Relato erótico

Me sedujeron

Charo
12 de febrero del 2019

Es joven y algo tímido, y “casi” virgen. Aquella noche su madre había invitado a dos amigas y a sus respectivos maridos a cenar. La cena fue bien pero, poco a poco se le iban insinuando.

Martín – Pamplona
Mi madre había invitado a dos amigas suyas y a sus respectivos maridos a que vinieran a cenar con nosotros. También invitó a dos amigas de todos que estaban solteras. Yo me llamo Martín, tengo 20 años y soy algo tímido con las mujeres, por lo que, aún no me había comido una rosca con mis amigas y compañeras de instituto.
Soy alto, cabello corto, moreno y liso, delgado pero como digo, debido a mi timidez, todavía no había saboreado las mieles y encantos del sexo femenino.
Los invitados llegaron a casa sobre las 9 de la noche ya que a mi madre le gusta que los invitados sean puntuales a la hora de cenar. Ellas tienen 41 y 38 años y los maridos 49 y 43 años respectivamente. Ambas tienen cuerpos de escándalo, al menos para mí, que me había masturbado en más de una ocasión pensando en ellas. Pero las presentaré para que las conozcáis ya que ambas son las protagonistas del relato junto a un servidor.
Rosa tiene 41 años y es morena de cabello largo y liso que le llega hasta la cintura. Sus ojos son verdosos, los labios finos y deseosos de comer lo que se encontrase delante tal y como veréis. De altura mide 1,72 y en cuanto al pecho es bastante voluminoso ya que gasta una talla 110. Por otra parte tiene un culo respingón el cual me vuelve loco solo de verlo e imaginar lo que podría hacer con él si algún día fuese mío. Iba vestida con un traje pantalón blanco, blusa negra y llevaba botines marrones de piel y de tacón alto de aguja.
Por su parte, Beatriz, Bea para todos, tiene 38 años y está tremendamente potente. Tiene el pelo corto, rizado y rubio. Ojos azules, labios gruesos, un poco más baja que Rosa, pues mide 1,68 y con pecho más pequeño que rondará sobre la talla 90. Normalmente sus pechos se le marcan bastante bajo su ropa pues por lo que sé no suele llevar sujetador ya que debido a su dureza se le mantienen perfectamente sin necesidad de sostén, además de haberle oído decir alguna vez a Rosa y a mi madre que se sentía más cómoda sin llevar sujetador. A Bea solía gustarle remarcar su cuerpo con trajes ceñidos que la hacían aún más deseable para los hombres. Aquella noche en concreto había elegido para la ocasión un provocativo vestido de tirantes de color azul marino con escote en pico y la espalda desnuda hasta la cintura. ¡Estaba para comérsela! Por supuesto iba sin sujetador con lo que se le marcaban los pezones por debajo de la tela. El conjunto se cerraba con unos zapatos negros de piel y de tacón de aguja no tan alto como el de Rosa.
Debo confesaros que siempre he sido algo fetichista en el tema del calzado femenino. Me encanta el calzado de tacón alto ya que estiliza el cuerpo de la mujer y de ese modo me excita más la visión de ellas.
Nos pusimos a cenar tras estar conversando un rato y a mí me tocó en una de las esquinas de la mesa. Por suerte delante de mí se colocó Rosa y a mi lado Bea.

Pensé que debería estar hablando con alguno de los aburridos de sus maridos pero la fortuna me favoreció y mis compañeras de cena serían ellas dos. Tanto Bea como Rosa siempre hacen broma conmigo preguntándome si tengo algún lío en el instituto o en el barrio lo cual siempre me pone nervioso y acabo diciéndoles que sigo igual que siempre, es decir solo.
Bea al sentarse a comer siempre tenía la costumbre de colocar la servilleta sobre sus piernas. Ello hacía que se le subiera algo la falda lo cual permitía tener una mejor visión de sus bonitas piernas. Sé que yo no le era indiferente, pues una vez estando en el lavabo orinando entró ella de repente y me vio con la polla al aire y guiñándome un ojo y sonriendo me dijo:
– Ten cuidado no se constipe, pues sería una pena.
En cuanto a Rosa en una ocasión la pillé haciendo el amor con mi padre. Fue una noche de las vacaciones pasadas cuando me levanté de madrugada y me asomé a la terraza del apartamento donde nos reunimos a pasar unos días de descanso. Pues bien, como os digo salí a la terraza a fumar un cigarro cuando oí ruidos y risas en la piscina. Me escondí un poco en la terraza para no ser visto pero poder ver sin problemas. Cual no sería mi sorpresa cuando vi a Rosa comiéndole la polla a mi padre, tumbados ambos en el césped. Mi padre gemía como un condenado agarrándole la melena a Rosa sin dejarla escapar y pidiéndole más y más. Finalmente mi padre se corrió de manera brutal enviándole unas buenas sacudidas de esperma que fueron a parar a su cara y al interior de su boca y que Rosa lamió con una cara de auténtica lujuria. Menuda mamada le había hecho. Yo rápidamente me fui al baño a correrme como un descosido recordando la escena que acababa de observar.
Volviendo a la cena, como os comentaba anteriormente de vez en cuando seguían haciendo broma y trataban de tirarme de la lengua para saber si tenía alguna aventura por ahí. Al decirles que no y que aún seguía virgen, Bea le comentó a Rosa que eso había que arreglarlo con urgencia pues no quería que continuase de aquella manera teniendo 20 años.
Rosa asintió ante el comentario de Bea y de repente noté sobre mi entrepierna el botín que se apoyaba apretando mi polla. Yo llevaba unos pantalones chinos con lo cual noté la presión de la suela de su botín sobre mi polla, que empezó a despertar. Me atraganté ante semejante ataque pero por suerte nadie se dio cuenta de la situación. Bueno, nadie no es cierto, pues Bea bajó la mirada hacia abajo y vio como Rosa apoyaba su pie sobre mí.
Bea y Rosa se miraron y sonrieron ambas mientras Bea se pasaba su lengua por los labios viendo como mi polla crecía poco a poco con el roce del pie de Rosa. De repente Bea bajó su mano hacia mi entrepierna acariciando mi bulto que cada vez se hinchaba más y más.

