Relato erótico
Me gusta provocar
Reconoce que desde hace un tiempo se está volviendo más putona. Le gusta que los hombres la miren e incluso últimamente los provoca. Un amigo de su marido, que es arquitecto, fue de visita a la ciudad porque tenía un proyecto en una urbanización de un pueblo costero. Fueron a cenar y…
Lola – Gerona
Desde hacía un tiempo, mi coquetería se estaba desarrollando al máximo. Siempre era un placer salir a la calle con mis mini-vestidos y saber que los hombres me deseaban, cosa que me lo hacían sentir con sus miradas y sus piropos. Esto y el hecho de que mi marido me animaba a vestirme así, me ponían cachonda.
Desde luego mi puterío iba aumentando tanto, que yo misma me empecé a insinuar cuando algún hombre me gustaba y así llegó el momento en que conocí a Oscar, un arquitecto amigo de mi marido y que estaba de visita en la ciudad, venía con otros dos tipos, pero ellos no me parecieron tan atractivos como él, aunque no puedo negar que también eran agradables e igualmente bien vestidos.
Recuerdo que desde que nos presentó mi marido, me gustó Oscar, y me di cuenta que él también me miró con deseo, cosa que me encantó, pero no tuvimos mucho tiempo para charlar pues estábamos en una fiesta de la constructora y Oscar, siendo amigo de mi marido, le tocó compartir la mesa con nosotros y para colmo también se sentaron con nosotros dos amigos de Oscar, que yo no conocía pero, mi marido sí. Yo veía que me miraban los tres insistentemente pero me hacía la tonta, notaba como se me quedaban mirando las tetas sin el menor asomo de discreción. Además, esa noche, no llevaba sujetador y se notaban muchísimo los pezones de punta. Estaban hablando entre ellos y me miraban, pero no podía oír nada porque la música estaba muy alta.
Como compartíamos la mesa, Oscar empezó a hablar conmigo, y en una ausencia de mi marido, que fue al baño, no perdió la oportunidad de decirme que era la mujer más guapa de la fiesta y que envidiaba la suerte de mi marido de tener una mujer como yo, que además de bonita estaba muy buena. Sonriendo le agradecí los piropos con coquetería, pero lo mejor vino cuando tuve que levantarme para ir al lavabo. De regreso, como las mesas estaban en un jardín, uno de mis tacones se hundió en el césped, Oscar me sostuvo para no caer y yo le puse los brazos en sus hombros, sintiendo su cuerpo fornido y sin pensarlo sentí ganas de que me follara. Sé que él se dio cuenta, pero no hizo nada, solo me cogió de la mano para ayudarme a sentarme.
Yo me sentí algo nerviosa al contacto de su mano, pero eso aumento mi deseo por él, y en cada ocasión que podía lo miraba y él a mí mientras la fiesta transcurría. Mi marido, Oscar y los otros dos bebían y yo tomaba alguna que otra copa, así que no tardé mucho en sentirme un poco mareada, y más atrevida. Como él no se atrevía a lanzarse, en cuanto pude le hice una seña sugestiva para que bailara conmigo sonriéndole muy sensualmente. Él estaba muy pendiente de mí pues no había dejado de mirarme así que me pidió bailar, pero como estaba sentada con mi marido, me hice de rogar, pero mi marido insistió en que si quería bailar, lo hiciera. Sin pensarlo más me levante de mi asiento, me fui a bailar con él y en el momento en que me abrazó me sentí estremecer, sus fuertes brazos me rodeaban de tal forma que lo sentía pegado a mi, y sin pensarlo le froté mis tetas en su pecho. Me atrajo más hacia su cuerpo, empezando a frotarme su verga, notaba como se le empezaba a endurecer y eso me dio gusto, así que le sonreí y me pegué a su cuerpo para que notara el mío. Sus manos bajaron a mí cintura y yo le respondí moviéndome muy despacito y al terminar la música le dije sugerente:
– Creo que tengo que ir al baño… y puedo quedarme allí un poco más.
Oscar entendió mi sugerencia, y se al jardín pero, al lado opuesto de donde estaban los lavabos. Yo fui a sentarme al lado de mi marido, y sonriendo le dije que estaba cansada y quería tomar un poco de aire. Dijo que de acuerdo y siguió hablando con aquellos dos tíos. Los tres estaban un poquito “alegres”.
