Me faltaba algo

Lleva varios años casada y dice que quiere a su marido. Últimamente notaba que, cuando echaban un polvo, le faltaba “algo”. Su vida cambió cuando llegó un director nuevo a la sucursal bancaria de la que eran clientes.

Esther – Salamanca
Me llamo Esther, tengo 34 años, soy rubia, bien parecida, con unas tetas perfectas y un culo pequeño y redondito que hace volver la cabeza a más de uno. Llevo diez años de casada y estoy enamorada de mi marido, con el que llevo una vida sexual bastante completa pero yo sentía que, cuando me follaba mi marido, me faltaba algo. Muchas veces, cuando estábamos follando, yo me imaginaba que estaba con otros hombres de grandes pollas y me corría varias veces con este pensamiento pero creyéndose el iluso de mi esposo que los orgasmos los sentía con él.
Hace cosa de tres años, llegó destinado a una sucursal bancaria de mi localidad, un hombre al que nunca olvidaré. Se llamaba Manuel y cuando yo iba al banco notaba que, con solo mirarlo, me excitaba a tope. Llegó a tal grado mi calentura que, pensando en que ya empezaba a ser hora de que mis más íntimos sueños se realizaran, me propuse tirármelo.
Con mucho disimulo, empecé a indagar sus movimientos por el barrio y así me enteré de que todas las mañanas iba a tomar café al bar que hay debajo de mi casa y un día, echándole todo el valor del mundo, me hice la encontradiza con él. Estuvimos hablando un rato pero a la hora de pedir el café, me atreví a invitarle a tomarlo en mi piso. Me miró sorprendido, dudó unos minutos pero acabó aceptando.
Cuando íbamos subiendo en el ascensor, yo me estaba poniendo cachonda imaginándome cosas con él y así, de repente y exponiéndome a un rechazo, eché mis brazos a su cuello y le besé en la boca. Él me devolvió el beso a la vez que, con sus dos manos agarrando mi culo, me apretaba contra él, dejándome sentir en mi coño la dureza de su entrepierna. Cuando cerré la puerta del piso, Manuel me seguía besando, metiéndome la lengua hasta la campanilla, lamiéndome todo el interior de la boca y tragándose mi lengua, a la vez que metía la mano por debajo de mi falda llegando a tocarme el coño por encima de las bragas, que yo notaba completamente húmedas. Al mismo tiempo, tan apretada a él, notaba también el buen paquete que tenía dentro de los pantalones por lo que, cachonda perdida, me arrodillé ante él, le bajé la cremallera del pantalón, metí la mano y, no sin esfuerzo, le saqué la polla tiesa. Agarrándola con la mano, notando su palpitar y su dureza, le di unos besitos en el capullo a la vez que le acariciaba unos gordos huevos.
– Sigue chupando… – me decía Manuel – Nada más verte, ya sabía yo lo puta que tenías que ser.
Metiéndomela en la boca, empecé a mamársela desde los huevos hasta el capullo, dándome cuenta de lo hermosa que tenía la polla, con unos 22 cm de largo y tres dedos de gorda.

No como la de mi marido, que era la mitad. Cuando noté que la verga empezaba a palpitar más de la cuenta y temiendo que se corriera demasiado pronto, paré, hice sentar a Manuel en una silla y yo, bajándome las bragas hasta sacármelas del todo, me monté encima de él cabalgándole unos minutos, con su polla metida por entero en mi ardiente coño, hasta que me corrí, mientras él me sobaba las tetas, que me había sacado fuera de la blusa y del sujetador, dándome mordisquitos en los tiesos y duros pezones.
– ¡Que caliente que estás, Esther! – me decía Manuel – ¡Venga, déjame que ahora te folle yo a ti!
– Sí, pero mejor vayamos a la cama de matrimonio, que da más morbo – le contesté, tan excitada como él.
Me tumbé en la cama, ya completamente desnuda, abierta de piernas, con todo mi coño ofrecido y le dije escuetamente:
– ¡Cómemelo!
Inclinándose, me abrió los labios del coño con las manos y estuvo lamiéndome la raja y chupándome el clítoris durante un buen rato hasta que, girándonos en la posición del 69, comencé a chuparle la polla, que ya babeaba de deseo. Cuando, de pronto, me metió un dedo en el culo, me corrí otra vez y él, en el acto, eyaculó dentro de mi boca lanzando gran cantidad de semen que, por poco, me ahoga. Al acabar de tragármelo y viendo que su polla, a pesar de la enorme eyaculación, aún seguía tiesa, le dije:
– ¡Ahora me la vas a meter por el culo!
– No, lo siento, no puedo, tengo que irme a trabajar pero eso sí, cuando esta tarde a las cinco cierre la oficina, te pasas por allí- me dijo.
Pasé todo el resto del día caliente como un horno y a punto estuve de follarme a mi marido cuando vino a comer. Pero me aguanté y a las cuatro me vestí lo más sexy posible. Me puse unas medias con liguero, una minifalda, un top completamente ceñido y sin bragas ni sujetador, lo que hacía que aumentara aún más mi calentura.
A las cinco en punto llegué a su oficina y cuando Manuel despidió al último cliente, cerró la puerta por dentro y bajó las persianas. Dándome un beso y metiéndome mano baja la falda, exclamó:
– ¡Pero qué zorra eres, vas sin bragas y ya estás toda empapada!
Me dio la vuelta y subiéndome la falda, me apoyó contra la pared y me la metió de golpe en el coño por detrás empezando a bombear con su enorme polla hasta que se corrió dentro de mí, dando gritos de placer. Descansamos un rato mientras se la chupaba hasta ponérsela de nuevo bien dura.

Entonces Manuel me cogió en brazos, me tumbó encima de una mesa y boca abajo, me la empezó a meter por el culo hasta que sus huevos hicieron tope. No me hizo daño pues tengo el culo tan dilatado como el coño, ya que desde que tuve el primer novio, siempre me han follado por el culo, donde consigo, tanto yo como los hombres que han estado conmigo, unos orgasmos mucho más intensos que por el coño.
– ¡Sigue, no pares! – le decía yo – ¡Aguanta un poco más que ya me voy a correr!
Se me nubló la vista cuando nos corrimos, notando yo como resbalaba su semen, junto con mis jugos, por mis muslos.
– Cuando quieras – me dijo Manuel, mientras nos vestíamos – podremos repetirlo, pues una mujer tan caliente como tú no se encuentra todos los días.
Así llevo varios meses follando, dos o tres veces por semana, con Manuel y los fines de semana con mi marido.
Precisamente mi esposo me dijo un día que tendríamos que pedir un préstamo para comprarnos un coche. Yo le dije que lo dejara en mis manos y cuando se lo comenté a Manuel, me lo dio inmediatamente y sin comisión, después de una larga tarde que nos la pasamos jodiendo.
Por la noche, cuando le dije a mi marido que ya teníamos el préstamo concedido, se mosqueó un poco y entonces le dije que el sábado por la noche vendría Manuel a cenar a casa, para hablar de unos pequeños detalles. Pero eso es una historia que otro día contaré, pues la cosa se lió de tal manera que acabaron follándome los dos la vez.
Un abrazo para todos.