Relato erótico
Mi jefa, mi amante y yo
No pudo evitarlo y le fui infiel a su novio. No solo una vez, si no que cada vez que ve a este chico se le mojan la bragas. Lo que no pensaba es que él le dijera que sondeara a su jefa a ver como andaba de sexo.
Patricia – Gerona
Aunque tenía novio tuve un encuentro sexual con Joan, un representante de comercio. Mi primera infidelidad, la cometí en su coche, y cuando nos despedimos, me propuso quedar para el día siguiente en un pub. Yo no tenía claro si presentarme, pero al pasar por la puerta de dicho pub, aunque me dieron ganas de salir corriendo, mis deseos de sentirlo de nuevo dentro de mí, como la noche anterior, me hicieron entrar en el local. Allí estaba él esperándome. Salimos y ya en el coche me besó dulcemente diciéndome al oído:
-He tenido que masturbarme esta mañana deseándote.
Y diciendo esto introdujo sus manos entre mis mulsos llegando a la braga mientras me mordía los labios y decía:
-Me acordaba de esto, de esto que tienes aquí ¡que coño más estrechito tienes!
Mientras nos acariciábamos totalmente desnudos sobre los asientos reclinados, le conté cosas mías y él a su vez me explicó las suyas, pero cuando entramos en el tema de mi trabajo, me dijo:
-Oye, ¿tú crees que Rosa María follaría con alguien que no sea su marido?
Rosa María era la dueña del supermercado donde yo trabajaba, mi jefa y amiga. Yo le contesté diciéndole que pensaba que era una mujer fría pero él, sonriendo, me dijo:
-¡Que te crees tú eso! Rosa María debe ser fuego en la cama, pero está acostumbrada a su hombre que piensa que con un polvo que le eche a la semana es suficiente y lo normal. Tírale de la lengua y lo veremos.
Joan me volvía a follar. Creo que perdí la cuenta de mis orgasmos, pero sí recuerdo que su polla entraba en mi coño como anillo al dedo.
A la mañana siguiente, faltando una hora para cerrar, Rosa María sacó el tema del sexo al ojear una revista en la que se notaba bastante el bulto de un cantante.
-Esta gente -dijo- se debe pasar las noches de cama en cama y nosotras siempre con el mismo hombre.
-¿No has estado con otro que no sea tu marido?- le pregunté entonces.
-¿Yo? -contestó algo enfadada- ¡En mi vida! El fue el primero y ha sido el único que me ha tocado, aunque creo que él no puede decir lo mismo.
Pensé que era el momento adecuado y le pregunté cuantas veces lo hacía a la semana y ella, bajando la voz a pesar de que no había nadie, contestó:
-Me lo hace de vez en cuando y ahora, como estamos enfadados, llevo más de quince días. Si no fuera por los críos iba a ver este. -y continuó con la lengua desatada. -Llega a la cama, me abre de piernas y se coloca entre ellas. Yo misma me levanto el camisón y hay veces que, en vez de sacarme las bragas me la mete por un lado y venga dale que te pego. Si viene caliente de beber tarda en correrse y entonces también me corro yo pero si no es así, se corre él y luego me mete los dedos hasta que yo lo consigo. – Y marchando hacia la puerta terminó.
-Hoy te he dicho muchas cosas y no es bueno que sepas tanto.
Nos sentamos a comer como cada día y le dije que quizás yo sabía mucho más, incluso estando soltera y poco a poco le hablé de Joan sin decir que me gustaba. Y ella misma se descubrió.
-Me gusta ese chico – dijo- y la verdad es que me come con la mirada. Me he dado cuenta de que me mira a través de los pliegues de la bata.
Yo le dije que me gustaba y que no me importaría que me hiciera “algún favor” a lo que ella, limpiándose los labios con una servilleta, contestó:
-En verdad no es nada del otro mundo pero, como suele decirse, tampoco está nada mal.
-¿Está casado, no?- y al decirle yo que sí, continuó -Bueno, tú no lo estás pero estas cosas siempre traen problemas y sobre todo a mujeres como yo, cansadas de estar casadas. A los hombres no les pasa nada pero a las mujeres… Rápidamente nos llaman putas o algo por el estilo.
