Relato erótico
Me gustan los maduritos
Su marido se iba de viaje y había planeado ir a su vecino, un señor maduro con el que pasaba buenos ratos de sexo. No tuvo ocasión de hacerla, ya que, en el autobús de regreso del Aeropuerto, un tío se “pegó” a su culo y …
Juana – MADRID
Hola, amigos, me he dado cuenta que los hombres mayores pueden llegar a ser los mejores amantes, así como a los jóvenes les atrae las mujeres maduras, es por ello que últimamente cuando salgo y algún hombre maduro me hace algún comentario me lo tomo de mejor manera, incluso llegándome a excitar; pero siempre con mucho cuidado ya que una no sabe con que clase de persona te puedes encontrar.
Y fue así que el viernes pasado dejé a mi marido en el aeropuerto ya que tenía que viajar por temas de trabajo. Estaba cachonda pensando en que al llegar a casa llamaría a mi vecino para que viniera, y lo mucho que nos divertiríamos y lo mucho que gozaría. Iba tan excitada que no me di cuenta que el autobús se había llenado más de la cuenta, un tipo se había situado detrás de mí restregando muy discretamente su polla entre mis nalgas. Como yo tenía la cabeza en otro lado no le di importancia, pero este sujeto empezó a frotarse más descaradamente en mi trasero, y ahora si de manera muy evidente. Me giré muy molesta, echándole un vistazo. El tío tenía unos 55 años, era alto, algo gordo, pero lo que me atrajo de él fue una larga y espesa barba. Me lo quedé mirando muy molesta y encima, el tipo me sonrió saludándome.
Por un momento me quise ir pero solo atiné a mirarlo de pies a cabeza y volví a mi posición inicial, pero después de unos minutos noté al tío de nuevo pegando su entrepierna contra mi culo, y ahora consciente de la situación, me di cuenta de que tenía una “herramienta” imponente.
De pronto el tío puso la mano a la altura de mi cintura como agarrándose del asiento y por un momento acarició mi vientre muy suavemente. La situación me estaba excitando.
Pensé que esto no pasa todos los días y al fin y al cabo, aquel fin de semana estaba solita. Dicho y hecho, a disfrutar se ha dicho. Le acerqué mi culo a su entrepierna y en cuanto lo notó, empezó a restregarse como un loco. Parecía que quería follarme allí mismo. La situación me estaba poniendo caliente como una cerda. No contento con ello, en un momento su mano que estaba agarrándose del asiento, me cogió la cintura y con ella hacía movimientos para frotarse mejor en mi culo con lo que arqueé más mis nalgas y con su otra mano, muy suavemente, frotó mi teta. Me gustó tanto que casi lanzo un gemido, luego alejó su mano, se acercó a mi oído y me dijo:
– ¡Que buena estás, tienes un culo precioso!
Paró un momento para que imaginéis la situación. Estaba el autobús lleno de gente, tenía un tipo que me agarraba con una mano la cintura y con la otra había sobado mis pechos muy despacio, tenía su miembro en mi entrepierna y yo estaba con las nalgas arqueadas para “sentirlo” mejor. Besó discretamente mi cuello y cerré los ojos y de pronto noté algo diferente. Los abrí y vi que un hombre que estaba sentado, donde yo me apoyaba, al ver de que iba la cosa, estaba rozando mis tetas. ¡Aquello era increíble!
Esto es demasiado – me dije – se están saliendo las cosas de control.
Eso me hizo entrar en la realidad y casi grito:
– Que bajo, que bajo, permiso…
Traté de abrirme paso sin saber donde me estaba, solo quería salir de ahí, hacía demasiado calor, bajé del autobús y pensaba tomar un taxi hacia mi casa, cuando en eso alguien me tocó hombro, me giré y era el tipo que sobaba mi trasero en el autobús. Yo me lo quedé mirando sorprendida y asustada. Era más alto de lo que pensaba, y no sé si fue por el susto, la excitación o el morbo de la situación, pero estaba agitada, mis pechos subían y bajaban, cosa que debía de haber sido bastante obvio para él, aunque lo raro es que no dijimos ninguna palabra.
