Relato erótico

Mi autentica hembra

Charo
12 de mayo del 2020

Cuando nuestro amigo se refiere a “Mi auténtica hembra”, no se refiere a su mujer. Su auténtica hembra en su amante. Dice que es una mujer que le hacer perder la razón.

Fernando – CADIZ
Soy un hombre casado, de 43 años, y mi mujer no sabe que leo vuestra/nuestra revista, o quizás sí, pero no quiere saberlo. Tampoco sabe que hace años que tengo una amante, una yegua fenomenal. Cuando hay días que follo a mi esposa, y digo esposa porque mi “hembra” es la otra, sin la potencia habitual, ella piensa y le hago creer que es la “crisis de los 40″, pero la realidad es que mi hembra me hace llegar a lo máximo y quedo hecho flecos.
Esto último pasó hace unos días. Por mi trabajo debo cumplir distintos horarios y algunos días lo hago por la noche. El día anterior hablé con mi hembra, que se llama Sara y tiene 35 años, y le dije que arreglara, que su hijo se fuera a casa de su tío para que yo pudiera visitarla. Claro que mientras hablábamos le hice notar la erección que tenía, pues cada vez que pienso en ella tengo erección, se me levanta a tope la polla.
Mi trabajo me obliga a recorrer distintas zonas de la ciudad, por eso en cuanto hice un espacio de tiempo, me dirigí hacia el apartamento de Sara, que esta en la costa, por lo que no hay peligro de que se vea el coche de la empresa, pues si lo ven estacionado en zona no esperada voy a estar en problemas… ¡pero como tira un buen coño!
Sara está divorciada, pero antes de eso el marido ya era cornudo, pues yo lo hice cornudo. En esa época ella era mi secretaria en una distribuidora de electrodomésticos, hacíamos horas extras a montones, o encima del escritorio, o dentro de la furgoneta o durante algún reparto que tuviéramos que hacer. Mientras yo conducía, Sara me chupaba la polla con gran esmero.

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Después del divorcio, nos dejamos de ver por un tiempo y ella formó pareja, vivieron como un año juntos hasta que nos cruzamos, e hicimos que su segunda pareja también fuera cornudo. Creo que hacer que alguien sea cornudo tiene un sabor especial, digo esto y capaz que soy, pero ojos que no ven corazón que no siente. Llegué al apartamento y estaba acostada, pero estaba esperándome. Lo primero que hice fue meterme con ella en la cama, para abrazarnos, pero pensé que cuanto mucho, disponíamos de una hora y media y le dije:
– Sara, mujer, sácate el tanga, que te queda muy bien, pero te quiero bien desnuda para comerte entera
Mientras nos sacamos el resto de ropa nos besamos, nos comimos las bocas, el sabor de su boca me enloquece, nos apretamos con beso largo, mientras le manoseaba las tetas, pero el coño y el culo me llamaban así que mi otra mano bajó hasta ese chocho peludo sobre el monte pero ningún pelo alrededor de los labios.
La noté bien mojada y entonces me levanté de la cama y le ordené que se abriera de piernas.
– Pero antes bésame un rato en la boca – me dijo.
– Ya habrá tiempo para eso – le contesté.
Le hice sacar las piernas de la cama, se las abrí más, me arrodillé y me fui acercando lentamente. Ella tiene unos generosos labios, bien carnosos), que los separé con una mano y con los dedos de la otra comprobé que estaba bien mojada.
– ¡Que golfa que eres… estás toda mojadita! – le dije y ella me respondió con un quejido de hembra.
Le metí dos dedos en el coño para mojarlos bien, cuando los saqué se los mostré y ella, mirándome, los chupó y les sacó hasta la última gota.
Le metí los dedos otra vez, pero esta vez los cuatro y se los metí con fuerza entrando pasando los nudillos, luego giré la mano lentamente y le metí el dedo gordo en el culo, traté de cerrar la mano y ella gritó:
– ¡Aaah… mi amor, te amooo… eres mi hombreee…! – me dijo mientras jugaba con mi pelo.
Le saqué la mano y de un golpe mi boca se zambulló en esa deliciosa y espaciosa almeja, le chupé los labios y se los mordí suavemente. Me demoré en cada paso para saborear cada instante y degustar esos jugos. Luego le pasé la lengua a lo largo del coño, sosteniendo sus labios bien abiertos con mis manos. Le enloquece que le pase la lengua, además la tengo bien entrenada, ancha y larga. Le chupé el culo y le metí la lengua en el coño alternadamente. Ella se enloquecía, me agarraba la cabeza y me la empujaba más entre sus piernas. Se estaba corriendo, pero yo la seguí chupando, sosteniendo las convulsiones presionando sobre el pubis con fuerza, mientras ella me comprimía más la cabeza y yo le chupaba el coño más y más.
Cuando estaba por correrse otra vez, aparté mi boca, la situé bien en la cama e hicimos un 69, con ella debajo. Sara pone la mano para no atragantarse, pero me la chupa magistralmente.
– ¡Que hembra que eres Sara! – le dije – Con razón los machos que te follaron antes que yo, quieren volver contigo, eres una maestra en la cama!
Sé que el ex marido y la pareja que tuvo después, quisieron acercarse a ella nuevamente, pero creo que por ahora mi polla tiene más poder.
No quise correrme en la boca, aunque ganas no me faltaban, así que se la saqué y sé que ella ya se corrió otra vez. Nos abrazamos nuevamente, nos besamos y noté el sabor de mi polla en su boca, así como Sara probó también sus jugos en mi boca. Estuvimos así unos minutos hasta que se me fue un poco la sensación de lanzar mi leche. Ella se quedó boca arriba y me arrodillé entre sus piernas, se las levanté hasta mis hombros, le coloqué la cabeza de la polla en la entrada de la cueva y de un solo empujón se la clavé hasta el fondo, haciéndola suspirar y quejarse de gozo. Le di dos o tres bombazos y se la saqué. Luego me coloco el condón que había dejado en la mesita de noche y en la misma posición, se la ensarté de nuevo hasta el fondo.