Pasaron varios días en que Joan no venía por la tienda, pero una tarde, poco antes de cerrar, se presentó. Creo que me puse colorada al verle. Rosa María estaba en la pequeña oficina. Joan se acercó a la caja y me dijo:
– ¿Que…le tiraste de la lengua?
Le conté en pocas palabras que estaba pasando un mal momento y que me hablaba mucho del asunto y Joan me contestó en el acto:
-Es el momento ya que su marido la tiene a dieta – y al ver la cara que yo ponía se pasó la mano por la entrepierna y me preguntó:
-¿Quieres que nos veamos por la noche?
Solo afirmé avergonzada, con la cabeza. Joan entró en la oficina, hablaron unos instantes y luego salieron los dos e Rosa María me dijo:
– Patricia, Joan nos invita a tomar un café ya que cumple años ¿vienes?
Salimos los tres de la tienda y nos fuimos al famoso pub. No sé cómo pero el caso es que se las apañó para colocarse entre las dos. Por la mañana en un momento en que nos quedamos solas, Rosa María me dijo:
-No sé si te diste cuenta pero el amigo Joan intentó varias veces pasarse. Me puso la mano por detrás acariciándome las nalgas sobre la falda y a la salida me dijo que quería quedar un día conmigo.
Rápidamente deduje que estaba tan salida que no le importaba inventarse un lio.
Los apretones habían surgido su efecto. Esa misma noche follé con Joan y después le conté la charla con Rosa María y él, acariciándome el coño, me dijo:
-Mañana voy a la tienda y si no me la follo, te pago una cena y una habitación en el mejor hotel.
Puse mala cara diciéndole que estaba enfadada con él.
– Tu lo que estás -me dijo sonriendo- es celosa.
Joan, llegó como el día anterior, a la hora de cerrar. Rosa María en vez de recibirlo sería como decía, le ofreció una amplia sonrisa y después, al poner el cartelito de “cerrado” nos dijo:
-Ahora nos tomaremos una botella de cava los tres, ¿Queréis?
Joan, después de tomarse la primera copa, comenzó a decirnos piropos a las dos. Rosa María estaba sentada de medio lado, con un pie en el suelo. Se le veía medio muslo. Y Joan que no perdía ocasión le dijo:
– Y tu Rosa María, ¿Cómo es que tienes tan bonitos muslos?
Durante un ratito estuvo piropeándola hasta que consiguió que nos enseñara la ropa interior.
Joan la tenía la polla tan dura que casi le rompe la cremallera del pantalón cuando dijo:
– Bueno, ahora me toca a mí.
Diciendo esto se bajó el pantalón junto con el calzoncillo y le salió como un muelle aquella polla que yo tan bien conocía.
-Pero…pero… ¡qué haces!- exclamó Rosa María sorprendida y colorada.
Joan, agarrándosela, cogió una mano de Rosa María para llevársela hasta su polla, pero ella retirándose exclamaba:
-No, eso no… ¿Estás loco?
Yo me acerqué y cogiéndosela se la acaricié suavemente mientras Joan recorría con sus dedos mi raja sobre la braga. Rosa María nos miraba incrédula. De nuevo Joan la cogió de un brazo y aunque ella se resistió, acabó acariciándola cuando yo aparté la mano. Joan atrajo a Rosa María por la cintura y la besó en la boca, pasándole la mano por todo el culo.
-Te estoy deseando desde hace tiempo, Rosa María. Y hoy te la voy a meter.
-¡No, meter no! te la acaricio y basta- decía ella.
Joan movía su cintura restregando su entrepierna en la de Rosa María y pasándole los labios por el cuello haciendo que su respiración se entrecortara por el gusto que debía darle. Yo, como una tonta, asistía al espectáculo mirando cómo se acariciaban.
En el fondo me gustaba verles tocarse y estaba tan caliente que, apoyada en la caja registradora, empecé a acariciarme el coño. Volví a la realidad al sentir la mano de Joan en mi cuello y su voz que me decía:
– Mira como estoy, Patricia. Chúpamela…chúpamela un poquito, cariño…
Pero yo cogiéndole la mano la metí entre mis muslos y le dije:
-¿Ves como lo tengo? Quiero tenerte dentro, sentirte…dámela…por favor.
Me separaba los labios de la vagina que rezumaba caldos y se la mostraba, pero acabé arrodillada ante él y después de besar el capullo varias veces le pasé la lengua metiéndome a continuación aquella gorda polla en la boca. Rosa María seguía acariciando su espalda y Joan besándole el cuello y cada vez que él le decía que quería follar recibía de ella la misma negativa.
