Relato erótico

¡Me puso los cuernos alli mismo!

Charo
21 de enero del 2019

Fueron a la playa con un amigo y su nuevo lique. Tomaron unas cervezas y se metieron los cuatro en el agua. Entre juegos y risas, a nuestro amigo le crecieron unos buenos cuernos.

Pepe – Tarragona
Habíamos ido a la playa con un amigo y su nuevo ligue. Nos instalamos y al ratito anos metimos en el agua. A nosotros el agua no nos cubría, pero mi mujer y la otra chica, se mantenían a flote dando saltitos o sujetándose a nosotros.
Mi mujer se mantenía con los brazos alrededor de mi cuello y sus piernas abrazaban mi cintura. Todo tan bien concebido como que mi sexo y el suyo convergiesen en un roce embriagador, solo separado por las finas telas de su bañador y el mío.
Por otra parte nuestra pareja amiga estaba exactamente en la misma posición, no sé si nosotros los imitábamos a ellos o ellos a nosotros. La conversación se hacía muy amena, y manteníamos muy poca distancia una pareja de la otra, estábamos en la gloria. Como es natural es esas circunstancias, todos los comentarios tenían doble sentido, ya que antes de meternos en el agua nos habíamos tomado unas cervecitas y estábamos especialmente picantes y cachondos.
Mi amigo no dejaba pasar oportunidad de sobar a su nueva presa, mientras hablábamos se podía notar cómo le iba amasando cada rincón de su cuerpo sin limitarse en lo más mínimo. Era muy graciosa la escena y los comentarios de la chica, pues de cuando en cuando exclamaba con mucha gracia:
– Este tío es peor que un pulpo – y se echaba a reír mientras le apartaba las manos.
Pasado un rato se hizo un momento de silencio, puede que por haber agotado los temas o por el deseo de tocarnos con más privacidad, cada pareja siguiendo un guión no pactado se dedicó a lo suyo y nos deleitamos en actividades propias de los enamorados.
Aproveché la ocasión para sacar mi excitado miembro por encima del incómodo bañador, mientras con el rabillo del ojo no perdía detalle de las actividades de nuestros amigos, y por lo que pude apreciar Alberto también había liberado su miembro aprovechando el camuflaje que le brindaba el mar azul intenso.

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El nivel de excitación de mi amigo Alberto era evidente, y ya estaba en un estado en el que no quería disimularlo, todo el tiempo se insinuaba a su amiga, mientras esta lo evitaba ya sin ningún disimulo.
Cansada de su disimulada lucha con Alberto y con carita de disgusto, se nos acercó entre risas medio en broma medio en serio y nos dijo:
– Tu amigo está descontrolado, vamos a tener que ir a donde el agua esté un poco más fría.
Todos reímos para romper la tensión del momento y para ayudar a la pareja a salir de la embarazosa situación. Él por su parte le decía a Inés que lo estaba calumniando y que no había pasado nada entre ellos.
Mi mujer, por su parte, reía de lo lindo, mientras le decía a modo de burla:
– Guárdate eso Alberto, a ver si viene un pez y te lo come. –
A decir verdad desde mi posición no podía ver si Alberto llevaba su el rabo fuera del bañador o no. El pobre chico no podía ni meter los brazos en el agua, pues mi mujer y su amiga comenzaban con el cachondeo y la burla insinuando que se estaba arreglando el bañador para guardar su miembro.
Ya en este momento Inés se sujetaba de mi hombro a la par de mi mujer y la verdad que se me hacía un poco incómodo sostenerlas a las dos.
Mi mujer, atrevida, nadó hasta donde estaba Alberto, mientras le decía a Inés:
– Creo que exageras, voy a ver cuán desnudo está Alberto, o si es que tú lo que quieres es estar cerca de nosotros para disfrutar de mi marido – y terminando esta frase se aguantó del hombro derecho de Alberto.
Por supuesto, que la cara de Alberto era de completa sorpresa, pues no se imaginaba ese atrevimiento de mi mujer.
Ella inspeccionaba como intentando descifrar qué había debajo del agua a escasos centímetros de su cara, mientras decía en tono jocoso:
– Alberto tiene el bañador correctamente y no hay nada que temer.
Por supuesto, las escandalosas risas continuaban una vez más de forma descontrolada y Alberto, con cara de satisfacción por demostrar su inocencia, le ofrecía a su amiga Inés que volviese junto a él, pero esta insistía mientras decía que no se fiaba.

