Relato erótico

Me gusta la sumisión

Charo
21 de febrero del 2019

Aquel amigo, le enseñó muchas cosas sobre el sexo. Se ha dado cuenta, después de varios encuentros que le gusta ser “su sumisa”.

Tessy – Madrid
Hola, recordaréis que me llamo Esther, que habéis publicado la primera parte de mi testimonio donde os comentaba que cariñosamente me llaman Tessy. Soy de complexión pequeña, 1,60 de altura, cabello corto. Os conté, que siempre había sido un poco renuente a todo lo que tuviera que ver con sexo así que a la edad de 21 años, todavía no había tenido novio, pero que todo cambio a esa edad, cuando conocí a Alfredo.
Añadía que un sábado fuimos a ver una película, en una escena se veía como un par de chicas follaban salvajemente, las imágenes me dejaron impactada, pero con mucha curiosidad. Así que comencé a buscar más material, primero fotos en Internet, alguna revista que veía en los puestos de periódicos, alguna escena erótica en alguna película, todo me hacia sentir un ardor en mi interior.
También conté como Alfredo me llevó a un sex-shop y como allí me hizo conocer un fuerte placer con su mano, después se agachó y sentí su lengua sobre mi clítoris, entrar y salir, yo me contenía, tratando de no gritar, me perdí en un mundo de placer y sentí como una intensa humedad entre mis piernas, pero, asustada, acabé por marcharme llena de rubor.
Días después me lo encontré y nada más verme, me dijo:
– Dime, ¿por qué no vamos a un lugar más cómodo para que termine de mostrarte lo que empezamos aquel día?
Así como me sentía, después de haber ahogado mi enojo por sentirme utilizada, decidí terminar con esta duda que me mataba, ese temor que no me dejaba en paz, y dije que sí. Caminamos unas calles, y entramos a un hotel, vi que le pedía una llave al empleado, y me tiró de la mano hacia el ascensor.
– La verdad, ya había hecho planes para estar solos – dijo.
Me quedé sorprendida. Abrimos la puerta y mi sorpresa aumentó, se veía que ya había hecho preparativos desde no sé cuanto tiempo. Lo primero que vi fue que por la habitación habían varios productos que ya habíamos visto en la sex-shop. Entre otras cosas que no reconocí, pude ver unas cuerdas, esposas, un sillón en la alcoba, alfombra de color rojo y sobre la cama que ocupaba gran parte de la habitación descansaban varios objetos de goma, algunos frascos en una mesa. Fue lo último que vi antes de sentir que me ponía una venda sobre los ojos.
– No te asustes, ya que tu temor entra por los ojos, lo bloquearemos, dejaremos que solo sientas.
Así empezó la vez en que perdí mi virginidad, además de otras cosas, y lentamente comencé a convertirme en más que su amante, su esclava, su perrita lista y dispuesta a complacerlo de la manera que mejor le pareciera.

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– Es para que te concentres en tus sentidos – añadió.
Me tomó de la mano, me dirigió hacia el sofá y ya sentada me puso las manos atrás y sentí que me amarraba suavemente.
– Ahora te llevaré al cielo.
Yo me asusté un poco, porque nunca lo había oído hablar así. Alzó mi blusa de un tirón, me sacó el sujetador, y mis pechos saltaron quedando al aire, una sensación extraña de improviso me puso los pezones erectos, aunque también ayudó la sensación de abandono que comenzaba a sentir.
– Relájate, que cuando acabemos ya verás como me vas a pedir que te folle cada que nos encontremos.
Entonces sentí su lengua tocando uno de mis pezones y mis primeros gemidos comenzaron a oírse. Primero solo tocó la punta, pero después de un rato estuvo chupando ambos pechos intercalándolos, yo solo podía gemir pues ni siquiera tenia libres las manos para hacer algo. Pronto desabrochó mi pantalón y de un tirón me dejó con mi ropa interior, comenzando a pasar su lengua por mis piernas, besándome en la entrepierna y yo empezaba a agitarme cada vez más.
– Por favor – supliqué – méteme un dedo como la otra vez.
– No, esta vez no, será mi castigo por haber huido la vez pasada, si de verdad lo quieres tendrás que entregarte por completo, prometerme que serás solo mía.
Pensé que era un juego, donde él daba las órdenes y yo obedecía complaciente, así que yo puse mi parte diciendo:
– Vamos por favor, mírame, no podría huir aunque quisiera, me encanta sentirte dentro de mí, por favor vuelve a darme placer, quiero que sepas que he seguido haciéndolo, tocándome, todas las noches como tú me enseñaste, imaginando que tu lo hacías.
– Así me gusta, veamos que tenemos por aquí – bajó mis bragas y quedé con las piernas abiertas, y mi coñito húmedo y caliente – Abre las piernas.
Yo obedecí y me quedé así, sentía su superioridad y mi sometimiento, con eso iba convirtiéndome en un objeto suyo. Esperé con las piernas abiertas a que introdujera su dedo largo, pero nada pasaba, no oí más que unos ruidos detrás de mí.
– Ahora voy a meterte algo, lo sentirás más grueso que mis dedos pero te irás acostumbrando.
Comencé a sentir algo frío en mi coño y un grito se escapó de mi garganta. El objeto entraba más y más, me dolía un poco, pero el placer estaba llegando lenta, pero cada vez más fuerte.
– Tienes 13 centímetros dentro de ti, ¿te gusta verdad?

