Relato erótico
Me cautivó
Fue con unos amigos y amigas a una fiesta popular de un pueblo cercano. Le llamó la atención una rubia muy atractiva y su amiga, una chica negra que parecía una diosa.
Rogelio – Castellón
Era una cálida noche de verano, de esas en que el cielo está lleno de estrellas y suenan las cigarras invitando a las fantasías y a la lujuria. Había ido a un baile de un pueblo con unos amigos y amigas, todos los cuales íbamos a cazar el sexo opuesto, pero no cazábamos entre nosotros. Entre trompetas, platillos y tambores, sonaban las cumbias invitando a bailar, apretaditos, agarraditos, haciéndole sentir el sexo a nuestra pareja de baile.
Esa noche empezó bien. Apenas me asomé por la pista, a un lado, noté la mirada penetrante de una rubia bien parecida. Era bonita de cara, ojos claros, buenas tetas, buenas curvas y culo a medida. Le hice señas y salió a bailar. Rodeé su cintura con mi brazo derecho, tomé su mano izquierda con la mía y a apretujar se ha dicho al compás de la música.
Como era mi costumbre, hice carita, luego le lamí la oreja y como no se quejó, le planté un beso, sentí como se ponía colorada de calentura y, se acabó la tanda musical, así que tuvimos que parar y retirarnos de la pista, pero como estábamos muy interesados el uno en el otro, nos fuimos a un lugar oscuro a conversar. Me dijo que se llamaba Maribel, que era su despedida de soltera, que al otro fin de semana se iba a casar y como después solo iba a tener relaciones con su marido, esta era su última noche libre.
Yo, ni corto ni perezoso, le dije que la iba a atender como a una reina, que conmigo iba a tener una noche inolvidable… ¡Qué cornudo el futuro marido! Pese a que la conversación era animada, noté que ella miraba hacia un lado, lo que me hizo dudar, pero ella se dio cuenta y me comentó que estaba encantada de pasar la noche conmigo, pero que había venido con una amiga y no quería dejarla sola.
Así que le dije que la llamara, que yo le iba a presentar alguno de mis amigos. Para cuando la encontró las cosas comenzaron a complicarse, porque la amiga era una chica de raza negra, gorda, que se llamaba Raquel y el único de mis amigos que quedaba, había venido con la hermana. Las dejé conversando un momento y salí rápido a llamar a Salvador, pero no quería saber de nada con la chica, ya que estaba enganchado con otra. Por suerte, en ese momento paso Felipe; el amigo del que hablé antes y me dijo que se encargaría de Raquel. Hechas las presentaciones, seguimos bailando, yo con mi rubia, Felipe con la otra, cada uno amasando su compañera, haciéndolas calentar más y más, preparando el golpe para la salida del baile, que ya deseaba que fuera cuanto antes.
Terminó la última orquesta y fuimos hacia la parada del autobús, que partían hacia el centro. Repentinamente Felipe se dio cuenta que se había olvidado de su hermana, y se tuvo que ir con ella, ya que sus padres lo mataban si regresaba sola, inmediatamente salto fuera del bus y me tuve que quedar con las dos. Maribel y yo íbamos de pie y la amiga se sentó. En ese momento Maribel sugirió que su amiga tratara de conseguir compañía entre la gente del bus. Yo le ofrecí servirlas a las dos, pero ella no quiso, no quería revolcarse con su amiga, pues iba contra su moral y quería tenerme para ella sola. Ese comentario me hizo sentir muy bien, pero me preguntaba como la otra chica iba a conseguir rápidamente un compañero. Fue en ese momento en que por primera vez me puse a mirarla con atención, porque quería calcular las posibilidades de que lo lograra.
Estaba cruzada de piernas y se le veía aparecer debajo de la falda unas piernazas impresionantes. Era gordita pero muy bonita de cara y tenía unas tetas inmensas. Además, por si todo fuera poco, ¡qué culo señores! Era un espectáculo por donde se la mirase. Era una diosa de ébano y yo me la estaba perdiendo por prestarle atención a la rubia. Era evidente que si se ponía a flirtear iba a conseguir rápidamente un compañero. Y efectivamente eso sucedió, porque un muchacho joven que venía en el bus comenzó a intercambiar miradas con ella y para seguirnos se bajó del mismo con nosotros.
Caminamos despacio y el tipo se puso a la par, entrando en conversación con la chica, sin embargo, Raquel retrocedió y nos dijo:
– Este tipo es tonto, solo me habla del estado del tiempo.
– Debe ser tímido, háblale un poco porque no lo podemos perder mientras yo converso con tu amiga -le dije a Maribel.
¡Estaba empezando el ansiado cambiazo! Me dirigí a la negrita y le dije:
– Bueno Raquel, ¿puedo confesarte algo?
– Como no- dijo ella.
– Tu amiga es muy bonita, pero yo me muero de ganas por irme contigo.
