Relato erótico

Mejor de los esperado

Charo
15 de diciembre del 2018

La conoció en un chat de internet. No se intercambiaron fotos pero hablaron de muchas cosas íntimas. Aunque vivían en ciudades diferentes, se citaron, se “conocieron” y vivieron unos días de desenfreno sexual.

Pepe – BARCELONA
No nos conocíamos personalmente, nos habíamos conocido por internet, chateábamos, pero nunca nos habíamos visto hasta que decidimos conocernos y nos citamos.
Vivimos en distintas ciudades Mónica en Pamplona y yo en Barcelona, ella tuvo que viajar en avión mientras que yo la esperaba en el aeropuerto con todo preparado, ya que ese era el trato.
Me desesperé pensando en como sería, si la reconocería al verla. Yo llevaba un traje color plomo, aunque la verdad no gusto mucho de vestirme tan elegante pero este era un día especial y como acordamos, yo la esperaría a la salida de pasajeros nacionales con mi traje plomo mientras que ella vendría con un vestido rojo.
Comenzó a salir la gente pero no vi a nadie de su edad, ni con las señales que me dio. ¿Quizás no había venido? ¿Se arrepintió o se retrasó su vuelo? No, era el número de vuelo que ella misma me facilitó. Casi resignado miré otra vez y de pronto allí estaba, tal y como me imaginé. Nunca la había visto ni en foto, y sin embargo los dos nos reconocimos de inmediato, los dos sabíamos quien éramos. En efecto estaba preciosa con un vestido rojo tan llamativo como corto, al principio no distinguía bien su rostro pero si su cuerpo. Lo primero que me llama la atención de una mujer son los pechos, unas tetas grandes y firmes que sea posible maniobrar con mis manos, que son grandes y con dedos largos, y ni que decir de las caderas unas caderas amplias con un culito bien formado y redondito que sea posible encajarlo muy bien, y para cerrar una cinturita que pueda arrugarla con mis manos. Eso era lo que esperaba y si bien sus nalgas no eran tan grandes como desearía, de lejos se apreciaba que lo que tenía era muy redondito y bien respingón.
Al acercarme por un instante dudamos, pero en cuestión de segundos reaccioné y me ofrecí a llevar su maleta que no era muy grande. Era una chica practica lo sabía, pero muy prevenida. Nos saludamos aunque no somos del tipo que saluda mucho, más bien decimos cosas con la mirada, cosas que no se pueden decir con tanta gente a nuestro alrededor, pero que pronto las gritaríamos.
Pues bien después del encuentro salimos del aeropuerto al coche que tenía en el aparcamiento. Abrí la puerta para que pudiera entrar y mientras se acomodaba en el asiento yo guardé su maleta en el maletero y al entrar al coche la sorprendí dando unos retoques a su maquillaje
– Hace calor – le dije tratando de hacer mención a otro tipo de calor.
– Sí, un poco – respondió a la vez que parecía un poco cortante su voz.
– Deseas comer algo antes – añadí.
Parecía como sorprendida de mi pregunta, como diciendo ¿antes de qué? Pero sabía muy bien a que me refería y prefirió responder como evitando el tema.

