Relato erótico
Mi amor de siempre
Cualquier persona que me conoce da por supuesto que mi matrimonio es feliz. Quiero a mi marido pero hay un hombre en mi vida, desde mi adolescencia al que no he podido olvidar y al que todavía veo.
Sara – Valencia
Tengo 42 años y estoy casada Mi matrimonio sería perfecto sino estuviera enamorada de mi cuñado. Tengo un marido que me quiere unos hijos preciosos, la vida solucionada económicamente pero… amo a otro. Todo empezó cuando mi hermana mayor, Ángela, cogió novio. Ella tenía 20 años y yo era una cría pero me sentí atraída por aquel chico alto, elegante, simpático y muy guapo. A mis padres les cayó muy bien y pronto parecía que había formado parte de la familia desde siempre.
Entre Manuel, este chico, y yo nació también un buen entendimiento fruto de una atracción especial que me producía. Una atracción que por aquel entonces yo no sabía que era sexual. Pasaron los meses, también algunos años y mi hermana y su novio se casaron. La noche de la boda, sin dejar de alegrarme por mi hermana que tenía atado al hombre que quería, yo lloré por haberlo perdido para siempre. A pesar de intentar olvidarlo, su presencia casi semanal en la casa, mantenía abierta mi herida y así llegamos al día en que cumplí los 19 años.
Yo me había convertido en una mujer muy atractiva según los chicos. Así como mi hermana era alta, esbelta, con muy poco pecho y un culo pequeño aunque respingón, yo me parecía mucho a nuestra madre. Era más baja que Ángela, más rellena, con grandes tetas y un culo bastante gordo. La familia me hizo los regalos correspondientes pero la mayor alegría la recibí de Ángela y Manuel al invitarme a ir una semana con ellos a Marruecos. A mis 19 años, Manuel ya tenía 32 y mi hermana 27. Acepté la invitación loca de contento y, con poco tacto, lo reconozco, salté al cuello de Manuel y le llené la cara de besos mientras le daba las gracias.
– ¡Oye, jovencita, que yo también he contribuido al regalo! -dijo mi hermana haciéndose la enfadada.
También la besé a ella pero aquella noche, en la cama, me masturbé por primera vez pensando en el cuerpo de Manuel, donde yo había estado pegada como una lapa, en los besos que le di y en algo duro que me pareció notar en su entrepierna.
Yo aún era virgen pero ya sabía perfectamente que era una polla y cómo funcionaba. Llegamos en avión a Rabat y luego, en taxi, nos dirigimos a una población de la costa, muy turística, en uno de cuyos hoteles nos alojaríamos durante aquella semana. Nos dieron dos habitaciones, una para mi hermana y su marido y otra para mí sola pero las dos habitaciones se comunicaban por una puerta interior.
El tiempo era magnífico y como aún era temprano para ir a comer decidimos echarnos un rato en la fresca agua de la piscina del mismo hotel. Nos pusimos el bañador pero yo, con toda malicia, me puse únicamente la braga dejando el sujetador del bikini sobre la cama. Llamé a la puerta de comunicación y al decirme mi hermana que podía pasar, pasé. La cara que pusieron los dos al ver mis tetas al aire, tetas grandes, redondas e increíblemente duras, con pezones marrones y aureolas abultadas, era todo un problema.
– ¿Se permitirá aquí ir en top-less? pregunté con cara de inocencia.
– Si se permite o no me importa muy poco – casi gritó mi hermana cuando pudo recuperar el habla – pero yo te prohíbo terminantemente ir de esta forma. ¡Vete a tu habitación y ponte el sujetador, fresca, más que fresca!
Miré a mi cuñado, que tenía los ojos fijos en mis pechos, sonreí y alzándome de hombros regresé a mi cuarto cerrando la puerta. Cuando salí al pasillo con mi bikini, las sandalias y una toalla, ellos ya me estaban esperando. Mi hermana también llevaba bikini y reconozco que tenía un hermoso cuerpo pero me fijé más en el de mi cuñado, contemplando sin demasiado disimulo sus músculos, su culo pequeño y duro, sus muslos fuertes y el bulto de su entrepierna. En la piscina, mientras mi hermana se lanzaba al agua Manuel, sonriendo, me dijo:
– ¿Sabes que estás muy buena cuñadita? Parece mentira… ayer eras una niñata y hoy ya eres toda una mujer.
