Relato erótico

Mejor no mezclar

Charo
1 de febrero del 2020

Sabe, por experiencia, que no se puede mezclar el trabajo con el sexo. Aún así, no pudo resistir la tentación. Aunque esta vez fue mucho más “estratega”.

José Mª – Barcelona
Me llamo José Mª y tengo 38 años, trabajo en una oficina bancaria y en ella trabaja también Carmen. Ella es mayor que yo, 42 años, casada y con hijos. Cuando la conocí no me llamó demasiado la atención, es decir, nunca me gustó meterme con mujeres casadas, novias o en pareja, no sé, lo veía como algo muy complicado para manejar, por lo menos para mí. Pero el hecho de tener que trabajar en un mismo ámbito todos los días, y que muchas veces pasamos más tiempo en nuestro trabajo que en nuestras casas, hace que uno cambie. Yo soy bastante extrovertido y si bien ella tenía en un cargo superior al mío, el ambiente de la oficina era bastante distendido y solía hacer bromas a mis compañeros de trabajo.
Con el tiempo, a mis compañeros, debido a cambios estructurales, los trasladaron a otras agencias, por lo que en el transcurso de 3 ó 4 meses pasé a ser el único hombre entre cinco mujeres. Yo ya había salido en una ocasión con una de las chicas, pero no resultó, ella quedó resentida y comenzó a hacerme escenas en el trabajo, por lo que adopté la filosofía de no mezclar el trabajo con el sexo.
Esta filosofía me daba más libertad de trato ya que no veía a ninguna de mis compañeras como presas sexuales sino como amigas. Hasta que un día de esos en los que no pasa nada, en los que nadie quiere nada urgente, no hay entrevistas, no hay reuniones, se me ocurrió enviar un mail a Carmen, pero sin que supiera que era yo, y le dije que no nos conocíamos, que me gustaba conocer gente nueva y cosas así.
Grande fue mi sorpresa al recibir su respuesta casi inmediatamente. Me contaba que estaba felizmente casada, que trabajaba en un banco, que era una mujer muy ocupada y que no le interesaba escribirse con nadie.
Enseguida le respondí que era muy considerada de su parte en responderme, que no era fácil encontrar alguien así de atento, que bla… bla…, que muchas gracias, pero que no se asustara que yo no buscaba nada raro. Ahora ella no respondió nada.
Yo la podía ver desde mi oficina a través de unos paneles de cristal.

Deje pasar una semana y en otro momento de tranquilidad volví a escribirle pidiéndole por favor que me asesorara sobre un tema bancario. Todo falso. Ella me respondió que estaba muy ocupada, que no podía, y entonces le mandé una foto de un perro cocker spaniel con cara de tristeza y un cartel “por favor”, sabiendo que ella tenía uno de esos perros y lo quería mucho. Me gustó ver su cara a través del reflejo sonriendo al abrir ese mail. Finalmente me respondió y me asesoró perfectamente sobre el falso problema, se lo agradecí y me despedí.
Dejé pasar dos semanas o tres, y le escribí, empezando con esa foto del perrito. Le contaba que todo había resultado según ella lo había dicho, que quería agradecerle, que la podría ir a ver, pero ella contestó con un rotundo no. Entonces le dije que me iba a mudar a otra ciudad y que no se lo podría agradecer y todo quedó ahí.
A la semana siguiente le escribí para decirle que ya estaba establecido, que me habían trasladado por mi trabajo, etc. y sentí como que ella se soltaba, comenzando a intercambiar mails, en los que yo me inventé un trabajo, una novia, amigos, hobbies, siempre buscando coincidencias con ella, por ejemplo que mi mejor amigo se llamaba Alex, como el nombre de uno de sus hijos, o que me había comprado el compact de algún cantante que sabía que a ella le gustaba y eso hacía que ella se sintiera más cercana y el hecho de estar a muchos km. la hacía sentir liberada, ya que jamás nos íbamos a encontrar en un cine o algo parecido, como para complicarse con su marido.
Me gustaba llamarla cuando sabía que estaba leyendo algún mail mío para ver que me decía.
– Carmen… ¿estás ocupada? Necesitaría urgente esos papeles…
– Bueno, sí, esto… ya te los busco – y ponía cara de fastidio.
A veces chateábamos, yo hacía como que hablaba por teléfono u ordenaba papeles, ya que ella también me podía ver por el vidrio, y a veces en la hora de almuerzo, me iba a un cyber café solo para chatear con ella y estando allí, la llamaba desde mi móvil y le decía que estaba entretenido por el tráfico sin que ella tuviera ninguna sospecha de que
era yo.
Poco a poco comencé a preguntarle sobre sus compañeros de trabajo y ella me contaba que había un solo hombre y que eran cinco mujeres, y yo le decía que seguramente ya debían de habérselo pasado bien con él, pero no, que a ella no le interesaba, le pregunté que si lo consideraba feo, y me dijo que no, pero que ella estaba casada. Yo le decía que eso no tenía nada que ver, que un buen revolcón le vendría bien, ya que finalmente me confesó que su marido estaba saliendo con otra mujer, pero que no se iban a separar por cuestiones sociales y económicas, que él no pensaba dejar su casa y que hacia más de un año que no tenían relaciones.
Esa confesión hizo que comenzara yo a contarle mis hazañas sexuales con mi novia, sin perder la oportunidad de contarle con detalle mis aventuras de sexo y placer que a ella, aunque no me lo decía, yo sabía que le gustaban.

