Relato erótico

Mejor de lo esperado

Charo
18 de agosto del 2019

Parece ser que se le presentaba otro sábado por la noche sin ningún plan. Entró en internet y buscó una chica para salir. No era por sexo, con tomar un café y charlar se conformaba. La noche terminó mejor de lo esperado.

Paco – Lérida
Era sábado por la noche y me encontraba una vez más delante del ordenador, haciendo las mismas cosas de todos los días. Estaba buscando desesperadamente una relación por internet, buscaba a alguna chica, no para practicar sexo con ella, buscaba a alguien que se sintiera como me sentía yo en aquel momento y con quien simplemente pudiera compartir una charla amistosa alrededor de un café.
Sin darme cuenta pasaron las horas y como casi siempre, solo había tenido algunas charlas que no habían escapado al típico ¿Qué tal como estás? ¿De dónde eres? Y otras frases que una y otra vez se repetían al entablar conversación por la red con completas desconocidas. Decidí salir a tomar un café y a despejarme un rato. Entré en la cafetería del barrio y ya no quedaba nadie, observé como Alicia estaba limpiando, me miró de una manera en lo que interpreté como un “date prisa que quiero cerrar”.
A Alicia la conocía bastante, tanto tiempo acudiendo al mismo sitio, no es que hubiera creado una amistad entre nosotros, pero si se podía decir que teníamos cierto grado de complicidad. Algunas veces me sentaba en el mostrador con ella e intercambiábamos pequeñas charlas. Ella era todo lo contrario que yo, era una chica abierta, hablaba con todo el mundo con una confianza y una seguridad que yo había soñado tener y apoyándome en su soltura para tratar a las personas, había conseguido trabar con ella como os he dicho cierta confianza. Físicamente, de Alicia os puedo contar muchas cosas, pero hay una que destaca sobre las demás, sus increíbles ojos, son enormes y en ellos te podías perder días enteros, son tan hermosos que sencillamente cuesta trabajo retar su mirada durante más de cinco segundos. Aparte de sus ojos, sus labios son excitantes, no paran de pedir a gritos que los beses, sus pechos son grandes y erguidos y cualquier hombre que se precie desearía acariciar lentamente su bonito culo. En definitiva Alicia, es una chica preciosa y tengo que confesar que en la oscuridad más íntima de mi dormitorio, muchas veces había fantaseado con poseerla.
– Alicia cuando vayas a cerrar me avisas. – le dije en voz baja, avergonzado por estar allí un sábado por la noche y sin ningún plan.
– No te preocupes, estoy me queda todavía un poco, cuando termine de limpiar ya te aviso ¿vale?
Me contestaron aquellos labios carnosos, por los que yo hubiera dado un año de vida si se hubieran dejado besar. Aquella noche, llevaba una falda blanca que le cubría hasta los tobillos, no era ni demasiado amplia ni demasiado ceñida, pero a través de ella se podía distinguir perfectamente el minúsculo tanga negro que se había puesto y cuya simple visión había conseguido que mi excitación creciera de una manera insospechada, y que a pesar de mi estado decaído, mi pene se endureciera, incluso en contra de mi voluntad, pues pensé que nadie me ayudaría a descargar toda aquella tensión sexual.

Hubo otro detalle que ayudó de manera decisiva a que mi excitación fuera en aumento. Era una noche calurosa y ella había puesto el aire acondicionado a una temperatura bastante baja, de forma que sus contundentes pezones habían reaccionado acariciándose su contorno en aquella estrecha camiseta a rayas celestes y blancas que se ajustaba a sus deseables curvas.
De repente, hice algo impropio de mí y de mi carácter reservado, me levanté y entré en la sala de juegos donde ella se encontraba en aquel momento limpiando y realizando las demás tareas que todas las noches se repetían sin excepción.
– ¿Te vas?
Me preguntó sorprendida al verme entrar en la sala, yo no supe reaccionar, no supe decirle antes de irme “quiero quedarme un rato más contigo mientras mis ojos se deleitan mirando tu cuerpo una y otra vez”, y me limité a contestar:
– Si, me voy ya, es tarde.
Nuevamente me había acobardado, ya que simplemente no pude decir que me quedaba charlando con ella mientras terminaba de limpiar, porque mi falta de confianza me había vuelto a jugar una mala pasada. Entonces ocurrió algo inesperado…
– Paco, ¿me haces un favor? ¿Por qué no te quedas un rato mas aquí hablando conmigo mientras termino de limpiar? Es que me da miedo quedarme sola tan tarde.
A duras penas fui capaz de contestar, de hecho, el si balbuceante que salió de mis labios fue tan inaudible, que ella lo tomó como si me hubiera puesto en un compromiso.
– Si te quieres ir, no pasa nada, que tengo mucha cara al pedirte que te quedes.
– No pasa nada Alicia, por un rato más no pasa nada y si tú te quedas más tranquila, me quedo.
Durante los siguientes minutos estuvimos conversando, la verdad es que la conversación la llevaba ella casi en exclusiva, ya que yo me conformaba con vigilar cada uno de sus movimientos observando cómo su cuerpo se agachaba y se levantaba para limpiar y como sus pezones coronaban aquellos dos deseables y excitantes pechos. Apenas conseguí decir un par de palabras y asentir con la cabeza varias veces para que ella se diera cuenta de que la estaba escuchando, pero en aquellos momentos no sé por qué motivo supe que se había dado cuenta de que yo no seguía la conversación y que me limitaba a recorrerla de arriba abajo con mi mirada deseosa, y sin ningún motivo aparente, me dio la impresión de que sus movimientos se hacían más sensuales y de que Alicia había decidido iniciar un juego en el que yo era un concursante pasivo y donde ella indicaba las reglas que se simplificaban en mirar y no tocar.

