Relato erótico
Mi madura amante
Nos conto el primer encuentro que tuvo con la madurita propietaria de una tienda de lencería y hoy nos ha enviado un relato de su segunda vez. Sexo y guarreria total.
Juan – Badajoz
Soy Juan de Badajoz y quiero contar el segundo encuentro que tuve con, una mujer casada de 48 años y dueña de una tienda de lencería. Pasados unos veinte días de nuestra primera relación, vino otro paquete para ella, pero antes de entregárselo le preparé una sorpresa. Llamé al teléfono de la tienda y tras saludarnos efusivamente, le dije que a la hora de cerrar o un poco antes, llegaría con el paquete. Cuando llegué estaba sola, pasamos a la trastienda y allí, ella se abrazó a mi cuello dándome un morreo con lengua incluida, mordiéndome los labios y regañándome, me dijo:
-¿Como has tardado tanto en venir a verme sabiendo que estoy deseándote? Llevo varios días esperándote – y mirándome con ojos brillantes, añadió -Cuando llamaste diciendo que vendrías, te preparé una sorpresa.
Levantándose las faldas hasta la cintura, me mostró un panorama impresionante, unas medias cogidas con un liguero de cintura y un tanga tan pequeño que se le salían los pelos del coño por los lados, todo en negro. Luego, dándosela vuelta, abriendo las piernas e inclinándose hacia adelante, me enseñó la tirita finísima del tanga, metida en su culo y coño. Yo estaba ya como un burro y alargando la mano le toqué el coño, que tenía muy caliente y chorreando.
-¡Pero cómo estás de cachonda! – exclamé
– Esto es porque esperándote no dejo de pensar en tu polla y en lo que me hiciste disfrutar la otra vez – me dijo.
-Pues yo también tengo una sorpresa para ti – añadí – Creo que te gustará.
Cogiendo la cajita que llevaba en el bolsillo de atrás del pantalón, se la di. Ella la abrió de inmediato con manos temblorosas y cogiendo por un cordoncito, sacó dos bolas plateadas, exclamando sorprendida:
-¿Y esto qué es… para qué sirve?
Cogiéndoselas de las manos, le dije:
– Súbete la falda y siéntate en la silla.
Arrodillándome en el suelo, le abrí las piernas y apartándole la tira del tanga, le dije:
– No temas, te gustará, ya lo verás.
Cuando le introduje la primera bola en el coño, ella exclamó:
– ¡Oh, está fría!
-Tranquila, se calentará enseguida.
A continuación le metí la segunda y al tenerlas dentro, la ayudé a ponerse en pie. En ese momento entró una cliente, saliendo ella de la trastienda.
– Si se descuida un pelín no me coge, iba a cerrar ya – le dijo.
Asomándome a través de la cortina, la veía a ella de frente detrás del mostrador y a una chica de unos 20 años, de espaldas a mí, que quería un conjunto de bragas y sujetador. Cristina le mostró unos cuantos modelos, moviéndose de un lado a otro de la tienda. En un momento dado y sin que la cliente se diera cuenta, me miró, sacándome la lengua, como prueba de que aquello le gustaba. Cuando la chica escogió el artículo que le gustaba y pagó, Cristi salió tras ella, bajando las persianas y cerrando la puerta. Al llegar a la trastienda, se abrazó a mi diciéndome:
-Estas bolas que has metido dentro de mi coño han hecho que me corriera ya… ¡Como se mueven las condenadas, pero ahora estoy tan caliente que necesito que me folles ahora mismo!
Desabrochándome los pantalones y bajándomelos hasta los tobillos, me senté en la silla y ella, cogiéndome la polla, empezó a lamérmela hasta que se la metió toda en la boca, chupándomela fuertemente. Al momento tuve que apartarla diciéndole:
– Cristi, estoy a punto, pero quiero tu coño.