Por suerte aquello ocurrió cuando ya estábamos acabando de comer con lo cual aproveché para levantarme diciéndole a mi madre que no me apetecía comer postre, que iba al baño y a echarme una siesta a mi cuarto pues estaba cansado de la noche anterior ya que había llegado sobre las seis de la mañana.
Mi habitación está en la otra punta de la casa por lo que hay que cruzar el pasillo que es bastante largo y le da cierta independencia del resto de la casa. Cuando llevaba unos 20 minutos en mi habitación y me encontraba viendo la televisión oí como alguien tocaba en la puerta con los nudillos. Dije que entrase quien fuese. Creí ver visiones cuando vi entrar a las dos en la habitación riendo ambas entre sí. Me comentaron que sus maridos y mis padres se habían bajado a la calle a dar un paseo y a estirar las piernas para bajar la comida y que ellas, por su parte, habían pensado venir a verme a ver que hacía. Bea se sentó en la cama a mis pies preguntándome si no me dormía y le contesté que no podía. Entonces Rosa soltó una carcajada y me preguntó que si era por lo que me había hecho en el salón mientras comíamos. Os lo juro: no sabía dónde meterme.
Las dos mujeres se miraron entre sí y Bea le dijo a Rosa que si deseaba enseñarme todos sus encantos a lo que Rosa se abrió la blusa dejando ver el sujetador negro que llevaba. Yo creía ver visiones. De pronto Bea posó su mano de uñas cuidadas y pintadas de granate sobre mi muslo y empezó a subir hacia arriba. Fue subiendo poco a poco haciéndome sufrir hasta llegar a mi polla acariciándola por encima del pantalón. Al mismo tiempo me dio su lengua y me ofreció un beso de tornillo que nunca olvidaré.
Rosa se despojó de su pantalón y se quitó las bragas y el sostén dejando al aire sus maravillosos pechos que pese a su tamaño mostraban una dureza considerable. La verdad es que yo siempre creí que los tendría más caídos pero, por fortuna, me equivocaba. Rosa se colocó encima de mi cabeza con su pubis sobre mi cara y me dijo que le comiese el coño que se había puesto muy cachonda con lo que me había hecho en la mesa.
Por otro lado, Bea se encontraba sobre mi bulto acariciándolo por encima del pantalón con sus labios y dándole lametazos con su lengua. De repente no se lo pensó dos veces y bajó la cremallera del pantalón metiendo su mano hasta alcanzar mi verga que estaba tomando unas dimensiones considerables. Rápidamente se afanó en soltarme el cinturón y de ese modo pudo acceder con mayor facilidad a mi polla la cual agarró con fuerza con su mano derecha.
Se quedó mirando a Rosa y le dijo:
– Mira Rosa la maravilla que tiene y que nos vamos a comer hasta dejarle seco. Este muchachito hace tiempo que me tiene loca. Llevo cantidad de tiempo deseando comérmelo y follármelo.
– Es verdad Bea, a mí me ocurre lo mismo con él. Es un muchacho muy bien parecido y que creo que necesita de nuestros cuidados para hacer de él un hombre.