Evidentemente me la jugué, porque si le parecía mal y se lo contaba a Maribel, podía quedarme sin el pan y sin la torta, pero afortunadamente me dijo:
– Me di cuenta de tus miradas. Fue como si me desnudaras, me mojé toda, pero estás con mi amiga y no la puedo traicionar.
Entonces le hice notar que su amiga estaba hablando muy contenta con el otro chico, por lo que le sugerí no desperdiciar la oportunidad y abrirnos. Apresuré el paso y le pedí a Maribel que volviera con su amiga, para poder explicarle al chaval que las dos estaban para follárnoslas, que tenía de ir más al grano porque las chicas se iban a enfriar y podrían cambiar de idea. Cuando el otro agradeció el consejo le dije.
– Hay un problema más, descubrimos que la rubia está loca por ti, así que tenemos de hacer el cambiazo para que funcione, si estás de acuerdo.
– ¿Yo con la rubia?
– ¿Acaso no te gusta? -le respondí.
– Si, pero creía que la querías para ti.
– Vamos a hacer ya el cambiazo antes que perdamos todo, sígueme la corriente y llévate contigo a la rubia -le dije.
Retrocedí unos pasos y mandé nuevamente a la negrita con el chico y a Maribel le dije:
– Mira, tengo un problema, me he dado cuenta que estoy sin dinero, no puedo llevarte a ningún lado porque solo tengo para el bus, así que para no arruinarte la noche, voy a acompañar a tu amiga a casa para que no se vaya sola y haces tú despedida de soltera con el chico que tiene más dinero y lo vas a pasar bomba, déjame hacer a mí.
Y sin dejarla pensar la hice apurar el paso para alcanzar la otra pareja, se la entregué al chico y me llevé a Raquel. La cogí de la mano y la saqué de apuro antes de que reaccionaran. Ganamos una calle lateral y nos perdimos en la oscuridad.
– Dando vuelta a la derecha hay una avenida bastante iluminada y pasa un bus que nos va a llevar a la playa, que es un lugar seguro y podemos conocernos mejor, a menos que tú quieras otra cosa -le sugerí- Eso sí, déjame darte un beso que no puedo aguantar más.
Ella accedió y como sabía que era fogosa, la abracé, le pasé una de mis piernas entre medio de las de ellas, apreté sus tetas contra mi pecho y le di un beso. La chupé toda y cuando la tenía sin aliento, le metí la lengua en su boca. Raquel entró a calentarse tanto que parecía un brasero y empezó a apretar ella también. Yo no sabía si íbamos a llegar a la parada. De pronto se separó, nos cogimos de la mano fuimos a paso rápido hacia la parada. Afortunadamente tomamos el último bus de la noche, que iba bastante lleno, por lo que el frote y refregado tuvo que esperar hasta llegar a destino. La playa tenía una rambla bastante iluminada, pero al bajar por las escaleras, las penumbras ganaban la noche. La luz alcanzaba para ver nuestros cuerpos, pero a unos cinco metros ya no se veía más nada. Detrás de las escaleras había un recoveco donde nadie nos veía y nosotros podíamos solazarnos en la privacidad de la noche.
Nos sentamos en la arena, que estaba suave y tibia y comenzamos a besarnos y abrazarnos. Raquel, impetuosa, enseguida se me echó encima refregándose por encima del pantalón y “Don Pepino” asomó inmediatamente a ver lo que pasaba muriéndose de hambre.
La agarré de los hombros y mientras le di un enorme y caliente morreo, empecé a bajarle el cierre del vestido. Luego empecé a empujar por su escote hacia abajo, desnudándola hasta la cintura. Estaba sin sujetador, tenía unas enormes y apetitosas tetas, eran la más bonitas que había visto en mi vida y mi boca empezó a prenderse y chupar su boca y sus riquísimas tetas. La aguanté así un rato largo, pero de pronto me apartó con sus manos, se corrió hacia abajo, me bajó la bragueta del pantalón, agarró mi polla dura y empezó a chupármela.
– ¡No te pares cuando tengas ganas de correrte, me quiero tragar toda tu leche!
¡Que calentura me hizo venir! La polla me dolía de tan dura que se me puso. Además, la muy zorra sabía chuparla muy bien; me la apretaba entre sus labios y su lengua y chupaba con fuerza; era evidente que quería succionar todo lo que había adentro. La separé con mis manos sacándomela un poco de encima y le dije:
– Me apetece hacer un 69 para que sea más morboso.