Sin contestar, también me eché al agua. Mi objetivo estaba logrado. Manuel me veía ya como una mujer. Lo sentía por mi hermana pero no iba a parar hasta follármelo. Manuel tenía que ser mi primer hombre. Todo el rato que estuvimos en la piscina, tomando el sol o bañándonos, no hubo un solo instante que no sintiera la mirada de mi cuñado sobre mi cuerpo. Incluso en algún momento, estando dentro del agua, noté como sus manos, “sin querer”, me tocaban más o menos ligeramente, el culo o las tetas. Al volver a las habitaciones, nos vestimos para comer y después fuimos a echarnos una siesta. Me masturbé por segunda vez oyendo los entrecortados gemidos que lanzaba mi hermana mientras Manuel se la follaba. Imaginé que era yo la que tenía su polla en mis entrañas y me corrí mordiéndome los labios para que ahora no me oyeran ellos. Me quedé dormida hasta que mi hermana me despertó sobre las seis de la tarde. Dimos una vuelta por el pueblo, luego a cenar y acabamos entrando en la discoteca del hotel. Nos sentamos alrededor de una mesa, pedimos la consumición y Manuel sacó a su mujer a bailar. A la tercera pieza me sacó a mí.
A mí no me gustan las piezas lentas pero agradecí que en aquel momento fuera una de ellas la que sonaba. Me pegué a Manuel todo lo que pude para que notara la dureza de mis tetas en su pecho y el calor de mi carne contra la suya. Manuel no se apartó, al contrario, me dio la sensación de que él también se apretaba a mí ya que, casi al instante, noté aquello tan duro contra mi bajo vientre. Le miré a los ojos y le sonreí mientras removía mi sexo contra su verga. La pista ya estaba llena de gente así que Manuel bajó las manos de mi cintura a mis nalgas y me sobó el culo lo que quiso, haciendo que mi coño empezara a mojarse.
En este momento acabó la música lenta, empezando los movidos. La gente salió de la pista y tuvimos que dejar de apretarnos, volviendo a la mesa, con Ángela. Hablamos un rato hasta que Manuel dijo que iba al lavabo. A los dos segundos me levantaba yo y decía a Ángela que también tenía necesidades. Alcancé a Manuel justo en la puerta del lavabo de caballeros.
-Mira si hay alguien dentro – le dije muy nerviosa.
– Hay un tipo -me contestó después de mirar -¿No pretenderás…? añadió adivinando mis intenciones.
– Siempre vamos a tener a mi hermana en medio – dije – así que hay que aprovechar todas las ocasiones.
No me daba cuenta de que estaba actuando como una golfa consumada y eso debió pensar Manuel pues nada más salir el tipo que estaba dentro, me cogió de un brazo y nos metimos en uno de los reservados, cerró la puerta y abrazándome, me besó como un loco mientras sus manos me recorrían todo el cuerpo, sobaba mis pechos y mis nalgas hasta que, levantándome la falda, dejó mi culo al aire. Me dio la vuelta, me inclinó hacia adelante y de un golpe me bajó las bragas hasta las rodillas. Cuando noté una cosa muy dura apretarme la raja del coño, tuve miedo.
-Con cuidado, por favor, es la primera vez… – le dije en voz muy baja.
– ¿La primera vez? – repitió soltándome de las caderas – ¿No lo has hecho nunca… eres virgen…?.
– Sí, soy virgen pero por favor, házmelo, quiero que seas tú, no sabes lo que te quiero, lo que te deseo…
– ¡Estás loca! – exclamó entonces, escondiéndose la verga -Tú también me gustas y me excitas pero… – me miró y esbozando una sonrisa, continuó diciéndome:
-No vengo preparado y no, no es aquí donde debemos hacerlo… Venga, arréglate la ropa y ya encontraré un lugar más cómodo que este.
– ¿Me lo prometes? – le dije subiéndome las bragas y llena de ilusión – ¿De verdad que me vas a follar?
– Sí, me apetece pero no así, como un ligue cualquiera – contestó, besándome en la boca – Vete a la mesa con Ángela que yo tardaré un poco más.
