Relato erótico

Mejor con ayuda

Charo
28 de agosto del 2020

Ya nos había contado la experiencia que vivió con dos mujeres maduritas que conoció mediante a un contacto que puso en la revista Clima. Se dio cuenta de que no podía con las dos y programó otro encuentro con la “ayuda” de un amigo. La cita fue bestial.

Enrique – Zaragoza
Soy Enrique de Zaragoza y voy a narrar una nueva experiencia. Para situar a los lectores y como recordatorio, todo surgió a partir de los relatos que, tanto Sandra como Ana, enviaron por separado y con la lectura de los mismos nació en mí el deseo de conocerlas personalmente. Para ello puse un contacto en vuestra revista en el que solicitaba ponerme en contacto con mujeres calientes de mi provincia. Aunque no tenía muchas esperanzas, mis temores fueron infundados porque, primero Ana y después Sandra, respondieron a mi llamada. Una vez que conseguí follarme por separado a tan espléndidas y calientes hembras, mi imaginación fue mucho más allá y conseguí estar con ambas a la vez en una memorable e imborrable tarde de sexo y lujuria.
El encuentro con las dos fue lo último que conté, pero como muy bien decías en el encabezamiento del mismo, gocé lo que había esperado y más, ya que las dos mujeres me dejaron para el arrastre y con los huevos vacíos. Terminaba diciendo que si esta reunión se volviera a repetir, no pensaba acudir como único macho, pues las consecuencias ya las había sufrido, por lo que me llevaría conmigo a algún acompañante. Esto es lo que a todos los lectores, quiero contar ahora, pues si bien no resultó cosa fácil, al final, después de una buena mano izquierda, algún regalito y como pienso que yo tampoco las había defraudado en nuestros anteriores encuentros, el resultado fue que conseguí su aprobación para este encuentro tan especial. Otro de los inconvenientes surgido, era el encontrar la persona idónea, aunque a raíz de los mencionados encuentros, salieron contactos en la revista queriendo ponerse en contacto con ambas.
Pero todas las dificultades fueron superadas y para tan señalada ocasión iba a estar acompañado por Javier, un conocido mío, de mi edad y que gastaba una buena medida de polla, requisito imprescindible para mi proyecto. Él mismo se encargó de buscar un tercero y aquí fue donde estuvo la sorpresa y el éxito del encuentro.
El tercer acompañante era un chico de color que se llamaba Román, no sé de donde lo sacó, pero el chaval tenía una polla descomunal y si bien no me considero un experto en el tema, pues la mía es normal y ya consideraba grande y gruesa la de Javier, como aquella nunca en mi vida había visto cosa igual.
El día previsto Sandra, Ana y yo, nos fuimos a comer. Ambos amigos habían quedado en hacer acto de presencia en el apartamento a las seis de la tarde y tuvimos una alegre sobremesa y procuré que la bebida fuera abundante.

De camino al apartamento, compré un par de botellas de cava. Durante el trayecto a ellas se las veía alegres y contentas, con comentarios de lo más picantes y deseosas de sexo por lo que, cuando llegamos abrimos una de las botellas y nos dispusimos a tomar una copa esperando a nuestros “invitados”. Si bien ambas habían acudido a la cita vestidas de forma convencional y discreta, cuando en el propio apartamento, entre trago y trago de cava, se comenzaron a desnudar me llevé la primera sorpresa de las muchas que aquella tarde me aguardaban.
Sandra se quedó con un conjunto de ropa interior de color negro, compuesto de un sujetador que realzaba sus hermosas y enormes tetas, unas braguitas de mínima expresión que dejaban ver los abultados labios de su coño y que por detrás se metían por las nalgas destacando su poderoso culo, liguero y medias. Nadie diría los años que aquella espléndida y caliente mujer tenía. Pero si Sandra llamaba la atención, lo de Ana era demasiado pues lucía un corpiño blanco y transparente, con liguero y aquello no era ni siquiera un tanga pues era un minúsculo triangulito que intentaba, sin conseguirlo, tapar el delicioso y peludo chochito, rematado con medias a juego. Aquello hizo que mi polla me doliera, de lo dura que la tenía ante la visión de aquellas tan dispares hembras, pues Sandra tiene 60 años, es morena y con unas tetas impresionantes y Ana, que es rubia, tiene 40 años. Lo común entre ellas es su extraordinaria calentura y las ganas de follar que ambas me estaban demostrando.
Me fui al baño a darme una ducha pues no quería que, antes de que llegaran los “refuerzos”, aquel par de lobas me dejaran seco para el resto de la tarde. Estando en ello, sonó el timbre y desde el baño pude oír los comentarios de admiración de Javier cuando le franquearon la entrada y se encontró con aquel par de hembras en ropa interior. Pero a pesar de su sorpresa al ver que Javier no veía solo, aquellas dos calientes hembras no se cortaron y cuando salí de la ducha, Javier ya estaba en slips y ambas se dedicaban a despojar de sus ropas al joven por lo que, en un momento, los tres hombres estábamos desnudos ante ellas que se sorprendieron del tamaño de la polla del muchacho y eso que aún la tenía fláccida. Ana se arrodilló ante él y con su boca de mamona, empezó a chupar tan delicioso manjar, al tiempo que Javier comenzaba a sobar las enormes tetas de Sandra, hasta que esta, echándose sobre el sofá colocó la polla entre sus tetas haciéndole una cubana mientras que yo aprovechaba para comerle el coño, que ya destilaba líquidos vaginales.
Sandra, con la polla de Javier entre sus tetas chupándole la punta, y mi boca en el coño, no tardó en correrse llenando mis morros de los jugos que de su coñazo manaban, mientras Javier le decía:
– ¡Así Sandra, que tetas tienes, zorra, y que bien la chupas… como me gusta… me voy a correr en tu boca… quiero llenártela de leche…!
– ¡Sí, dámela, dámela toda para mi boca, me gusta el sabor de macho! – contestaba ella.

