Relato erótico
Me “dejé follar”
Se encontró con una antigua amiga en el local que estaba tomando una copa. La noche se presentaba aburrida y le constaba que a Marisa, le caí bien. Se acercó, hablaron y ella le propuso ir a su casa. Si tenía suerte, la noche acabaría mejor de lo que empezó.
Daniel – Cádiz
Amiga Charo, aquella aburrida noche de copas me encontré con Marisa, hacía tiempo que no la veía en la vida nocturna. Marisa era una mujer mayor que yo, de unos 39 años, yo en aquel momento contaba 22 primaveras. Me consta que siempre le he gustado a Marisa, porque de vez, cuando hablaba con ella, me tiraba los tejos.
Lleva el pelo largo, está un poco pasada de kilos, 1,65 de altura y unos pechos inmensos. De mi dicen que estoy bueno, soy alto y con carita de “angel”.
Aquella noche la vi y fui yo el que “la ataqué”, por lo que ella me propuso ir a su piso y yo acepté. Por el camino charlábamos animadamente y yo mentalmente decía que tenía que lanzarme, ya que hasta ahora solo había hecho el amor una vez en mi vida. Subimos al ascensor y le acaricié la cara y dejando de hablar, nos mirábamos solamente. Entonces me lancé a su boca y nos estuvimos besando hasta que el ascensor llegó y entramos en el piso y fuimos directos al dormitorio donde seguimos besándonos y abrazándonos, arrimándome contra ella para que notara mi erección.
– Desnúdate – me dijo de pronto.
Me quité la cazadora y la camisa, quedando desnudo de cintura para arriba, luego los zapatos y los calcetines. Me senté en la cama y me empujó suavemente y me tumbé. Ella se puso a mi lado y comenzó a acariciarme el pecho.
– Tienes una piel preciosa – me dijo.
Que bien que le gustara, pensé, tengo la piel clara y apenas velludo. Entonces Marisa me desabrochó el vaquero y me lo quitó, después los calzoncillos. Como ya he comentado antes tenía muy poca experiencia, así que estaba nervioso. Además yo estaba totalmente desnudo y ella vestida y me dio corte que viera que iba depilado. Desde hacía un tiempo me depilarme.
– ¿Tú no te quitas la ropa? – le pregunté.
Marisa sonrió y se quitó el jersey, los vaqueros y los zapatos, quedándose en un sugerente conjunto de sujetador y bragas negro. Su piel estaba morena por el sol y tenía un trasero bastante grande y con el volumen de sus tetas, el conjunto me pareció muy sexy.
Se sentó a horcajadas sobre mis muslos, acariciándome el pecho y pellizcándome los pezones. Yo le acariciaba los hombros, hasta que mis manos bajaron hasta sus enormes pechos, acariciándolos por encima del sujetador. Entonces ella cambió de posición, bajando más y quedando fuera del alcance de mis manos. Me acariciaba los muslos, los pies, me estaba recorriendo entero, salvo la polla.
-Que suave tienes la piel cariño, me gusta mucho – me dijo.
– Tú si que eres suave preciosa – repliqué.
– Me gusta mucho que vayas depilado, pero ahora abre las piernas – me ordenó.
Ella era la que llevaba la iniciativa, y me estaba gustando. Abrí las piernas y las puse dobladas hacia mí mientras Marisa me acariciaba los muslos por la cara interior, me miraba y me sonreía. Luego bajó su cabeza y se dirigió a mi entrepierna, metiéndose mis huevos en la boca y chupándolos magistralmente. Eso me hizo gemir de placer. Mi polla estaba erecta, sobre mi vientre.
Al cabo de un par de minutos de chupar mis huevos, tomó mi polla con la mano y se la metió en la boca. Yo comencé a acariciarme los pezones, mientras seguía con las piernas abiertas y me chupaba la polla, haciéndome gemir de placer. Era bestial.
– Gime cariño, goza – me decía – Quiero que te corras en mi boca.
No tardé en hacerlo en medio de fuertes espasmos de placer y cuando la miré vi mi leche saliendo por la comisura de sus labios mientras me seguía chupando la polla. Finalmente cambió de posición y se tumbó sobre mí, pillando mi polla semi erecta entre nuestros vientres. Se acercó a mi boca y empezó a besarme, pasando parte de mi leche a mi boca. Yo la abracé fuerte contra mí, notando sus enormes pechos, notando su peso sobre mi polla, y seguimos besándonos. Le acariciaba la espalda, las nalgas por encima de las bragas, el pelo y al cabo de un rato, le dije:
– Marisa me has vuelto loco, cielo, ha sido maravilloso.
– Cariño aún voy a seguir volviéndote loco, ya verás – tomó un cojín y lo puso sobre la cama añadiendo – Túmbate aquí boca abajo.
Me tumbé en la cama boca abajo, el cojín bajo mi vientre.
– ¿Qué me vas a hacer? – le dije.
– Tranquilo cariño, ya verás como te gusta, tú déjate hacer.
Comenzó a acariciarme las nalgas suavemente. Me gustaba. Una de sus manos se introdujo entre mis muslos y me agarró los huevos con suavidad. Di un leve respingo.
– Tranquilo mi niño.
Comenzó a apretarlos suavemente, cada vez más fuerte. Me sentía dominado, mi erección se fue recuperando. Permanecí en silencio. Volvió a acariciarme las nalgas, hasta que me las separó y bajó su cara hasta ellas, comenzando a lamer mi ano. Aquello me dio un gran placer. Notaba su lengua mojándolo e intentando abrirse paso dentro de él, hasta que entró un poco. Luego cogió un frasco de su mesilla y noté que me untaba el ojete, después su dedo entró con suavidad y se me escapó un gran gemido. Marisa rió. Comenzó a meter y sacar su dedo en mi culo mientras yo respiraba aceleradamente.
Era una sensación extraña, me estaba penetrando, me sentía dominado y entregado a ella, me hubiera dejado hacer cualquier cosa en ese momento. Cogió de su mesilla una polla de goma que usaba para masturbarse. La apoyó contra mi ano y comenzó a empujar. Yo gemía como una putita mientras la polla me penetraba. Notaba como se abría mi culo y como ardía. Lo metió hasta la empuñadura y lo dejó ahí. Luego se tumbó a mi lado:
– ¿Te gusta que te de por el culo, cariño?- me preguntó.
– Sí, Marisa, fóllamelo – gemí.
– Di que eres mi putita – me pidió.
¬- Soy tu putita, hazme lo que quieras.
Se levantó y sacó de otro cajón un arnés que se colocó sobre su braga negra, me quitó la polla del culo, lo cual me hizo dar otro gran gemido, se la colocó en el arnés, mientras me miraba y me decía:
– Ahora voy a ser yo quien te dé por el culo, putita.
Se colocó sobre mí y me penetró, esta vez fue fácil ya que mi culo estaba dilatado. Comenzó a empujar adentro y afuera, follándome. Yo gemía, sacaba la lengua y me la pasaba por los labios. Me sentía como una puta, una mujer me estaba jodiendo el culo y me gustaba. Marisa también comenzó a gemir de placer. Me daba fuertes palmadas en las nalgas mientras me follaba y al poco me corrí otra vez. Ella siguió enculándome un par de minutos más y también tuvo un orgasmo. Luego me di la vuelta y me tumbé boca arriba, me ardía el culo y tenía semen pegado en mi vientre. Marisa se tumbó boca abajo a mi lado y comenzó a besarme, abríamos la boca, su saliva pasaba a mi boca. La abracé y nos quedamos traspuestos.
Saludos y hasta otra.