Relato erótico

Me tentaron

Charo
6 de julio del 2019

Está casada, su matrimonio funciona bien, aunque, a veces su marido le dice que le gustaría verla con otro hombre, ella siempre le dice que no y se acabó el debate. Además de trabajar va a clases de francés y allí conoció a dos chicos, más jóvenes, que no le quitaban la vista de encima.

Carol – Valencia
Mi nombre es Carol, tengo 44 años, estoy casada desde hace 10 y trabajo en una empresa como secretaria. Soy bajita, 52kg, morena, bastante pecho, culo redondito y muslos bien formados; todavía a mi edad dicen que estoy de muy buen ver, debiendo admitir que en más de una ocasión he sido víctima de piropos de todo tipo, tanto por parte de jóvenes como por hombres de mediana edad, además, en alguna ocasión he visto como me han repasado descaradamente con la mirada de arriba a abajo, cosa que a mí me molestaba y avergonzaba cuando paseaba junto a mi marido, pero que a él, lejos de enfadarse, se sentía orgulloso de llevarme a su lado, ya que no todos los hombres tienen la suerte de ir acompañados de una guapa y atractiva mujer.
En el terreno sentimental me encuentro muy bien con mi pareja, nos queremos, nos respetamos y nos entendemos bastante bien en la cama, aunque desde hace algún tiempo, mi marido me venía insistiendo con una extraña propuesta, decía que le excitaba la fantasía de imaginarme seducida y entregada a otro hombre que no fuese él, es decir, con algún amigo, compañero, incluso con desconocidos, y me planteaba situaciones morbosas y extrañas, inimaginables para mí, a lo que yo siempre me había negado rotundamente a seguirle el juego, ya que además de que no me imaginaba ninguna situación con nadie que no fuera él, iba en contra de mis principios, aunque él me insistía.
Además de trabajar dentro y fuera de casa, dos días por semana voy a una academia de francés a la que asisten entre otras personas, dos chicos de poco más de 20 años. Desde hacía algún tiempo venía observando que cada vez que entraba en clase me miraban y luego hacían algún comentario entre ellos.
Al principio la situación me resultaba algo incómoda, pero pasadas unas semanas, no se si fue por las continuas miradas que me lanzaban unidas a la insistencia de mi marido con aquellos temas sobre seducciones, comenzó a picarme la curiosidad y con ánimo de recoger momentos y situaciones para luego comentar a mí marido, comenzó a despertarse dentro de mí la coquetería que toda mujer lleva dentro cambiando mí actitud ante ellos, respondiendo a sus miradas con una picarona sonrisa, reuniéndome con ellos durante los descansos y a vestirme incluso de forma más provocadora, atrevida y juvenil para asistir a clase.
Empezaba a gustarme el hecho de atraer y gustar a otros hombres, ya que como mujer y más a mi edad, necesitaba confirmar que todavía me sentía joven y atractiva, pero sin ninguna otra intención. Una vez finalizado el primer trimestre y con motivo de celebrar las vacaciones de navidad, se acordó el ir a cenar. Me vestí con una camisa blanca algo transparente, una falda de gris bastante corta, unas medias oscuras con liga, unos zapatos negros de tacón y un sujetador negro muy escotado; estaba rompedora.
Cuando llegué al restaurante casi todos ocupaban sus asientos, al final de la mesa vi como César me llamaba para indicarme que me había guardado un sitio a su izquierda y frente a Marco.
Durante la cena todos estuvimos comentando anécdotas del curso, ocupaciones, aficiones, etc. en un ambiente distendido y desenfadado, a la vez que mis dos compañeros se mostraban muy amables hacia mí, me llenaban continuamente la copa con vino y notaba como me miraban de una manera especial, pero fue poco antes de los postres cuando noté como por debajo del mantel la rodilla de César rozaba la mía; al principio creí que no se había dado cuenta y la aparté discretamente pero volvió a insistir a la vez que Marco tocó con su pie el mío bajo la mesa.
Estaba nerviosa y no podía evitarlo. Con asombro comprobé que el muy descarado se había descalzado. Su dedo gordo comenzó a tocarme despacio, desde mis pies hasta la rodilla, luego bajaba de nuevo, así una y otra vez, pero cuando intentó subir más arriba, cerré las rodillas. Con toda la cara, al notarlo, él presionó.
No sé si fue el morbo de sentirme acariciada bajo la mesa, el hecho de que nadie se enteraba de nada o la imposibilidad de montar un número cambiándome de asiento, lo que hizo que muy despacio separase las rodillas. Él iba despacio, rozándome los muslos hasta que llegó a mi entrepierna y tocó con aquel dedo la tela de mis bragas; la impresión fue tremenda. Lo más morboso de todo aquel sobeo tan íntimo y directo que me estaban dando es que aquellos dos chicos seguían hablando como si nada.

