Relato erótico

Mejor con dos

Charo
29 de enero del 2020

La conoció en una discoteca. Era la clásica chica joven, muy pija y muy golfa. Tardaron poco en enrollarse y sin proponérselo tuvo a dos golfas a la vez.

Ignacio – BARCELONA
Soy un hombre de 35 años bastante pendenciero, muy cabrón en la cama y heredé una genética muy generosa en cuanto a aparato sexual se refiere. Soy el típico hombre resultón, dicen que guapetón, de complexión fuerte nada musculado ni fibroso, pero atractivo. Desde siempre he sido muy solicitado por las mujeres pues primero mis amigos al verme desnudo en las duchas con las típicas bromas de que grande la tenía y luego ellas al querer comprobarlo, me han hecho muy buena publicidad. Lo que hoy quiero relatar ocurrió cuando yo contaba con 25 años y me había hecho medio novio de una chica de 21, Noelia, un monumento de chica, alta, melena rojiza natural rizada, pechos duros como el mármol, con una aureola negra como el carbón. Era la típica niña putona de cualquier discoteca, vestía muy “marcona”, con un tatoo encima del culete y con dos piercings uno en el ombligo y otro encima del labio superior. No pasaba desapercibida para nadie, yo mismo aluciné cuando estaba en una disco, se me acercó y me dijo:
– Sé que te has intentado follar a una amiga mía y que no aguantó tu polla, quiero demostrarte que yo sí puedo.
Eso como saludo de presentación consiguió el efecto deseado, me la puso como el mármol y más si cabe cuando acercándose a darme los besos de rigor me sobó el nabo por encima del pantalón. Desde ese día Noelia comprobó que era cierto lo de mi tamaño y yo que ella era capaz de aguantarla perfectamente. Ahora lo que quiero relatar es lo que sucedió un día en que disponíamos de la casa para nosotros solos.
Su padre estaba en una reunión, pero su madre llegó a casa mucho antes de lo habitual y nos sorprendió a Noelia y a mí en plena follada, además en una situación bastante peliculera pero es la que era, ella cuatro patas en la cama berreando como una cerda mientras la agarraba del pelo y le follaba su culo con saña. La verdad es que al principio ni paramos, pero lo violento de la situación y los insultos de la señora hicieron que ella se levantara y discutieran, mientras yo aprovechaba para vestirme pero la sorpresa vino cuando la señora me llamó al día siguiente y me dijo que quería hablar conmigo de lo que había ocurrido el día anterior y que debíamos dejar claros una serie de puntos.
Me citó por la mañana sabiendo que a esa hora Noelia estaría trabajando y me rogó que no le dijese nada a su hija sino quería que ellas dos se enfrentasen aun más o que el padre se enterara. Yo acudí a la cita sin decirle nada a ella y esperando recibir la típica reprimenda de mamá ofendida. Por el camino iba pensando en lo que quería, aunque yo no le debía ninguna explicación y tampoco me apetecía dársela, pero su hija me gustaba así que pensé que lo mejor sería mantener una relación cordial, además no me apetecía tener una disputa con su papá, un señor de unos 56 años.

Llegué puntual, a las diez de la mañana. Viven en una casita en un pueblo cercano a Barcelona, es una zona residencial muy bonita. Llamé al interfono y me abrieron, diciéndome que cerrase la verja bien y que tenía la puerta abierta. Al entrar en casa no había nadie pero oí una voz del piso superior que decía que enseguida bajaba.
Era una mujer atractiva, pelirroja natural también, lleva el pelo corto y desmelenado, un look muy juvenil. Tiene 42 años y se mantiene muy bien, le gusta vestir bastante a la moda a pesar de que el marido es un señor muy tradicional. Bajó por las escaleras y me dejó un poco sorprendido el verla aún en bata corta, mostrando unas piernas muy atractivas. Se excusó diciendo que se había olvidado por completo de mi y que la había cogido casi dormida. Me ofreció un café, que rechacé amablemente y entonces me dijo que si quería una copa pues quería hablar conmigo de lo que pasó y estaba nerviosa.
Acepté y se dispuso a servir dos copas de rioja reserva de una botella que tenía en una mesita próxima. Yo empezaba a notar muy extraña aquella situación y sobre todo el nerviosismo de Eugenia, que así se llamaba ella.
– Mira Ignacio, lo que pasó ayer me disgustó enormemente, imagina que en vez de ser yo hubiese sido su padre, es que la mata.
– Nosotros sabíamos que él estaba lejos – repliqué yo.
– Pero yo no, yo sí os podía pillar, y no tomasteis precaución alguna…
– ¿No pensará que su hija es virgen aún Eugenia? – le dije yo mostrando un enfado visible – Además no soy yo quien debe darle explicaciones.
– Ella es una joven y no sabe ni lo que dice ni hace….
Diciendo esto se acercó a mi y me tocó el cabello como queriendo explicarme que la zorra de su hija no sabía lo que hacía. Yo, entre el cabreo que me estaba entrando por la situación de dar explicaciones y por el calentón que me estaba produciendo el ver a esa cuarentona medio en bolas con la copa en la mano, la miré y agarrándola del pelo le dije:
– ¿Y tú sabes lo que haces?
Ella se asustó, me miró fijamente con cara de sorpresa y solo pudo balbucear:
– Yo… yo… ¿qué haces? Suéltame…
– Sí tú, zorra, estás buscando que te trate como a la golfa de tu hija, ayer viste mi polla y estás suspirando por tener tu ración de rabo y lo vas a tener de eso me encargo yo.

