Relato erótico

Me cautivó

Charo
27 de junio del 2020

Lo conoció en unas charlas que él dio en su ciudad. Tuvo oportunidad de hablar con él y al final acabaron echando un polvo bestial. Un fin de semana, sin avisarlo, fue a su ciudad para poder verlo. Fue maravilloso.

Elena – La Rioja
Soy Elena, tengo 24 años, estoy llenita, más bien maciza, con piernas largas y culo apetecible. Conocí a Carlos a través de unas charlas que él dio en mi localidad. Fui a hablarle, nos gustamos y tuvimos una aventura espontánea y muy propicia para mi punto de vista. Descubrí que él era un macho muy potente pero también un bisexual completo, con carga tanto masculina como femenina en su cuerpo de atractivo macho. Mis recuerdos de este encuentro, las ganas de volver a ver a este chico y la necesidad de gozar con él, me hizo desplazarme, sin pensar demasiado en las consecuencias, hasta su localidad, ya que vivimos en la misma provincia pero en distintas poblaciones.
A últimos de mayo me presenté allí, sin avisar. Fui a su despacho directamente y cuando me vio su sorpresa fue total.
– ¿Elena, como tú por aquí, cariño? – me preguntó.
– Vengo a pasar el fin de semana contigo – le contesté abrazándome a él.
– Pero, cariño, si sabes que estoy casado. Veamos, veamos, como lo haremos… – me dijo con cara de preocupación, pero a los pocos instantes añadió – Ya lo tengo… te presento a Antonio, va a ser tu amigo o novio hasta que yo pueda estar contigo.
Acepté su idea y así lo hicimos. Antonio era un empleado suyo que también aceptó sin problemas el encargo y más cuando Carlos le dio el día libre. A continuación me presentó a su mujer, familiares y demás empleados, siempre como la novia de Antonio. He de decir que este chico, Antonio, en un momento en que estuvimos a solas, me propuso que para poder simular más este noviazgo inventado, le gustaría tener una relación sexual conmigo. Me lo miré con sorpresa primero pero luego, sonriendo, le dije:
– De acuerdo, me acostaré contigo siempre y cuando a Carlos le parezca bien así que y hasta que esto ocurra, limítate a tu papel de novio, sin serlo.
Por la tarde había quedado con Carlos en una especie de chalet que tiene en las afueras. Antonio me acompañó allí en su coche pero luego se marchó para dejarnos solos. Me eché a los brazos de Carlos, abrazándonos y nos dimos un morreo de campeonato, mientras me acariciaba entera.
Cuando sus manos me sobaban los pechos y el culo, yo no pude más y llevé las mías a su bragueta, agarrándole el miembro por encima del pantalón. Lo tenía duro como el hierro. Aquello me excitó aún más y noté como mi coño se mojaba como una fuente. Gemí, separando mis muslos, cuando noté su mano diestra buscando mi entrepierna. Con la punta de los dedos acarició mi coño por encima de la braga antes de separar la prenda para tocar mi sexo, que yo me había depilado como él me había dicho que le gustaba. Me hizo sentar en un sofá, subió mi falda hasta la cintura y me quitó las bragas.

Sin dejarme cerrar las piernas, se colocó de rodillas entre ellas y acercando su boca a mi caliente raja empezó a comerme el coño como sólo él sabe hacerlo. De vez en cuando bajaba la lengua, alternando la chupada de almeja con la lamida de ano e incluso introduciendo su lengua en él. Luego también metió un dedo e incluso dos en el agujero de mi culo sin dejar de comerme el coño, hasta que me corrí gimiendo como una loca. Sin dejarme descansar continuó lamiéndome la almeja pero esta vez girando su cuerpo hasta colocarse encima de mí con su polla, gorda y dura, contra mis labios.
Los abrí y me tragué el capullo empezando a chuparlo. Así hicimos un 69 cargado de excitación por ambas partes hasta que de nuevo me corrí justo cuando él lo hacía en mi boca. No podía tragar la cantidad de semen que me echó y se me salía por la comisura de los labios dejando mi barbilla y mis tetas llenas de goterones blancos y espesos. Tras descansar y ducharnos juntos, sin dejar de acariciarnos, nos vestimos y nos fuimos a cenar. Al acabar la cena me llevó a una discoteca. Estuvimos hablando, riendo y también me presentó a varios amigos y amigas suyos.
– Cuidado Elena – me dijo una de ellas riendo y tras saber que yo era la pretendida novia de Antonio – Si no lo conoces bien te advierto que mañana estarás demasiado débil para tu novio.
Entendiendo lo que quería decir le pregunté a Carlos si había tenido relaciones sexuales con ellas y me confesó muy claramente que sí. Al cabo de un rato y ya que allí no podíamos estar solos ni tranquilos, me dijo:
– Vamos a un sitio que quisiera ver a un chaval para que lo hagamos, si él te gusta, los tres.
A mí me gustaba todo lo que le gustara a Carlos. Ya había dicho que si él lo quería así, me dejaría follar por Antonio, mi falso novio, por lo que si ahora quería hacer un trío yo también estaría contenta de satisfacer sus gustos aunque fuera a costa de mi cuerpo. Este chico se llamaba Raúl y lo encontramos bastante tarde en otro local. No me disgustaba el chico pero le vi poco decidido. Dijo ser periodista pero dudé lo fuera por su falta de dicción y marcha. La cuestión es que le dije a Carlos que nos fuéramos al reservado que aquel local tenía. No hicieron faltas palabras. El silencio expresaba mis pensamientos de deseo y pasión. Sus fuertes brazos me abrazaron.
– Carlos, cariño, no me preguntes nada – le dije ya a solas en aquel recinto con poca luz y confortables sofás – Sólo necesito sentirte bien dentro de mí, sentir que es realidad y no un sueño que estás aquí conmigo.