Ahora yo estaba tan abierta de piernas como la falda lo permitía y en menos de un minuto mi coño empezó a humedecerse, no me atrevía a mirar a ninguno de los dos, pero sentía tanto gusto con todo aquello que abría y cerraba las piernas muy despacio. Así, durante los postres, me estuvo tocando y no hice nada para apartarme, sino que continué espatarrada.
Aprovechando que llegaba el camarero con la cuenta y mis compañeros decidían donde ir después de cenar, me disculpé y fui al servicio. Me metí en uno de los lavabos, me levanté la falda, me bajé las bragas y mi mano fue directa a mi coño mojado, procuré tranquilizarme, me limpié con un papel, me arreglé la ropa, me refresqué las manos y salí de nuevo. Al dirigirme hacia la mesa vi que no quedaba nadie y que César y Marco me esperaban en la barra.
– Hemos acordado ir al cine y luego a una discoteca, si es que todavía estamos animados. Los demás han marchado ya hacia allí pero nos hemos quedado para acompañarte- dijo César.
Me pareció bien, así que cogimos el coche y marchamos hacia allí. César conducía, Marco se sentó a su lado y yo me senté en la parte posterior del vehículo. Como el cine se encontraba a las afueras, aproveché el trayecto para cerrar los ojos e intentar tranquilizarme de la bochornosa situación en la que me encontré.
Transcurridos unos minutos noté como el coche entraba en un camino sin asfaltar pensando que llegábamos a la zona de aparcamientos, pero al mirar por la ventanilla vi que nos encontrábamos en un descampado. Todo aquello era muy sospechoso, me encontraba algo nerviosa dada la situación y no tardé en comprobar que todo había sido un montaje premeditado en el que yo me encontraba inmersa.
– ¿Dónde me habéis traído? ¿No habíais quedado con los demás?
– Ha habido un pequeño cambio de planes… Ahora te lo explicaremos con tranquilidad.
Tanto César como Marco salieron del coche y abriendo cada uno una puerta pasaron a la parte posterior del vehículo donde me encontraba yo.
– ¿Qué te parece si continuamos con lo de antes?
– Creo que ha habido un malentendido… – dije asustada.
– ¿Un malentendido? Pues mejor será lo aclaremos cuanto antes porque llevas unas cuantas semanas calentándonos la polla…
Ambos se acercaron hacia mí y sin darme opción, comenzaron a besarme y a acariciarme suavemente por encima de la ropa. Marco no tardó en aprovechar la oscuridad de aquel solitario lugar para colocar su mano sobre mí muslo, iniciando una lenta y suave caricia hacia arriba mientras César me separaba suavemente la otra pierna haciéndome lo mismo. Cerré los ojos mientras me dejaba acariciar por aquel par de chicos que me habían calentado tanto durante la cena. Cuando quise darme cuenta me encontraba ya con la camisa desabrochada y abierta, quedando a la vista un minúsculo sujetador negro del que asomaban la mayor parte de mis pechos y la falda subida hasta más de la mitad, mostrando casi la totalidad de mis muslos.
Durante unos segundos dudé y luego cerrando los ojos asentí con la cabeza e instintivamente mis manos fueron resbalando sobre los muslos de aquellos jóvenes y una vez allí, no tardé en encontrar unos enormes bultos que palpitaban bajo la cremallera de cada uno de los pantalones. No podía creer lo que estaba haciendo, me encontraba en la parte posterior de un coche dejándome acariciar y con el deseo de ver y amasar la polla a aquellos dos perversos jóvenes a los que prácticamente ni conocía; así que sin perder un instante más, bajé la cremallera a uno, luego desabroché los botones del tejano al otro y me apresuré en sacar y ver como eran aquellas pollas.