Ella se deslizó lentamente los taburetes donde yo estaba apoyado y comenzó a limpiar justo el que estaba a mi lado, ¡la tenía tan cerca y a la vez tan lejos! Podía sentir cada uno de sus movimientos y escuchar su respiración entrecortada mientras iba recorriendo con el paño el taburete, sus pechos se movían dentro de su ceñida camisa como si lucharan por salir de ella y por una vez mi mirada perdió toda su vergüenza y la recorrió sin pudor alguno. Ella dejó de hablar y su mirada atravesó la mía haciendo que avergonzado mirara hacia el suelo, perdiendo de vista aquel cuerpo que tanto deseaba. Lentamente su mano se apoyó en mi barbilla levantándome la cabeza y dándome solo tiempo a ver como aquellos carnosos labios se dirigían a mi cara. No me lo podía creer, ni en el más caliente de mis sueños había imaginado aquella situación, los dos solos en aquel local y su lengua envolviendo la mía y recorriendo hasta el último rincón de mi boca.
Al principio no supe reaccionar bien, me limité a corresponder su beso dejando que ella llevara la iniciativa, pero en poco tiempo decidí aprovechar aquella oportunidad y mis manos comenzaron a descubrir poco a poco su cuerpo. Los besos fueron haciéndose más lascivos y mis dedos acariciaban lentamente su culo sin ninguna prisa, deleitándose con cada centímetro, me senté en una de las sillas y ella se subió la falda por encima de las rodillas para poder a su vez sentarse encima mía, mi erección era más que notable, mi polla palpitaba dentro de mis pantalones y pedía a gritos llenar aquel cuerpo que se rozaba contra ella. La despojé de su camiseta y le desabroché el sujetador, quedando aquellos enormes pechos a mi disposición, los cuales, sin esperar ni un solo segundo, tomé con mis manos, con mi lengua y con mis labios, mientras ella emitía un pequeño gemido, estuve un buen rato jugando con sus pechos hasta que se levantó y se arrodilló delante de mí, desabrochó los botones de mi pantalón y me los bajó junto con mis calzoncillos hasta las rodillas, liberando de este modo mi pene.
Lo cogió con su mano derecha con fuerza y comenzó a besarlo y recorrerlo con su lengua, mojándolo entero antes de engullirlo casi por completo en su jugosa boca. Podía sentir como sus labios lo aprisionaban y como su lengua lo iba palpando, cada vez que lo metía y lo sacaba de su boca, creía que iba a explotar en un orgasmo, pero ella notó mi situación y supo contenerlo, de nuevo se levantó y se arremangó la falda, pero esta vez hasta su cintura y colocó delante de mi aparato ligeramente su fino tanga, dejando a mi vista su coño, lo llevaba casi completamente rapado y a simple vista se podía observar que estaba completamente húmeda, algo que comprobé cuando agarrando con su mano mi pene lo introdujo en su vagina.

Sus primeros movimientos fueron lentos y pronunciados, como queriéndose acoplar bien a la posición que habíamos adoptado y pude notar el calor que desprendía todo su cuerpo, poco tiempo más tarde, esos movimientos fueron cada vez más bruscos y más rápidos, yo no me podía contener, pero ella iba acelerando y frenando los movimientos según mis gemidos se iban haciendo más notables. Con mi boca le lamía y mordisqueaba uno de sus pezones mientras con una de mis manos le pellizcaba fuertemente el otro. Mi otra mano recorrió su culo y acarició su ano hasta que uno de mis dedos la penetró por detrás, ella emitió un gemido prolongado al notar que mi dedo la había perforado por detrás y cabalgó aún más rápido encima de mí. Sentir como sus pezones eran mordisqueados y pellizcados, como mi polla penetraba una y otra vez su coño y como en ese momento dos de mis dedos entraban sin piedad en su ano, la llevo sin más demora a su primer orgasmo, noté perfectamente como su cuerpo se estremecía y como su boca casi desencajada no podía parar de gritar pidiendo más.
Tras ese primer orgasmo, sus movimientos fueron de nuevo haciéndose más lentos y yo saqué mis dedos de su culo, pero poco tiempo después comenzaron a ser otra vez bruscos, mi mirada se cruzó con la suya y de su boca solo salieron dos palabras: “otra vez”. Supe en seguida que es lo que quería, llevé mis dos dedos a su boca para que los mojara y de nuevo los introduje en su impresionante culo. Como si hubiera accionado algún tipo de mecanismo, ella comenzó a gritar de placer y moverse ahora con violencia y en poco tiempo alcanzo su segundo orgasmo. Yo no podía más, mi polla completamente humedecida por sus fluidos palpitaba dentro de su vagina como nunca lo había hecho. Ella se levantó y me dijo con una sonrisa pícara:
– Este es mi regalo por habérmelo hecho pasar tan bien.
De nuevo sus labios acogieron mi polla, esta vez su cabeza se movía con más rapidez y sus manos jugaban con mis huevos mientras me la chupaba. El placer que sentía era indescriptible, sin duda ella sabía lo que se hacía. No tardé mucho en explotar dentro de su boca, mi semen la inundó de tal forma que no le dio tiempo a tragarlo todo y se derramo por las comisuras de sus labios.

Después de correrme, siguió chupándomela un rato más hasta que mi polla fue perdiendo su dureza. Durante un rato estuvimos abrazados en aquella silla y apenas nos dirigimos la palabra. Nos despedimos con un beso y aquella experiencia nunca más volvió a repetirse, a pesar de que yo seguía acudiendo. Pero una cosa tengo clara, pase lo que pase en mi vida, nunca podré olvidar aquella noche y por supuesto nunca podré olvidar a la sensual y maravillosa Alicia.
Un abrazo.

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