Relato erótico

Mi cuerpo, ese desconocido

Charo
17 de junio del 2019

Está estudiando y en el periodo vacacional encontró trabajo en una pizzería y así tenía dinero para sus gastos. Había una mujer que habitualmente iba por el local a comprar. No sabía por qué pero cada vez que la veía se alteraba.

Olga – Barcelona
Mi nombre es Olga, tengo 20 años, estudiante universitaria. Soy rubia, con buen cuerpo. El año pasado, por vacaciones y para ganar algo de dinero, acepté trabajar en una pizzería, debía encargarme de la caja y vigilar que todo funcionara en el área de atención al público.
Allí conocí a Berta, una mujer de 38 años, muy voluptuosa y preciosa. Por donde pasaba llamaba la atención a todos los hombres. Era clienta fija de la pizzería. Entre nosotras solo había amabilidad, pero yo sentía algo muy extraño cada vez que la veía, era algo tan fuerte y raro que me desconcentraba, me erizaba la piel y hasta me hacía sudar, algo parecido a cuando me gustaba un chico.
Decidí no darle importancia y logré estar tranquila unas semanas en las que casi ni la vi. Una tarde en la que salía temprano, había que hacer una entrega a domicilio y no se encontraba ningún repartidor, me ofrecí a entregarla yo, ya que la dirección me quedaba de camino. Mi sorpresa fue al llamar, que abrió Berta.
El corazón empezó a latirme rápido y comencé a sudar; ella también se sorprendió. Nerviosa le expliqué porque me había tocado hacer la entrega, a lo que respondió con una sonrisa que me descompuso aún más. Me invitó a entrar mientras buscaba el dinero. Fue en ese momento que me di cuenta que llevaba una bata de seda, sin nada de ropa interior. Eso me puso mucho peor de lo que estaba, e hizo que me asustara y empezara a desear salir de allí, pero algo extraño y desconocido me hacía permanecer en el sitio.
Al instante apareció una mujer realmente preciosa, de unos 30 años, también vestida con una diminuta bata de seda. Me dijo que era una clienta y amiga suya, que había ido a ver la ropa nueva que había llegado. Me mostraron todo y confieso que me sentía a gusto hablando con ellas y viendo aquella ropa. De pronto me di cuenta de la hora y le pedí que me pagara para poder irme.
Berta se disculpó y para compensarme, me ofreció una prenda de ropa como regalo, la que rechacé diciéndole que no hacía falta, pero insistieron tanto que no tuve más remedio que aceptar.
Escogí una blusa y les pedí ir al baño para probármela a lo que me la probara allí, que no les importaba. En eso, y sin previo aviso, Meri se quitó la bata, quedándose desnuda. Sus tetas eran grandes y firmes, ni hablar de su trasero. Empezó a probarse la ropa mientras yo no dejaba de mirarla, hasta que me di cuenta que Berta también tenía la bata abierta y podía verla desnuda, lo que hizo que me sintiera aún más perdida. Con bastante pudor me quité mi camisa, dejando al descubierto mi pecho.
En ese momento sentí que me devoraban con la mirada. Me puse la blusa y ambas se desbordaron en halagos. Berta me propuso que eligiera algo más, pero respondí que no podía, pero ella volvió a insistir diciendo que si hacía que me sintiera mejor, me lo vendía a mitad de precio. Era una oferta tan tentadora que no me pude resistir, así que escogí un bikini y fui al baño a probármelo, salí al salón donde y mi sorpresa fue cuando vi a Berta sentada en un mueble, totalmente desnuda y a Meri bailando frente a ella. ¡Le estaba haciendo un striptease!

