Relato erótico

Mi cuñada me enloquece

Charo
14 de mayo del 2018

Desde que conoció a la que ahora es su mujer, le había gustado su cuñada, pero por respeto a su mujer nunca había intentado nada. Su cuñada le llamó para que le instalara un ordenador que le habían regalado. Fue a su casa y la notó extraña. Le dijo que iba a darse un baño y cuando salió, las cosas cambiaron.

José Antonio – Almería
Cuando cerré la puerta tras de mí, me quedé pensativo, intentando adivinar si todas sus acciones de aquella tarde, habían sido lo que parecían, voluntarios movimientos de insinuación intentando seducirme, o si por el contrario, era mi imaginación, la que, nublada por mi deseo hacia ella, me estaba jugando una mala pasada.
Había ido a su casa, para instalarle un ordenador usado que le habían regalado días atrás, y de paso, darle unas lecciones básicas para manejarlo. Ella era mi cuñada, la hermana menor de mi mujer, tenía 26 años, y poseía todo aquello, que puede hacer que un hombre desee a una mujer. No era especialmente guapa, pero lo suplía con su sensualidad y un cuerpo, que sin ser de escándalo, era muy deseable para cualquier hombre. Nos conocíamos desde hacía muchos años, y aunque siempre la había deseado en silencio, nunca había intentado nada, primero por respeto a mi mujer, por respeto a nuestro parentesco, y segundo, porque ella nunca me había dado a entender que quisiera algo conmigo.
No sé muy bien, cuándo empezó esa enfermiza obsesión por ella, pero cuando me quise dar cuenta, ya no podía dejar de mirarla, en cualquier situación en la que estuviéramos cerca el uno del otro. Miradas furtivas y roces ocasionales, contribuyeron a que esa obsesión fuera creciendo día a día, haciendo que mi deseo de compartir momentos a su lado fuera insostenible. Cada día iba a su casa, a buscar a mi mujer cuando aún éramos novios, pensando en si ella estaría allí y cómo estaría. Muchos días vestía normal, pero otros, estaba en pijama, en bata, o simplemente la veía salir de la ducha con una toalla tapando su cuerpo camino de su habitación. Como a veces nos quedábamos allí durante un rato, también tuve la suerte de verla en ropa interior al pasar por delante de la puerta de su habitación. Había una gran confianza entre nosotros y ella no la daba importancia a eso de cerrar la puerta.
Cuando nos casamos, ella venía mucho por nuestra casa, se sentía mucho más libre fuera de la disciplina familiar impuesta por sus padres, así que era normal que se quedara a dormir, sobre todo los fines de semana. Las situaciones comprometidas se sucedían en aquella época, y así, era normal para todos, que se paseara por la casa bastante ligera de ropa en ocasiones. Aún así nunca pude disfrutar de la visión de su cuerpo desnudo, siempre había algo que la tapaba.
Así que, cuando me llamó para pedirme si podía instalarla un ordenador, no me lo pensé y le dije que sí, a sabiendas que la labor me llevaría un buen rato en el que podría estar a solas con ella, si tenía la suerte de que su compañera de piso estuviera ausente. Ese día, nada más terminar de comer, me dirigí a su casa con la única intención de tenerla cerca. Pero según me abrió la puerta, noté que su mirada era diferente.