Me besó al mismo tiempo que me iba desnudando hasta dejarme a pelo por completo. Me comió todo, me hizo correr dos veces con su lengua lamiéndome el coño e hicimos el amor, yo a cuatro patas como las perras y él detrás de mí follándome con su polla durísima hasta que reventamos los dos en una corrida simultánea que no dejó medio rotos. Mientras descansábamos me pidió que lo penetrara. Sabía que es lo que a mí más me gusta hacerle. Le hice poner, ahora él a cuatro patas, le bajé los pantalones y calzoncillos hasta dejarle el culo desnudo y bien expuesto. Sus huevos colgaban debajo de sus nalgas. Comencé por lamerle y chuparle el ano para dilatárselo. Cuando le metí el dedo en el culo, su polla no paraba de palpitar, pidiendo ser acogida. Deslicé mi dedo dentro y fuera de su canal rectal, follándomelo con él. Luego le metí dos. Carlos gemía y removía su trasero demostrándome el placer que sentía, lo mismo que su polla que estaba ya a punto de reventar aunque con ganas de meterse en algún agujero de mi cuerpo. Le di satisfacción metiéndomela en la boca incluso más profundamente de lo normal, dándome arcadas, cosa que parecía gustarle ya que mis babas de angustia bajaban por sus depilados huevos.
Con una de mis manos seguía follándome su culo pero con la otra le metía dos dedos en la boca, como si fueran una polla.
– ¡Para, para! – me dijo de pronto – Me voy a correr y quiero hacerlo en tu culo.
– No cariño, el culo no – le dije asustada – Lo tengo virgen y me harás daño.
– No te preocupes – insistió – Lo haré despacio y te aseguro que te gustará.
No podía negarme pues él había hecho todo lo que yo le había pedido. Incluso ser mujer para mí. Me puso de espaldas sobre un sofá, me elevó las piernas hasta sus hombros, se agarró la polla y llevándola hasta mi ano, contraído por el miedo, primero dio unos empujoncitos con calma pero con constancia y apretando me dijo:
– Relájate, Elena, relájate.
Cuando noté todo el capullo abrirse paso por mi galería anal creí morirme de dolor. Fue como un chispazo, como una descarga que me dio la sensación de que mi culo se partía en dos, que me desgarraba todo mi pobre agujerito. Pero cuando volvió a apretar y metió más de la mitad de polla, mi grito fue como de muerte y le supliqué que parara.
– ¡Por favor, para, para, me duele mucho! – le decía entre sollozos – ¡Me vas a romper el culo… sal… sal de mí, déjalo…!.
Pareció hacerme caso quedándose quieto pero sin sacarla para que mi anillo anal se fuera acostumbrando a la tremenda gordura del intruso.

Esta calma, esta quietud, me hizo bajar inconscientemente la guardia y así, cuando dejé de quejarme, Carlos hizo un movimiento de atrás hacia adelante para poder seguir apretando y entrar en mí por completo.
Mientras me iba dando por el culo, su respiración se agitaba. Yo no podía creer que todo eso tan gordo y enorme estuviera dentro de mí, follándome el culito. La velocidad de la enculada aumentó. Mis quejas también. Mis lágrimas hacían acto de presencia, cada vez más abundantes, no sólo por el dolor que sentía, y que era mucho, sino también por la impotencia de evitar ser poseída y estar sometida por completo a los deseos y a la potencia de un macho, como lo estaba en aquellos momentos. Sin poder resistir por más tiempo aquella lanza que me dilataba el ano hasta casi la rotura y la incómoda postura, le supliqué que se corriera. Entonces él llevó una mano a mi coño, sin ningún problema ya que, por mi postura, lo tenía abierto por completo ante sus narices. Empezó a acariciarme la raja primero, luego el interior, metiendo dos dedos en el agujero como si fueran una polla y al final retorciéndome suavemente el clítoris. Todo ello sin dejar de entrar y salir de mi culo en una lenta y cruel enculada. Con esta caricia el dolor del ano empezó a disimularse por el placer que empezaba a sentir en el coño por la lenta masturbación.
No sé cuánto tiempo pasó pero al final la polla entraba y salía de mi culo casi sin esfuerzo y el placer en mi coño estaba a punto de volverme loca. Justo cuando me corrí, lo hizo Carlos. Y comprobé en el acto que mi galería anal se inundaba con su semen al mismo tiempo que también me inundaba un gran placer, producto de mi orgasmo, que me hizo correr. Pero era un orgasmo distinto, era un orgasmo vaginal pero unido a otro anal. Me había causado mucho dolor pero el resultado merecía la pena de haber sufrido un poco. Además Carlos se merecía haber obtenido algo virgen de mí por lo que me había hecho gozar antes de apoderarse de mi culo. Descansamos un rato, nos vestimos y me llevó a su chalet, marchándose él a su casa para acostarse y quizá echarle un polvo a su mujer.

Me fui el sábado, no sin despedirme de mi amante secreto con otro polvo sensacional y una nueva enculada la cual, aunque tenía el culo dolorido de la noche anterior, me supo a gloria. Ahora estoy esperando un nuevo encuentro con él.
Un abrazo para todos.

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