No podía ni hablar. Meri sonrió y me hizo señas para que me acercara. Me di la media vuelta para regresar al baño y Berta me dijo:
– Quédate y disfruta lo que vas a ver.
El morbo y la curiosidad eran mayores que el deseo de salir corriendo, Meri se sentó al lado de Berta y ambas se fundieron en un apasionado beso. Pude ver como sus lenguas se entrelazaban mientras que con sus manos se acariciaban el cuerpo. Mi curiosidad y excitación acrecentó, me quedé parada observándolas tímidamente.
Meri estaba chupándole las tetas a Berta, su lengua pasaba por sus duros pezones, los chupaba y mordisqueaba. Entonces fue Berta quién empezó a devorarle las tetas a Meri, que se agachó frente a Berta, le abrió las piernas y se puso a comerle el coño. Lo que más me asustaba de toda esa situación era que me había excitado muchísimo, lo que me impulsaba a seguir viéndolo todo. Berta me miraba, sonreía y gemía, su cara era de total placer, el mismo que sentía que me estaba transmitiendo, como si estuviese hipnotizada. Meri se levantó, me miró y me lanzó un beso junto con un guiño de ojo. Berta la sentó en el mueble y ahora fue ella quién se puso a comerle la almeja. Ella agarraba a Berta por el pelo y la oprimía contra su coño, a la vez que lanzaba gritos y gemidos de placer.
Levantó las piernas, abriéndolas más y pude ver perfectamente su coño afeitado, rosado y húmedo, algo que nunca creí me causara excitación. Berta estaba masturbándola a la vez que la comía y chupaba toda. Sus dedos entraban y salían de aquella almeja que parecía llamarme a gritos. Mi grado de inconsciencia y excitación era tal, que sin darme cuenta me había ido acercando hacia las dos, hasta estar prácticamente al lado. Al estar tan cerca, viendo mejor, oyéndolas, oliendo el aroma del sexo, fue cuando comprendí que me sentía atraída por ellas.
¿Cómo podía estar sucediéndome? No lo entendía pero lo cierto es que me convencí que me gustaba lo que sucedía y deseaba locamente ser parte de ello. Cuando volví a reaccionar me encontré sentada junto a Meri, observando con ansias como Berta le devoraba la almeja. El pecho de Meri quedaba a la altura de mi cara, por lo que me quedé contemplando el pezón erecto que me invitaba a comerlo. Se inició una guerra dentro de mí por saber que se sentía tenerlo en mi boca.
Me alejé un poco tratando de controlarme, Meri se tocaba el precioso pezón, lo que hizo que me excitara más, por lo que sin pensarlo más me precipité sobre él, abrí la boca y con la lengua podía sentir el duro pezón que tanto había deseado saborear. Lo lamía, mordisqueaba, chupaba y mamaba, deleitándome de la sensación que experimentaba. De pronto caí en cuenta de lo que estaba haciendo, me separé pero cuando quise levantarme Meri me tomó por el brazo y Berta por una pierna, se levantó, acercó su cara a la mía y dijo casi susurrando:
– No te asustes. Relájate, entrégate y disfruta de esta experiencia que va a ser la mejor de tu vida.
Berta me besó en la boca dulce y apasionadamente, jamás me habían besado tan bien y mientras lo hacíamos, Meri me quitaba el bikini. Cuando quedé desnuda, las dos entraron en acción, quedándome a merced de su lujuria. Ahora éramos Meri y yo quienes nos besábamos mientras Berta empezaba a jugar con mis tetas. Las dos se pusieron a chuparme las tetas, lo que hacía que me sintiera en las nubes. Berta se puso de rodillas frente a mí, su cara era de total lascivia. Sentía una mezcla de placer y miedo que estaban conduciendo a consumar mi primera relación lésbica, con dos mujeres que estaban haciéndome sentir cosas deliciosas que iban en contra de todas mis convicciones, las que poco iban quedando atrás, desapareciendo, y siendo sustituidas por unas totalmente distintas.

