Relato erótico

Mi marido, mi amor, pero…

Charo
29 de junio del 2018

Quiere a su marido y aunque es infiel dice que es el hombre de su vida. Necesita mucho sexo y su marido no la satisface, por este motivo diferencia el amor del sexo.

Marisol – Cantabria
Querida Charo, tengo 31 años, y estoy casada hace seis años, con un hombre que definiría como maravilloso. Alfonso es un hombre preocupado, trabajador, tierno y constantemente me demuestra mucho amor, sin embargo, en el plano netamente sexual, diría que muy pocas veces me ha brindado un orgasmo. Su forma de hacer el amor se limita a estar cinco minutos, siempre en la misma posición y luego se queda dormido. Mi mayor problema es que nunca me atreví a contarle lo que me sucedía por miedo a herirlo y finalmente busqué otras vías de escape, que me han transformado en una mujer felizmente infiel, a espaldas de él.
Mi nombre es Marisol, soy ama de casa, más que nada porque Alfonso heredó de su padre, como hijo único una empresa de transporte, lo que nos da una vida más que holgada. Con respecto a mi descripción física no me definiría como una mujer espectacular, sin embargo tengo claro que soy una morena más bien bonita, de figura delicada, mis medidas son 94-63-98 y mido 1,66. Tengo un culito redondo y respingón, que tienta a los hombres tal como lo he podido comprobar desde el año de casada.
Me casé después de casi tres años de noviazgo, y embarazada de cuatro meses, siendo Alfonso el único hombre que conocí y mi primer novio. En ese tiempo vivía sola con mi madre y dada la situación lo único que podía hacer era casarme, pero sería mentirosa si no reconociera que estaba enamorada tanto como lo estoy hoy. Alfonso siempre fue un hombre tranquilo, tuvimos una hija y desde ese momento, todo es para su familia. Debo señalar que Alfonso tiene actualmente 38 años y que nunca se me había ocurrido la posibilidad de engañarlo, jamás miraba a los hombres, era tan ingenua como ignorante.
Durante la primera etapa de mi maternidad estuve siempre acompañada de mi madre y me sentía completamente feliz, hasta que conocí a David. Era un chico de mi misma edad, que hacía diversos trabajitos para todos los apartamentos del edificio, y por alguna razón terminó trabajando un par de días en mi casa. Desde entonces comenzamos a saludarnos y conversar cuando nos encontrábamos, piropeándonos mutuamente, hasta que en un segundo trabajo de fontanería que realizó, se dio el tiempo suficiente para bromear y al despedirse, lo hizo con un beso, en la comisura de mis labios Yo nunca se lo comenté a Alfonso, pero cambió absolutamente la forma en que yo miraba a David.
Todo estalló, una vez en el ascensor cuando me preguntó si todavía soñaba con su beso. Recuerdo que me sonrojé y en ese instante se me abalanzó, dándome un achuchón rápido, pero que me despertó lo que jamás había logrado mi marido. A los dos o tres días pasó por mi apartamento, con una alguna excusa que no recuerdo, y al minuto de haber entrado volvió a la carga, pero esta vez sus manos se tornaron inmanejables para mi inexperiencia y terminé con la falda por la cintura, los pechos fuera de mi sujetador y blusa y correspondiendo cada beso con uno más apasionado. Sin darme cuenta o quizá inconscientemente, terminé pidiéndole, suplicándole que me penetrara, que no me hiciera sufrir.

Fue una follada rápida, pero en que por primera vez llegué a un orgasmo. Luego él se marchó, mientras yo tiritaba aun por la satisfacción que había tenido.
A los días de ese encuentro, lo llamé, inventando una reparación, solo para sentir nuevamente ese placer. Por primera vez en mi vida, cogí una polla con la mano y, que recuerdo que encontré tremenda, aunque mi experiencia actual me indica que era normal. Lo acariciaba y finalmente por petición de él, terminé metiéndomela en la boca, con la torpeza lógica de una novata en esas lides. Nunca le permití terminar en mi boca, sin embargo por algunos meses, fue mi amante secreto.
Desde ese momento comencé a comparar lo que tenía en casa y me di cuenta que no era nada comparado con lo que me provocaba David, sin embargo, nunca lo amé, siempre tuve claro y aún hoy lo tengo, que eso era solamente por instinto. Cuando él se marchó a trabajar a otra ciudad, con ello se terminó mi affaire. Pero lo que había despertado en mi David, finalmente no lo podría volver a ocultar.
A los pocos meses me encontré mirando a los hombres cuando salía, llegando a casa para masturbarme, cosa que aprendí en forma instintiva, y soñando con los machos que había admirado momentos antes.
Solo por cuenta mía, empecé a comprar ropa más provocativa, que destacara mi figura, que hiciera que los hombres también me miraran y de esa forma conocí al dueño de la panadería que había cerca del edificio. Fernando, como se llamaba, era un tipo alocado que se acostaba con sus empleadas y que más de alguna vez me lanzó miradas o directamente sobadas disimuladas, que me hacían sentir la mujer más excitante del barrio, hasta que terminé dándole el teléfono y de esa forma quedamos de vernos en una esquina cerca de casa, para salir.
De verdad que era un hombre de armas tomar, nos encontramos al medio día, y pensé que me llevaría a almorzar, pero muy equivocada, fue directo a un motel, según él:
– Porque tienes cara de caliente y de insatisfecha y porque se te nota que es lo único que quieres.
Su aparato era más bien pequeño, pero lo manejaba a las mil maravillas. Desde el principio quedé atrapada por ese macho. Con él aprendí a hacer un strip-tease, a contonearme como una cabaretera, a hacerme desear. Si alguien me hubiera visto con él en ese motel, no hubiera entendido el cambio que había ocurrido con Marisol, la ingenua niña de campo. Todas las semanas en la misma esquina y directo a la misma habitación del motel. Pero una vez, sin mediar algún proceso, me contó que se había enamorado y que no seguiría con esta relación.
Me encontré con 25 años, enamorada de un hombre maravilloso, pero insatisfecha como mujer y decidí que jamás volvería a depender de un macho para satisfacer mis deseos y que cuando lo quisiera, saldría igual que las amazonas, de cacería. Me volví loca, tanto que al día de hoy, creo que he perdido la cuenta de cuantos hombres han pasado por mi casa y cuantos hoteles, moteles y otros lugares he conocido.

