Relato erótico

Mi madura, mi “putona”

Charo
11 de septiembre del 2018

Era la madre de su amigo y la conocía desde hacía muchos años, pero nunca se la había mirado como a una mujer a la que se pudiera follar. Pero lo que no pasa en años, pasa en un día. Celebraban el cumpleaños de su amigo, una comida en el jardín y un bañito en la piscina obraron el cambio.

Enrique – Girona
Me llamo Enrique, tengo 28 años soy abogado y trabajo en la Asesoría Fiscal que tiene mi padre. He salido con varias chicas pero de momento tengo una amiga con derecho a roce. Mide 1,85, y voy asiduamente al gimnasio. Lo que os voy a contar, paso hará más o menos un año.
Daniel es amigo mío desde el instituto, es Arquitecto y solemos ir de marcha juntos. Vive en una casa muy bonita a las afueras de la ciudad, con un gran jardín y una piscina y desde que éramos estudiantes, voy muy a menudo a bañarme y a pasar el día con él y su familia.
Su madre, María es una mujer de unos 50 años, muy simpática y siempre ha sido muy cariñosa conmigo. Aunque a veces se me iban los ojos a sus enormes tetazas, nunca me la había mirado como una mujer a la que me podía follar, pero a veces las circunstancias cambian las cosas.
Aquel fin de semana celebrábamos el cumpleaños de mi amigo y habían montado una comida en el jardín. Pasamos un día estupendo y fue la primera vez que la empecé a ver con otros ojos.
Después de comer nos cambiamos para darnos un baño y María apareció con un bañador negro que realzaba sus enormes pechos, sus anchas caderas y su culazo. En cuanto la vi se me levantó la polla. Intenté disimular toda la tarde, pero cuando llegué a mi casa, me hice una hermosa paja a su salud y a pensar cómo podría hacerlo para irme acercando a ella, poco a poco.
Se me había olvidado comentaros que estaba divorciada desde hacía unos diez años y de momento no tenia pareja.
Una tarde, pasé por su casa para llevarle unos papeles de unos pisos que tenía alquilados, pero lo que realmente deseaba era tener la oportunidad de estar a solas con ellas.
En cuanto llegue, me dio un par de besos en la mejilla y me invitó a tomar un café mientras miraba los documentos. Aproveché para decirle que estaba muy guapa, y era verdad. Llevaba un vestido blanco tipo ibicenco, con un escote redondo que mostraba sus tetas generosamente.

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Sonrió y dijo que era una pena que fuese tan joven, ya que era un chico muy guapo. No sabía que decir y decidí ser atrevido. Le dije que me gustaba mucho y aunque me “cortaba” mucho que fuera la madre de mi amigo, estaba loquito por ella.
– Eres terrible Enrique. – dijo, ¿realmente te gusto?
Como toda respuesta, me acerque le di un beso en la boca y le acaricie las tetas. María no oponía resistencia, al contrario, bajo su mano y me toco la polla por encima del pantalón.
Cuando nos separamos me dijo:
-Cielo, sé que eres el amigo de mi hijo y espero que no se entere de nada, pero una “cosa” como la que tienes entre las piernas, no pienso desaprovecharla.
De pronto un gran trueno hizo que temblaran los cristales y se fue la luz. Era una tormenta de verano, pero de esas que parece que esté el “grifo” abierto. Entonces María me dijo que me quedara a cenar, que su hijo la había llamado diciendo dormiría en el piso de la ciudad y que por lo tanto, estaríamos solos, dicho esto, me beso y me dijo que fuera al sótano a ver los fusibles, mientras tanto, ella prepararía la cena.
Durante la cena, bebimos bastante vino, hablamos de varias cosas y poco a poco la conversación fue derivando a temas más personales. Me contó que se había divorciado de su marido porque le había puesto los cuernos con una compañera de trabajo y que aunque ella había conocido a una par de hombres que parecía que podían haber sido su pareja, al final nada de nada, y que hacía mucho tiempo, al menos un año que no había estado con ningún hombre.
Nos miramos fijamente, nos levantamos y empezamos a besarnos. Inconscientemente nos dirigíamos a la habitación. El dormitorio de María, era muy grande. A pesar de hacer varios años que iba a su casa, nunca había entrado. Tenía además de una cama matrimonial enorme, un escritorio con dos sillas y dos sillones individuales y muy cómodos. Nos sentamos en la cama y seguimos charlando sobre el tema de la soledad de María, de la posibilidad de que consiguiera un novio o un amante y retomé su vida sexual, a esta altura ya hablábamos más “sueltos”, con más confianza. Yo comencé a elogiar y resaltar sus atributos femeninos, especialmente sus tetas, le pedí que se pusiera de pie para apreciarla mejor y accedió sin problemas, cada parte de su cuerpo que elogiaba, ella se la acariciaba.

