Relato erótico
Me quedé satisfecha
Estaba cachonda y tenía ganas de macho. Se ducho, se depiló el chocho y se vistió para la “batalla”. Llamó a su amigo Ángel y con la excusa de ver unas fotografías del verano anterior, se presentó en su casa. Consiguió que le pasara la calentura.
Irene – Málaga
Me sentía seductora, con ganas de echar un buen polvo o por lo menos de cerdear un poquito.
No soy bonita de cara y tengo demasiadas caderas, pero mi culo es una verdadera obra maestra de la naturaleza, como habrás podido comprobar. Más de una vez me han dicho que tengo culo de negra. Respingón y abundante, de carnes prietas y duras.
No soy tonta y le saco todo el partido posible.
Me metí en la ducha antes de salir de casa. Bajo la lluvia caliente del grifo pasé la máquina de afeitar por el coño. Cuando terminé me entretuve deslizando mis dedos untados con el jabón sobrante por la superficie lisa de la piel recién afeitada. Es tan sensual que no tardo en tener el clítoris hinchado como un minúsculo globito rojo.
Tengo una de esas columnas de baño en las que seleccionas el chorrito que más te apetece. La elegí yo misma. Uno de esas salidas de agua coincide con mis muslos, pero es orientable. Lo puse hacia arriba enfocando justo en mi chocho depilado y abrí los labios a tope, con ambas manos, para que el agua cálida me golpeara la zona interior del chocho. No quise tener orgasmo, y así, calentona y enfebrecida, sin correrme, salí del baño.
Decidí no llevar bragas. Me puse unos legguins negros de cuero muy fino. Me quedan demasiado justos y he de hacer verdadera fuerza para subirlos y encajarlos definitivamente. A cambio son como una segunda piel. Yo diría que casi siento más con ellos puestos.
Me miré de espaldas en el espejo. ¡Espectacular!. El culo redondo, negro y brillante lucía espléndidamente. Por delante la costura central se metía en mi raja dibujando con precisión el coño.
Calcé unos tacones negros y oculté mis pezones levantados tras una camiseta ajustadita, del mismo color, en la que hay estampada la cabeza de una cobra en actitud de ataque. Es preciosa. Mi chaqueta de cuero negro completo el atuendo.
Volví a sobarme las tetas bajo la camiseta, tenía los pezones duros todavía. No quería que mi temperatura bajara, así que me acaricié el culo y el coño resbalando mis dedos sobre el cuero, reconociendo los contornos de mi culo y mi almejita palpitantes.
Ángel es un chico tímido y poco hablador. Sé que lleva intentando follarme desde hace un montón de tiempo, a pesar de que salgo con Pedro, que es buen amigo suyo. El chico me ha invitado varias veces a su casa con el pretexto de enseñarme las fotos que hicimos en verano, pero siempre le había dicho que no.
A Pedro le da lo mismo con quien yo folle. Sé que suena raro.
Pero somos una pareja rara, ahora se le llama “follamigos”. El cabrón de Pedro sólo me quiere para desahogarse, porque a sus 22 años anda todo el día con el nabo duro. Me encanta como me lo hace. Es rudo a veces, a veces tierno, siempre simpático y siempre sorprendente. Con él no hay dos polvos iguales.
Cogí el teléfono y llamé a Ángel. Se sorprendió de mi llamada y le dije que me gustaría ver las fotos del verano anterior que aun no había visto. Me hizo gracia que Ángel tartamudease. Hasta tal punto se puso nervioso. Quedamos en su casa.
Ángel estaba muy cortado, me hizo pasar a su habitación, se sentó delante del ordenador y empezó a pasar las fotografías. De pronto apareció una en que estaba con las tetas muy morenas. Estaba muy nervioso, ya no aguanté más su timidez.
Me puse de pie y subí la camiseta de la cobra dejando mis pechos al aire. –Mira, ahora ya están blancos. Han perdido todo el moreno-.
No hizo falta más invitación. Ángel se abalanzó sobre ellos y comenzó a comerlos con glotonería. Le empujé hasta que quedó sentado en la estrecha cama, con la espalda contra la pared. Yo de rodillas, abierta de piernas con mis tetas en su boca.
-Mámalas, ¿te gustan?
Noté sus manos en mi pantalón sobando el culo escondido tras el cuero. Me encanta que me manoseen el culo mientras me chupan las tetas.