En mi “historial” se encuentran jóvenes, machos portentosos, uno que otro fraude, amigos de mi marido, vecinos y hasta trabajadores de Alfonso. Mi primera cacería fue al poco tiempo de haberse alejado Fernando, con un taxista al que terminé invitando a mi apartamento. Fue una locura, porque el tipo no hizo nada, yo fui poco a poco seduciéndolo, mientras me llevaba a casa, con la excusa de que me ayudara a llevar las compras, y aunque no fue nada espectacular, lo recuerdo por haber sido la primera vez que me atreví y porque hay descubrí que solo era cosa de proponérmelo, para tener a un macho entre mis piernas.
Entre las historias más locas que he vivido, está una vez que me acosté con un guardia jurado, las encamadas con los camioneros que trabajan para Alfonso, un verano en que me acosté con 5 tipos diferentes en una semana y finalmente 4 orgías en las que he participado como la única mujer y donde el máximo de tipos con los que estuve, fueron 5 y con los que pasé un fin de semana de sometimiento y humillaciones que me provocó el que desde hace 5 años y aun hoy tengo como mi dueño sexual.
Exactamente lo que he dicho, desde hace 5 años pertenezco en todos los aspectos sexuales al contable de la empresa de Alfonso, que entre el placer que me brinda y el chantaje que me hace, ha cumplido con todos sus sueños y los míos. De hecho hasta me transformó un par de veces en su putita, como cariñosamente me trata. ¿Por qué ejerce esa fuerza? Porque es definitivamente el tipo que más placer te puede provocar, porque cuenta con una herramienta de otras dimensiones, porque la acciona de locura, porque es lo que se define como un galán, porque sus con atributos de líder lo hacen resaltar en todas partes, de hecho creo que quien dirige la empresa es él y no Alfonso y porque si alguien inventó la maldad de los placeres fue Arturo.
Lo conocí en la fiesta de fin de año que Alfonso hace para la plana administrativa de su empresa, y que en esa oportunidad fue en nuestra casa, que recién habíamos comprado. Desde el primer momento, me sentí intimidada por su facha, por su voz, por su forma de plantearse, porque veía como Alfonso acataba casi sumisamente todo lo que decía. Porque es de esos hombres que lo manejan todo, que nada se les escapa. En esa oportunidad, no se podía distinguir si el dueño de todo era él o Alfonso.
Eran 7 personas invitadas, 5 hombres y las 2 secretarias, más Alfonso y yo. Arturo fue el primero en llegar, recuerdo que llegó con un ramo de flores para la “dueña de la casa” y una botella del mejor vino tinto para su “amigo”. Fue durante toda la noche el alma de la fiesta y a mí me tuvo como hipnotizada, mientras todo el resto reía. A eso de las tres de la madrugada, se habían marchado todos con su sola excepción.
El panorama era con Alfonso absolutamente borracho, yo solo un poco menos que Alfonso, y Arturo, de muy buen ver. Le pedí ayuda para acostar a Alfonso, que no bebe casi nunca excepto con Arturo, que siempre lo embriaga, para después abusar de su sumisa putita.
Esa noche después de acostar a Alfonso, fuimos al living, donde se sirvió otro trago, se sentó en el sillón y me pidió que me quedara de pie.
– Para admirarte, por lo bella y excitante que eres – según dijo.