– No, comí algo en el avión, por ahora deseo cambiarme de ropa y descansar un poco.
Sí, me encantaba esa actitud suya que hacía más interesante el momento. Puedo aceptar que las chicas fáciles hacen la vida más alegre, pero es más emocionante una chica que quiera darse de difícil, eso sí que me fascina. Sobre todo el descubrir en su mirada ese deseo de estar a solas en un lugar privado e intimo, pero que no quiere dejarse notar.
Por el camino no hablamos mucho, solo preguntas irrelevantes que no vienen al caso, además el viaje era corto, apenas 10 minutos del aeropuerto, lo había planeado todo y no quería cansarla con otro viaje largo. Al entrar al motel, de inmediato pasamos a la habitación que nos esperaba impaciente y al entrar se sorprendió diciéndome:
– Vaya, tienes buen gusto para escoger los lugares, me gusta.
Dejé su maleta a la entrada y colgué la señal de no molestar, el champán esperaba entre unos hielos, perfecto para esta época del año en la que hace tanto calor, lo miró como desinteresada y me dijo:
– Voy a refrescarme un poco, ¿te importa?
– Estás en tu casa – le contesté de inmediato con una sonrisa.
Mientras yo preparaba todo, no podría resistirse a lo que estaba por venir. Aflojé el nudo de mi corbata y me la saqué. No la necesitaría más, puse dos copas de champán cuando oí que estaba por salir y esperé sentado en el filo de la cama. De inmediato salió distinguiendo únicamente una toalla al derredor de su cuerpo. Eso si era excitante, su cabello largo aun mojado se contoneaba al ritmo de su cuerpo al acercarse a mí. De inmediato tomó la copa que adivinaba era para ella. Parecía haber dejado su frialdad en el baño y sonriendo aclaró su voz y me dijo:
– Salud por los nuevos amigo.
– Salud – repliqué pues en efecto éramos ya buenos amigos, ¿qué más podríamos ser?
Mientras tomaba toda la copa de un solo trago, yo me apresuré en servirme otra a mí y por supuesto a ella. Parecía acercarse más a mí, como esperando algo. Era hora de comenzar el juego así que me levanté separándome bruscamente de ella que me miró asustada, y le interrumpí algo que quería decir, haciéndole una pregunta fingiendo un poco de timidez e inocencia:
– Quería pedirte un favor, no sé como lo vas a tomar, no me conoces muy bien, solo por las cartas que nos hemos escrito, pero aun así deseo pedírtelo.
– Dime – contestó levantando su carita sorprendida.
– Es que he soñado con poder afeitarte tus partes intimas, si no te molesta – dije.
Soltó una carcajada, mientras, yo la miraba atemorizado de haber metido la pata y cuando al fin dejó la risa, atinó a decir:
– Está bien, aunque te advierto que no tengo mucho bello púbico.

– No importa – respondí de inmediato – Esto va a ser interesante.
Coloqué rápidamente una almohada en el sofá y la invité a que se sentara, caminó unos pasos y deteniéndose frente al sofá, dio la vuelta.
– Bien, para que lo hagas más cómodo tengo que quitarme esto –dijo refriéndose a la toalla
Lo hizo lentamente, a propósito, primero dejándome ver una de sus tetas, muy grandes y hermosas, aunque un poco caídos, por el peso talvez, a continuación la derecha y el resto de su piel blanca que se percibe muy tersa y muy ardiente, casi sin defectos. Luego fue separando la toalla hacia su ombligo y me obligó a ver sus piernas que no me había fijado. Eran hermosas, esbeltas y muy bien contorneadas, hasta que definitivamente decidió deshacerse de la toalla. Lo hacía como si nadie la viera aunque estaba claro que lo hacía para aumentar el ambiente de erotismo y sensualidad. Entonces me saqué la chaqueta y me acerqué a ella:
– Espera – me dijo.
Contemplé como se sentaba en el sofá y en efecto, su feminidad estaba casi libre de vello, una única línea vertical que seguía hasta su entrepierna era lo único que logré vislumbrar en este momento. Mi polla comenzó a endurecerse si ningún control viendo estas bellas imágenes y en ese momento le oí decir:
– Ya me has visto desnuda pero no te voy a dejarme hacer nada si antes tú no te sacas toda esa ropa y hazlo despacio que quiero disfrutar del show.
Sin decir nada así lo hice y sin más preámbulos comencé desprendiéndome de mis prendas hasta que al que quedarme solo con mi slip la vi claramente morderse el labio inferior, quizás imaginándose ya el bulto que tenía para ese entonces, más que duro y bien erecto. Luego me desprendí del slip y de inmediato me acerqué hacia ella, agachándome para alcanzar la jarra con agua tibia y mezclándola con un poco de jabón unté poco a poco la espuma sobre su coño. Con los primeros toques y un poco nerviosa, dio unos pequeños saltos pero luego se fue acostumbrando a mis caricias y a las del aparato. Mientras iba pasando haciendo líneas verticales hacia abajo, de vez en cuando notaba que de en medio de sus labios mayores salía un líquido que se mezclaba con la espuma.
En poco tiempo acabé y para cerciorarme no haber dejado ningún vello manoseaba suavemente sus piernas abriéndolas lentamente. Ella prefirió cerrar los ojos y echar su cabeza hacia atrás cuando yo comenzaba a limpiar los restos de espuma, hasta dejarla muy limpiecita. Eso sí me gustó, ahora sí era un chocho como a mí me gusta. Estaba para comérsela y por supuesto ese era mi propósito, pero antes tomé un poco de esencia de rosas que había conseguido especialmente para la ocasión, me lo unté en las manos y luego sobre la zona que acababa de afeitar.