Miró fuera y cuando no había nadie en los lavabos, salí corriendo. Al llegar él volvió a bailar con las dos pero ahora, cuando la gente nos protegía de las miradas de Ángela, él me metía mano y me besaba poniéndome caliente como un horno. Nunca en mi vida había tenido yo las bragas tan mojadas. La raja no paraba de chorrearme líquidos que empapaban la tela e incluso la parte superior de mis muslos. Cuando ya nos encontrábamos cada uno en su habitación pude oír los gemidos que lanzaba mi hermana al ser follada por su marido. Me molestó un poco pensar que Manuel se había puesto cachondo conmigo y ahora la beneficiaria de su calentura era mi hermana y no yo. Para resarcirme acabé masturbándome, imaginando que las manos que me acariciaban los pechos y masajeaban mi coño eran las de Manuel y así me corrí murmurando su nombre.
A la mañana siguiente, ya en la playa y aprovechando que mi hermana estaba en el agua, Manuel me dijo:
– Le he dicho a Ángela que he de poner una conferencia por un asunto de trabajo así que cuando venga del agua me voy a ir. Aprovecha tú para buscarte también una excusa y nos vemos en tu habitación. ¿De acuerdo?
Al llegar Ángela y tenderse a nuestro lado, Manuel se marchó y yo, a los pocos minutos le dije a mi hermana que quizá había sido una equivocación que me invitaran a irme con ellos, que yo les cortaba la libertad, era una carga y encima me aburría. Mi propia hermana me dio la solución al decirme:
– No digas tonterías, estamos encantados de tenerte aquí pero quizá tengas razón en lo de que te aburres – y sonriendo, añadió – Anda vete a dar una vuelta por la playa y el hotel para ver si ligas a algún chico guapo pero, sobre todo, rico.
Salí pitando, pero hacia mi habitación. A los dos minutos Manuel llamaba a mi puerta. Nos abrazamos y con manos febriles empezó a desnudarme hasta dejarme a pelo. Era la primera vez que alguien me veía así y la verdad es que mi calentura estaba a tope. Todo me ardía, la piel, los pechos, el coño. Todo era como si tuviera fuego. Manuel me besaba entera. Chupaba mis tiesos pezones y bajaba por mi vientre hasta que tumbándome de espaldas en la cama, colocó la cabeza entre mis muslos y se comió mi coño por primera vez. Yo creía volverme loca. Aquello nada tenía que ver con las masturbaciones que yo me regalaba. El placer era muchísimo más grande así. Así me corrí por primera vez. Mientras me recuperaba de este primer placer, contemplé como Manuel se desnudaba. También por primera vez tenía al alcance de mi mano una polla real, de carne dura y tiesa. Me la puso en la mano y se la acaricié. También ardía, como mi piel.
– Pásale la lengua, cariño – me dijo entonces – Chúpamela un poco.
Lo hice, no sé si bien o mal, pero lo hice con ganas notando como aquella barra aún se endurecía más entre mis labios. Entonces me la sacó de la boca, me abrió aún más mis muslos y se colocó entre ellos. Agarró su polla con una mano y con la otra contemplé como se colocaba un condón. Gemí cuando el gordo capullo acarició mi mojada raja y volví a gemir cuando noté el empujón que me abría los labios. No eran gemidos de dolor pero sí lo fue el que lancé cuando Manuel, de una fuerte atacada, me la metió entera. Algo se rompió en mis entrañas. Mi cuñado acababa de hacerme mujer.
Ya dentro de mí, dueño de mi cuerpo, empezó a follarme. El suave dolor fue, poco a poco, substituido por un no menos suave placer hasta que de pronto, el orgasmo irrumpió en mi vientre. Grité, vencida. Aquello era increíble. Me moría de gusto. Lástima que el condón no me dejó sentir la descarga de leche de mi amante llenarme el recién desflorado coño. Quedamos los dos abrazados, gozando de aquellos instantes maravillosos. Luego, por separado, bajamos a la playa con Ángela.
Contrariamente a lo que había creído al encontrarme al lado de mi hermana no sentí el menor remordimiento. Ella tenía a mi amante todos los días y podía gozar de él.
Desde este día Manuel buscó todos los instantes precisos para volver a follarme. Al volver a Valencia aún lo tuvimos mejor por lo que nos convertimos en amantes pero como ni él ni yo queríamos hacer daño a mi hermana, ninguno de los dos habló jamás de que se divorciara de Ángela para unir nuestras vidas pero lo que sí yo hice fue buscarme novio y casarme, pensando que así olvidaría a Manuel. Fue en vano. Mi auténtico amor, es para mi cuñado al cual, cuando él quiere, me entrego sin limitaciones para gozar de todos los placeres del sexo.
Besos para todos.