Relato erótico

Me descubrió

Charo
29 de marzo del 2020

Se tomo el día libre, estaba un poco baja de moral y se fue al cine a ver una película que hacía tiempo que quería ver. Casi sin darse cuenta empezó a acariciarse hasta que se dio cuenta que una mujer la estaba mirando.

Leire – Alicante
Mi nombre es Leire, soy una mujer soltera de 27 años, y estoy de bastante buen ver. Todo empezó en una ocasión en la que me sentía fatal, así que decidí tomarme el día libre. Me levanté, me bañé y me vestí con una falda larga vaquera y un top, y me fui al cine a ver una película que hacía tiempo quería ver. Casi no había nadie en la sala, así que me fui a la última fila para estar a mis anchas. Al cabo de un rato empecé a acariciarme sin darme cuenta de que una persona me miraba. Estaba absorta en la película cuando vi a una mujer de unos 30 años acercarse donde yo estaba y me dijo que como era posible que hiciera eso en un lugar público. De pronto me dijo que iba a decírselo al encargado, yo le supliqué que no lo hiciera y que haría lo que me pidiera para olvidar lo que había visto. Ella esbozó una sonrisa y me dijo que no hablara, al tiempo que ponía su mano en mis tobillos. Mi piel se erizó recorriéndome de los pies a la cabeza. De pronto se puso a mi lado y puso su dedo índice sobre mi boca diciendo:
– No te va a pasar nada, guarda silencio y relájate.
No articulé palabra, solo la miré fijamente y sonreí. No había problema en el cine, ya que había muy poca gente, una pareja y un hombre casi dormido. Me tranquilizó y me guiñó un ojo tomándome por la cintura para que me moviera hacia un lado. En un instante me había subido la falda dejando descubiertas mis nalgas, que empezó a acariciar por encima de mi tanga, hacia arriba y hacia abajo, estrujando y masajeando cada nalga y de vez en cuando tratando de acariciar mi entrepierna, obligándome a mantener las piernas abiertas. Al cabo de un rato metió sus manos entre mis nalgas, haciendo que su mano derecha quedara entre mis piernas y su dedo pulgar a la altura de mi clítoris, me dijo que cruzara las piernas y apretara su mano, mientras ella la movía de arriba a abajo. Así yo mantenía atrapada su mano cerca del clítoris, haciendo que experimentara nuevas sensaciones. Con su otra mano me cogía el culo apretándolo. Sentí que iba a tener un orgasmo, pero de repente separó mis piernas, sacó su mano e hizo que me sentara sobre ella.
Me separó las piernas y con su mano derecha empezó a acariciarme de nuevo sobre mi ropa interior que estaba totalmente mojada con movimientos circulares en el clítoris. De nuevo se levantó e hizo que me pusiera a cuatro patas en el asiento y pusiera mis manos sobre el reposabrazos. Levantó mi falda haciendo que mis nalgas quedaran expuestas a ella. Separándose un poco de mí, su mano cogió una de mis piernas para que la abriera, tocando otra vez mi ropa íntima mojadita. De pronto metió uno de sus dedos dentro de mi ropa interior, recorriendo toda la vagina y sintiendo mi vello húmedo, dando un delicioso masaje a mi vulva. Con un dedo apartó a un lado mi tanga para que quedara totalmente descubierta por debajo y así poder explorar a su gusto mis labios mayores y menores, metiendo y sacando su dedo dentro de mi vagina.

