Menos mal que fui

Estuvo a punto de no ir a aquella boda. Le aburren estas fiestas, pero era un compromiso. La juerga duró dos días y los novios habían alquilado unas habitaciones en el hotel para todos los que no queríamos volver a nuestras casas después de tomar copas.

Oscar – VALLADOLID
Lo que voy a contar, amiga Charo, ocurrió a raíz de la boda de unos primos nuestros, fiesta que duró dos días, para lo cual los padres de los novios habían previsto reservar habitaciones en un hostal de la misma localidad. Terminada la ceremonia de la boda, la comida, el baile y todas esas cosas, muy de madrugada los invitados nos fuimos a dormir en esas habitaciones reservadas.
Yo había bailado mucho con Lorena, una amiga de la novia a la que conocía de tiempo, casi un año atrás, pero lo que se suele decir, nada más que amigos.
De repente esa noche, mientras intentaba dormir, oí unos ruidos en la habitación de al lado. Al cabo de la media hora y al ver que no cesaban, mi curiosidad pudo con el sueño y me levanté, salí al pasillo, me dirigí hacia donde seguía escuchando los ruidos y me vi sorprendido por la puerta, que estaba entreabierta. La curiosidad me pudo y asomé un ojo mientras empujaba la puerta con la cabeza. Ella, Lorena, estaba allí, desnuda por completo encima de las sábanas. El ruido procedía de la calle, pero ella no se percataba. Yo no paraba de mirar su cuerpo mientras iba a cerrar la ventana y casi la despierto tropezando con su ropa. Llegué a la ventana y mientras la cerraba, note como ella se movía. No quise mirar, pero antes de que me diera cuenta, se había levantado y notaba como estaba detrás de mi rozando con sus pechos mi espalda desnuda.
Sintiendo escalofríos de placer por mi cuerpo, me volví despacio mientras notaba el roce de sus manos a medida que giraba. Por fin acabé frente a ella, la luna la iluminaba y veía como mis manos iban a sus pechos y los estrechaba sintiendo como sus pezones emergían durísimos en medio de de ellas. Me cogió las manos en sus pechos y los apretó más, notando como mi polla se despertaba de su letargo. Ella también se dio cuenta y decidió usar sus manos para quitarme la única cosa que llevaba y parecía ser que la molestaba, mi pantalón. De nuevo los dos enfrentados y desnudos, quise tocarla, pero ella retrocedió hacia la cama, incitándome a mi a seguirla como si de un hilo estuviera atado a ella.
Hizo que me tumbara boca abajo en la cama, ella se sentó sobre mis nalgas y recorrió toda mi espalda con sus pechos, sintiendo como si dos gordas agujas me recorrieran. Estaba realmente excitada cosa que me susurraba constantemente, mientras su lengua recorría mi oreja y cuello. Acto seguido noté como se movía suavemente, restregando su coño contra mis nalgas, haciéndome sentir cierta humedad, cosa que me excitaba cada vez más. Luego prosiguieron las caricias con su lengua, pero ahora empezando por recorrer mis pies, piernas, nalgas, espalda y cuello. Ahora los escalofríos que sentía eran de un placer extremo deseaba que me pidiera darme la vuelta, pero ella estaba al mando de la situación y yo no me atrevía a pedirla nada, sino que hiciera cuanto quisiera.

De pronto se levantó, quise girar la cabeza para ver su cuerpo, pero volvió con algo que había cogido de la silla, me dijo que echara hacia atrás mis brazos. Había cogido mi cinturón y me ató con él las manos diciéndome dijo que esa noche me iba a hacer todo lo que siempre había imaginado que una mujer podría hacerme.
Sus pechos estaban erguidos, los noté cuando me maniató. Ella estaba igual de excitada que yo y nunca me habría podido imaginar la dominación de la mujer frente al hombre. Ella mandaba sobre mi y yo era su banco de pruebas. Seguía boca abajo, hizo que abriera mis piernas, quería encontrar algo entre ellas, y realmente estaba ahí, erguido, esperando a que lo encontrase, mi verga estaba terriblemente dura, tanta excitación era inusual cosa de la que ella se dio cuenta y me giró en la cama, cogió mi miembro erecto con su mano y lo empezó a sacudir con fuerza, llevándoselo a sus carnosos labios.
Contemplaba desde mi punto de vista como me poseía poco a poco. Parecía una serpiente reptando por mi cuerpo resbaladizo, pues su sudor y el mío se entremezclaban y una ligera brisa con olor a sexo se podía percibir en el ambiente. Seguía húmeda y yo excitado, mis manos no podían hacer nada, solo con mirar conseguía excitarme y ella solo con rozar mi cuerpo se excitaba más aún. De pronto me cabalgo en el cuello y llegué a pensar que me ahogaría, pero tenía la suficiente firmeza en sus muslos y piernas como para no ahogarme y poder disfrutar de su sexo húmedo, caliente y excitado. Yo ponía los ojos y mi boca, y ella su sexo y sus manos. Se tocaba con sus dedos, la tocaba con mi lengua, el sudor se mezclaba con sus fluidos, el terreno era resbaladizo.
De repente se levantó, no sin antes agacharse delante de mi cara, poniéndome sus pechos en mi boca para que degustara el sabor de su sudor. No pude evitar pellizcar con mi boca sus pezones, cosa que la hizo estremecer con un quejido silencioso que noté al quedarse ella allí unos segundos retenida. Luego se dio la vuelta y vi como se giraba. Ante mi tenía su espalda y sus nalgas abiertas de par en par enfrente de mi cara. De repente noté como sus pechos rozaban mi vientre y sus labios besaban mis muslos, como sus manos acariciaban mis piernas sudorosas de placer y como levantaba su trasero acercándomelo a mi boca despacio.
Mientras yo rozaba con mi lengua su sexo, ella con la suya hacia lo mismo en mi miembro. Cosa que yo hacia, ella la repetía, era como mi alumna. Pero el placer era mutuo, era extremo, era mi amiga, era mi amante.

