Relato erótico
Mejor de lo esperado
Estaban celebrando su cumpleaños e hicieron una fiesta. Su novia dijo de ir al cine pero, la idea no cuajó y al final decidieron montar un finde campestre la semana próxima. Fue una idea genial.
Alberto – Álava
Mi historia ocurrió hace tres meses, justo dos días antes de mi cumpleaños. Yo hacía los 19 años, y mis amigos oscilaban entre los 18 y los 20 años. Todo empezó una tarde de sábado, cuando estábamos todos aburridísimos en uno de los bancos del parque donde desde hacía tiempo nos reuníamos a partir de las cuatro de la tarde. Solíamos ser unos cuantos, pero los asiduos éramos nueve: tres parejas (entre ellas yo y mi novia), dos chicas y un chico. Nunca sabíamos que hacer ya que era a primera hora de la tarde y como siempre pasaban las horas rutinariamente, hablando de como había ido el fin de semana pasado y las borracheras que habíamos pillado.
– ¿Vamos al cine?- dijo mi novia.
Siempre al cine… y al final nunca íbamos porque no nos poníamos de acuerdo. Unos querían ir al cine, otros a tomar algo al pueblo de al lado y otros a dar vueltas en coche. Al final acabábamos como siempre allí sentados, fumándonos nuestros cigarrillos y llegando a las ocho sin haber hecho nada. Pero de pronto (y como siempre) mi novia propuso algo. No, no era ir al cine, era algo diferente, pero que a todos nos convenció.
– ¿Qué tal si para salir de la rutina nos vamos de acampada el finde que viene?
Nos pareció una buena idea a todos, y en un momento empezaron a salir ideas de todas partes: bebidas, alcohol a saco, tabaco, música, comida… Y al poco rato ya habíamos hecho el planning y habíamos quedado todos para ir el próximo sábado a acampar a un prado que hay encima de una montaña de los alrededores. Era perfecto, no vivía nadie en 10km a la redonda y allí solo podía subirse caminando, o sea allí no había nada que nos estorbara.
Al fin llegó el sábado, yo y mi novia pusimos las cosas en la misma mochila, cogí el coche y fui hasta el pie de la montaña donde ya estaban todos. Solo faltaban Javier y Marta, que traían la bebida. Estuvimos esperando hasta que llegaron con el aprovisionamiento en el maletero. Cargamos y empezamos a subir cuesta arriba. Al poco rato mi novia ya no podía, ahora tenía que acarrear nuestra mochila, una tienda y a mi novia, siempre que salíamos a caminar la tenía que esperar y ayudar. Me enfadé pero ella me calmó con sus palabras.
– Tranquilo cariño, cuando lleguemos arriba te recompensaré -me susurró. Bueno, al menos de algo serviría la subidita… Una vez arriba, nos fuimos los dos detrás de unos matorrales, me bajó los pantalones, me tumbé al suelo y empezó a chupármela como nunca. Estaba en la gloria. No se si sería por el cansancio, pero me lo estaba haciendo de maravilla. Al poco rato paró y me empezó a subir los pantalones.
– Pero, ¿que haces? No puedes dejarme así – le dije enfadado.
– Tienes que reservar fuerzas para la noche mi vida, te voy a dar mucha
caña en la tienda – replicó
Yo le pedí que acabara, pero ella me hizo escoger entre acabar la mamada o una noche inolvidable. Y yo, como es de suponer, escogí la noche. Vaya noche, creo que tardaré muchísimo tiempo en olvidarla. Las chicas y yo montamos las 4 tiendas y los otros fueron a buscar leña a los alrededores para hacer un buen fuego. Era verano, pero ¿qué seria una acampada sin un fuego?
Al fin llegó la noche y llegaron los cubatas, las cervezas, los chupitos y al final las risas. Todos íbamos muy contentos y solo dos iban un poco pasados, los otros estábamos en aquel momento en que te lo pasas de puta madre y no tienes vergüenza de nada. Mi novia tocándome la polla y los otros riéndose. Javier metiéndole mano a su novia y Miguel simulando que le comía las partes a Eva.
