Relato erótico

Me perdí una buena fiesta

Charo
19 de diciembre del 2019

Un amigo suyo se casaba y le habían montado una despedida de soltero. Estaba cansado y decidió que no iría. Al día siguiente cuando le contaron todo lo que ocurrió se arrepintió de no haber ido.

Rubén – Madrid
Hace un año, Jorge, el prometido de una prima de nuestro amable comunicante, se iba a casar. A escasos días de la boda le avisaron unos amigos que pronto celebrarían su despedida de solteros. La verdad es que no había mucho ánimo para nada. La ceremonia pretendía hacerse en un círculo de amigos y familiares cercanos, por lo que la ansiada fiesta de solteros era algo que no despertaba mucho ánimo.
Jorge tiene unos 28 años y el grupo de amiguetes ronda por ahí, de 25 a 31 pero yo, el mayor, tengo 35 años. Dos días antes de la boda llamó Héctor para informarme que a las diez de la noche debía ir a un apartamento en una zona ciudad, donde se daría la fiesta a Jorge.
– ¿Qué vais a hacer? – pregunté a Héctor.
– Nada especial, reunirnos para tomar unos tragos, charlar y tal vez ver una porno.
– Pues no, no voy, me aburriré – le dije.
– ¡Hombre, te vas a arrepentir, venga, anímate! – insistió.
– No, es que no tengo ganas, estoy en pijama, es sábado, pasan una película buenísima en televisión y realmente me da mucho fastidio vestirme y coger el coche – le dije.
– Bueno, entonces ya te lo contaré mañana, pero no digas que no te hemos invitado.
En efecto, no fui. ¡Pero fue enorme lo que me perdí! Héctor se encargó, en la fiesta de la boda de contarme el episodio de la noche anterior.
“- Llegamos Carlos, Antonio, y yo al edificio indicado – empezó diciéndome – Llamamos al interfono y nos atendió una voz de hombre, que apenas se lograba diferenciar del ruido de la música que se oía al mismo tiempo. Nos identificamos y nos abrió la puerta. Subimos, llamamos a la puerta y al abrir un espectáculo sorprendente se ofreció ante nuestros ojos. En la sala, en la que apenas había dos sillas y un sofá, una guapísima morena, que llevaba un vestidito corto de color verde tras el cual se le marcaba un tremendo culo, y un top que apenas le cubría los pechos, estaba en cuclillas chupando alternativamente las pollas erectas de Esteban y Santi, dos amigos de Jorge, de la universidad, que estaban aún con las camisas puestas pero con los pantalones y los calzoncillos bajados.
– ¡Guau! –Gritó Antonio – ¡Como una porno!
Se animó tanto que ya empezaba a bajarse la cremallera del pantalón para unirse al dúo.
– Espera, espera – le dijo Esteban – que esto es solo la entrada porque Jorge aún no ha llegado y le tenemos preparada la sorpresa.
Todos habían puesto dinero para contratarle una fiesta inolvidable al amigo. La idea era contratar a tres muchachas para el banquete de sexo. En efecto, las otras dos estaban vistiéndose en una de las habitaciones. Una de ellas estaba más bien pasada de kilos pero exhibía unas tetas descomunales y sus labios carnosos prometían una mamada de infarto. La otra, flaca y más alta, llevaba puesto un bikini que le cubría un poco de la rajita y era un hilo por detrás dejando sus nalgas, bien formadas, al descubierto. Sus pechos eran más pequeños de los de la gordita pero tenían muy buena forma.
Todos los que llegamos fuimos a otro cuarto y nos desvestimos rápidamente, quedándonos solo en ropa interior. Las ganas de follar ya se veían en mucho de nosotros que exhibí- amos, por debajo de los calzoncillos una erección importante.