Dejando allí a mi marido, muy discretamente me fui hacia el jardín, había algo de luz por la luna que brillaba tenuemente y por el cielo de verano despejado, buscando a Oscar, lo vi en una esquina del jardín que desde luego estaba oculto de los lavabos, me dirigí hacia él que, sin tardanza, me abrazó y me besó apasionadamente mientras sus manos se fueron hacia mis nalgas y me las empezó a apretar diciéndome:
– ¡Que nalgas más deliciosas tienes Lola!
Para su fortuna el vestido que yo llevaba puesto era de una tela muy suavecita que le permitió sentir la dureza de mi trasero y subiéndome el vestido atrapó la piel desnuda de mis nalgas, divididas solamente por mi pequeño tanga y con una de sus manos se dirigió hacia mi coño ya mojado. Haciendo a un lado mi tanga, me metió el dedo en la raja haciéndome gemir, pero cogiéndolo de la mano lo guié a una esquina más apartada y allí, apoyada contra el muro del jardín, me despojó de mi pequeñísimo tanga y agachándose ante mí, me metió la lengua en el coño mientras con sus dos manos no dejaba de apretarme las nalgas.
La música de la fiesta se perdió para nosotros, solo oía su lengua y el peculiar ruido que hacia entrando y succionando mi coño ya mojado, solo escuchaba mis gemidos suaves al ser invadida por su lengua hasta que, en un momento dado, se levantó y me dijo:
– Es tu turno Lola… ¡chúpame la verga!
Sin hacerme de rogar, le bajé el pantalón y le saqué la polla. Era gorda y gruesa como a mi me gustan, algo curvada hacia arriba, y sin tardanza me la metí en la boca y empecé a chupársela. Se estremecía y gemía, seguí chupando pero, yo quería que me la metiera, así que sacándome su verga de la boca le pedí:
– ¡Fóllame! quiero sentirte en mis entrañas… por favor, métemela ya, estoy calientísima. Mi marido no me folla como yo necesito, anda ¡fóllame ya, cabrón, te deseo mucho!
Oscar me levantó, y dándome la vuelta me alzo el vestidito, me puso contra el muro y guiando su verga a mi coño, de un solo golpe me la metió para luego empezar a bombearme con gran fuerza. Así me tuvo un buen rato metiendo y sacando su verga de mi estrecho canal, mis jugos eran abundantes anunciando mi orgasmo, hasta que me corrí como una perra, él lo notó, me dio la vuelta y ahora levantándome una pierna, me la metió por el frente, se las arregló para sacarme las tetas y empezó a chupármelas haciéndome gemir de gusto.
Sus embestidas profundas me dieron gran gusto, yo lo apretaba contra mí, estando de pie en una sola pierna era algo difícil a pesar de estar apoyada contra el muro, pero él me mantenía con uno de sus brazos suspendida por mi otro muslo. Sin perder el ritmo de sus deliciosas penetraciones lo sentí endurecer y bombearme más aprisa, haciéndome correr de nuevo y él, acompañándome con una abundante eyaculación, toda en el interior de mi coño que le succiono toda su leche. Yo temblaba de gusto y lo besé en la boca metiéndole lengua hasta el fondo.
Cuando él me la sacó, sentí escurrir su leche entre los labios de mi coño ardiente y bajar por mis muslos. En ese momento recobré la cordura, me limpié el chocho y me baje el vestido, ya que lo tenía hasta la cintura al tiempo que cubrí mis tetas. Lo besé de nuevo y le pedí que me diera mi tanga pero no lo hizo, entonces le supliqué que regresáramos a la fiesta para que mi marido no se diera cuenta. Él me pidió que me adelantara y el iría después, así lo hice y al llegar a la mesa donde estaba mi marido, este ni siquiera se percató de mi llegada pues ya estaba más ebrio y seguía charlando con los otros dos hombres.
Me senté con discreción solo que al hacerlo noté que los dos tipos me miraban y sonreían con complicidad. Creo que sabían lo que yo había hecho con Oscar. Me senté sonrojada sintiendo escurrir de nuevo más leche de Oscar, el cual llegó poco después y se sentó a la mesa como si nada hubiera pasado. La fiesta seguía y él me miraba con una sonrisa de complicidad que de vez en cuando yo le devolvía, y cuando me pidió bailar de nuevo acepté. Estando en sus brazos me pidió que me fuera con él, yo lo deseaba pero como mi marido estaba allí no sabía que hacer. Me decía que me deseaba y yo también me quemaba por él, y al fin, sin temor alguno, le pedí que se despidiera y que me esperara en la calle así nadie sospecharía y como mi marido ya estaba más que borracho no se daría cuenta de nada pues sería yo la que conduciría el automóvil.