– No insistas, metérmela no.
Yo le lamía los grandes cojones como nueces y creo que era tanto el deseo que sentía de tener su polla dentro que, soltándola me quité la braga y me senté en el pequeño mostrador abriendo bien las piernas. Joan soltó a Rosa María y después de pasarme la polla como una brocha, de un golpe de cintura me la metió hasta lo más hondo. Yo dejé escapar un profundo gemido de placer.
Rosa María nos miraba pasándose la lengua por los labios, mientras que Joan seguía follándome hasta que, cogiéndola de una mano, la acercó y empezó a besarle los labios a la vez que metía la mano bajo su falda.
-Joan- le decía ella en voz baja-. Compréndelo, estoy empapada pero no podría hacerlo así, como lo haces con Patricia… ¡Aaah…no muevas la mano…aah…aaaah… se me doblan las rodillas…!
La boca de Joan bajó a los pechos de ella y tirando del body hacia abajo sacó las tetas de Rosa María que lamió con delicadeza. Yo me sentía en el penúltimo cielo con aquella polla entrando y saliendo de mi coño ya casi a punto de correrme.
Les miraba y veía como Joan seguía lamiendo sus pezones dando Rosa María pequeños gemidos a cada chupetón. Comencé a flaquear, estaba a punto de correrme, le apreté fuerte contra mí, cogiéndolo de sus nalgas y sentada como estaba, moví el culo jadeando mientras mordía mis labios para no gritar. Me quedé parada aunque Joan seguía entrando y saliendo de mi coño.
Cuando Joan salió de mí, trató de colocar su polla bajo la falda levantada a medio muslo de Rosa María pero ella cerró las piernas.
-No, por favor, eso no… -le decía en voz baja mientras él, nervioso, trataba de separárselas.
-Solo entre las piernas -decía él.
-Bueno, solo eso…entre los muslos.
Joan se separó de mí y cogiéndosela la llevó entre los muslos blancos y carnosos de ella. Le acarició la espalda y mirándome me dijo:
– Vete al baño, anda, vete un momento.
Me senté en el bidet y me lavé el chocho y a punto estuve de hacerme una paja. Cuando salí, Joan iba empujando a Rosa María, muy abrazados, hacia la mesa de la oficina. Las nalgas de ella chocaron contra la madera y así la fue tumbando hasta quedar con las piernas fuera y el resto del cuerpo sobre la mesa.
Le recogió la falda en la cintura y le abrió las piernas. Luego metiéndole una mano justo donde ella escondía su coño vi como también le subía la parte baja del body, hasta descubrir el vello de su pubis, no demasiado poblado. Rosa María con un brazo se tapaba la cara y con la otra mano en la cadera de él le decía:
-Sobre todo, cuidado…salte antes de correrte…no tomo nada. ..¡Aaaah …cuidado..! .cuidado Joan, cuidadoooo…despacio, despacio…aaaah!
Las nalgas de Joan se contrajeron al meter su polla en el coño de Rosa María. Muy lentamente entraba y salía de ella. Rosa María gemía a cada movimiento de cintura hasta que le rodeó con sus piernas y moviendo la cabeza de un lado a otro le decía:
-¡Ah, me voy a correr…aaah…no pares…no pares…deprisaaa…aaaah!
Ella le soltó la cintura y comenzó a manosearse los pechos mientras Joan seguía dando golpes de cintura hasta que aceleró el ritmo y sacando su polla dio unos golpes de mano. Su leche llegó hasta los pechos de Rosa María que no pudo evitar un largo gemido.
Joan siguió acariciándole el culo con una mano mientras que con la otra recorría su coño abierto, al mismo tiempo que Rosa María daba señales de un nuevo orgasmo.
Cuando estaba en plena corrida, Joan se puso de rodillas y colocándose un muslo en cada hombro, lamió su coño entre los ahora gritos incontenidos de ella que decía:
-¡Ah, otra vez…ponte algo y métemela de nuevo…otra vez…!
Desde esa tarde Joan nos viene a ver de vez en cuando, pero llamando antes por teléfono. Rosa María ha perdido la vergüenza y no se corta por estar yo presente mientras Joan le mete su polla.
Un beso para todos.