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Ni tan siquiera me llamó la atención su atuendo, su manera de mirarme me cautivó completamente, provocándome una intranquilidad hasta ése momento desconocida. Una vez que entré, me dijo que estaba a punto de darse una ducha, y fue en ese momento cuando me percaté de que estaba envuelta en una diminuta toalla. Y efectivamente, se encontraba sola en casa y lo estaría hasta la noche. En ése momento, ni siquiera me paré a pensar en si lo habría hecho a propósito sabiendo que yo estaba al llegar, tan sólo me sentía turbado por su mirada, que yo interpreté como provocativa.
Me indicó dónde estaba el ordenador empaquetado, para que lo fuera desembalando todo mientras ella se duchaba. Estaba desembalándolo todo, cuando me pareció que el ruido de la ducha sonaba demasiado fuerte como para que la puerta del baño estuviera cerrada. Me aventuré y fui hacia el baño, confirmando que la puerta estaba abierta unos diez centímetros. Era habitual que no cerrara la puerta del baño cuando se duchaba, pero aquel baño, a diferencia del de sus padres o el de mi casa, frente a la abertura de la puerta, estaba situado el lavabo y el espejo, reflejándose en él el lado contrario, en el que se encontraba la bañera. Con el pulso acelerado me asomé con cautela, con el temor de que ella estuviera mirando al espejo y me viera, pero no fue así, estaba medio de perfil, medio de espaldas, así que tuve la tranquilidad de poder observarla un buen rato, pudiendo apreciar con claridad, sus nalgas respingonas y bien formadas, así como uno de sus pechos balanceándose al compás de los movimientos de su brazo que frotaba su pelo enjabonándolo, hasta que empezó a girarse y abandoné mi puesto de vigilante tremendamente excitado por la visión que acababa de tener.
Salió del baño con una toalla pequeña enrollada a su cuerpo y me dijo conde tenía que colocar el ordenador. Lo fui poniendo todo en su sitio y cuando empecé a enchufarlo todo, justo en el mismo enchufe múltiple en el que ella había enchufado el secador, me di cuenta de que ella se encontraba allí mismo de espaldas a mí y ligeramente inclinada hacia delante. Al estar yo agachado, y juro que fue casualmente, al levantar mi mirada, me encontré a pocos centímetros de su culo. Podía ver la separación de sus nalgas prácticamente en toda su extensión, así como algunos pelillos asomando en la unión de sus piernas.
Empecé a dudar de si todo ello estaría preparado por ella, y dudaba porque ya he dicho que ella nunca me había dado ni el más mínimo indicio de que yo la atrajera, y por eso dudaba, porque si hubiera tenido alguna vez la sensación de que la atraía, estaría convencido de ello. Mi excitación iba en aumento y para tranquilizarme me di la vuelta y seguí de espaldas a ella, hasta que dejé de oír el ruido del secador. Entonces ella se fue a su cuarto. Yo seguí enchufándolo todo, tras lo cual, me senté para ponerlo en funcionamiento. Cuando volvió ya estaba vestida, así que la insté a que se sentara al ordenador y lo manejara ella siguiendo mis instrucciones. Se sentó y yo me puse a su lado de pies.