Ella alzó de inmediato la cabeza con los ojos cerrados pero la boca entreabierta, notando que sus labios mayores comenzaban a mojarse pero esta vez ya no había espuma. Lo había limpiado todo y no había duda de que eran sus jugos sexuales, deliciosos jugos que propiciaban una buena penetración.
No esperé más y comencé a besar sus muslos mientras los colocaba alrededor de mis hombros, uno a cada lado, empezando a lamer, mordisquear y acariciar sus piernas, notando como se estremecía cuando mordía la parte de atrás de sus muslos y cuando estuve frente a su chochito solo pude discernir unos labios abiertos de par en par y chorreando sus líquidos como ninguno. Sin duda esperaba que me dirigiera allí, y así comenzó a gemir:
– ¡Sí, sí, siiiií… sigue… oooh…!
De inmediato pasé a la otra pierna y vi como con sus ojos cerrados mordía otra vez sensualmente su labio inferior. Eso me excitó mucho y decidí volver rápidamente a ese banquete que estaba frente a mi y cuando menos lo esperaba di un fuerte beso sobre su húmedo coño chupando fuertemente todos sus jugos, a lo cual respondió con un estremecedor grito, abriendo los ojos y al mismo tiempo cerrando ligeramente sus piernas, pero yo tomé otra vez sus piernas rodeándolas con mis brazos y acercando mis manos al inicio de raja y allí, con mis dedos índices, abrí sus labios mayores y luego los menores, buscando su clítoris, un botoncito ya muy duro para aquel entonces. Lo tomé con mis labios intentando jugar con mi legua y morderlo de vez en cuando, respondiendo ella con esos gemidos cada vez más seguidos hasta que al fin tuvo su primer orgasmo, inundando todo su sexo y yo lo lamí todo aumentando lo que para ese entonces eran gritos como de desesperación.
Entonces bajé mi mano por detrás y a la vez que lamía su clítoris introducía primero lentamente mi dedo en su coño hasta llegar a unos movimientos muy acompasados en los cuales ella cada vez levantaba más sus caderas para que yo pudiera meter más mi cara en su sexo, entonces metí mi dedo pulgar en su ano, sintiendo como se estremecía, pero notando que eso si que le gustaba, no solo porque alzaba su cadera sino que ahora la movía circularmente y no sé cuantos orgasmos más tuvo en esos momentos.
Después de unos momentos cansados, ella por el movimiento y yo por la posición, decidí levantarme, y ella también lo hizo pero para agarrar con su mano derecha mi polla, que estaba más que ansiosa de entrar en esa cueva inundada. Agarrándomela bien me tiró hacia ella y con ojos de desesperada me pidió que la dejara mamármela tan bien como yo se lo había hecho a ella.
– Todo a su tiempo – le respondí – Vas a comer verga hasta que te canses te lo aseguro, ahora hay otra sorpresa para que la disfrutes.
– Me tienes muy caliente, y ahora dime qué me vas a dar, porque si la manejas tan bien como tu lengua, voy a morir de tanta excitación y aun no me has penetrado.
– Te aseguro que no te dejare morir hasta eso -le dije desafiante.