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Empezó a acariciarse los pechos con mucha sensualidad, enseguida noté que los pezones se ponían duros, seguí con las piernas y los muslos y ella se los acariciaba también, parecía que se excitaba cuando lo hacía. Le pregunté si se consideraba liberal o conservadora con respecto al sexo, a lo que me respondió siempre había sido muy “clasicona”, pero que cuando su marido le puso los cuernos, se liberó un poco.
Yo estaba súper excitado, la hice sentar en la cama y empecé a sobarle las tetas y sin que se diera cuenta se las saque fuera. Eran una maravilla, grandes, con la caída lógica de la edad, pero estaban duros y turgentes. Tenía unos pezones largos y tiesos y una areola grande y oscura. A los pocos segundos ya la había tumbado en la cama y se los estaba mamando como un bebe.
Poco a poco la desnudé, noté que le daba vergüenza, pero mientras le sacaba el vestido y las bragas le iba diciendo lo buena que estaba y lo que me excitaba. Cuando ya estaba en pelotas, metí la cabeza entre sus piernas y mi lengua comenzó a explorar su chocho. Las piernas de María se abrían cada vez más y su cuerpo se agitaba por el placer.
Cuando mis labios atraparon su clítoris y empecé a succionárselo, me regaló el primer orgasmo. Me incorporé y le di un beso en la boca y saboreamos su néctar. Yo la tomé por el culo y la apreté contra mi mientras nuestras lenguas de enredaban dentro de su boca, los dos estábamos muy calientes, me excitaba mucho el hecho de estar en esa situación con una cincuentona, era una de mis fantasías.
María se despego de mi y con la lengua, inició un recorrido por mi cuerpo. Primero el cuello, siguió por el pecho lamiendo mis tetillas, siguió bajando hasta que se encontró con mi erecta y babeante polla. La agarró con la mano por el tronco y me indicó que me sentara en uno de los sillones, ella se arrodilló entre mis piernas y comenzó a lamerla a lo largo, desde la punta hasta los huevos. Yo me retorcía de placer
– ¿Te gusta? -me preguntaba María –
– Siiii, no te detengas….
Aceleró la faena, se introdujo mi verga en la boca y comenzó a mamármela como si fuera una puta experimentada, sentía sus labios apretar mi miembro y su mano que a la vez me masturbaba. Me sentía en el cielo, le avisé que estaba a punto de correrme, y aceleró el ritmo mientras me decía que quería mi leche.
Un chorro terrible de semen golpeó en la garganta de María, ella siguió chupando y tragando hasta que quedé exhausto en el sillón, y después siguió limpiando cada pliegue de mi polla con la punta de la lengua, como una gatita buena.
Del sillón pasamos a su cama para recuperarnos, pero pronto empezamos a morrearnos y entonces María me dijo:
-Cielo, quiero que me folles, te voy a comer la polla y cuando esté dura otra vez, quiero que me la metas en el chocho hasta el fondo.

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Sus palabras obraron un milagro y su mamada también. A los pocos minutos mi rabo estaba a punto para follar.
La coloqué a cuatro patas, restregué mi mano por su coño y se la clavé sin contemplaciones. ¡Joder! Tenía un chocho que era una maravilla, estrechito y hambriento.
María culeaba para que mi polla la penetrara más profundamente, la había sujetado por las tetas y estaba como loco mirando como mi verga entraba y salía de su chocho.
Al cabo de rato y casi a la vez, nos corrimos como cerdos. Cuando solté la última gota, me temblaban las piernas.
Descansamos un rato y nos fuimos a dar un baño, yo la enjaboné a ella y viceversa. Era todo tan erótico y tan sensual que se me puso morcillona.
Eran las cuatro de la madrugada y aunque la tentación de pasar el resto de la noche allí era muy fuerte, decidimos que era mejor que me fuera a dormir a mi casa.
Por supuesto nos seguimos viendo y nuestros encuentros cada vez son más morbosos. Muchas veces, me llama a media mañana y nos vemos en mi apartamento. Se ha convertido en una madura putona, mi putona y me vuelve loquito, tan loquito, que en estos momentos no salgo con ninguna otra persona. Las chicas de mi edad me parecen un poco bobas y todas van a ver si “pescan” a su futuro marido. Esto ya llegará, pero con mi María el sexo es guarro, vicioso y no exento de cariño.
Queda claro que mi amigo no se ha enterado de nada, pero a veces me comenta que ha notado que su madre está más contenta y que seguramente debe tener algún amorío secreto.
Besos y hasta la próxima.

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