Relato erótico
Matrimonio perfecto
Conoció al que ahora es su marido en una fiesta que la empresa en la que ella trabajaba, dedicaba a unos buenos clientes. Uno de ellos le tiro los tejos y acabo casándose con él. Era mayor que ella y una buena situación económica.
Raquel – Sevilla
Ciertamente mi proyecto de vida nunca fue el ser la señora de un prometedor empresario ni mucho menos, pero cuando conocí a Ignacio, mi actual marido, en un evento social al que asistía por invitación de una amiga, y después de intimar un par de semanas, una cosa llevó a la otra y apenas había cumplido los 20 ya estaba en la alta sociedad como esposa, aburrida, las más de las veces, de toda esa gente hipócrita a la que no le importa quien seas en tanto luzcas bien y tengas tanto dinero como ellos.
Desde luego, todo el tedio era un precio muy bajo a cambio de la calidad de vida que, de la noche a la mañana, adquirí y a la cual me acostumbré rápidamente y que difícilmente podría prescindir ahora a mis 25 años. Sin embargo el dinero no era el único incentivo en la relación y pronto me daría cuenta de ello.
Ignacio siempre ha sido sincero conmigo y mucho antes de casarnos me confesó que me había elegido para esposa por mi cuerpo, necesitaba una mujer hermosa y dispuesta a cualquier cosa a su lado, alguien que lo ayudara a escalar rápidamente posiciones, así, si trabajábamos juntos conseguiríamos un buena posición en poco tiempo. Él desde las salas de juntas y yo desde la cama. ¿Y el amor? Bueno, eso podía ser fácilmente cubierto con sexo y mucho dinero, y considerando que habría suficiente de los dos, no tuve ningún problema así que acepté. Después de todo una chica como yo, de clase media baja difícilmente accedería a las altas esferas sociales como esposa, si acaso podía conformarme con ser la amante temporal de algún industrial mayor y con esto en mente, vi la oportunidad y la cogí.
Después del primer año de casados ya me había acostumbrado a las juergas de fin de semana, a despertar con hombres desconocidos en lujosos apartamentos, a montar shows con las esposas de aquellos solo para conseguir un buen negocio, en fin a hacer lo que fuera necesario por el bien del matrimonio, o la sociedad financiera, según se quiera ver. Fue al segundo año en que, durante una gira de negocios por Estados Unidos nos involucramos con una gente importante y como suele suceder, este tipo de personas tienen gustos un tanto particulares.
Liam era un ganadero tejano con el que Ignacio quería asociarse desde mucho antes de casarnos, sin embargo Liam, para dar el visto bueno a los futuros proyectos, debía conocer ampliamente tanto a su futuro socio como a su respectiva esposa y dada la soltería de Ignacio siempre había visto coartada sus aspiraciones empresariales con el.
Sin embargo nunca había quitado el dedo del renglón y justo ahora se daba la oportunidad de plantear un muy buen negocio. Un par de semanas de trabajo y finalmente logró conseguir una oportunidad.
Desde luego, faltaba afinar un par de detalles, como se dice vulgarmente, amarrar el negocio, pero cuando Ignacio mencionó que su esposa estaba ansiosa por conocer al futuro socio, las cosas se agilizaron bastante.
A los pocos días, fuimos invitados a su rancho para una comida informal, algo simple para conocer el proyecto más de cerca. Liam, pese a estar entrado en los 50, no se trataba de esos ganaderos a los que una se va acostumbrando con el tiempo, tipos obesos y antipáticos que despierta cuando mucho indiferencia sino es que asco. Pero no, Liam no era de este tipo, mas bien era un hombre que si bien no le venía mal algo de ejercicio, aún se mantenía bastante atractivo para su edad y su esposa, llamada Mina, era en verdad una chica muy atractiva, apenas un poco mayor que yo, rubia de cabello corto, tez blanca y ojos verdes, senos grandes y culito respingón. Al momento me vi entre sus senos presta a mamárselos, pues siempre me ha gustado chuparle los pechos a otra mujer, en particular si estos son grandes. Lo considero una caricia dotada de una sensualidad inalienable y que desde luego enciende los ánimos de todo hombre y ahí teníamos a dos que, por lo que se notaba, necesitaban atención urgente.
