Mi mecánico “particular”

Su marido estaría fuera un par de días por motivos laborales y no tardó ni un segundo en llamar a su amante y contárselo. Quedaron que se verían en su casa y después irían a un hotel. Se disfrazo de “mecánico” para que las vecinas no se extrañaran.

Rosalía – Valladolid
Era la tarde de un viernes, mi marido estaba de viaje de negocios y no llegaría hasta el domingo. Le avisé rápidamente que teníamos todo hoy y mañana para nosotros. Le dije a Roberto, mi marido, que me iba con Rosa, una amiga, a su casa. A ella le dije que iba a hacer cosas y que ya luego le contaría. Nada más se rió y me dijo que sí, que ella me cubría por si acaso.
Así que en unas dos horas sonó el timbre y apareció él disfrazado de mecánico, con una caja de herramientas y un mono azul, queriendo simular a un técnico de ordenadores. Me dio mucha risa y le dije en son de broma que pasase a revisarme el aparato.
– Eres genial con tus ideas – le dije – si alguien te ve, no sospechará nada.
Tras preguntarme si estaba sola, me dio un beso que casi me saca el aire. Sentí que me desmayaba en sus brazos y supe que a partir de ese momento, ya no sería dueña de mis actos. Me llevó al sillón y nos sentamos mirándonos fijamente a los ojos. Por más que me había arreglado para verme bonita, me siento despeinada, con el vestido todo arrugado pero en dos segundos él casi me había desnudado.
Una vez que recuperamos el aliento le ofrecí algo de beber. Le llevé un refresco y le preparé algo de picar. Por donde me moviera, sentía su mirada penetrándome. Creía que con sus ojos me estaba desnudando aún más. Me estaba poniendo cada segundo más nerviosa. Yo le veía sonriente, tranquilo, pero algo nerviosito también.
Me senté junto a él y le pregunté como le fue el día. Me contestó que bien, pero que en realidad quiere saber de que color llevo el sujetador. La verdad me sorprendió su pregunta, pero sin pensarlo, mientras colocaba sobre su pierna mi mano izquierda, con la derecha me desabroché el vestido para enseñarle mi sujetador. Se me quedó mirando, disfrutando viendo como se van apareciendo mis grandes y redondos pechos y le gustó mi sujetador, blanco, de media copa de alambre que me levanta y me hace crecer aún más mis tetas.
Se me acercó y me dio un beso mientras yo me dejaba caer al sillón y él me acababa de desabrochar el vestido y me lo abrió completamente. Me besó apasionadamente y puso sus manos en mi cuerpo recorriendo cada rinconcito. Sin darme cuenta ya me tenía con las piernas abiertas y las caricias eran deliciosas pero logré levantarme y le ofrecí otro refresco. Me urge beber para refrescarme. Mientras lo hacía, él me sacó el vestido y me lo quitó ya todo. Dejé el vaso en la mesita y casi tiro el refresco al girarme a besarte.