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Podía ver perfectamente el inicio de sus pechos tapados por un sujetador blanco transparente que no ocultaba sus oscuros pezones. Me estaba excitando demasiado, la visión de su escote y sus miradas directas y prolongadas mientras jugaba con su colgante, me parecía una insinuación continua.
Mientras instalaba los diversos programas, entablamos la siguiente conversación:
-Hoy te encuentro diferente.
-¿Yo, cómo más guapa?
-No, estás tan guapa como siempre. Pero noto algo en tu mirada que me tiene intrigado.
-No sé, será la excitación de tener al fin un ordenador para mi solita.
Puede ser, pero, tengo la sensación de que quieres algo más de mi aparte de que te instale el ordenador, igual son imaginaciones mías, el caso es que desde que me abriste la puerta envuelta en la toalla, he estado muy excitado, y me miras de una manera que nunca antes había sentido.
-Bueno, es que desde que dormimos juntos aquella noche, empecé a imaginarme cómo sería follar contigo.
-Sólo hay una manera de averiguarlo ¿no crees?
-Si, claro que sólo hay una manera de averiguarlo, pero nunca había tenido la esperanza de conseguirlo, hasta que he visto tu sombra acercarse al baño cuando me estaba duchando…
-O sea, que supiste que te había espiado…., qué vergüenza.
-Tranquilo, si no hubiera querido que me vieras, habría cerrado la puerta, y tampoco me habría puesto a secarme el pelo a un metro de ti…
Y diciendo esto último en un tono muy sensual, se acercó poco a poco a mí y me besó en los labios, de una manera tierna, fue un beso cargado de ternura y morbo a partes iguales, tímidamente al principio y poco a poco dando rienda suelta a su lengua introduciéndola en mi boca. Mis manos la tomaron por su cintura atrayéndola hacia mí, descendieron hacia sus nalgas, tropezando con la cremallera de su falda, que no tardó en ser bajada, para que ésta cayera a sus pies.
Mientras nos besábamos, ella seguía con sus brazos rodeando mi cuello y mis manos empezaron a acariciar sus glúteos, introduciéndose por las costuras de su braga. Ella empezó a gemir, producto del roce de su sexo en mi miembro, que pedía a gritos que lo liberaran del pantalón. La levanté con mis manos rodeándome con sus piernas, y así abrazados, me dirigí a su habitación.
La dejé caer en la cama, y estando de pié frente a ella, me bajé los pantalones y calzoncillos de un solo golpe, saltando mi polla como un resorte hacia arriba. Se incorporó y mirándome a los ojos interrogándome con ellos, empezó a acariciarlo poco a poco. Mientras me sacaba la camisa, le hice un gesto afirmativo, y sin dudarlo más, introdujo el glande en su boca sin dejar de mirarme.

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La visión de esa escena, de mi cuñada mamándomela hizo que estuviera a punto de correrme en aquel mismo instante. Lo hacía estupendamente, introduciéndola y sacándola lentamente, mientras que con una mano me agarraba de mi culo y con la otra me acariciaba los testículos. La hice detenerse, por miedo a terminar tan pronto, se desató el sujetador y se dejó caer hacia atrás en una invitación a que la devorara entera. Me lancé sobre ella y me dediqué a comerme sus pezones durante largo rato, ella no paraba de gemir, así que me deslicé hacia abajo y la quité bruscamente sus bragas, quedando ante mí una poblada mata de pelos negros.
Hundí mi nariz en aquella pelambrera y me detuve un instante a aspirar aquel aroma de hembra excitada que producían sus flujos, mientras miraba hacia su cara, viendo cómo se retorcía los pezones, uno en cada mano mientras gemía y me pedía que se lo comiera. No me hice de rogar y abriendo completamente sus piernas, lamí toda la extensión de su raja. Volví a repetirlo, pero ésta vez me detuve al llegar al final, donde se encontraba su clítoris, lo besé y succioné con fuerza mientras introducía un dedo en su chocho y empezó a retorcerse de placer, a gemir más fuertemente mientras me repetía una y otra vez que no parara. De repente me cogió del pelo, levantó mi cabeza, y mirándome con cara de impaciencia, me gritó que se la metiera de una vez.
Así que me puse de pie, la puse de rodillas al borde de la cama, y tras deslizar mi polla un par de veces por toda la extensión de su raja, se la ensarté de un golpe. Yo sabía que no iba a durar mucho embistiéndola, así que para corrernos los dos a la vez, lleve una mano hacia delante y empecé a masajearla el clítoris.

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Casi instantáneamente, empezó a gritar que se corría, yo notaba como sus flujos resbalaban por mis muslos, casi pegados a ella, provocando una penetración profunda y rápida, dando rienda suelta a una eyaculación brutal en su interior. Los espasmos de ambos al corrernos casi nos hacen perder el equilibrio, sentí como si perdiera el sentido y empezaron a flaquearme las piernas, cayendo desplomado encima de ella, que no hacía más que repetir que había sido su mejor corrida hasta el momento.
Se nos había acabado el tiempo, así que nos limpiamos y nos vestimos ante el temor de que su compañera de piso regresara y nos pillara. Por supuesto tuve que volver otro día a instalarle los programas…
Seguiré contando nuestros encuentros. Un saludo a todos.

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