Fue incrementado la intensidad de sus movimientos, hurgando dentro de mí, metiendo ahora dos dedos, haciéndome gemir silenciosamente para no llamar la atención de las personas que estaban en la sala, hasta que logró hacerme tener un orgasmo que me hizo convulsionar y todos mis músculos se tensaron.
Sacó su mano empapada por completo con mis fluidos vaginales. Entonces hizo que abriera la boca y le chupara los dedos de su mano derecha, yo obedecí. Ella solo me dijo que probara el más rico elixir que se ha creado. Al principio me dio asco, pero en el estado de excitación en el que me encontraba, me supo simplemente maravilloso. Me senté en el asiento cuando recibí en mi boca un cálido y húmedo beso mientras que con sus manos me despojaba del top que traía, dejando mis pechos al aire, turgentes por la excitación y el aire acondicionado del lugar. Empezó a lamerlos y succionarlos con tal maestría que hicieron que me mojara una vez más. De repente se agachó frente a mí, metió sus manos por debajo de mi falda y me fue bajando la ropa interior hasta quitarla por completo, dejándolo a un lado. Cogió mis nalgas y me arrastró hacia ella, dándome un beso en el coño mientras olía mi sexo, diciéndome lo rico que le parecía el olor.
Siguió recorriendo mis labios mayores con su lengua, me besó cariñosamente el clítoris, e introdujo su lengua y me lamió el clítoris una y otra vez mientras que con su mano apretaba y acariciaba mis tetas, haciendo que todo mi cuerpo se extasiara. Se incorporó sentándose a mi lado izquierdo y me atrajo hacia ella, haciendo que me recostara sobre sus piernas boca abajo. Puso sus dos manos sobre todo mi culo y me dijo:
– Estás en una posición estupenda como para darte una zurra y castigarte por tocarte en el cine… Tranquila, que esto lo vas a recordar durante mucho tiempo.
Me dijo que separara las piernas, volvió a introducir sus dedos dentro de mí, los sacó haciendo que mi humedad se escurriera por sus dedos y cayeran en mi ano. Repitió esa operación de meter y sacar sus dedos y yo seguía disfrutando sin imaginarme lo que iba a hacer. Cogió una de mis nalgas separándola cuando sentí que estaba intentando meterme algo húmedo y duro por el culo. Por la lubricación, el dedo entró completamente, haciéndome reaccionar con un ligero dolor. Intenté cogerle la mano sin éxito.
– Te estás portando como una chiquilla.
Sin sacar su dedo inició un movimiento circular, explorando mi cavidad anal y que me hacía sentir algo que nunca había experimentado y me llenaba de un placer que no puedo explicar con palabras por la excitación de la nueva experiencia de sentir un objeto extraño dentro de mi culo, que era la única parte de mí, que conservaba virgen. Ella seguía haciéndome gemir y tratando de no hacer ruidos que nos pudieran delatar. Cuando sacó su dedo, sentí como si mi ano estuviera distendido, pero con una necesidad inmensa de sentirlo otra vez dentro de mí. La película estaba a punto de acabar cuando ella hizo que me sentara, y mientras me arreglaba se levantó y salió de la sala sin decir palabra, llevándose consigo mis bragas.

Fue ahí cuando me di cuenta de lo que había hecho y experimentado, ya que yo nunca había entendido la posición de las lesbianas y mujeres bisexuales. Y ahora comprendo lo que me estaba haciendo, y sentir lo que es ser acariciada por una mujer de lo que no me arrepiento.
Salí apresuradamente del cine esperando verla, pero todo fue en vano. No pude ver por donde se iba, así que me fui a mi casa, pero no pude concentrarme en toda la semana teniendo sueños demasiado húmedos que hacían que me tuviera que cambiar de ropa interior. Días después de mi encuentro en el cine tenía muchísimas ganas de ser acariciada por una mujer, sintiendo una extraña excitación cuando veía a una, que hacía que me humedeciera. Así que me decidí a ir a un lugar donde solo pueden ir mujeres. Intentaría encontrar un bar de ambiente, de los que tanto había oído hablar. Un día volviendo del trabajo pasé por un bar que me habían dicho era de esos, pero estaba cerrado. En la puerta había un cartel para una fiesta de disfraces ese mismo sábado. Tuve que esperar un par de días más imaginando como serían las mujeres que pudiera conocer allí. Con muchas ganas fui a comprar un disfraz muy sexy de colegiala. Iría con una minifalda tableada que inconscientemente trataba de bajarme cada poco porque la sentía muy corta.
También llevaría una cama blanca semitransparente y un jersey ajustadito. Me puse medias hasta el muslo y cogí un abrigo, para no dar el cante por la calle. En el bar en cuestión había muchas mujeres de todo tipo, algunas guapísimas y atractivas y otras no tan agraciadas ni tan esbeltas. Me dirigí a la barra, pedí una copa y allí me quedé observando. El bar estaba llenísimo y de repente a mi lado se puso una mujer alta, no muy guapa, pero si muy atractiva, que me miraba a los ojos sin cortarse. Ella llevaba un disfraz de bruja y me invitó a pasar a una mesa. Poco a poco iba identificándome con ella y con su forma de ver las cosas. Después de un rato hablando con ella me sentía muy a gusto y ella parecía estarlo también. De repente se volvió hacia mí, me dio un beso en la mejilla y su mano derecha se posó en mi pierna, haciendo que mi cuerpo se electrizara. No le dije nada, simplemente permití que me continuara sobando la pierna.
Ya me estaba poniendo cachondísima y ella ya se había dado cuenta que mi piel estaba respigada y me hablaba cerca del oído porque la música estaba muy alta. Su nombre era Cristina.