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– ¡Que buena está tu polla!
– ¿Te gusta hembra mía… te gustan mis 20 cms… es mejor polla que las otras que te ensartaron? – le preguntaba.
No sé si es la más grande que se comió, pero me gusta que lo diga.
– ¡Siiiiií… mi amor, es la mejor y la más grande… oooh… como amo tu polla!
Le di bombazos un buen rato, hasta que se corrió nuevamente. Luego la puse a cuatro patas y nuevamente se la metí hasta el fondo y fuerte, la agarraba del pelo, le levantaba la cabeza con fuerza para que viera en el espejo que tiene en la pared, como me la follaba y le daba fuerte como le gusta. Es una yegua perfecta y realmente es un vicio para mí.
Pronto bajé el ritmo y la bombeé suavemente. Hasta ese momento la tenía agarrada de la cadera, sin dejar de follarla ni de tocarla, pero fui deslizando mis manos hacia sus rodillas hasta que de un tirón le estiré las piernas a la vez que se salía la polla de lugar. Entonces la puse de costado. Ella se dejaba hacer. Le levanté una pierna y yo, todavía de rodillas, se la metí hasta el fondo. Quedó con la pierna derecha sobre mi hombro y la izquierda por debajo de mi cuerpo, entre mis piernas flexionadas y me quedaban las manos libres para sobarle bien las tetas. Probamos distintas posiciones, nos besamos, nos manoseamos hasta que, con nuestras piernas entrelazadas, le eché el polvo más sensacional que recuerde, disfrutando esa mirada de hembra bien follada.
No sé a dónde llegará esta relación, que podríamos llamar enfermiza, porque hacerle el amor para mí es una razón para vivir. Me gustaría enredar a mi esposa de tal manera que las pudiera tener a las dos en la cama, así mi esposa aprendería a follar mejor o más a mi gusto, o quizá tenga que mandarla de vacaciones “sola” a alguna parte y que la follen bien follada. La cosa es que el sexo ocupa mucho espacio en mi cabeza.
En estos momentos estoy pensando en llamar a Sara al trabajo para ir a recogerla y echarnos un buen polvo. Ella trabaja en una agencia de turismo y en el trabajo ya me conocen, aunque no me vieron nunca la cara.
Tengo más cosas para contar, pero será en otra oportunidad. Sara se presta para todo en la cama, por eso se me ocurre follarla entre dos, me gustaría pero…
Saludos y hasta otra.

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