Total, un cachondeo. Empezamos a hablar de aventuras pasadas, anécdotas y cosas que nos habían pasado juntos, hasta que salió un tema tabú entre nosotros. Aquella noche que probé los besos de Solé, mi novia. Habíamos jurado que no hablaríamos mas de ello, pero era lógico y
tal como íbamos salió.
– ¿Os acordáis aquella noche en casa de Mire?
Nadie dijo nada, aquella noche jugamos al conejo de la suerte (aquello de dar a un beso a quien te toca) y acabamos todos enrollándonos. La había cagado de pleno. Pero no, todos empezaron a hablar y comentar con total normalidad lo que pasó aquel día. Hasta Solé me recordó que fue aquella noche la primera en que nos enrollamos. Y después de risas y miraditas decidimos volver a jugar al conejito pero con la condición de no acabar como el verano pasado. Y como habíamos acordado, no acabamos mal, acabamos aburridísimos, porque al ser tres parejas, daba corte alargar el morreo, por mucho que te gustara, ya que era la novia de un colega.
Después Mire propuso otro juego, ella era la que iba menos borracha, no tenía novio y nos propuso un juego nuevo. Ella sería la madre y nosotros sus esclavos. Teníamos que elegir entre verdad, acción o beso y si no, dar una pieza de ropa a cada uno de los esclavos. Y así empezamos, muy aficionados al juego que nos había propuesto la guarra de Mire (y digo guarra porque estaba todo el día hablando de sexo). A ver lo que nos esperaba. El primero en escoger fue Javier, el novio de Marta y lógicamente escogió verdad, como todos nosotros en la primera ronda. Era lo más fácil, Mire te preguntaba algo y tú lo tenías que afirmar. Y así pasamos todos la primera ronda sin dificultad.
La segunda ronda ya se puso más caliente, algunos elegían beso y otros acción. El orden del grupo era el siguiente: Javier, Marta, Miguel, Eva, Pedro, Ana (estos dos no eran pareja), yo, Solé y Mire. Javier escogió beso y se lo tuvo que dar a Ana, con la condición que durara como mínimo dos minutos. Y duraron, Javier ya se estaba poniendo y Marta tope de cabreada. Marta escogió también el beso para vengarse de Javier seguramente y le tocó besar a Miguel. Le tenía al lado y casi ni se movió para darle un morreo eterno, y más para Javier.
Miguel escogió acción, porque no vio lo del beso muy claro y confiaba en que Mire no se pasara, pero no fue así. Mire hizo practicarle un striptease hasta quedarse completamente en pelotas. Eva se opuso totalmente, pero todos presionamos a la pareja que al final cedió y se quedó en calzoncillos. Eva escogió beso y le toqué yo; habíamos estado enrollados haca años y estuvo bien recordar el pasado. Pedro escogió acción, ya que al no tener pareja iba un poco quemado y se estaba poniendo caliente. Mire le obligó a masturbarse delante de todos nosotros y lo hizo hasta que acabó corriéndose en varios espasmos de placer quedando tirado al suelo. Ahora le tocaba a Ana, que aun estaba embobada mirando la corrida de Pedro.
-Tendrás que hacernos un strep tease, Miguel nos ha dejado con las ganas -dijo Mire.
Ana aceptó y se quedó en bragas y sujetador. Yo no podía dejar de mirármela, ese cuerpo esbelto y bien formado, con esas grandes tetas donde se entreveía el pezón un poco duro por el frescor de la noche, o por lo cachonda que la puso la paja de Pedro. Y al fin me tocó a mí, y escogí el beso. Tuve que dárselo a Ana, la muy pícara de Mire había notado las miradas que le hacía. Ya era mi segundo beso en la noche, y que beso. Esa sensación de besar a una chica medio desnuda, delante de mis amigos y mi novia me ponía de lo más cachondo.