Como se acostumbra en estas situaciones intercambiamos parejas, Mina se encargaba de Ignacio mientras yo lo hacía con Liam a quien le di una mamada suave pero contundente pues después de todo estábamos asegurando un negocio grande, tanto que cuando pidió penetrarme no lo pensé ni un momento. En ese momento Mina yacía sobre la cama con el miembro de Ignacio entre sus pechos, en esa caricia tan especial que solo son capaces de otorgar las mujeres bien dotadas. Me coloqué a cuatro patas sobre la cama y le hice una seña a Mina para que hiciera lo mismo, así ambas recibiríamos al marido de la otra.
No voy a describirme porque lo considero innecesario, solo voy a decir que si algo en especial de mi cuerpo llama la atención es mi trasero. Tengo un par de nalgas aunque proporcionadas para mi estatura y peso, bastante grandes y redondas, es por ello que estoy acostumbrada a que todos los hombres con los que tengo que ver me pidan hacer sexo anal. Y de hecho a mi me gusta bastante la penetración en si.
La exquisita sensación de un miembro entrando y saliendo una y otra vez en mi culo, la fricción desquiciante alrededor del esfínter, como por el golpe insistente de unas caderas en mis nalgas, así que cuando Liam salió de mi chocho y apuntó su miembro un poco mas arriba de lo usual, me preparé para recibirlo gustosa.
Liam había conseguido introducir apenas el glande con algo de dificultad. Era poseedor de esos miembros que no soy muy largos, mas bien del tamaño promedio pero lo suficientemente anchos como para arrancarte el aliento tan pronto como los sientes penetrándote. Él no desistía pese a mis quejidos constantes, apretaba una y otra vez y entonces finalmente mi ano cedió por completo, amoldándose lo suficiente como para que mi recto recibiera todo el miembro de una sola vez. Empezó una serie de arremetidas lentas y pese a que mantenía relajado mi esfínter para no lastimarme, entraba forzadamente en mi culo, en un momento dado se aferró fuertemente a mis caderas y empezó a penetrarme con tal fuerza que casi me caigo de bruces.
Fue entonces que decidí participar mas activamente en el juego y ya no facilitarle más las cosas. A partir de ahí apretaba mi esfínter a cada arremetida prácticamente estrangulándole el miembro, estaba segura que de esa manera se correría en poco tiempo, era una maniobra que tenía muy bien estudiada y en efecto, un par de acometidas bastaron para que Liam eyaculara dentro de mi culo.
Tan pronto acabó, se disculpó Mina con Ignacio pues tenía que atender a Liam y acto seguido se prestó a limpiarlo. Le tomó el miembro con la boca sin el menor gesto de asco y empezó a mamarlo. Hice lo propio con Ignacio quien desde luego había estado penetrando solo vaginalmente a Mina, cosa que pude comprobar con el sabor a flujo de su miembro.
Cuando terminó de mamar el miembro de Liam se ofreció a limpiarme el ano con su boca. Al principio me pareció repugnante la idea y pensé en rechazar la oferta pero no me dio tiempo. Me encontraba aún a cuatro patas por lo que mi ano estaba expuesto y por completo a su merced. Tan pronto como su boca se posesionó de mi orificio y empezó a chuparlo, me olvidé por completo de objetar, se estaba tragando todo cuando había vertido Liam dentro de mi culo minutos antes y la caricia era, aunque extraña, sorprendentemente deliciosa y excitante.
Me lo estaba pasando muy bien pero la continuación ya te la contaré en una próxima carta. Mientras Charo, recibe todos mis besos, querida amiga.
Un saludo para todos los lectores de esta maravillosa revista.