Era algo más joven que yo, tenía 25 años, era de estatura media, delgada, con el pelo castaño, largo y rizado y los ojos verdes. Al cabo de un rato y unas cuantas copas, le dije que tenía que ir al baño. Me levanté y ella vino detrás de mí. Entré al baño y ella impidió que cerrara la puerta.
– Tienes un cuerpo precioso.
Me puse colorada y continué pintándome los labios. Al terminar me dijo que mi disfraz era muy sexy, y que se estaba poniendo muy cachonda mirándome. La blusita era muy transparente y no dejaba nada a la imaginación, estaba casi todo a la vista… Fuimos a la barra otra vez y me acerqué a la camarera para pedir otra copa y ella llegó por detrás y me abrazó acercando su cuerpo al mío y poniendo sus grandes tetas en mi espalda. Sus turgentes pezones se incrustaron en mi espalda, provocando que los míos también se levantaran. Con la ropa que traía se notaba más. De repente empezó a besarme por el cuello, la nuca y los lóbulos de mis orejas. Su mano derecha empezó a ir hacia mi cadera, por el contorno de mi cuerpo y llegando hasta mi coño, frotando su mano contra él con movimientos circulares sobre mis bragas, que en poco tiempo terminaron totalmente mojadas. Entonces le cogí su mano izquierda y la puse en una de mis tetas para que lo masajeara, sobara, frotara y jugara con mi pezón.
Era muy excitante pensar que las estaba tocando otra mujer, estaba poniéndome a mil. Siguió acariciándome todo el cuerpo, el abdomen, las ingles… No tardé en estremecerme y darme cuenta de que sus dedos ya penetraban mi coño, haciéndome temblar y haciendo que separara un poco más las piernas. Nadie se daba cuenta de lo que sucedía, solo la chica de la barra por la cara que ponía. Cristina le sonrió, ella no dijo nada y se fue a otro lado de la barra. Me ponía muy cachonda que la chica nos mirara. De repente dejó de sobar mi teta para acariciar mis nalgas. Hizo que me calentara un poco más. Sus caricias fueron más intensas. Entonces me dijo al oído:
– Vámonos a otro lugar más íntimo.
Así que salimos hacia su coche y ya dentro, me pidió que me quedara junto a ella. Arrancó el coche y nos dirigimos a su piso. Mientras conducía, le daba un caliente masaje a mis nalgas con su mano derecha. Hasta que llegamos había sido muy suave, pero cuando por fin paramos, cerró la puerta de golpe, me abrazó fuerte y me dijo lo mucho que le gustaba y lo cachonda que le estaba poniendo, mientras sus manos hurgaban en mis nalgas. De pronto mi falda cayó al suelo, dejándome tan solo con mis bragas mojadas. Me besó y sus manos fueros desabotonando mi blusa hasta hacerla caer. Me quitó los tirantes del sujetador y los pezones asomaron por encima. Tenía ganas de que me los chupara, qué cachonda me estaba poniendo.

Empezó a besarlos y chuparlos con suavidad. Ya estaban duros, como me gustaba que me los chupara. Mientras, ella se iba desvistiendo hasta quedar solamente con un tanga pequeñito que se le metía entre el culo.
Entonces cogió mi cabeza y la llevó a sus tetas para que las besara, le lamí los pezones con mucha ansia, ella gemía como una loca. Al poco ella también estaba completamente húmeda. Cristina me cogió por la cadera y lentamente fue besándome por todo el cuerpo hasta llegar a mis braguitas, que fue bajando poco a poco hasta que quedaron en el suelo. Me pidió que hiciera lo mismo. Me cogió de la mano y nos recostamos en la alfombra. El juego comenzó de nuevo recibiendo caricias en las tetas, el abdomen… Me detuve en su entrepierna. Yo quise beber de allí y así lo hice, aspirando todo su olor de hembra en celo; mi boca se pegó a su coño y lo absorbió. Mi lengua entraba y salía de allí, mientras Cristina gemía como una loca. Apreté su clítoris con mis labios y lo sujeté con firmeza. Un brinco de ella me indicó que le gustaba. Mi boca, mis labios y mi lengua estaban allí, comiéndola por completo, ella estaba a punto de correrse y sujetó mi cabeza con sus manos para atraerme más hasta su cuerpo.
Dos de mis dedos entraron en acción para meterse dentro de ella y los metí profundamente de forma tal que quedasen con el movimiento hacia su punto interior de más placer. Allí dentro mis dedos se movían con frenesí, mientras mi lengua acariciaba su clítoris. El orgasmo no tardó mucho en llegar y entre un gemido, casi aullido, y un espasmo, la hice correrse en mi boca. Sus jugos estaban en mi cara, su aroma a sexo en mi piel y todavía mis dedos se movían dentro para exprimir las últimas oleadas de placer que quedaban en su cuerpo.

De pronto Cristina se separó y puso sus piernas entre las mías, frotando su clítoris con el mío, eso fue una sensación bestial que nunca en mi vida había sentido. Fue grandioso. Nos frotábamos como auténticas perras en celo, hasta que las dos llegamos al mejor orgasmo que he tenido en mi vida. Cansadas nos separamos y sonreímos.
– Habrá que repetir… -me dijo.
Por supuesto que repetimos y más de una vez.
Besos

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