Entonces me tomó de la cintura muy firme y decidido y me besó en los labios, yo quise apartarlo, su barba rascaba mis labios, pero al final me dejé llevar, abrazándolo y recibiendo su lengua. Fue uno de los besos más morbosos que he tenido en mi vida, no solo por la situación, sino que hasta este momento nunca había besado a un hombre con barba.
El me soltó, sonrió y pasó su mano por mi cara, bajó a mi cuello, y la pasó entre mis pechos y yo, como una autómata, aceptaba sus caricias, y sin previo aviso, cogió una de mis tetas en sus manos y yo solo cerré los ojos y gemí. Cogió mi mano y estiraba de mi. Yo trataba de entender como había llegado a estar ahí, siendo conducida por un tipo que no conocía, y pregunté sumisamente:
– ¿A donde me llevas?
– ¿A donde piensas, putita? A un motel – me respondió.
Entramos en uno de mala muerte, el tío pagó, me llevó por el pasillo y mientras caminaba puso su mano en mi trasero y lo sobaba como un triunfador ante su presa. Yo no decía nada, me sentía dominada, pensaba en mi marido sabía que no estaba bien lo que hacía y sin embargo al subir al ascensor me volvió a besar y acepté sus besos mientras me sobaba las nalgas.
Dentro del ascensor me arrinconó y lamió mi cuello, abrió mi blusa y arrancó mi sujetador, con lo que gemí excitada, hundió su cabeza entre mis pechos y su barba sobaba mis tetas que él chupaba, y yo gemía muy excitada y recibía sus caricias. Cuando se abrió la puerta, me llevó por el pasillo diciéndome:
– Ahora sabrás lo que es un hombre.
Entramos en la habitación y ni bien cerró la puerta tiró hacia abajo mi jean, con lo que se dedicó a lamer mi húmedo coño. Yo lancé varios gemidos de placer y dolor, pues su barba me raspaba, pero me hacía gozar, logrando que tuviera convulsiones, haciéndome mojar toda su barba.
Luego me levantó en brazos y me llevó a la cama, allí me puso a cuatro patas y empezó a follarme a lo bestia. Su polla era muy grande y sentía como entraba con facilidad, imagino que por lo mojada que estaba.
En un momento dado metió su polla hasta el fondo y me hizo correr en un orgasmo casi brutal. Grité muy fuerte y caí sobre la cama, pero él, no contento con eso, siguió follándome, aunque yo le pedía que parara, que estaba demasiado sensible y que por favor no se corriera dentro. A él eso no le importó y continuó hasta eyacular, llenándome el chocho de leche
Creo que perdí la noción del tiempo ya que no recuerdo más, y al reaccionar, estaba él echado a mi lado fumándose un cigarrillo, yo me incorporé con dificultad y me senté en la cama, entones se presentó.
Se llamaba Pablo y era gerente de una empresa muy conocida en el país, que regresaba de dejar a unos amigos en el aeropuerto y allí me había visto, así que me había seguido hasta el autobús para poder ligarme y sí vaya si lo había conseguido.
Me sentí de lo peor, pero luego se acercó y me dio un beso muy cálido y suave que me relajó toda.
– Mi amor me dijo – esto se debe repetir.
Yo solo sonreí y cuando iba a vestirme, se quedó con mi ropa interior, según él como trofeo de guerra. Antes de salir me dio una tarjeta.
– Si buscas trabajo, te puedo ayudar – me dijo – Llámame – y al mismo tiempo, me dejó algo de dinero.
El domingo, descansando, revisaba mis cuentas, veía que estamos gastando mucho y que iba ser necesario que yo volviera a trabajar, sinceramente necesitaba sentirme útil, y entonces recordé la tarjeta y me dije:
-¿Llamo… por qué no?
Lo hice, contestándome la secretaria de Pablo y concreté una cita con él. Ya contaré lo que pasó después.
Un beso a todos y disfrutad de la vida como si fuera el último día.