Como la idea le gustó, nos desnudamos totalmente y se puso encima de mi, pero con su coño en mi cara, lo que me permitió buscar su clítoris con mis manos mientras ella seguía a conciencia con su mamada. Le empecé a meter la lengua, a clavársela y cuando empezó a sentirla, se calentó más y más y empezó a alternar la chupada con unos gemidos bastante altos. Yo aflojaba y ella se prendía en mi polla y succionaba nuevamente. Entre gemidos mi lengua se fue llenando de su jugo, mientras sus chupadas ya no eran tan fuertes, lo que indicaba que había tenido un orgasmo. Para no perder el ritmo ni su calentura, comencé a levantar mi cuerpo introduciendo con más fuerza mi polla en su boca, hasta que me vinieron unas ganas insoportables de correrme y eyaculé obteniendo el más inmenso placer que había tenido hasta ahora. Se separó, se sentó a mi lado relamiéndose y me dijo:
– Estuvo bien, pero te mato si no se vuelve a levantar para que me sigas follando…
Me hizo mucha gracia la amenaza después que chupó a rabiar todo lo que tenía, pero yo entonces era joven y vigoroso. Pasamos un rato abrazados, desnudos, ella recostada encima de mi, con lo que yo disfrutaba el peso de ese cuerpo carnoso, lleno de deseos que me había dado tanto placer. Pero Raquel no era mujer perezosa, así que empezó a pedir más.
No era de esas chicas que las arreglas hablándole de las estrellas, quería una buena verga dura dentro de su coñito y había que complacerla. Pero era lo más fácil del mundo, me la subí encima, empecé a besarle la boca y luego sus enormes tetas. Su color negro me excitaba sobremanera y esas piernas carnosas me volvían loco, así que mi querida polla apareció para el segundo tiempo, con fuerzas renovadas y mucho entusiasmo.
De apreciar lo que tenía en manos y boca, se me puso durísima, así que le pedí que levantara las rodillas, pasé las manos por debajo de sus piernas y su pubis quedó a mi merced. En medio del monte de Venus aparecían unos labios carnosos que rodeaban su chocho, los toque y estaban mojados, ella ya estaba preparada para ser penetrada, así que le hice estirar las piernas hacia arriba y hacia su tórax, se las abrí un poco y con gran placer le fui enterrando despacito mi polla dentro de su excitado coño.
Mientras entraba ella pedía más y pronto se la clavé toda. En esa posición el centro de gravedad de mi cuerpo estaba todo concentrado dentro de su vagina, de modo que cuando empecé a meterla y sacarla la sensación era estremecedora. La hacía temblar totalmente como si la fuera a romper, con cada nuevo movimiento ella gritaba pidiendo más, lo cual me excitaba aún más.
El problema era que me la follaba con tantas ganas que pronto quería eyacular nuevamente y no la iba a poder satisfacer, así que se la saqué y empezó a protestar, lo que sirvió para desconcentrarme un poco y que pasara el deseo enorme de eyacular. Cambiamos posiciones, ella arriba y yo abajo. La tenía tan empalmada que cuando se sentó encima, se le clavó enseguida hasta el fondo. Ahora ella cabalgaba sobre mí, rozando mis huevos con sus nalgas.
Era impresionante tener esa tremenda mujer encima de mi, clavada en mi polla dura. Yo la ayudaba tomándola de la cintura y moviéndola sobre mi pene, cuando ella por si misma se levantaba y sentaba para clavársela hondo, hondo, hondo y gozarla a tope. Para excitarla más, la abracé y me la traje sobre mi pecho, la besé y levantando mis caderas se la enterraba en su coño, lo que provocó que volviera a ponerse a gritar, pero no la dejaba gritar mucho ya que trataba de besarla y clavarle la lengua en la boca mientras me la follaba con tantas ganas. Cuando estaba caliente como un brasero, ella se esforzó por soltarse un poco de mis brazos y empezó a cabalgar fuertemente sobre mi polla gritando, entrando y saliendo hasta que noté que otra vez había alcanzado un orgasmo.
Fue muy bueno porque como yo no había eyaculado, tenía resto para disfrutarla más. Así que le pedí que se pusiera a cuatro patas con el culo en pompa.
– ¡Pero por el culo no! -me advirtió.
La verdad es que tenía un culo impresionante y me venía en ganas de clavársela en él, pero como no quería, le cogí su coñito con una de mis manos, agarré mi polla con la otra y se la empecé a ensartar en la vagina nuevamente, pero desde atrás.
Como ella ya había tenido el orgasmo, quedaba para mí el momento de eyacular, así que empecé a clavársela nuevamente, haciéndome la ilusión que se la metía por el ano. Con una mano la sujetaba de las caderas para poder clavársela con más fuerza y con la otra le apretaba las tetas.
Así en esa posición me la follé cada vez con más fuerza, hasta que volvió a gritar la muy puta y esta vez no me contuve, se la clavé dentro y fuera, dentro y dentro, hasta que entre sus cantos y mi deseo, empezó a salirme un chorro de leche caliente que me produjo una sensación de placer enorme nuevamente, pero seguí bombeándola después de acabar, hasta que me empezó a doler la polla y luego se fue poniendo flácida hasta que no pudo cumplir más su función.
Entonces, nos tumbamos hacia un lado y dormimos hasta la mañana juntitos y envainados. Al día siguiente nos despertamos desnudos, nos vestimos y nos fuimos. Me gustó tanto Raquel que estuvimos saliendo un tiempo hasta que decidimos ir a vivir juntos y disfrutar mejor de un montón de experiencias inolvidables.
Un abrazo para todos de nuestra parte.