Me monté una buena fiesta

Eran una pareja liberal y solían ir a locales de intercambio de pareja. Su chico se había ido de viaje y estaba cachonda. Se montó una buena “historia” de sexo loco con unos vecinos y cuando llegó su pareja, se lo contó.

Eugenia – Palencia
Amiga Charo, me gustaría contar lo que me ocurrió cuando estaba mi pareja de viaje y yo me quedé sola 8 días. Nosotros somos una pareja swinger y desde hace dos años siempre lo hacemos en grupo. También hemos hecho tríos, pero esta vez fue diferente. En la ciudad donde vivimos actualmente no hay clubes, así que es un poco difícil contactar parejas aunque le echamos el ojo a un muchacho que es el novio de nuestra vecina, pero a mí no me terminaba de convencer así que todo quedó ahí, solo en una idea.
Siempre estamos de acuerdo con quien vamos a estar, pero esta vez mi pareja tuvo que irse de viaje de imprevisto y yo no lo pude acompañar. Mi vecina, que es muy amable, me dijo que podía estar con ella todos los días, y mientras mi pareja estaba de viaje algunos días comíamos, otros cenábamos, etc.
Una noche que era un poco tarde Jorge, su novio, se ofreció a acompañarme a mi casa, que está como a 100 metros de la suya con el pretexto de que ya era muy tarde. Allí me di cuenta que no le era indiferente, se despidió de mí y casi me besó en la boca. Yo no dije nada. Al día siguiente él estaba muy risueño conmigo y muy atento, yo solo le sonreía, pues tenía a su novia enfrente. Se ponía un poco complicado el asunto. A mí ya no me parecía tan indiferente y yo también empecé a coquetearle un poco.
Al día siguiente me invitaron a tomar unas copas a un bar, yo estaba un poco cansada pero al final terminé aceptando y aquí empezó todo. Él brindaba conmigo y me miraba con un toque de malicia, un poco pícaro, que a mí me estaba poniendo nerviosa. Marieta, mi vecina, ni se imaginaba lo que estaba pasando a su alrededor con nosotros, parecía que no entendía nuestras frases en doble sentido, ella solo sonreía.
Así pasaron un par de horas y circularon por nuestra mesa tres botellas de vino blanco. Yo ya me sentía un poco mareada, pues regularmente no paso de cuatro copas, pero esta vez el vino era buenísimo, la compañía mejor y empezaba a sentir cierto cosquilleo por todo el cuerpo. Al rato fui al baño y ya me sentía un poco pasada de copas, así que se me ocurrió refrescarme un poco y cuando estaba poniéndome agua helada en el cuello, llamaron a la puerta del baño y abrí. Era Jorge que me estaba dando prisa para irnos. Yo salí de inmediato, pero cuando estuve cerca de él me cogió por la cintura y me besó en la boca. Mi primera reacción fue separarme de él, pero enseguida lo volvió a intentar y ya fue demasiado para mis fuerzas así que le correspondí.

Cuando me dejó en mi casa me dijo que lo esperara, que solo iba a dejar a Marieta y regresaba. Yo me puse un poco cómoda, con algo transparente, pensando de qué manera lo podía excitar más. La verdad es que él es mucho más joven que yo, tiene 23 años y yo tengo 31. Pero me sentía muy excitada, era como una fantasía para mí estar con un joven no muy experto, poder tener yo el dominio de la situación, eso me ponía caliente solo el hecho de pensarlo.
Cuando abrí la puerta yo solo llevaba puesto un diminuto pijama de nylon transparente, un mini short, y una camisetita pegadísima que deja ver mis formas en su totalidad. Como era de esperar, él se me acercó sin vacilar para cogerme entre sus brazos y no hizo falta decirnos nada, entre las copas que ya traíamos encima y nuestros besos. Nos tocamos todo, él inmediatamente subió mi short para poder acariciarme las nalgas, yo lo abrazaba más fuerte contra mí para que sintiera mis tetas en su pecho, me besaba en el cuello, los hombros, las tetas. Abrazados, besándonos y acariciándonos llegamos a la habitación. Yo estaba mojadísima de lo caliente que estaba y le pasaba la mano encima de su pantalón para tocar su verga. La tenía grande y bien dura, lista para que yo me la comiera
Pero cuando yo pensaba montarme en él para empezar a desnudarlo, él me tiró en la cama y se puso sobre mí dejando caer todo su peso. Yo sentía su verga y cada vez estaba más caliente, me sentía incluso impaciente porque me penetrara. Seguíamos besándonos y sobándonos hasta que me quitó la parte de arriba de mi sexy pijama dejando al descubierto mis redondas y suculentas tetas que parecía se las quería comer todas. Iba de una a otra rápidamente erizando mis pezones de inmediato y calentándome cada vez más. Yo le agarraba las nalgas apretándolo contra mí y poco a poco fui desnudándolo mientras él seguía recorriendo mi cuerpo.
Cuando ya me había dejado desnuda, comenzó a acariciarme entre las piernas, que yo se las fui abriendo cada vez más. Estaba tan caliente que quería estallar, me tocaba tan bien, sus dedos eran muy ágiles, hacían que me mojara más, y yo gemía de placer. Quería su verga, lo quería a él dentro de mí y entonces él me giró y me puso boca abajo alzándome las nalgas para comenzar a chuparme, haciéndome sentir su lengua por todas mis partes, haciendo que yo me moviera junto con su lengua. ¡Que bien chupaba! Pero yo seguía deseando su verga, así que me senté en la orilla de la cama y lo puse frente a mí para comérmela entera y él se puso tan caliente que empujaba mi cabeza para que cada vez me la comiera más.
Al rato ya estaba toda en mi boca mientras yo le agarraba los huevos y las nalgas.

Así estuve hasta que estaba a punto de correrse en mi boca, pero se contuvo, me empujó otra vez a la cama y yo abrí las piernas para que viera lo que tenía entre ellas, entonces ya no lo pensó más y se dejo caer sobre mí para penetrarme de un golpe. Yo lo sentí tan adentro y sus huevos pegaban en mí con su entrar y salir, que empecé a gemir más fuerte. El lo hacía cada vez más rápido y yo sentía su verga dura, grande cómo entraba y se clavaba más fuerte cuando regresaba. ¡Que placer, que caliente estaba! Nos comíamos a besos, yo empujaba mi cadera contra él, y cuando estaba a punto de correrme, él se arrodilló colocando mis piernas alrededor de su cuello y que manera de follar, que gusto daba el meterse su verga en mí y así yo ya no puedo más.
– ¡Me quiero correr, voy a estallar… oooh… no pares! – le decía yo.
Así estuvimos hasta que hizo que me corriera. El se salió de mí y empezó pelársela tan rápido y fuerte que acabó en un grito derramándose sobre mis tetas, que yo se las junté para que mojara las dos. Luego me besó otra vez mientras se vestía y luego me dio un beso más de despedida.
Al día siguiente recordé mi noche de copas y en lo que había terminado, solo pensaba cómo se lo confesaría a Arturo, mi pareja. No sabía qué tal le caería la noticia que, para mí, era como una puesta de cuernos, pues era la primera vez que lo hacía con otro sin él. Cuando regresó quise contarle de inmediato lo que había sucedido, él me escuchó atentamente y muy comprensivo, solo me dijo:
– ¿Por qué no me esperaste?
Ese día hicimos el amor como locos por horas, y él me decía:
– Cuéntame la historia otra vez.
Saludos y hasta otra.