Pero llegó un momento en el que yo no podía aguantar mucho más, estaba tremendamente excitado y quería correrme, así se lo dije y consintió. Me levantó hasta los pies de la cama, ya que yo no tenía movilidad, ella se sentó en el suelo y me miró lascivamente, quería que la inundase con mi semen por su cuerpo. Entonces procedió a continuar la felación más excitante jamás vivida, de la que ella era parte importante y consiguió que me corriera, eyaculando tal viscosidad que jamás había podido ver, recorriendo por su cuello y deslizándose por sus pechos.
No podía creerme lo sucedido, seguía igual de excitado. Parecía que no me hubiera corrido. Ella procedió a limpiarse su cuello y su pecho, y luego limpió mi polla que, como digo, seguía erguida, quería más y por supuesto sentía tremendas ganas que me dejase libres las manos para poder acariciar tal bella escultura de piel. Tras no pocos esfuerzos, al fin conseguí deshacerme del cinturón. Por fin estaba libre y sentía deseos irrefrenables de penetrarla, sentirla gemir, y sentir su calor en mi verga
Se puso de pie delante de mi, mientras yo seguía sentado a los pies de la cama. Se acercó a mi y noté como su sudor limpio tocaba mi nariz. La olí, la lamí y la cogí con mis manos acercándola más. Podría haberla atravesado pero ella me agarró del pelo y tiró de mi cabeza para atrás. Fue entonces cuando con una pierna empezó a abrazarme y a empujarme hacia la cama. Noté su sexo húmedo y puse mi mano sobre él, frotando despacio y viendo como se estremecía, echándose hacia atrás arqueando su espalda, dejando que sus pechos fueran lo único que viera en mi horizonte visual. Con esa mano humedecida de sus fluidos comencé a masajearla los pechos, siempre erectos, los agarré con mis manos y la atraje hacia a mi.
Tumbados, ella encima de mi, se deslizaba y notaba como mi polla se apretaba en sus nalgas, impidiendo que bajara más. Mis manos la cogían por lados y poco a poco notaba como empezaba a penetrarla, primero con la punta. Metiéndola y sacándola notaba el cambio de temperatura, caliente y húmedo, frío y seco, bien adentro, mal afuera, y cada vez un poco más hasta que entró toda, y sentí como me iba a correr de nuevo. Esta vez sería dentro, se mezclarían sus fluidos y los míos. Pero de repente ella se levantó y se sentó encima de mi miembro, entrando de una sola vez, profundamente. Fue cuando ella empezó a moverse en círculos, a los lados, arriba y abajo y mis torpes manos solo conseguían acariciar sus pechos y apretarla hacia mi agarrándola de las caderas resbaladizas.

El final os lo podéis imaginar, sudorosos, excitados, desnudos, insaciables, al menos ella. Yo me dejaba. Pero cuando acabamos tan magnifica faena, me fui a mi cuarto para intentar dormir, me llevé mis pantalones en la mano, los dejé encima de la silla y caí en la cama rendido de placer. Cerré los ojos y debí quedarme dormido. Cuando me desperté, me di la vuelta y a mi lado estaba ella mirándome, esperando a que despertara para continuar donde lo habíamos dejado. Esta vez no usó el cinturón, yo usé el pantalón del pijama para taparle los ojos, y no pararon sus orgasmos hasta bien entrada la noche. Lo que dan de si 24 horas.
Besos, amiga Charo.