Puestos de acuerdo, así lo hicimos, llegamos a la mesa, Oscar se empezó a despedirse pero, mi marido ya borracho, no lo dejaba ir, al contrario, le dijo que nos fuéramos a nuestra casa a seguir la borrachera, lo malo es que también invitó a los otros dos tipos que para mi suerte no aceptaron. Los tres salimos de la fiesta, prácticamente yo no me despedí de nadie pues abrazaba a mi marido que se tambaleaba de lo ebrio que iba. Oscar se despidió de los dos hombres y nos alcanzó en el estacionamiento después de despedirse de algunos conocidos. Al llegar al coche de mi marido, vi que Oscar se había traído de la fiesta una botella de ron, subimos al coche y sacó un vaso para ofrecerle otro trago a mi marido que de inmediato lo aceptó. Yo me senté en la parte delantera, pero al hacerlo mi marido me dio una palmada en las nalgas dándose cuenta que iba sin bragas y exclamó:
– ¡Que culo más divino tienes, espero que me toque comérmelo hoy!
Soltándome, me dejó entrar y yo me apresuré, estaba muy confundida, pero al mismo tiempo me sentí más deseada, ahora sabía que Oscar iba a casa para follarme, no sabía si salir corriendo o prepararme para ser follada hasta por el culo. Al entrar en casa mi marido estaba en la sala sentado, y Oscar iba tras de mí.
– Oye, mi amor, trae unos vasos o copas para tomarnos otros tragos – me dijo mi marido.
Yo, entre nerviosa e insegura, me dirigí a la cocina, pero al hacerlo Oscar se ofreció a ayudarme, fue tras de mí y no tardé ni estar tras la barra de la cocina cuando Oscar se me acercó por detrás y tomándome de la cintura me besó por el cuello. Yo me giré e intenté rechazarlo, pero él me atrajo hacia sí con fuerza, me besó y al separarse, me dijo:
– ¡Ahora sí que estoy seguro que te voy a follar bien, Lola, quiero probar de nuevo ese chocho que tienes!
Todo estaba claro, Oscar tenía la intención de emborrachar a mi marido y follarme y lo peor es que yo me estaba poniendo más que caliente con esta idea, separándome de Oscar tomé vasos y me dirigí a la sala, mi marido sirvió tres copas y me ofreció también uno, yo lo tomé y empecé a beber con ellos.
– Oye Lola, pon algo de música para animar esto – me dijo mi marido más ebrio que antes.
Así lo hice y volví a sentarme. Las copas siguieron, Oscar me pidió bailar, acepté y al terminar la pieza, le sirvió otro trago a mi marido y siguió dándole de beber, volví a bailar con Oscar y me senté de nuevo. Yo estaba ya más caliente y borracha así que ahora me senté junto a mi marido, justo frente a nuestro invitado y atrevidamente mostré mis piernas y mis muslos. Al fin, si me iba a follar que viera lo que yo tenía que darle de nuevo, y como estaba frente a él y a un lado de mi marido, solo Oscar me veía el chocho, y cuando mi marido no me miraba, abría las piernas dejándoselo ver. Entonces mi marido se levantó para ir al baño y nos dejó solos e hice una seña a Oscar para que me siguiera a la cocina, así lo hizo, fue conmigo y me empezó a besar.
Me estremecí de un placer malsano, ser follada y que mi marido no se diera cuenta, era lo que yo deseaba, aun con lo peligroso que esto podía resultar. De pronto oí que la puerta del baño se abría y regresé a la sala, vi que mi marido venía tambaleante de la borrachera que llevaba y nos dijo:
– Creo que será mejor que terminemos aquí la reunión, llevo una borrachera tremenda y quiero ir a descansar.
Oscar entendió la indirecta y se despidió, pero yo lo acompañé a la puerta, allí lo besé y le dije:
– Quédate mi amor, no te vayas por favor. Quiero estar contigo, lo deseo… espérame en el jardín, por favor.
Oscar me besó y aceptó. Yo regresé al interior de la casa, cuando mi marido se iba a la habitación, hice ver que sacaba los vasos y ceniceros la sala, me fui a la cocina e hice ruido al guardar los trastos, pero solo era para provocar que le llegara el sueño de la borrachera, hice tiempo en la cocina y subí a la habitación, mi marido ya estaba en pijama y se acostó, yo me fui todavía al baño, me quité el vestido, regresé al dormitorio y mi marido ya estaba soñando, me puse un camisón cortito de color negro que me quedaba divino y… Creo que me he alargado demasiado así que lo que sigue, lo contaré en una próxima carta.
Besos y hasta muy pronto.