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– La idea es que las chicas solo nos mamen la polla y nada más. Hemos pagado solo la mamada, o sea, que quien quiera tirárselas tendrá que dar- les más dinero de su bolsillo, ¿vale? – advirtió Esteban, a quien la morenaza apenas había terminado de exprimirle sus jugos con la boca.
En eso sonó el timbre. Era Jorge que había llegado a las once, hora de la función. Apagamos las luces y nos pusimos rápidamente en un círculo, dejando una vela encendida en el medio. Las chicas esperaban al novio en una habitación. Jorge tocó la puerta y todos al unísono le gritamos:
– ¡Bienvenido!.
Jorge entró, incrédulo de lo que veía pues todos estábamos en calzoncillos, con un vaso de ron en la mano y formando un círculo, hasta que Esteban y Antonio lo condujeron al centro.
En eso entraron la gordita y la
flaca con un baile sugestivo que
le dedicaron al amigo. Le pegaban los senos y el culo, le hacían invitaciones y Jorge sonreía pero se mostraba como contrariado por la situación. Todos reíamos y le gritábamos cosas.
– ¡Fóllatela… quítale la ropa!
Entonces apareció la morena. Se había quitado la faldita verde y ahora lucía un bikini amarillo que resaltaba lo buena que estaba. Tremendas curvas, unas tetas tiesas y firmes, un culo respetable y una cara muy atractiva. Le regaló un baile erótico con contactos, lo que inmediatamente se tradujo en una erección del amigo.
Tatiana, así se llamaba o se hacía llamar la morenaza, se le acercó y dándole un abrazo suave fue bajando hasta poner la cara frente a su miembro. Jorge no ofrecía la menor resistencia al trabajo de la chica. Las otras dos también nos bailaban a nosotros y Antonio, el más joven, tenía su larga verga fuera esperando que la gordita se la tragara.
Tatiana sacó el miembro del amigo, que estaba medio flácido y lo engulló con furia, mientras Jorge se quitaba frenético la camisa. Al cabo de unos segundos ya su polla estaba totalmente erecta. La tenía gorda y de buen tamaño. La morena se dedicó en hacer muy bien su trabajo. Su lengua subía y bajaba por el pene de Jorge, a veces lo mordisqueaba, a veces se lo metía entero, a veces lo chupeteaba como un helado mientras le hacía una pajita lenta.
Antonio, entretanto, estaba deleitándose con la chupada que le estaba haciendo la gordita, que se hacía llamar Elena.
– Mama demasiado bien – decía para luego echarse un buen trago de ron.
Yo, que estaba a su lado, esperaba un cambio para clavarle mi verga en la boca. Me gasto 19 centímetros de carne tiesa, pero Antonio no la dejaba. Le movía la cabeza marcando el ritmo de la felación y ella no oponía la menor resistencia. Más bien, hacía acompañar el mete y saca con pequeños gemidos.
Con Penélope estaban Carlos y Esteban, quienes se habían encargado de desnudarla totalmente. Ella se me- tía un pene y luego otro, como desesperada hasta que llegó un momento en que tenía los dos en la boca y les daba lengüetazos simultáneos. Mientras, Santi le tocaba la almeja, totalmente húmeda. Con su mano derecha le abría los labios y le pulsaba rápidamente el clítoris, tocamientos que ella respondía con un goce total. Pero el miembro de él estaba flácido aún.

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El cuadro, entonces, era así. El agasajado Jorge con la morenaza, que seguía y seguía mamando, metiéndose la verga completa hasta los huevos y se la volvía a sacar; la gordita con el joven Antonio, quien tenía los ojos en blanco y a mi esperando turno; la flaca aguantando las pollas de Carlos y Esteban en su boca mientras Santi, sin lograr la erección, la masturbaba.
Estuvimos así un buen rato hasta que Jorge, ya súper animado, se separó de la morena y se dirigió a la gordita.
– Déjamela para mi – le dijo a Antonio, casi en tono de orden.
– ¡Espera que termine! – le contestó el amigo.
– Pero es que yo soy el que se va a casar y la fiesta es para mi – argumentaba rotundo Jorge.
La gordita no hacía ni caso. Solo nos miraba arriba con ojos huidizos, y seguía saboreando la larga verga de Antonio, quien de pronto gritó descontrolado:
– ¡Me voy a correr en tu cara, puta!
Un chorro de semen salió disparado hacia el rostro de Elena, cayéndole en la nariz y deslizándose hacia la boca. Emitió otro goterón que le cayó en el pelo, luego otro que le pasó por encima y le cayó en la espalda y otro más que se le quedó en la mano con la que se hacía la paja.
El joven, entonces, se retiró dándole paso al agasajado quien rápidamente la puso a mamar su polla. Yo seguía de pie, con mi verga tiesa, sin saber dónde meterla, pero… ¡allí estaba la morenaza!
Me fui hasta ella y casi automáticamente la agarré por la cabellera negra y le ofrecí mi polla hasta hundirla en su caliente boca. La muy puta succionaba mientras giraba en redondo la mano con que me agarraba el miembro. Con la otra mano, que tenía sobre una nalga, me empujaba hacia ella y me apretujaba.
En el otro extremo del cuarto Esteban y Carlos habían puesto a cuatro patas a la flaca, que le seguía mamando la polla al primero y se dejaba follar desde atrás por el segundo. Carlos le metía y le sacaba su miembro y ella intentaba gritar pero tenía el pistón de Estaban en la boca, por lo solo emitía un sonido gutural ininteligible que excitaba más a todos los miembros de la reunión.
Santi había abandonado sus intentos para que se le pusiera tiesa y se había sentado en una de las sillas, donde se daba con la mano derecha en su triste verga, negándose a una erección.
Jorge que gemía con la mamada de la gordita, de pronto sacó su miembro de la boca de ella y se hizo una paja a toda velocidad diciendo: 