Levantándome sin soltarle el pelo, me bajé la cremallera de los vaqueros y saqué mi nabo que ya estaba más que endurecido, obligándola a metérselo en la boca. Ella se resistía pero poco a poco empezó a engullir lo que buenamente podía.
– Esto es lo que querías, un macho que te trate como la zorra que eres, un hombre que te de lo que tanto necesitas. Vete a saber como te folla el mierda ese que tienes por marido, un viejo que seguro se corre solo con tocársela, ¿verdad zorra? – le decía yo.
Ella ya no se resistía, solo intentaba abarcar la mayor cantidad de rabo mientras me sobaba los cojonazos que tengo. Como tengo bastante aguante, después de follarle la boca un buen rato, la volví a levantar y le comí la boca a fondo notando además el sabor de macho que ofrezco a mis hembras. Ella alucinaba al verme comerle la boca a pesar de saber a mi rabo. Luego deslicé mis manos y al tocar su coño vi como se estaba meando de gusto la muy cerda, le meti tres dedos de golpe mientras mi boca le mordisqueaba los melones que ya estaban fuera de aquella bata, que por cierto debajo de ella no llevaba nada, ni sujetador, ni bragas, solo unas medias de color rosáceo. Ella solo acertaba a decir:
– ¡Que polla que tienes, que polla que tienes, amor, nunca he tenido una así… y sigue, méteme los dedos, sigue macho…!.
La recosté sobre una tumbona que tenían en el salón y empecé a comerle el coño. Esto es algo que me fascina, podría estar horas degustando un coño y este en cuestión era peludo y además olía a hembra muy mal follada, así que me deleitaba en mordisquear el clítoris, le introducía mi lengua a modo de polla y la follaba con ella mientras la muy cerda solo atinaba a decir:
– ¡Fóllame, por favor fóllame macho mío, tómame a mi, quiero ser tuya, quiero que me folles como se lo hacías ayer a Noelia!
Esto ya fue demasiado, me levanté y la llevé escaleras arriba hasta llegar a su dormitorio pues allí, en la cama del viejo, quería follarla.
– Así me recordarás cada noche que te eches a dormir aquí – le dije.
La coloqué a cuatro patas y a pelo se la intenté meter pero me encontré con una sorpresa. Era muy estrecha, casi una virgen. Al parecer el viejo hacía años que no la follaba y ella era una mujer bastante reprimida en lo sexual por lo que me explicó después. La cuestión es que me costó bastante meterle la cabezota de mi polla. Mi miembro mide entre unos 23-24 cm según Noelia y es tan gordo como un vaso de tubo así que mientras yo apretaba ella empezó a gritar y a insultarme, pero no dejé de apretar y después de un rato conseguí meterle todo el pollón casi hasta los huevos. Ella estaba como ida y repetía:

– ¡Que polla, que pollón me has clavado… aaah… aaaah…! ¡Que bestia… me estás partiendo…!.¡Aaah, que bestia…!.
Yo empecé un metisaca muy fuerte pues a mi me encanta saber que sienten que hay un macho que las domina y que ellas le pertenecen. Eugenia ponía los ojos en blanco a cada envestida mía y continuaba con sus gritos e insultos:
– ¡Eres un cabrón, cabrón… me vas a romper… pero sigue, sigue… aaaah… oooh…! – mordía la almohada y lloraba de gusto repitiendo – ¡Fóllame, sí macho, quiero que seas mi macho!
Yo a su vez la llamaba de todo esto y le decía:
– ¿Es lo que querías, verdad zorra reprimida, un pollón, un macho que te hiciese sentir y no el cornudo de tu marido? Ese estará trabajando pero no sabe que le acabas de poner una buena cornamenta.
– ¡Ese, en su vida me ha hecho gozar ni una cuarta parte de lo que tú me estás jodiendo hoy… aaah…!.
En ese instante ella se corría por segunda vez y yo aceleraba la marcha aun más pero sintiendo que me iba a correr, saqué mi nabo de su coño sonando algo sonido similar al de una botella de cava al descorcharse, se la metí en la boca y se tragó toda mi lefa. No se negó, me la agarró con fuerza y yo, a la vez que impedía que se la pudiese sacar.
El espectáculo era genial, una zorra cuarentona tirada en la cama con las medias rotas, la cara llena de lefa que le salía hasta de la nariz, le llenaba el pelo, etc. Era muy morboso todo. Ella entonces, me dijo:
– No quiero que se entere mi hija de todo esto pero no deseo perder tu polla por nada del mundo. Si no seré yo la que se lo cuento todo a Noelia.
– No te preocupes – respondí
Saludos y gracias por los momentos que cada semana me regaláis. Besitos.

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