Solo pude acatar su orden, mientras sentía como me desnudaba. Él mide 1,86, delgado y casi con una posición de galán de cine, me ordenó desvestirme. Después de unos segundos de silencio, me ordenó hacerlo lentamente y yo entré en ese instante al abismo en el que me encuentro hoy. Lo hice tal cual me lo ordenó, quedando, con un pequeño sujetador, un tanguita y mis zapatos de tacón de aguja. Cuando comprobó que me tenía a su entera disposición, se levantó y se marchó sin decir nada, dejándome semidesnuda en medio del living, tragándome la mayor humillación de la que debo haber sido víctima hasta ese momento.
A los dos días recibí su llamada en la que, sin saludar, me pidió que le describiera como andaba vestida, y me dijo que estaría en un rato en mi casa, que lo esperara en ropa interior. Yo por vez primera protesté pero él me amenazó sutilmente con el tema de mi marido y colgó. Efectivamente me vestí como autómata siguiendo sus instrucciones, y cuando él entró, se lanzó salvajemente sobre mí, sin mediar palabra alguna. De un momento a otro me transformé de una delicada dueña de casa en una puta de primera línea. Chupé, chupé y chupé su polla, arrodillada a sus pies, como esperando ser poseída en forma brutal y fui penetrada salvajemente, sintiendo como ese monstruo rompía mis resistencias. Aunque primero hubo un dolor mínimo, que tras sus constantes embestidas, terminé gozándolo.
Fue todo con fuerza, tal como una sueña las relaciones más apasionadas, me insultó y prometió que me transformaría, terminando, sujeta del pelo con fuerza y arrodillada a sus pies, recibí toda su descarga en mi boca, ojos y pelo. Su cantidad de leche no terminaba nunca, bramando como un toro en celo. Sin decir palabras nuevamente, se vistió y se marchó, con la delicadeza de soplarme un beso desde la puerta de la habitación. Sola, terminé de confirmar que estaba como sumida en su encanto. Por mucho tiempo ocurrieron estas cosas hasta que un día me llamó para decirme que tenía un regalo para mí, que sería una sorpresa.
Esa tarde Alfonso regresó temprano y me avisó que íbamos al campo, a la finca de un amigo de Arturo para pasar el fin de semana. Yo no entendí nada, solo seguí las instrucciones de mi marido y efectivamente al llegar, ya era de noche, estaban Arturo y Humberto, dueño de la finca, al lado de una parrilla, preparando un asado. Fue una noche muy agradable, y seguimos hasta tarde conversando los 4.
En un momento, Alfonso, inconsciente de tanto beber, se fue a dormir y comenzó lo que fue para mí una locura hasta cerca de las 8 de la mañana.
Pusieron música y Arturo me sacó a bailar mientras Humberto festejaba con aplausos, hasta que Arturo comenzó con algo cada vez más erótico, juego que yo seguí mientras bailábamos abrazados y de pronto siento otro par de manos cogerme desde atrás por la cintura al tiempo que me susurraban al oído:
– Eres una hembra espectacular, lástima que tu marido esté durmiendo.

Yo sonreí y le miré por sobre el hombro. Era Humberto que, cuando Arturo, sin soltarme, comenzó a agacharse desabrochando mi blusa, desde atrás atrapó con sus manos mis pechos. Fue demencial. Me sentía deseada, como un objeto de culto, mientras mostraba esa mínima resistencia que los hacía tomarme con más fuerza. Estar entre dos hombres, solo era parte de mis fantasías más locas. De un momento a otro, los senté, me agaché y cogí las dos pollas intentando comparar, aunque insisto, que es Arturo el más dotado de los hombres que he conocido. Comencé alternadamente a chupar cada uno de los aparatos, mientras escuchaba los agradecimientos de Humberto y lo orgulloso que se sentía mi amante.
– ¡Es que así la estoy enseñando! – decía – ¡Toca la flauta como los dioses…!
Esperé a que estuvieran esos dos mástiles con su altura mayor y luego comenzó la sorpresa de Arturo que me dijo:
– Ven putita, siéntate aquí…
Yo me senté alternativamente sobre cada uno a la vez que besaba y me refregaba la cara con la herramienta del otro. La cúspide de esa noche fue el momento en que montando a Humberto sentí como Arturo, con una gran fuerza, me rompía el culo. Di un grito casi desgarrador, ahogado por la mano de Arturo. Lloré, maldije, pero me resigné y finalmente me entregué al vaivén en que me tenían esos dos machos. Nunca pensé que tanto dolor podía transformarse en placer, más aun, sabiendo que mi marido dormía dentro de la casa sin enterarse. Nunca pensé lo que podía llegar a ser, recibir ese monstruoso aparato por mi culo.
Bebí la leche de los dos, que se deleitaron en manchar mi cara y mi pelo que terminó lleno de pegotes. Cuando fui al baño, pasé por un espejo en del salón y por primera vez vi, lejos de esa cara manchada de leche, con ese pelo despeinado y el sudor, a una mujer eternizada en el placer del sexo. No sabía que era solo el principio de mi educación. Después de una pequeña ducha, me acosté junto a mi marido, el hombre que amo, pero que excluía de mis juegos.
Con Arturo todo es puramente sexual, aunque su dominio me ha hecho hacer cosas que todavía hoy me avergüenzan.
Besos y hasta otra.

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