Noté que Ana estaba muy puesta, ya que la intensidad de los movimientos de su lengua la delataba. Solé, al lado, veía lo bien que me lo estaba pasando con otra chica y creo que esto le encantaba, la iba mirando mientras besaba a Ana y notaba que su excitación crecía. Era una sensación nueva y muy extraña que me llenaba de placer. Era el turno de Solé y yo estaba ansioso por ver que escogía y que le tocaba hacer. Ella estaba muy caliente y escogió acción, pensando que Mire le mandaría hacerme algún juego erótico para calentar más el ambiente.
Mire, estaba empeñada en el strep tease y mandó a mi novia hacernos un provocativo baile sacándose una a una sus prendas y quedándose completamente desnuda. Yo no dije nada, estaba deseando verla actuar, quería que todos pudieran contemplar su belleza y su estilo tan provocador.
– Demuéstrales quien eres cariño- le dije.
Al oír mis palabras empezó a quitarse la ropa provocativamente delante de todos. Primero se bajó los pantalones, al mismo tiempo que movía su milimetrado culo, después se sacó la camiseta y se la empezó a mover entre las piernas moviendo su lengua de un lado para otro. Mis amigos estaban mirando impresionados aquella actuación. Me encantaba ver que mi novia les despertaba los instintos sexuales. Las chicas se la miraban atónitas, pero aprendiendo cada uno de sus movimientos. Creo que también se estaban excitando. Finalmente Solé se sacó el sujetador y poco a poco sus braguitas dejando ver su perfecto y recortado sexo entre la admiración de todos. Se tumbó encima de mi comprobando mi excitación y aprobándola con una sonrisa perversa.
– Bueno chicos, ahora os falta la última ronda y creo que será la más divertida – añadió Mire.
Volvía a ser el turno de Javier, que con un bulto entre las piernas estaba ansioso por la prueba. Ahora ya nadie tenía miedo, sino que lo contrario, todos esperábamos nuestro turno para poder desahogar nuestros deseos sexuales. Mire obligó a Javier a chupar todo el cuerpo de mi novia, que al estar ya desnuda, era más fácil. Yo hice mala cara, tenía celos pero a la vez ganas de ver disfrutar a mi novia como ella me había visto disfrutar a mí durante el beso y el striptease. Marta por sorpresa de todos no dijo nada. La miré y vi que me sonrió. Javier empezó a lamer la espalda de Solé, luego sus pechos y su cuello. Mi chica estaba suspirando rápidamente a la vez que Javier bajaba hasta su culo y empezaba a lamérselo provocando más excitación a Solé. Luego se dirigió hasta su sexo, lamió su clítoris y le dio un beso. Me miró y volvió a su sitio. Esto si era un amigo.
De pronto Marta se levantó y vino hacia mí, me metió la mano en los pantalones y empezó a tocar mi dura verga.
Mire, entendiendo la venganza de Marta, asintió con la cabeza. ¿Quería vengarse de su novio o estaba ansiosa de placer? No lo sé, solo recuerdo como subía y bajaba aquella suave mano al mismo tiempo que me lamía la oreja y me susurraba.
– Pásatelo bien, igual que ellos dos se lo han pasado antes, pásatelo bien. Yo ya estaba flipando, hacía poco aquello era un simple juego de niño, y en poco más de veinte minutos se había convertido en el principio de una orgía. Al final me corrí con una intensidad y unos espasmos que sorprendieron a mi novia. Ahora era el turno de Miguel y ya solo le quedaba el beso, pero Mire obligó a Miguel a que le diera un beso en su coño. No nos habíamos dado cuenta de la excitación de Mire, claro, ella era la más guarra de todas y no podía estar en el banquillo…
– Eso es trampa- dijo Miguel.
Pero Mire insistió en que ella era la madre y era quien ponía las normas. Se sacó la falda y las bragas y Miguel dio un morreo, que al final se convirtió en una mamada. Tenía arte el cabrón, ya que en poco menos de dos minutos Mire se corrió dejando ir un largo y placentero suspiro. ¿Y a Eva que le deparaba aquel juego? Se la veía muy cabreada, ya que el beso de Miguel no había sido lo que se dice un beso. Así que le dijo a Mire.