Entretanto, Román había colocado a Ana sobre la cama, con las piernas colgando y se disponía a metérsela. Ella estaba súper excitada, tenía las tetas hinchadas, lo mismo que sus pezones. Él se cogió con ambas manos la polla, orientándola hacia la entrada de aquel lubricado coño, empujando un poco, le introdujo el glande lentamente. Ana resoplaba como una gata en celo, sintiendo como la gruesa polla, con alguna dificultad, se apoderaba de sus entrañas, haciéndola exclamar:
– ¡Métemela despacio que es demasiado grande, por favor, despacio que siento que me rompes el coño!
Sin dejar de chuparle los pezones, él la abrazó por la cintura, apretando con cada mano una nalga y ella quedó con las piernas colgando a ambos lados de la cama, abierta totalmente, sintiéndose llena de polla como nunca lo había estado. Él seguía empujando y cuando, de un último esfuerzo, se la clavó toda, le decía:
– ¡Ahora muévete bien, la tienes toda dentro, la siento muy caliente y oprimida por tu coñito… como me gusta!
Ana comenzó a convulsionarse y a gemir de placer, al tiempo que decía:
– ¡Ya… ya me estoy corriendo… pero sácamela, por favor… me estás matando!
Haciéndole caso, Román se la sacó, dejando ver lo abierto que le había dejado el coño, y se sentó sobre su torso colocando su mojada y endurecida polla entre sus pechos. Ella comenzó a hacerle una cubana pero al ser la polla tan grande, llegaba con facilidad a su boca, por lo que él colocó sus manos debajo de su nuca, a modo de almohada, y en esta postura metió el glande en su boca.
La zorra de Ana se la chupaba con vigor al tiempo que se la masajeaba con las tetas, empeñada en sentir en su boca, el delicioso manjar. Cosa que no tardó en suceder, pero era tal la cantidad de leche, que le daban arcadas y no solo se le salía la misma por la comisura de los labios sino que se atragantó echándola también por la nariz. Menuda corrida la de Román. Sin duda guardaba relación con el tamaño de su verga. Si bien ambas zorras ya habían probado en sus bocas tan delicioso manjar, yo tenía la polla que me dolía de lo dura que estaba después del espectáculo brindado por lo que, cogiendo a Sandra la puse a cuatro patas y aferrándome a sus enormes tetas, de un solo golpe se la metí en aquel coño que más bien parecía un pozo sin fondo.
Pero Javier, que ya se había recuperado, me mandó echarme sobre la cama y que fuera Sandra quien me cabalgara, cosa que realizamos de inmediato y entonces la apreté contra mi pecho para que su culazo quedara en disposición de ser visitado. Javier se apresuró y en un momento teníamos aquella madura y caliente zorra, gimiendo de placer al sentir como mi polla follaba su coño y la de Javier llenaba su culo. Ana, que regresaba del baño, al vernos nos animaba diciendo:

– ¡Darle caña a esa puta vieja y prepararla bien que cuando la coja el negro va a saber lo que es bueno!
– ¡Calla, zorra! – le decía Sandra – ¡Esto es lo que me gusta, que me den caña y buenas pollas!
No tardé en correrme en aquel mojadísimo coño al tiempo que mordía sus pezones, que estaban durísimos, pero una vez que me aparté de ella, Javier seguía aferrado con fuerza a sus caderas, martilleando sin piedad su culo, diciéndole:
– ¡Toma Sandra, que culo tienes y como me gusta follártelo, que putón estás hecha… y como traga, es inmenso, zorra, tómala hasta los huevos!
– ¡Así, Javier, así, hasta el fondo, que me gusta… ya… ya cabrón… mira como me corroo…!
Javier no tardó en imitarla, depositando su leche en aquel soberbio culo que, cuando sacó su polla permanecía aún abierto, comenzando a salir del mismo la leche que resbalaba por sus muslos, por lo que Sandra fue al baño mientras nosotros abríamos una botella de cava.
La verdad es que en aquella primera media hora, los tres machos nos habíamos corrido lo mismo que las dos zorras, además de haber saboreado el cálido semen en sus bocas, pero sin duda, viendo el ambiente que allí se respiraba, lo mejor estaba por llegar y vaya si llegó pero eso te lo contaré en otra ocasión.
Hasta pronto y saludos para todos.

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