Me encanta lo que veo que tienes entre tus manos y estoy deseando tenerlo dentro de mí.
La que se avecina, pensé, debo aprovecharla al máximo. El sueño de mi vida cumplido. Siempre había deseado estar con esas dos hembras y ahora me las encontraba ahí junto a mí.
Bea empezó a mover su mano a lo largo de mi polla haciéndola crecer poco a poco hasta que tomó un tamaño cada vez mayor. Bea abrió los ojos desmesuradamente observando mi polla y le dijo a Rosa:
– Rosa, ¿has visto la maravilla que tiene aquí? ¡Debe medirle al menos 20 cm y además es tan gorda!
– Bea, ponlo a tono que vamos a dejarle para el arrastre. Esa polla deseo tenerla en mi coño y en mi culo. Cada vez me estoy poniendo más caliente imaginando lo que vamos a hacerle a este mozalbete.
Rosa me acercó su coño a mi boca y me dijo que la abriese y empezase a chuparle su clítoris y que la pusiese a tono que luego me lo compensaría con creces. Así pues abrí mi boca y empecé a lamer sus labios con mi lengua, humedeciéndola poco a poco. Gemía cada vez más y su respiración se hacía más fuerte. Mientras tanto Bea inició unos lametazos sobre mis testículos haciéndome sentir en la gloria. Fue subiendo con la punta de la lengua a lo largo de mi verga notando todo su esplendor. Por fin acabó tragándosela en su totalidad lo que me hizo ver el cielo abierto ante mí. Empezó a masturbarme la polla con su mano y comiéndose mi cabeza cada vez más y más deprisa hasta que me hizo reventar dentro de su boca sacándome toda mi vitalidad.
Bea se relamió sus labios con la lengua tragándose toda mi leche y limpiándome la verga hasta dejarla limpia. Cuando pensé que todo había acabado Rosa se acercó a mi polla comenzando una nueva felación hasta conseguir ponerme la polla nuevamente en ristre.
– Mira Bea, Martín parece que quiere seguir el juego nuevamente. Su cosita ha vuelto a ponerse en forma. ¡Que ganas tengo de tenerle en mi interior!
– Tranquila Rosa, trátalo con cariño y suavidad que debe satisfacernos a las dos, no sea acabemos demasiado pronto con todas sus reservas.
Así pues, Rosa se colocó tumbada encima de mí dándome a lamer sus espléndidas mamas con las cuales perdí la respiración. Agarró mi falo con su mano y lo dirigió hacia su chocho sentándose de golpe sobre él y lanzando un grito agudo y prolongado. Yo, por mi parte, la agarré de las caderas ayudándola a que se moviese sobre polla y de ese modo inició un galope desenfrenado diciéndome frases entrecortadas pero llenas de contenido erótico que llenaban la habitación. Coloqué las manos sobre sus nalgas para agarrarla mejor y le di algunos azotes y Rosa gritaba y me pedía cada vez más. Los gritos en la habitación eran cada vez mayores, estaba enloquecía por momentos y a punto de corrernos. De pronto nos quedamos parados y explotamos en un orgasmo conjunto que nos llenó de placer. Le llené todo el chocho con mi semen y Rosa se tumbó sobre mí besándome y agradeciéndome lo que le había hecho sentir.
Tras descansar unos diez minutos de esta mi segunda corrida, vi como Rosa se acercaba a Bea, le ofrecía sus labios y ambas se besaban apasionadamente dándose sus respectivas lenguas. Dicha escena volvió a hacer que mi polla se endureciese nuevamente lo cual visto por Rosa hizo que le dijese a Bea:

– ¿Has visto Bea con que maravilla nos hemos encontrado? Se ha corrido ya dos veces y vuelve a ponerse en pie de guerra. Esta vez te lo dejo para ti para que acabes con él y hagas que no se olvide de nosotras.
Bea se levantó de la cama e hizo que me levantase yo también. Me colocó de espaldas a ella mirando a la pared y acercó sus labios a mi oreja y me dijo:
– Prepárate que viene el fin de fiesta. No te arrepentirás de haber estado con nosotras en toda tu vida.
Bea se apretó a mí por detrás haciéndome sentir su pubis sobre mis nalgas, rozando su vestido contra mi piel. Empezó a besarme el lóbulo de la oreja con sus labios y con su lengua. Me estaba poniendo a mil, lo puedo jurar. De pronto me hizo girar y se puso apoyada en la pared de espaldas a mí mostrándome sus nalgas totalmente expuestas para mí. Se agachó apoyando sus manos en la pared y con ojos de tigresa me dijo:
– Martín ahora te toca lo mejor y no quiero que me falles. Vas a follarme el culo hasta hacerme reventar así que, Rosa, quiero que le ayudes a que lo haga bien.
Rosa agarró mi verga, que estaba totalmente tiesa, y la dirigió hacia el culo de Bea.
– Ten cuidado y no tengas prisa, que quiero que disfrutes de lo que vas a sentir. Debes penetrarme poquito a poco para no lastimarme, ¿entiendes?
Empecé a apretar suavemente y sentí como gemía. Conseguí meterle mi cabeza, lo cual le hizo dar un grito desgarrado. Lloraba del dolor que sentía pero no quería que saliese de ella por lo que apreté de nuevo hasta clavarle mi ariete en su totalidad. Ahora sí que casi pierde el sentido, se quedó sin respiración y le dijo a Rosa que se abrasaba por dentro, que era mucho mejor que la de su marido.
Entonces la agarré del cabello y se la clavé cada vez con mayor rotundidad sintiendo como me acompañaba con el movimiento rotatorio de sus nalgas, mientras Rosa le daba a Bea su lengua para que se la comiese. Era una imagen que me ponía a tope.

Nunca las imaginé dándose la lengua. El momento culminante se acercaba y Bea se agachó como pudo entre mis piernas y agarró con fuerza mis testículos haciéndome correr dentro de ella sin poderlo remediar. Nos corrimos los dos juntos a la vez.
Un beso fuerte para todas.

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