría?
– Sí y es más, si la llamo a ahora, te aseguro que viene.
– ¿Tanta confianza hay? – pregunté.
– Te aseguro que ella se ha masturbado mas de una vez pensando en nosotros, cada vez que hacemos el amor en la sala lo puedes ver todo desde la casa de Carmen. Nunca te lo había dicho pero se ve todo. Estoy segura que ella nos ha visto y por eso sabe que tenemos una vida sexual activa.
En ese momento me rajé pero le dije, como para terminar la conversación, que lo dejáramos para otro día. Pasaron los días y parecía que el tema de la vecina había sido una charla más para alimentar el lívido en una noche de pasión. Habíamos fantaseado con orgías y tríos con personajes anónimos, pero esa noche se le había puesto nombre y cara a mi fantasía.
Un viernes, regresé temprano por la tarde a casa pues mis hijos habían planeado un camping en casa de sus primos y había que llevarlos. Encontré a mi mujer tomándose el respectivo cafecito con Carmen. Al principio no sabía como reacciona ahora que sabía que nos había visto en plena acción. Sentí la sangre subirme a la cara, me armé de valor y la saludé con un beso. Mi mujer estaba fresca como una lechuga.
Comencé a colocar las cosas del camping en el coche y cuando estuvimos listos, le pregunté a mi mujer si nos podíamos ir. No quería ser rudo pero teníamos un compromiso adquirido con mis cuñados de llevar a nuestros hijos a su casa. Mi mujer me dijo que mejor los llevara yo porque ella se iba a quedar acompañando a Carmen que se iba a quedar sola el fin de semana porque su marido se había llevado a sus hijos a la finca. Llevé a los niños a casa de mi cuñada y regresé muy caliente imaginando que Carmen estaba ya en su casa pero cuando entré en la mía estaban mi mujer y ella. Habían salido a comprar una pizza y también alquilaron una película. “El último samurai”, diciéndome que como todos estábamos de padres solteros, que ahora sí podríamos ver una película entera sin interrupciones. Cuando la película terminó y mientras mi mujer recogía los platos Carmen preguntó:
– ¿Vosotros tenéis porno?
Mi mujer le dijo que sí pero que normalmente no lo veíamos y ella contestó que en su casa no tenían porque al marido no le gustaba. Mi mujer, rápido le preguntó:
– ¿Y a ti te gusta?
Mi mujer ya sabía pero preguntaba para desnudar la verdad de Carmen frente a mí y así poder romper el hielo. Ella dijo que no sabía porque nunca había visto. Mientras decía esto, se sentó de nuevo en el sofá, cruzando una pierna sobre la otra viendo como mi esposa ponía una porno. Carmen claramente tenía intenciones de ver lo que ocurría en la TV y yo, al ver su actitud, me senté en el sofá y le di la mano a mi mujer. Sin mediar palabra, por lo que pareció una eternidad, los tres observábamos lo que ocurría en la TV. Obviamente mientras más transcurría el tiempo más dura se me ponía.

Mi mujer, estando acostumbrada a hacer esto conmigo, se pegó a mí, sin dejar de ver la TV y ocasionalmente a Carmen. Carmen estaba ahora sentada con sus manos agarradas entre las piernas, a la altura de la rodillas, echada hacia el frente, como quien no quiere perder detalle.
Mi mujer me miró y me comenzó a besar la boca y yo, en ese momento de locura, le puse la mano en la entrepierna y ella instintivamente desabrochó mi pantalón. Hábilmente, metió su mano dentro y sacó mi erecto pene que agonizaba por salir. Con el amor y cariño de siempre comenzó a masturbarme mientras que yo, con los ojos cerrados, la besaba apasionadamente y trabajaba sobre sus pantalones para sobar su coño caliente. En un instante, dejó de besarme y se abalanzó sobre mi pene erecto dispuesta a mamármelo y hasta ese momento no me percaté de lo que Carmen hacía.
Naturalmente, estar viendo una película caliente y tener en carne y hueso a una pareja sobándose frente a ella, su libido era más fuerte que sus escrúpulos y estaba, sin inhibiciones, con una mano dentro de su pantalón masturbándose y con sus ojos puestos sobre mi miembro que era mamado por mi mujer. Entonces le di uno golpecitos leves a mi mujer en la parte posterior de su cabeza como llamando su atención, hizo caso a mi llamada, dejó de mamar y se giró a ver, luego se incorporó y se acercó al otro sofá, agarró la mano que Carmen tenia metida dentro de su ropa y se la saco para meter la suya y continuar la misión que Carmen había emprendido. Carmen se dejo hacer y solamente cerró los ojos dejándose caer sobre su respaldo y mientras yo masturbaba frenéticamente mi pene, mi mujer me dijo:
– ¿Qué esperas, esto era lo que querías, no? Acompáñanos porque esto es lo más cerca de una experiencia bisexual que nunca voy a estar, quiero que la hagas sentir que es follar de verdad para que cuando nos vea sepa realmente el placer que me das.
Volé, literalmente, hacia donde estaban, pero sin mucha confianza. Comencé por desabrochar la blusa de mi mujer para luego quitarle el pantalón seguido del sujetador y finalizando con el tanga. Mi mujer es muy oral, le encanta que le mame la almejita y se notaba que la situación la tenía loca de calentura porque le chorreaban sus jugos sexuales. Solo porque sé que ella no puede tener un orgasmo sin un grito, hubiera jurado que había tenido por lo menos un orgasmo de lo mojada que estaba. Me agaché mientras le bajaba el tanga y luego sumí mi cara entre sus piernas para mamarle el potorro.
Mi mujer laboriosamente masturbaba a Carmen, que ya empezaba a dejar escapar gemidos de placer pero al poco rato mi mujer sacó la mano del coño de Carmen y me empujó sobre el sofá, me desnudó en un santiamén y le preguntó a Carmen si le gustaría mamármela. Esta, tímidamente y sin contestar, se levantó del sofá y se acercó a mi, lentamente se arrodilló e inclinó su cabeza hacia mi verga. Me miró como buscando aprobación y yo solo cerré los ojos e incline mi cabeza hacia atrás.