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– ¡Sí, sí… sigue por favor… aaah…!
Entonces sacó el objeto y lo volvió a meter de un solo movimiento, yo eché la cabeza hacia atrás mientras volvía a gemir.
– ¿Te gusta verdad? Pero como veo que esto no acaba de llenarte, tengo algo más – sacó el objeto de mi chocho y después de un tiempo que me pareció eterno, sentí otro nuevo objeto, empapado en algún líquido, pero más grande que el anterior y nuevamente volvió a introducirlo lentamente.
Comencé a sentir el miembro aquel en mis entrañas, me dolía un poco, pero procure no quejarme y dejar que llegara hasta el final.
– Primero voy a hacer que te corras, antes de que puedas darme placer – la cosa esa seguía entrando. Yo jadeaba y me retorcía como podía en aquel sillón, mientras aquel objeto seguía llenándose de mis jugos, de mi primer orgasmo Entonces hizo una pausa, y me dijo:
– Ahora te acercare una verga de verdad, veamos si sabes complacer a tu macho, quiero que abras la boca y al sentirla cerca, lo lamas como si se tratara de un helado.
Yo temblaba todavía por el orgasmo, pero asentí. Escuché como bajaba el cierre de su pantalón y se acercaba a mí. Pude oler su miembro, contuve la sensación de asco, y comencé a lamer lentamente. Pude sentir como crecía y esta vez no me asustaba, sino que comenzaba a excitarme más. Saqué la lengua hasta tocar la punta y me dediqué a lamer lo que quedaba a mi alcance, mientras oía leves gemidos indicándome que lo estaba haciendo bien.
De pronto, noté en la entrada de mi ano su dedo húmedo jugueteando con las orillas. Comenzó a introducirlo lentamente, mientras con la otra mano movía furiosa y rápidamente el vibrador en mi coño. La fricción me causaba ardor, pero también hacía que mil descargas corrieran por toda mi espalda y ya tenía dos dedos en mi ano cuando estaba en mi tercer orgasmo. Me empezaba a arder el coño y el ano y mi boca tenía su polla dentro de mi, el cual en ocasiones lo metía lentamente hasta que sentía su estomago contra mi cara y sus testículos en mi barbilla, lo me causaba una sensación de vómito y me dificultaba respirar, luego salía de mi, dejaba que aspirara aire y nuevamente metía y sacaba rápidamente.

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Estuvimos así cerca de 12 minutos, donde a pesar del dolor y el ardor, pude experimentar otro orgasmo. Entonces se detuvo, y metió su polla hasta el fondo de mi garganta, aunque estuvo muy poco allí, hasta que noté que se hinchaba más de la cuenta y mi garganta se llenaba de leche caliente que me asfixiaba. Cuando la sacó aún seguía lanzando leche que terminó de caerme en la cara. Una vez que dejó de arrojar semen me pidió que terminara de limpiárselo con la lengua.
Así lo hice y mientras terminaba de hacerlo, me quitó la venda de los ojos y pude verme, sudada, con algunas manchas de semen en el cuerpo. Me desató, y una vez comprobando que me encontraba bien, me abrazó.
– Te has portado muy bien, perrita, nunca dudé que no lo lograrías.
Me sentí muy bien, pero no sé porque me puse a llorar, pero no eran lágrimas de arrepentimiento sino de liberación. Nos bañamos juntos, aunque no me hizo allí nada porque me dijo que tenía que reponer fuerzas, ya que quería verme allí mismo el siguiente sábado. Yo solamente sonreí. Sabía que la experiencia era fuerte para haber sido la primera vez, y que de ahí en adelante ninguno de los dos se conformaría con menos, vendrían sesiones más intensas, más salvajes y no me equivoqué, poco a poco me iba sumergiendo en sensaciones de lujuria y placer, y mi amigo poco a poco iba llevándome más y más lejos en mis limites.
Por ahora concluyo mi relato, pero espero poder escribir pronto las sesiones que después de un tiempo comenzamos.
Besos para todos y para todas.

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