Permaneciendo en pie, se levantó las faldas y apartando la tirita del tanga, se sacó las bolas para sentarse a horcajadas en las rodillas y frente a mí. Cogiéndome yo la polla, se la puse a la entrada de su coño y ella, dejándose caer, se la metió toda dentro.
– Juan – me dijo – la necesitaba como el aire que respiramos…
En el acto empezó un sube y baja mientras yo la agarraba por el culo.
-¡Aaaah… como la siento… como me entra… oooh… que gusto me da… me voy a correr… sí, me corro… oooh…. me corro… me estoy corriendo! – no paraba de decir.
Apoyó su cabeza en mis hombros y yo, agarrándola fuertemente y sintiendo su corrida en mis huevos, aceleré los movimientos y me corrí yo también.
-¡Así, sí, noto tu leche… que caliente está… como me llenas de leche… toda para mí… y unos buenos cuernos para mi marido! – dijo, besándonos apasionadamente.
Fue al pequeño servicio, que tenía en la tienda, a lavarse el coño de mi leche y de sus jugos, diciéndome:
-Súbete los pantalones y guárdate mi polla, porque es mía también, y vámonos a echar otro polvo en mi casa, allí estaremos mejor.
Ya en su casa, después de comer, nos sentamos en el sofá, morreándonos y sobándonos por donde podíamos hasta que ella, levantándose, me dijo:
– Hoy lo vamos a hacer en mi cama… en nuestra cama.
Nos desnudamos, aunque ella se quedó con medias y liguero, la tiré en la cama e inclinándome sobre ella, empecé a chupar sus pezones, que tenía muy duros y bajando por su vientre hasta llegarle al coño. A continuación y sin dejar de besarla y lamerla, me fui dando la vuelta hasta formar un 69. Entonces, abriéndole los labios del coño, empecé a lengüetear sobre su clítoris, que tenía fuera del capuchón y gordo como un garbanzo. Ella aceleró la mamada y solo se sacó mi polla de la boca para decirme:
-Venga Juan, quiero tu polla dentro de mi otra vez – y poniéndose a cuatro patas, añadió -Mira como está tu perra de cachonda, móntame y fóllame como la perra y puta que soy para ti.
Poniéndome detrás de ella, se la metí de un golpe en el coño hasta los huevos.
– ¡Así, así, fóllame fuerte, agárrate a mis tetas, tira de ellas, pellízcame los pezones… así, así… oooh… oooh… no te pares ahora… sigue… aaah… me viene… me viene… oooh… empuja fuerte que me voy a mear de gusto… me meo… me estoy meandoooo… aaah… me muero de gusto…! – gritaba.
Cayendo de cabeza sobre la cama, creo que perdió el conocimiento porque estuvo como treinta segundos sin moverse hasta que, levantando la cabeza y mirándome, me dijo:
– ¡Ahora te toca a ti, lléname otra vez de leche, fóllame fuerte hasta que te venga!
Acelerando el ritmo de la follada y agarrándola fuerte por las caderas, me corrí gritando ella que se corría otra vez .
– ¡No te pares, sigue, sigue así, asiií…! – me decía cayendo yo encima de ella como moribundo.
Cuando nos relajamos, empezó a contarme que no sabía lo que se había perdido hasta que me conoció, que lo que le había pasado hoy no le había ocurrido ni soñado nunca, correrse con las bolas y las veces que se había corrido conmigo.
– Las bolas las he dejado en la tienda para darme gusto con ellas cuando tenga ganas de ti – me dijo – El tanga que he tenido puesto, te lo doy, impregnado con mis jugos para que cuando te acuerdes de mi lo huelas y se te ponga esto… – cogiéndome la polla, ahora arrugada – duro como la has tenido para mí.
Me dijo también que teníamos que dejarlo hasta que pasara el verano porque llegaba su hija a pasar las vacaciones con ella y no quería problemas y menos con su hija, pero añadió que la llamara de vez en cuando para poder hablar conmigo.
Cuando vuelva a verla, os contare nuestros calientes encuentros.
Un beso para todos.