Ahora yo le quité su disfraz de mecánico, mirando su pecho desnudo que lamí con amor y me dediqué a besarle los pezones. Yo estaba sentada frente a él, con las piernas a cada lado suyo, medio arrodillada y le seguí mientras él me acariciaba la espalda, las nalgas y me bajaba el tanga de atrás. Luego se concentró en mis tetas, me empujó mas para atrás y me desabrochó el sujetador de delante, yo me lo quité y lo tiré, al tiempo que él me levantaba y me bajaba el tanga del frente.
– ¡Que besos me das… ya no puedo, amor… mi cielo… me tienes a tu merced completa! – le decía yo excitada.
Me mordía las tetas y aunque me dolía no lo quería apartar, al contrario, lo apretaba más contra mi. Estábamos gimiendo los dos muy fuerte, pero en una de esas sentí que un poquito de cordura me llegaba y me separé de él, me levanté del sillón y me quité el tanga y los zapatos, me arrodillé para quitarle los zapatos y los calcetines, luego le di besos en los pies, me fui al aparato de música y lo encendí.
Cuando me giré, lo vi hermoso, con la polla enorme, lista para entrar en mi cueva y hacerme feliz. Me llamó con la mano y me señaló “mi” polla. Me senté sobre él dándole la espalda, se la cogí con la mano derecha y me la puse en los labios, pero él me quitó la mano y me la pasó a lo largo de mis labios. Yo quería metérmela todo, pero él simplemente sigue jugando hasta que le supliqué que me la dejase meter, pero él me invitó a que mejor se lo chupase. Me arrodillé de nuevo y se la empecé a besar y lamer sin detenerme Estaba deliciosa, tan gorda, tan tiesa… La inspeccioné con cuidado pues nunca había visto una polla natural, sin que le hubiesen quitado su pellejo, sin circuncisión. Tantos días esperando tener esta joya en mi boca. Le salía juguito y se la chupé. La apreté de abajo hacia arriba y le salía mas jugo. La volví a chupar.
– Que grande se está poniendo amor – le dije – Está durísima.
Acaricié sus huevos hermosos y los recogí en mis manos. Uno y el otro, los acaricié y los apreté. Los chupé también y al sentir que te quieres correr, le pido que mejor me penetrase un ratito. Me puse apoyando las manos en el sillón, arrodillada todavía, y el se puso detrás de mí, y me apoyó la polla. En el acto me dejé ir para atrás metiéndomela yo sola. Al sentirme llena me salió un grito apasionado, mientras sus manos no paraban de acariciarme, mis tetas, la espalda, las piernas, el clítoris, el culo….
Me la metía por donde podía y me la daba a chupar volviendo a metérmela haciéndome feliz. Me tenía ahora cogida por la cola de caballo y entre los empujones y los golpes yo casi perdía el conocimiento. Ahora sí estábamos a punto de corrernos y él me avisó de que sí se salía o me lanzaba su semen dentro.

Sin pensarlo, le pedí que se corriera dentro de mí del todo. No tardó más de cinco minutos, se corrió y al darme el empujón me desató el orgasmo a mí y nos pusimos a gemir bajo el orgasmo maravilloso. Siguió así un rato, los dos echados en el sillón, él sobre mi espalda, la verga todavía dentro. Sentía mis pulsaciones exprimiéndole hasta la última gotita de semen.
Cuando se salió solita, le empujé para situarle pues quería lamérsela. El se acostó en el sillón y yo se la chupé y lamí. Su semen junto con mis juguitos es una combinación perfecta. Ahora sí, me levanté y me vestí. Tampoco me fui a limpiar, porque quería quedarme con lo suyo bien adentro, que se me fuera saliendo poco a poco y luego lo disfrutemos los dos. Él se quedó descansando y yo me deleité al verlo desnudo acostado en el sillón. Al final se levantó y se vistió. A continuación tomamos un poco de refresco, recogí la maleta que ya había preparado y él salió primero de la casa.
Al rato, puse la maleta en el coche y llamé a casa de mi vecina para avisarle que me voy. Ella, entonces, me preguntó que quien era la persona que había salido de mi casa y yo, muy seria, le contesté que el técnico que me revisó el ordenador. Me dice, oye,
– Pues es un chico muy guapito – me soltó sonriendo.
– ¿En serio? – disimulé – Mira que no me he fijado bien, aunque me ha dicho que volverá otro día para terminar de hacer lo que empezó.
Subí al coche, arranqué y me acerqué al lugar donde habíamos quedado en encontrarnos él y yo, ya fuera del barrio. Allí se subió al coche y yo rápidamente me encaminé al hotel, un local muy acogedor y hermoso en el campo, con chimenea, súper íntimo.

Durante todo el camino él no dejó de acariciarme las piernas, los pechos, y me besaba… Que viaje tan hermoso, me sentía en el paraíso, y me costaba mucho trabajo conducir así, por lo que iba muy despacito, disfrutándolo.
Lo que ocurrió allí te lo contaré en una nueva carta.
Besos de los dos.