Comencé a jadear como una puta. Desde que me había lavado y afeitado el coño y desde que hice la cama con el vibrador metido dentro, mi temperatura no había bajado lo más mínimo.
Le quitaba la teta de la boca y le metía la otra. Se notaba que el pobre Ángel no sabía hacerlo bien, que no tenía experiencia, pero me daba igual. Era como un juguetito en mis manos.
-Pellízcame los pezones- le ordené.
Él obedeció al instante, pero sólo me pellizcaba uno.
-Los dos, dale a los dos a la vez- Cerré los ojos e incliné la cabeza hacia atrás, apoyando mi coño sobre el muslo de él, mientras me pellizcaba.
Ángel cogió un empacho de tetas y yo me puse cardiaca y frenética. Miré sus pantalones. Contenían a duras penas la descomunal hinchazón de la polla. Me puse a soltar el cinturón y Ángel paró de comerse mis pezones.
-No pares- volví a ordenarle, -muérdelos-
Mientras mamaba y mordía, mientras chupaba y babeaba mis tetas con su saliva, desabroché el botón y bajé la cremallera. Metí mi mano para palpar sobre el calzoncillo el pollón inmenso. Estaba como una piedra. Él me mordisqueaba más fuerte, me dolía un poco, pero me gustaba.
–Así cerdo, así. Sigue comiendo a tu zorrita-
Agarré el cipote sobre la tela sin desnudarlo y lo apreté tan fuerte que tuve que hacerle daño.
Me puse de pie y volví a impartir órdenes – bájamelos-
La fuerza de hombre y la excitación hicieron fácil una tarea que a mí me cuesta sudores. En unos segundos los legguins estaban en mis tobillos y mi coño depilado a la altura de sus ojos.
– ¡Dios mío!- exclamó -¡qué cosa más bonita! -.
Terminé de quitármelos y sin decirle palabra me tumbé en la cama abriendo las piernas y mostrándole la totalidad de mi coño recién afeitado.
-No me digas que no te apetece comerte esto- Puse mis manos en las ingles y se lo abrí rosado, caliente, tierno y jugoso.
Me hizo gracia que al colocarse para comerme el coño se le medio cayeran los pantalones. El calzoncillo lucía considerablemente elevado como una tienda de campaña bajo el leño pujante.
Me escupió en el coño y metió un dedo mientras me comía. Ahora ya sí que me sentía a gusto. No sé cuánto tiempo pasó antes de que me corriera. Me pellizcaba a mi misma las tetas mientras Ángel degustaba su banquete.
–Lame cerdito, lame-.
Tuve el orgasmo al sentir como jugaba con el agujerito de mi culo. Es algo que me cuesta contener y más si estoy en un estado como ese.
Ya relajada decidí pasar a la acción. Saqué su polla obligándole a ponerse de pie. Yo sentada en el borde de la cama.
Comencé jugando con la lengua en su punta.
-Mírame a los ojos- le dije.
Me gusta ver la cara que pone un tío cuando se la chupo. Es todo un poema.
Besé con mis labios pintados de rojo el capullo y a la vez succioné y jugué con mi lengua en la punta del prepucio tintineándola sobre el agujerito. La polla de Ángel es hermosa. La agarraba con mi mano y aún sobresalía más de la mitad.
Comía con la boca, chupaba y lamía con la lengua y masturbaba con la mano, todo sin dejar de mirarle a los ojos.
Noté iba a correrse. Esas cosas las nota una sin que le digan nada. Su cuerpo se tensó y, a pesar de parecer imposible, la polla adquirió un punto más de dureza.
Supe que no iba a aguantar, y aunque hubiese querido follarlo, agarre con rudeza y pajeé severamente con fuerza con todas mis fuerzas.
Cuando vino la leche, remangue bien la blusa y apunté la manguera hacia las tetas. No había visto nunca una polla escupir de esa manera, tan potente y cuantiosamente.
Su expresión era ida, su mirada algo bizca y durante la eyaculación dejó de mirarme y cerró los ojos.
Cuando terminó de salir leche la volví a meter en mi boca y estuve chupando y lamiendo más de diez minutos. Obtengo un placer adicional el comerme una polla que rezuma aún algo de semen.
No acababa de venírsele abajo la erección y creí que aún se recuperaría y podríamos follar un rato. Pero lenta e imperceptiblemente se le fue bajando.
Nos aseamos, y seguimos mirando las dichosas fotos, pero no hace falta que os diga, que al cabo de una hora estábamos follando como locos.
Un beso para todos los lectores.