– No te cortes un pelo conmigo.
Esas palabras hicieron abrir más de lo normal los ojos a Mire. Eva tenía que chupar la verga a Javier y a Pedro a la vez y no se cortó un pelo. Hizo levantar a los dos chicos y se puso a chuparles la polla. El primero en correrse fue Javier, Eva continuó con Pedro que no pudo correrse debido a la borrachera y a que ya se acababa de correr hacia poco. Le volvía a tocar a Pedro, suerte era solo un beso, pero el pobre estaba medio tirado y Mire le dijo que besara el suelo, él lo besó y se quedó tumbado durmiendo. Todos nos reímos. Después de aquellas risas un ambiente de buen rollo nos envolvió. Tanto silencio y nervios se habían vuelto normalidad y deseo, Mire nos preguntó si nos divertíamos y todos afirmamos.
– Pues continuemos con el juego – expuso.
Ahora Ana era la elegida. Estaba esperando que me tocara a mí, que me hiciera alguna de las siete maravillas. “Por favor, Mire”, pensaba yo. Y no tardó en dar su veredicto. Mire aparte de guarra, tenía fama de cabrona, y al ver lo bien que me lo había pasado con Ana notó que podía crear celos o mal rollo con Solé. Pero nada de eso ocurrió.
Ana tuvo que masturbar a mi novia con sus dedos, eso ya era lo más. Mire lo había hecho aposta para encender más mi deseo sexual. Ver a mi novia y a una tía que me ponía a mil practicando lésbico. Ella sabía que era mi mayor deseo el ver dos tías montándoselo, ¿pero mi novia? Ana no quería de ninguna de las maneras, pero la presión de todos por haber hecho lo que les mandaban era superior a ella, o sea que tuvo que hacerlo además de sacarse la poca ropa que le quedaba.
No podía más, aquello era un espectáculo impresionante, mi novia y Ana, su culo al aire y Ana moviendo sus dedos cuidadosamente dentro de su coño, era impresionante. La excitación de Solé crecía como la espuma, al principio les dio un poco de corte pero estaban a tope de calentura, ya solo le faltaba una polla que la penetrara, y así lo hice. El deseo no me dejó controlar y me desbordé, me fui a la tienda y en unos segundos llegué sin ropa y con el preservativo puesto, no podía perder el tiempo, me abalancé encima de Ana y la follé con todas mis ganas.
Antes de correrme guardé parte de mi potencial para mi novia y me la estuve follando durante unos minutos antes de ver lo que estaba pasando alrededor.
Sabía que Ana me estaba acariciando y lamía los pechos de Solé, al mismo tiempo que nos ayudaba a follar, pero al girarme vi una imagen que tardará tiempo en marcharme de la cabeza. Estaban todos desnudos, menos Pedro, que dormía. Javier se follaba a su novia mientras Mire y Eva estaban morreándose y Miguel les chupaba el coño aleatoriamente. Aquello era una escena digna de ver, solo real en un sueño y se estaba cumpliendo. Mi sueño de hacer una orgía, que nunca me había propuesto hacer realidad y menos con mis amigos, estaba ocurriendo allí, en lo alto de una montaña a unos kilómetros de casa.
Al final me corrí viendo aquel espectáculo similar al de una película porno y me tumbé encima la manta que cubría el suelo. Tenía a un lado a Ana y al otro mi novia, me quedé callado mirando las estrellas y oyendo los gritos de los demás hasta que todos quedaron satisfechos y nos quedamos pensando si estaba bien lo que acabábamos de hacer.
La verdad es que una gran experiencia para todos, muy pocos se arrepintieron de haber participado en la orgía, incluso estuvimos unos días sin verlos, pero el resto lo admitió como algo inevitable que tenía que pasar en nuestras vidas. Una historia más que recordar y quien sabe si se volvería a repetir en otra ocasión…
Besos de todos