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Todo volvió a la normalidad, y volvimos a conversar, pero sin darnos cuenta, Inés estaba sujetándose de mi hombro y mi mujer descansaba en el hombro de Alberto.
Inés me decía medio en serio medio en broma:
– Carlos, ten cuidado con Alberto, que yo tuve que salir de su lado como una bala para que no me follara, este tío tiene algo muy grande – a lo que todos contestamos con risas.
– Como se le ponga dura, se la corto – soltó entonces mi mujer, y así transcurrió otra sesión de buen humor y buen rato.
Continuamos en los juegos de doble sentido mientras yo por mi parte intentaba meterle caña a Inés todo lo que discretamente me permitía sin llegar a enfadarla como había pasado con Alberto.
Cuando me di cuenta, mi mujer estaba en la misma pose en la que había estado antes conmigo, con sus dos manos sujetándose del cuello de Alberto y rodeándole la cintura con las piernas.
No me pareció bien aquella escena y aunque sabía que luego me daría algo de morbo, en ese momento no pude contenerme y la reñí por la posición que estaban manteniendo.
Mi mujer, con carita de angelita morbosa, me dijo:
– No pasa nada, sois unos mal pensados, solo estamos en una pose cómoda para los dos – pero a juzgar por la cara de Alberto, allí estaba ocurriendo algo más.
Mi mujer insistía en que no pasaba nada, que ella estaba quieta, además para follar en el agua había que mover bien la cintura, y ella estaba quieta. Inés con toda la maldad del mundo le preguntó:
– ¿Y cómo se mueve la cintura en el agua?
Mi mujer, con una sonrisa de oreja a oreja y con la máxima cara de morbo, le contestó con un gesto demostrativo mientras movía la cintura simulando que estaba follando con mi amigo, primero en movimientos alternativos lineales hacia atrás y hacia adelante, y luego en círculos en un sentido y en el otro.

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Por su parte, Alberto la sostenía por la parte arqueada de su espalda mientras me miraba con cara de morbo y me decía:
– Yo no estoy haciendo nada, es ella la que se mueve en este cachondeo para hacerte enfadar.
Las bromas y las risas continuaban y mi mujer que no se estaba quieta, nos decía a todos:
– ¿Vosotros conocéis la pose del rodeo de Texas? – antes de dejarnos contestar continuó – pues ahora mismo os lo muestro.
Con una mano se sujetó del cuello de Alberto, mientras alzaba el brazo derecho simulando llevar una cuerda, moviendo las caderas como una posesa, así e inclinando su cabeza hacia atrás, gimiendo y con los ojitos en blanco, con carita de enferma estuvo unos largos e infinitos segundos en los que fingía estarse corriendo mientras cabalgaba a mi amigo.
Superado este momento, y viendo como su amiga casi se muere de la risa ante sus payasadas, se soltó del cuello de Alberto, se hundió en el mar y volvió nadando hasta mi lado para abrazarme, apartando a Inés de su posición.
Pasados unos pocos minutos de calma, con un gesto sugestivo me invitó a salir del agua, Intentaba darme unos mimos pues se me notaba en la cara que aquel juego no me había gustado nada.
Justo a cincuenta metros de la playa estaba el hotel, al llegar a nuestra habitación enchufé la tele mientras ella se sacaba el bañador y se soltaba el pelo. Una vez desnuda se acercó y me tumbó en la cama, se subió, poniéndose encima de mí con un pie a cada lado de mi cuerpo, y entonces me señalo su sexo mientras se lo abría de par en par con ambas manos.

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No podía creer lo que estaba viendo, un espeso mar de lava blanca emanaba de su sexo, unas tremendas gotas de leche brotaban de su protuberante y rojo sexo de mujer y caían encima de mi pecho. Quedé tieso, mi miembro se erguía con una fuerza que no me dejaba pensar, no podía decir palabra alguna, me había quedado mudo ante aquella imagen, y solo reaccioné al oírle decir:
– Esta es la prueba de la follada que me dio a tu amigo en la playa… ¿Te gusta?
Saludos de un cornudo reciente.

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