Con una delicadeza increíble Berta separó mis piernas y se puso a besarme los muslos, colocó sus dedos en mi vagina, lo que hizo que me estremeciera, separó la piel y la dejó completamente abierta a su disposición.
Me la besó como si me besara en la boca y luego empezó a pasarle la lengua, lamiéndola completamente. El corazón me latía a mil, pero aumentó su velocidad cuando sentí y vi que Berta ya no solo me lamía, si no que me estaba mamando e introducía sus dedos en mi rajita.
Era muy diestra con su lengua y dedos, subía, bajaba, entraba y salía de mi hueco a placer. Con Berta comiéndome y Meri que seguía mamándome las tetas, creí que me iba a correr casi inmediatamente. Berta se levantó y me volvió a besar en la boca, su lengua tenía el sabor a mi sexo, lo que me gustó tanto que cuando trato de separarse, la detuve y nos seguimos besando a boca llena.
Ahora era Meri la que ocupaba el puesto de Berta. No me chupaba sino que me masturbaba. Berta se puso a besarme y mordisquearme las orejas, el cuello, los labios, hasta que llegó a mis senos. Meri hizo que subiera las piernas al mueble y me recostara un poco más, para poder jugar con mi culo. Lo primero que hizo fue besarlo. Cuando metió uno de sus dedos en él, automáticamente arquee el cuerpo.
Me había dolido un poco, pero el placer había sido mucho mayor. Con su lengua iba de mi vagina al culo, y viceversa. Berta seguía besándome y lamiéndome toda. Todo se aceleró cuando se hicieron con mi clítoris, en ese momento mis gemidos fueron más fuertes; Meri lo tocaba con la lengua y lo succionaba como si de un pene se tratara y las dos se turnaban para comérselo y jugar con él.
Aceleraron su trabajo lo que provocó que me corriera en la boca de ambas. Cuando se incorporaron, se acercaron y empezamos a besarnos las tres y a jugar con nuestras lenguas. Me encontraba exhausta y jadeante y con una guerra mental entre lo que acababa de hacer y lo que siempre había creído correcto, pero mis dos amantes no dejaron que cayera en la duda, ni que descansara un poco. Meri hizo que me pusiera de rodillas sobre el mueble, quedando a cuatro patas e inmediatamente se pusieron a comerme de nuevo el coño. Berta empezó a recorrer muy dulce y suavemente mi cuerpo desnudo, con besos, lengüetazos y caricias.
Cuando llegó a mi boca empezamos a jugar con nuestras lenguas, entrelazándolas, chupándonoslas y dándoles pequeños mordiscos. Ella se sentó frente a mí, en uno de lo brazos del mueble, quedando sus tetas a la altura de mi boca. Tenía tanta curiosidad y deseo por probar sus pezones que inmediatamente me dediqué a ello. Con mi lengua empecé a sentirlo duro, se las chupé, lamí y mordisquee a placer, mientras ella gemía y me acariciaba el cabello con una mano y con la otra me pellizcaba los pezones. Abrió las piernas dejando ante mí un manjar afeitadito que se me hacía muy apetitoso, con una mano separó los labios de su coño, dejando al descubierto todo el manjar húmedo que tanto miedo tenía de probar.
Acerqué la cara, percibía su olor, que me pareció tan excitante que me animó más a comérmelo. Berta me cogió la cabeza y me atrajo fuertemente hacia su sexo. Pegué mi boca y apliqué la lengua, en mi cabeza había una mezcla de rechazo, curiosidad, morbo por lo prohibido y aceptación, pero todo cambió cuando empecé a saborear; era un sabor agradable, que hizo que la aceptación y el morbo se impusieran a los demás pensamientos.
Estaba completamente entretenida devorando su coño cuando sentí algo fuerte que me desgarraba por detrás. Entones giré la cabeza y vi a Meri con una correa moviéndose al mismo ritmo de lo que me estaba penetrando. Mi sorpresa fue enorme… ¡Era una polla de goma y me estaba follando por detrás! Por mucho que hubiese querido oponerme, ya era tarde para ello. Empecé a jadear y gemir fuerte. Berta cogió de nuevo mi cabeza y me la volvió a pegar a su coño.

Seguí comiendo, empecé a chuparle el clítoris lo que hizo que Berta empezara a moverse y a gemir más fuerte, no tardó en correrse en mi boca. Sentía un líquido espeso descendía por mi garganta y me saciaba por completo. Eso hizo que también me corriera en el pene de Meri. Estaba más exhausta que antes, pero con hambre y deseo de mucho más. No entendía lo que me estaba ocurriendo, pero estaba totalmente segura que me estaba gustando y lo estaba disfrutando a plenitud. Ahora era Berta quién tenía puesto el pene. Al verlo, un impulso incontenible de mamarlo se apoderó de mí y mientras Meri chupaba mis tetas y Berta sonreía sorprendida por mi iniciativa.
– ¡Eres una golosa! – decía riendo.
– Es una excelente alumna -dijo Meri- Creo que hemos encontrado a una estupenda amante y esclava…
Hicieron que me acostara boca arriba en la alfombra, que abriera y levantara las piernas. Meri me besaba y Berta me chupaba la vagina. Otra vez era el centro de la orgía de sexo y placer que habíamos montado las tres.
Meri se sentó en el mueble y Berta me dijo en tono imperativo que le chupara los pies, no dudé en hacerlo. Mientras se los lamía, chupaba y besaba, Berta me penetró dulce y suavemente. Empezó a moverse a un ritmo suave y pausado, mientras que yo gemía de placer y seguía entretenida con Meri, que se puso de rodillas sobre mi cara, mirando hacia Berta, quedándome su coño a disposición para comérmelo.
Las tres nos fundimos nuevamente en una atmósfera de pasión, lujuria, deseo y sexo. Berta me follaba mejor que lo haría un hombre; ellas se besaban y chupaban las tetas, mientras que me encargaba de devorar todo el coño de Meri. Las tres nos corrimos juntas en el orgasmo más intenso de mi vida. Nos quedamos las tres acostadas en la alfombra.
– ¿Qué piensas Olga? -me preguntó Meri.
– Tengo algo de confusión en mi cabeza. Es la primera vez que hago esto y me cuesta aceptar que lo he disfrutado al máximo…

– ¡Bienvenida a tu nueva vida!
Dicho eso, las tres nos pusimos a jugar nuevamente con nuestras lenguas. Berta me confesó que desde que me había visto, le había gustado y que hasta había pensado en seducirme. Esa noche la pasé haciendo el amor con mis amantes, aprendiendo cosas que jamás había soñado. Fue una noche salvaje de puro sexo y placer lésbico.
Muchos besos para todos y todas.

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