Relato erótico
Mi amante secreta
Vio que su marido compraba la revista Clima y la ojeo. Leía los relatos, los contactos, pero no tenía muy claro que aquellos anuncios fueran “verdaderos”. Se decidió y puso un anuncio pidiendo una “perra sumisa”. Cuando creía que no contestaría nadie, recibió una llamada que cambiaría su vida sexual para siempre.
Me llamo María, tengo treinta y tantos años, casada. Tetas normales, pero muy tiesas y un hermoso culo grande y redondo. No soy un cuerpo 10 pero todavía hay hombres que me dicen piropos, incluso he visto alguno menearse la polla dentro del coche mientras me miraba cuando iba por la calle.
Soy lectora de tu revista desde hace poco más de un año, cuando por primera vez vi a mi marido comprarla en un kiosco. Al principio no me gusto y me enfadé ya que pensaba que era una cosa de “salidos”• Empecé leyendo una historia y acabé mirando fotos y anuncios.
Sinceramente, no creía que eso fuera verdad, pero me pico la curiosidad y quise comprobarlo personalmente, así que cogí un boli y un papel y empecé a escribir lo primero que se me ocurrió. “Busco perra sumisa…”
Después de más de un es esperando sin recibir noticias, pensé que todo era mentira y empecé a olvidarme del tema.
Cuatro días después sonó el teléfono sobre las 9.15 de la mañana.
-Buenos días, llamo por lo del anuncio…
-¿Qué anuncio? –pregunté-
-El de la revista Clima, en el cual buscas perra sumisa.
Le pregunté:
-¿Tienes las ideas claras y estás dispuesta a obedecer sin rechistar?
-Si mi ama –respondió-
Le di mi dirección y le ordené que estuviera en mi casa a las seis de la tarde. Llegó a la hora acordada, entró, nos tomamos un café y delante de mi marido le ordené que se desnudase. Se puso un poco colorada pero obedeció como una verdadera perra sumisa.
Cuando mi marido vio esas dos gordas tetas y ese chocho completamente afeitado, se bajo la cremallera y saco sus 20 cm de polla gorda. Empezó a meneársela y le dije:
-Para de meneártela y cómele el chocho.
Empezó a chuparle el chocho y a meterle la lengua hasta el fondo hasta que la perra cerró los ojos y empezó a gemir.
Estuvo como unos diez minutos chupándole toda la raja, de pronto paró, se agarró la polla y la colocó en la entrada de aquel mojado coñito y se la clavó hasta el fondo, follándosela sin parar.
Cuando mi marido se corrió sacó la polla chorreando leche, le dije a nuestra esclava que se la limpiara y la dejara reluciente y sin una gota de leche. Se arrodilló e hizo lo que le ordene.
Cuando terminó, me senté en el sofá con las piernas completamente abiertas y le dije que me comiera el chocho. Era su ama y quería disfrutar.
Me separó las piernas a tope, abrió los labios de mi chocho y empezó a lamer lentamente. Chupaba y lamia con un arte que me volvía loca.
Al principio de poner el anuncio solo pensaba en tener a una mujer para montar un trío y solo con mi marido. Lo de “perra sumisa” no sé ni porque lo escribí. Me imagino que en el fondo estaba convencida de que no nos iba a contestar nadie al anuncio, pero en cuanto vi que estaba dispuesta a obedecernos en todo, aproveche la ocasión.
Una de las cosas que más me gustan es que me coman el coño, pero mi marido ni lo sabe hacer ni le gusta hacerlo. Aquella era mi oportunidad.
En cuanto la vi arrodillada delante de mí supe que había tenido una idea excelente y ahora seguiré con el relato.
La muy guarra sabía lo que se hacía, pasaba su lengua a lo largo de mi raja y de vez en cuando se apropiaba de mi clítoris y lo mamaba. Sentía un gustazo tan grande que sin poder evitarlo le solté un lago y abundante orgasmo en toda la boca.
Lo que me sorprendió, es que en lugar de apartar la cara, siguió sorbiendo y bebiendo todo lo que salía de mi chocho y lejos de parar, se volvió a dedicar a chuparme y mamarme la pepitilla.
Era la primera vez que alguien me hacia algo así, y volví a correrme, pero ella no paraba. Consiguió que me corriera cuatro veces hasta que le dije que parara. No podía más.
Se levantó, le dije donde estaba el baño y cuando salió le dije que ya la llamaría. Mi marido estaba encantado de habérsela follado pero yo estaba muy caliente y quería volver a verla.
Aquella noche no pude dormir pensando en lo que pasaría al día siguiente. La llamé al mediodía, en cuanto mi marido se fue a trabajar. Ella, trabajaba de mañanas y sobre las cuatro de la tarde llegó a mi casa.
Nos fuimos directamente a la habitación y le dije que se desnudara y que se tumbara en la cama. Me saqué toda la ropa y sin decir ni palabra me puse encima de ella, con una rodilla a cada lado de su cara y le dije:
-Me vas comer el chocho hasta que me cansé y te ordene que pares.
¡Joder! Que gusto me estaba dando. Era el sueño de mi vida, que alguien me comiera el coño sin parar. Tenía un arte especial o simplemente que como mujer, sabia donde tenía que poner la lengua.
A los pocos minutos le solté mi primer orgasmo, pero como el día anterior siguió y siguió hasta que simplemente con apoyar la lengueta en mi clítoris me corría.
Tuve que decirle que parara, pero se me ocurrió algo. Tenía un consolador en el armario que ni siquiera había estrenado. Me lo había regalado mi marido para probar cosas nuevas pero, allí estaba abandonado.
Se lo di y le dije que hiciera lo que quisiera. La muy guarra sabía cómo emplearlo. Lo conecto y me colocó la lengüeta que vibraba en la pepitilla y me hundió el gordo falo de plástico en el chocho. Era una pasada, yo gritaba y pedía más sin parar. Acabé completamente derrotada pero tan satisfecha que no podía creérmelo.
Entonces le dije que se tumbara en la cama. Nunca había estado con una mujer ni con otro hombre que no fuera mi marido, pero estaba tan caliente que quería hacer cosas nuevas.
Le dije que se desnudara, tenía un cuerpo precioso y cuando vi aquel chochito depilado completamente entregado se lo toqué con suavidad. Estaba completamente mojada. Puse en marcha el consolador e hice lo mismo que ella había hecho conmigo. En cuanto la lengüeta le tocó el clítoris se corrió como una cerda, pero cuando la penetré con el enorme pollón, empezó a moverse sin parar. Se follaba el aparato como una posesa, gritaba y gemía pidiendo más y más. Perdí la cuenta de las veces que se corrió.
Volví a sentarme en su cara y no hizo falta decir nada. Me agarró de las caderas y me hizo correr por lo menos cuatro veces más. No podía parar… De pronto me entraron unas tremendas ganas de comerle el coño. Abrí sus labios, eran suaves y olían divinamente.
Estuvimos comiéndonos y follándonos toda la tarde hasta que llegó mi marido y nos encontró tomando un café. Le contamos que habíamos hablado sobre lo de que fuera una “perra obediente” y que a partir de ahora, follaríamos los tres, pero con “libertad”. Mi marido le dijo que le parecía bien y dijo que iba a darse una ducha. Como es lógico no le contamos nuestro “encuentro”, ni por supuesto le contamos que pensábamos vernos muy a menudo.
Teresa que así se llamaba se ha convertido en mi amante secreta y el placer que siento con ella el vicio que envuelve nuestras relaciones es algo que es difícil de explicar.
Un beso de una lectora fiel.