– ¡Trágatelo, trágatelo!
Explotó en una súper eyaculación que fue a parar a las mejillas, la boca y las tetas de Elena, que se pasó la leche con las manos por los pechos.

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En estos momentos yo seguía disfrutando de la estupenda mamada que me hacía Tatiana, que no se cansaba y disfrutaba que yo le tocara los pechos, donde sentía mucho placer a juzgar por las expresiones de su cara.
– Vamos a pasar a algo más divertido – me dijo de pronto, echándose de espaldas sobre el suelo y abriendo las piernas totalmente
Con ambas manos se abrió el chocho, color rosa intenso, y dijo:
– ¡Métemela!
Yo obedecí sus órdenes y le hundí los 18 centímetros de un solo golpe que ella sintió a fondo con un gemido” que le salió de su garganta profunda.
Yo quería montarla primero suavemente, pero estaba ella tan mojada y se contorneaba de tal forma que tuve que hacer un esfuerzo por no acabar. Mi estrategia fue detenerla un poco.
– Para, para, para… más despacio, nena, para poder gozarte bien – le dije.
Sus caderas se meneaban, la muy puta, en redondo, haciendo que las tetas se le movieran como gelatina. Los pezones los tenía tiesos y de vez en cuando se los pellizcaba ella misma.
Levanté la mirada y pude ver como los amigos Jorge, Carlos y Esteban tenían rodeada a la flaca para lanzarle como misiles los fluidos de sus respectivos penes. Como chavales jugaban a ver quien le echaba la leche más rápido y en mayor cantidad. Penélope, de rodillas y mamando alternadamente las pollas de mis amigos, aguardaba ansiosa el baño viscoso y blanco que en pocos segundos llegó a su cara y sus tetas mientras ellos gozaban un orgasmo enorme corriéndose sobre la cara de la puta, cubierta ya de una mascarilla de semen.
Ver eso me excitó tanto que no necesité arremeter con más fuerza para derramarme en un orgasmo que me estremeció hasta los dedos de los pies y le regué de leche su sexo y su ombligo.
Jorge, tras beberse otro ron con limón y fumarse un cigarrillo, se tiró a la flaca en el baño. Carlos agarró a la gordita y la puso a mamar, que era lo que ella hacía mejor, sobre una lavadora que había en la cocina y Elena no se cansaba de hacerlo.
Esteban, que ya sabía que lo bien que ella lo hacía le daba prisa diciéndole:
– ¡Apúrate, cabrón!, que yo también quiero que me lo mame!
– ¡Ya va… ya… oooh… sigue, sigue…! – balbuceaba Carlos moviendo con las dos manos la cabeza de la mu- chacha.
Del baño salió Jorge con la verga ya desfallecida tras haberse follado a Penélope y preguntaba:
– ¿A quién le toca? Lo digo porque va a tener que limpiarle la leche que le dejé.
Así siguió toda la noche. La gordita se comió las pollas de los cinco, a excepción de la de Santi, que nunca llegó a ponérsela dura, de los nervios, creo. La morena recibió doble tanda y hasta llegaron a penetrarla por el culo y por el coño al mismo tiempo. Y la flaca terminó con los ojos pegados de tanto semen que llevó sobre su cara. Al final, ni cobraron por los placeres que habían recibido.
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El relato de mi amigo me había dejado totalmente anonadado y me lamentaba en mis pensamientos. El día de la boda los amigos tuvimos un momento para charlar aparte. Nadie sacó a relucir el tema, pero en un momento Esteban bromeó con Santi:
– Te casas pronto, ¿no? ¡Tenemos que hacerte un regalo amigo!
Un saludo para todos.

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