Relato erótico

Menudo putón

Charo
22 de abril del 2020

A su mujer le gustaban las pollas grandes y comerse coñitos sabrosos. Amantes de las playas nudistas, no tardo en darse cuenta que cerca de ellos había un chaval joven y con una buena herramienta.

Antonio – LA CORUÑA
Queridos amigos de Clima, somos de nuevo Marta y Antonio de La Coruña y para quien no haya leído nuestros anteriores testimonios os diremos que somos una pareja muy liberal de 42 años, yo me conservo muy bien a base de deporte y buena alimentación, Marta es una mujer muy caliente y nunca rechaza una buena polla o un coño sabroso, en una palabra, es bisexual. Mide de 1,65, va al gimnasio tres veces a la semana, tiene un buen tipo, buenas tetas, culo redondo y un don especial para ligar mujeres, cosa que a mi me encanta, pues también me beneficio de ello.
Después de esta presentación, vayamos al testimonio, que se desarrolla en la tarde y noche de un sábado del pasado mes de mayo. El día era soleado, aunque no muy caluroso. A eso de las dos de la tarde apareció Marta por el pequeño negocio que poseemos con la propuesta de pasar la tarde en la playa. A mi me pareció bien y después de cerrar, cogimos el coche y nos dirigimos a una nudista, que está cerca de nuestra ciudad y que habitualmente frecuentamos. Al llegar casi teníamos la playa para nosotros, pues solo había 18 ó 20 personas, elegimos un sitio apartado y allí nos instalamos, nos desnudamos y nos pusimos un poco de crema.
Llevábamos casi una hora sin que pasara nada y Marta me dijo:
– ¿Por qué no te acercas a por unos refrescos?
Al acercarme a un chiringuito que hay fuera de la playa, pasé por delante de un chico de unos 25 años, que estaba tomando el sol tumbado sobre su toalla y me llamó la atención su polla que, aunque flácida, debía medir sus buenos 16 ó 17 cm ¿Cuánto mediría después de pasar por la boca de Marta, en plena erección?, pensé. Seguí mi camino y al volver el muchacho ya no estaba, pero sí su toalla. No le di importancia pero al levantar la mirada vi a Marta sentada mirando hacia alguien que pasaba por delante de ella, como a cuatro metros. Entonces reconocí al muchacho que yo había visto antes, su polla se balanceaba al caminar y comprobé que para ella no había pasado desapercibida, entonces me senté al lado de Marta y le pregunté:
– ¿Cuánto crees que le medirá cuando la tenga tiesa?
– Si quieres se lo pregunto – me contestó – pero creo que llegará a 20 ó 22 centímetros, una buena polla, sí señor
– ¿Qué harías con ella?
– Le comería los huevos – confesó – hasta ponerla dura como el acero, luego le pasaría la lengua por el tronco, la ensalivaría bien y me la tragaría hasta que por su capullo salieran borbotones de leche que me tragaría con sumo placer y después volvería al ataque para que me metiera ese pedazo de polla en mi coño y vieras como me jode mientras te exprimo a ti la tuya. ¿Qué te parece?

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En la siguiente media hora el muchacho pasó dos veces más por delante de nosotros y Marta me preguntó:
– ¿Crees que llevará mechero? Le voy a pedir fuego y así veré más de cerca su aparato.
Dicho y hecho, se levantó, se acercó al chico y le dijo:
– ¿Por favor, me das fuego?
El la miró y dijo que no llevaba encima mechero pero que enseguida volvía, y así fue, se agachó delante de Marta, de nuevo sentada, y su polla casi rozaba la arena. Entonces Marta abrió las piernas dejando ver su coño abierto y húmedo al muchacho. Yo me fijaba en su polla que, poco a poco, se iba endureciendo, cosa que a ella no le pasaba desapercibida. Por la posición en la que estábamos, la poca gente que quedaba en la playa difícilmente podía vernos, Marta se había percatado de esto y estirando un brazo hacia el muchacho le preguntó:
– ¿Puedo tocarla? Me encanta tu polla y hace un momento le explicaba a Antonio lo que me gustaría hacer con ella.
Al momento el muchacho se sonrojó un poco y mirándome, dijo:
– Si a él no le importa, a mi tampoco.
Marta terminó de alargar el brazo y agarró aquella polla comenzando a masturbarla suavemente mientras le miraba a los ojos y decía:
– Te la voy a comer hasta vaciarte los huevos y después volveré a empezar para que folles y me bañes el coño de leche.
El ya tenía la polla dura como el acero, debía de medir como 20 centímetros, era gruesa y su capullo estaba hinchado como para llenar cualquier coño. Marta se tumbó y comenzó a lamerle los huevos y poco a poco fue subiendo por el tronco hasta metérsela entera en la boca.
– ¡Que bien la mamas, así, chúpala y vacíame! – exclamaba el chico – ¡Me gusta como lo haces…aaah…sigue… sigue…!
Yo los miraba, mi polla se endurecía y me masturbaba lentamente viendo como el muchacho no iba a aguantar mucho más tiempo y cuando dijo que se iba a correr, Marta se sacó la polla de la boca y apretando la base de aquel maravilloso instrumento, le dijo:

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– Este es el primer asalto, más tarde me tienes que joder y te aseguro que tendrás un buen recuerdo de nosotros.
Yo miraba aquella polla que no paraba de palpitar y estaba a punto de estallar. Marta dejó de apretarla con sus dedos y volvió a metérsela en la boca.
– ¡Ahora…! – decía el chaval – ¡Me corro… toma mi leche… oooh… trágala… así, así… que gustooo…!
Marta dejaba salir por la comisura de sus labios parte de la corrida, que era muy abundante, y sacando la polla de la boca, le dijo:
– ¡Vaya corrida, tenías el depósito lleno!
El se tumbó en la toalla y Marta, dando media vuelta me empezó a chupar la polla diciendo:
– Ven, dame tu leche, deja que te la coma.
Yo notaba en su boca los restos de la corrida anterior y a mi aparato debió de gustarle pues en menos de un minuto le soltaba mi descarga diciéndole:
– ¡Puta, zorra, como te gustan la pollas!
Después de tomarnos unos refrescos, nos dimos un reparador baño, charlamos sobre lo ocurrido y había pasado una hora cuando el muchacho dijo:
– Si a Antonio no le importa, me gustaría comerte el coño y luego llenártelo de polla.
– Cuando quieras – contestó Marta echándose hacia atrás sobre la toalla.
El metió la cabeza entre sus piernas comenzando una comida de coño que a ella la ponía a cien.
– ¡Así, cómemelo… muérdeme el clítoris… mete la lengua… cabrón, que bien lo haces… aaah… méteme los dedos como si fuera una polla… así, así me gusta…! – gritaba ella, añadiendo – ¡Antonio, dame tu polla, quiero chuparla…! ¿Me vais a follar los dos, verdad? ¡Dadme vuestras pollas, las quiero las dos, folladme…! Ven – le decía al muchacho – acuéstate que te voy a montar.
El se incorporó y luego se tumbó de espaldas en la toalla, Marta se giró, agarró aquella tranca, la dirigió hacia su coño y poco a poco la fue introduciendo hasta que hizo tope con los huevos. Se levantaba despacio y volvía a bajar de golpe.
– ¡Me estás destrozando, pero me gusta…así, fóllame… pero aguanta, no te corras aún…! ¿Notas como chapotea mi coño…? – decía – Parece un lago… me voy a correr pero tú no, espera… aaah… ¡Me corro… me corro… aaah…me voy… me voy!
El no se había corrido y yo tenía la polla dura, así que me acerqué por detrás, con mis dedos recogí flujos de su coño y se los metí por el ano diciéndole que se la iba a meter por el culo. Me costó un poco introducírsela por su agujero pero cuando estuvo empalada por las dos pollas, no paraba de gemir. Éramos tres cuerpos sudorosos disfrutando de una buena ración de sexo.

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– ¡Os voy a vaciar vuestras pollas, darme duro… noto como mi coño y mi culo se abren al máximo para tragar vuestras pollas… así, así… vaciaros dentro… regarme con vuestra leche…! – gritaba ella – ¡Sí… aaah… me corro… me corrooo… soltar la descarga ya… por favor, correros, correros…!
Reventamos los dos casi al mismo tiempo derramándonos dentro de ella. Luego descabalgamos de la yegua salvaje y todavía tuvo fuerzas para chuparnos y lamernos las pollas hasta dejarlas relucientes.
Bueno, fue una maravillosa experiencia de una tarde de playa y que continuó durante la noche, aunque no con tanta intensidad.
Un beso para todos.

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