Le dije que estaba seguro que necesitaba desahogarse con alguien y que no veía nada de malo en que fuera con su compañero de trabajo, le dije que le prestara atención, que seguramente él tenía ganas de acostarse con ella, que se fijara si la miraba, que buscara lugares para ver, por medio del reflejo, si él la miraba, y yo, a propósito, la miraba más descaradamente, y cuando iba a su oficina le miraba el escote y enseguida a otro lado, pero ella se daba cuenta.
Más tarde me decía en su mail que no se sentía deseada desde hacía mucho tiempo, que no sabía qué hacer, que tenía miedo, etc. y yo le fui indicando que hacer. Le dije que un día especifico, organizara una reunión de trabajo después de última hora, con él y alguien más que ella supiera que no podía quedarse mucho más tarde. A la tarde del viernes, por lo general mucho personal organiza y se va más temprano y recuperan horas en la semana, por lo que para la hora de la reunión solo quedábamos cuatro personas. Una se fue a la media hora al recibir una llamada de su casa y quedamos solo Carmen, Julieta y yo.
Julieta debía irse al médico, por lo que nos acompañó solo una hora y se marchó.
Al momento de cerrar con llave la puerta, al irse Julieta, le dije a Carmen, que debía revisar unos mails importantes de la casa central, y ella dijo que aprovechaba para hacer lo mismo. Yo, previamente, le había enviado un mail contándole como le había hecho el amor a una vecina, que le mordía los pezones, que le besaba el cuello, que la penetraba con fuerza. Era un mail súper largo, pero pensado para excitarla, y cuando ella estaba en su oficina, la llamé por el teléfono interno y le dije que yo tenía que responder los mails que había recibido y si no le molestaba postergar el trabajo 20 minutos, a lo que ella respondió que no. Pude ver como se acomodaba mejor en su escritorio y leía atenta el mail. Yo lo único que hacía era mirar como se mordía los labios, como se movía inquieta, seguramente frotando sus muslos, acariciándose tal vez.

Tenía mas o menos cronometrado el tiempo de lectura del mail como para saber en que momento aparecer por su oficina. Me había sacado la chaqueta y la corbata, y me acerqué sigilosamente hasta su oficina sin que ella notara mi presencia hasta el momento en que se tocó un pezón y automáticamente, como invadida por la vergüenza, alzó la vista como si hubiera hecho algo malo y temiera ser descubierta. Y había sido descubierta, estaba toda colorada, yo no sabía si era por la sorpresa o por la excitación. Entonces le pregunté si todo bien y ella me dijo que sí.
Sus pechos habían crecido y notaba a través de la blusa sus pezones marcados. De pronto ella se levantó y vino hacia mí como para abrazarme, y como yo no me moví, su cuerpo rozó el mío y ella notó mi miembro atrapado dentro de mi pantalón, camino dos pasos y se dio vuelta de repente, justo cuando yo caminaba muy cerca y casi se cae por lo que la abracé fuertemente.
Ninguno de los dos dijo ni una palabra. Allí estábamos abrazados y perplejos, entonces la besé, primero suavemente, pero enseguida ese beso fue pasión, fue liberación, más de un año sin relaciones, un montón de mails que, como piezas de ajedrez, combinaban para que finalmente mi reina cayera a mis pies. Ella era pura pasión, dolor, fuerza, amor, todo junto en un beso, en una caricia, en un abrazo.
Comencé a desabrocharle la blusa y ella hacía lo mismo, pero de manera más salvaje, tanto así que un par de botones salieron volando. Ella me besaba y mordía en donde podía, mi cuello, mis hombros, besaba y mordía mis pezones mientras yo masajeaba sus pechos y acariciaba sus pezones, oyéndola gemir. Así fuimos desnudándonos mutuamente, la acariciaba y ella me cogía de la cintura atrayéndome hacia ella.

Pronto me bajé los pantalones y quedé totalmente expuesto a sus caricias. Al instante se arrodilló y se metió mi polla en la boca, comenzando a lamerla, besarla, morderla, masajearla, menearla… Era la primera vez que lo hacía y yo lo sabía por los mails que nos habíamos escrito, pero sabía que ella lo disfrutaba tanto como yo, pero tuve que empujarla para no correrme en su boca.
La levanté y la llevé a la sala de reuniones donde había un sillón bastante amplio, la senté y la obligué a abrir las piernas, comenzando a besar sus muslos, acariciándola desde los tobillos hasta la boca. Ella nunca había tenido sexo oral ya que a su marido, según me había dicho, le daba asco así que se le estaba cumpliendo una fantasía y la estaba disfrutando ya que yo soy un experto en esta cuestión del sexo oral con las mujeres. La hice orgasmar varias veces antes de penetrarla. Ella gozaba, gemía y gritaba, y yo la complacía.
Al final me corrí en su cara, ella quedó rendida, nos abrazamos, compartiendo nuestros flujos y líquidos un buen rato. Después nos limpiamos mutuamente en el baño y cancelamos la reunión de trabajo.
Luego decidimos ir a cenar algo y más tarde la llevé a su casa.
Hace un par de meses de esto, y ahora tenemos más reuniones, pero las tenemos fuera de la oficina, a escondidas, y nadie sospecha nada.
Sigo siendo su confidente desconocido por mail y le sugiero nuevas experiencias llenas de placer. Esta semana me entregará su culo.
Saludos y hasta otra.

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