Pronto sentí como le daba tímidos besos como de pajarito a la punta de mi pene, luego su húmeda lengua correr de la base a la cabeza, lentamente, al tiempo que posaba una de sus manos en mis testículos y los masajeaba suavemente.
Abrí los ojos para ver que hacia mi mujer y la encontré quitándole lo poco de ropa que Carmen tenía puesta. Bruscamente le terminó de quitar el tanga y luego se fue a husmear en la bolsa de Carmen. A todo esto Carmen se había literalmente tragado mi verga y subía y bajaba la cabeza al ritmo en que me la mamaba, deteniéndose, solamente, para darme sutiles mordidas por la mitad de mi glande.
Mi mujer había sacado un tremendo consolador de la bolsa de la vecina, que ahora intentaba frenéticamente introducirlo en la húmeda vulva de Carmen y esta paraba de mamármela para poder gemir cuando sentía cada centímetro del consolador penetrándola. Así estuvimos por un buen rato hasta que noté que me iba a correr.
Entonces retiré a Carmen de mi miembro y ella intentó levantarse, pero yo le pedí por favor que no, que se quedara como estaba y me posicioné detrás de ella para penetrarla al estilo perro. Mi mujer sacó el consolador y se sentó en el que hasta hace algunos segundos fuese mi lugar, abrió bien sus piernas, le dio el consolador a Carmen y esta se lo introdujo al tiempo que le chupaba el clítoris. Mi mujer gritaba como una loca y yo, sin tardanza, embestí a Carmen con mi glande mientras masajeaba su ano con una de mis manos. Carmen se retorcía de placer y yo podía sentir cada vez más mojada mi verga. Sentía perfectamente las contracciones típicas de un orgasmo en repetidas ocasiones. Carmen era, sin duda, multiorgásmica como mi mujer.
Cuando Carmen sintió que mi mujer estaba por correrse, tomó la iniciativa y se reincorporo totalmente, pidió que me recostara en el suelo, dándole totalmente la espalda a mi mujer pero dejándole el consolador dentro del chocho. Yo sabía que para hacer feliz a una mujer hay que darle lo que pide, sin preguntar, así que me tiré en el piso, se subió sobre mi introduciéndose el pene erecto en el coño y empezó a cabalgarme y a gemir cada vez más fuerte. Yo no podía ver más que las tetas de Carmen rebotando en cada movimiento rítmico mientras me follaba pero al cabo de un rato, me agarró una mano, la puso en sus nalgas y me dijo entre suspiros:
– ¡Tócame el culo, por favor, que me mata!
Yo ni lento ni perezoso empecé a estimular su ano como lo había ordenado y al mínimo contacto con el agujero, Carmen se volvió loca, sus gemidos se convirtieron en gritos y empezó a decir:
– ¡Me moría por follarme a tu marido… mira como me lo follo… necesitaba un hombre y el tuyo está muy bueno… me encanta su verga… dámela… dámela… sí…aaah…!.
De nuevo sentí las contracciones de su orgasmo. Nunca pude ver a mi mujer a todo esto y cuando Carmen se tiró al suelo junto a mí, observé a mi mujer con cara de orgasmo. Me levanté y me acerque a ella.

Mientras se metía el consolador como una loca en el coño, agarró con la otra mano mi verga y comenzó lo que había dejado en un principio, una magistral mamada. Dos segundos de esto una descarga de semen caliente, como hace miles no sentía, salió de mi verga justo dentro de la boca de mi mujer.
Besos y hasta otra.

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