– Eso espero, porque también te voy hacer gozar como ninguna mujer te lo ha hecho antes – sentenció.
Entonces abracé con mis brazos ese delicioso cuerpo con olor a sexo, y lo lleve hacia la cama en donde lo solté, haciéndola caer boca arriba, y luego le di la vuelta. Eran esas redonditas nalgas las que me interesaban, rápidamente saqué el aceite que suelo usar para dar masajes, un aceite especial con una fragancia única y me lo unté en las manos y otro poco sobre su espalda. Estaba un poco frío, pero no lo notó, y comencé a masajear suavemente empezando en el cuello, primero suavemente la primera pasada y luego con más fuerza las siguientes, así pasé por su espalda, axilas, hasta llegar a sus glúteos y que glúteos. Esto sí que era un culo deseoso de ser ensartado, llenarlo de leche de este miembro deseoso de meterse por ese agujerito que no se notaba muy dilatado, pero terminé primero masajeando sus piernas y por ultimo sus pies.
Entonces me situé detrás de ella y abrí ligeramente sus piernas, lo suficiente para llegar con mi lengua hacia su culo, el cual lamí detenidamente mientras ella gemía como un perrito dolorido, quería comerme esas deliciosas nalgas, pero no aguantó mas y me dijo:
– ¡Deseo ya tu polla en mi boca!
– Bueno, pero a mí me encantaría hacer un 69 – le dije.
– Como sea – respondió – Solo quiero comerme esa deliciosa verga.
Me recosté con mi polla hacia donde estaba su cara y no lo dudó, se lanzó sobre mi abriendo muy bien sus piernas y haciéndome llegar su sexo a mi boca y comencé otra vez mi tarea de lamer, chupar, morder y meter mis dedos por todos los huecos que hallaba. Ella, por su parte, recibió mi verga calientita con su boca bien abierta y la sentí hasta su garganta. Allí estaba ella sobre mi haciendo un 69 espectacular, mamando mi verga como una desesperada, queriéndome exprimir de tanto chupar. La verdad es que lo disfruté, no ha habido otra mujer que mamase tan bien como ella. Lo hacía tan bien que merecía un premio, así que me esforcé para que tuviera otro orgasmo allí sobre mí, mojándome toda la cara de sus jugos. Al poco rato no parecía cansada y comenzó otra vez a devorar mi polla que no podía mas y estaba a punto de reventar, la chupaba por los lados bajando hasta mis bolsas que a ratos levantaba y las chupaba suavemente una por una, luego sacaba su lengua y solo lamía de abajo hacia arriba una y otra vez, para finalmente meter la cabeza de mi polla en su boca y masturbarme con la mano.
Gozaba mucho mamando y lo pude notar por el gusto con que lo hacía hasta que al fin, después de tanto trabajo, no pude más y chupó tan fuerte que terminé corriéndome en su boca, llenándola de semen que quemaba.

Al principio abrió la boca dejando caer algo sobre sus manos pero pronto lamió otra vez y se lo tragó todo, limpiando poco a poco mi polla de los restos de semen que quedaba y mi miembro estaba tan sensible que casi me hacía gritar y ella, al darse cuenta, comenzó a hacerlo más suave, pero
aun y así mi verga no perdió totalmente su erección. Se sorprendió y me miraba con esa mirada suya, maliciosa y provocadora, pero sobre todo deseosa de que se lo encajara en sus otros agujeros para que siguiera disfrutando. Lo que sigue lo contaré en una próxima carta.
Saludos.

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