César la tenía muy gorda y carnosa, aunque algo flácida todavía, mientras que Marco la tenía más larga, dura y muy mojada, ambas buenísimas y con unos gordos testículos en la base. Mientras tanto, ellos tampoco perdieron el tiempo en acabar de remangarme la pequeña falda uno y pegando un pequeño tirón del sujetador hacia abajo dejando mis tetas al aire el otro.
Marco me separó las piernas y comenzó por apartar mi braga con dos dedos y con gran maestría comenzó a darme una suave caricia en mí clítoris cosa que hizo que lanzase un pequeño suspiro y quedase mi boca entreabierta, lo que aprovechó para pegar sus labios a los míos y entregarme su lengua que acogí con sumo gusto mientras que César comenzó a acariciarme los pechos, mis pezones reaccionaran y se pusieran duros y gordos como garbanzos mientras me decía al oído:
– ¿Ya sabe tu marido lo puta y calientapollas que eres cuando vienes a clase…?
Aquellas palabras, al contrario de lo que hubiese podido pensar semanas atrás, en vez de ofenderme, me excitaron aún más, haciendo que acelerase el ritmo de la paja que les estaba propinando. Entonces Marco comenzó a introducir dos de sus dedos en mi encharcado y abierto coño, iniciando una follada con su mano mientras simultáneamente con la otra estimulaba mi clítoris, dándome placer por todas partes. Así, espatarrada, dejándome sobar y chupar los pezones por uno, metiéndome mano en el coño el otro y una polla en cada mano, me corrí por primera vez sin poderlo evitar, retorciéndome de gusto como una tonta veinteañera. La situación no era para menos, pero me encontraba muy excitada y no podía parar.
Me giré entonces hacia César, vi su gorda y mojada polla, y sin pensármelo dos veces, me amorré comenzándola a engullir con auténtico desenfreno, me apetecía metérmela en la boca y lamerla, chuparla a fondo, no se si era por el morbo de tener una polla tan enorme a mí disposición, o por el hecho de encontrarme en aquel lugar, dejándome meter mano por aquellos dos jóvenes y sin que mi marido se enterase de nada, el caso es que acabé derrotada ante tal situación, entregándome al placer. Mientras, con el culo ofrecido a Marco, no tardó en darme lo que tanto necesitaba. Puso su polla a la entrada de mí mojado coño y empujando suavemente la metió hasta el fondo, provocando que lanzase un quejido de placer, después comenzó a follarme suavemente, luego aceleró, entrándola y sacándola al completo, acompañando al ritmo de la mamada que le estaba propinando a César, hasta que descargó toda su leche, fue una explosión llenó toda mi boca y mientras yo me apresuraba en sorber y tragar todo aquello, Marco comenzó a bombear acelerando y profundizando aquel mete y saca tan bueno que me estaba dando.
Y así, con el chapoteo de mi coño con la polla de Marco entrando y saliendo de él y con la polla de César en mí boca, nos corrimos los tres. Me incorporé tras unos instantes después de relamer y limpiar la polla a César y entonces Marco me pidió que se la chupase a él. Sin contestar y cegada por mi calentura, me amorré y agarrándola con una mano comencé a meneársela y a chuparla, no tardó mucho en reaccionar, volviendo a ponerse dura y con una erección enorme, teniendo que dejar tres o cuatro dedos de polla fuera de mi boca, ya que casi me daban arcadas al intentar tragarla entera.
Mientras César aprovechó mi posición, colocó su polla en la entrada de mi culo y comenzó a presionar.
– No, por ahí no, me duele… – pedí.
– ¿No estás acostumbrada a que te la metan por aquí o es que esta polla es más gorda que la de tu marido?
Así, sin hacer caso a mis protestas y agarrándome por la cintura, comenzó a presionar. Primero con un golpe seco metió el glande en mis entrañas. El dolor era terrible y después de tres o cuatro empujones más supuse que tenía toda su polla dentro de mí, confirmándomelo el golpeteo de sus huevos sobre mis carnes.

Así, con toda su polla dentro, comenzó a encularme lentamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Me di cuenta que el dolor estaba en el anillo de mi ano y no en el recto, así que tenía que evitar que aquel glande volviera a salir para no sentir aquella punzada, de esta manera, cada vez que su polla se retiraba y amenazaba con intentar salir, era yo quién casi inconscientemente llevaba mi culo hacia atrás para tragarla de nuevo entera.
No sabía cuanto iba a durar aquel tormento, pero viendo que estaría sometida un buen rato por aquel joven y ante la imposibilidad de acabar con aquello, acabé por asumir la situación en la que me encontraba mientras iba mamando la deliciosa polla de su amigo, entrando y saliendo de mi boca al ritmo con el que la otra polla entraba y salía de mi culo, el cual acabó acoplándose por fin a aquella enorme polla, todo se movía ahora con mucha más facilidad, incluso cesaron mis protestas y se convirtieron en sollozos placenteros, gemidos, suspiros y en alguna que otra palabra grosera y sucia.
Quién me iba a decir a mí que aquella noche iba a acabar poniéndole los cuernos a mi marido teniendo una aventura con dos jóvenes y mucho menos dejarme follar por todos sitios como lo estaba haciendo, pero estaba sintiendo mucho placer con todo aquello y ahora era yo quien se movía para rozarme más y más, me sentía como una perra caliente.
Nos corrimos de nuevo los tres y así, tras lamer y saborear todo aquello, con mi culo abierto y el coño chorreando, me incorporé y les ofrecí mi boca como muestra de satisfacción.
Después de relajarnos unos instantes, nos pusimos bien la ropa y nos marchamos sin haber visto ninguna película y sin bailar, pero satisfechos. Cuando llegué a casa mí marido estaba durmiendo, me lavé y luego me metí en la cama procurando dormir. Durante dos días tuve dolorido mi culo, pero mereció la pena.
Semanas más tarde, cuando una noche mi marido comenzó a tratar el tema, me atreví a contárselo como si de una fantasía mía se tratase y al comprobar como se iba poniendo cachondo se lo fui explicando con todo tipo de detalles, sin imaginarse que todo aquello me ocurrió en la realidad, disfrutando yo también mucho, ya que me sentía muy excitada al recordar aquellas dos pollas y en como me follaron aquellos maliciosos jóvenes.

Fue a partir de entonces cuando comencé a participar activamente y a seguirle el juego de sus fantasías con otros hombres en situaciones imaginarias en las que me intenta involucrar; lo que no imagina es que con todo esto ha conseguido que su recatada y tímida mujer se haya vuelto un poco más golfa de la cuenta…
Besos para todos.

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