Relato erótico
Matrimonio de 3
Su marido fue su primer hombre. Llevan 10 años de casados y reconoce que el sexo es muy bueno y follan como locos. La llamo una buena amiga y le dijo que se había peleado con su novio, ella le dijo que si quería, podía ir a vivir con ellos una temporada.
Virginia – Sevilla
Queridos amigos, soy una mujer de 34 años, casada, con un cuerpo frondoso y con unos pechos que superan los 115 centímetros.
Contraje matrimonio con 24 años sin conocer macho alguno, pero con una larga y amplia experiencia sexual con mi amiga Pepa.
Llegué virgen al matrimonio pero había tragado algunos litros de leche ordeñando a mi novio. En la noche de bodas follamos tanto que terminamos escocidos, tanto por las cópulas como por el tamaño de su rabo, 21cm. En el viaje de novios gastamos varios tubos de lubricante con tal de no dejar de follar.
Eramos tan ardientes que follábamos con vicio, probando todas las posturas, fuera y dentro de la cama, tanto por el coño como por el ano, que también me da mucho placer. La potencia de mi hombre era tal que con arrimarle el culo me la clavaba.
Al principio me follaba como los conejos pero luego se volvió un berraco y cada monta que me realizaba me resultaba multiorgásmica hasta que conseguía extraerle la crema. Cada vez que nos acoplábamos, sabía que tres corridas me tocaban pero al echarme dos casquetes ya perdí la cuenta.
La costumbre era que yo fuera a pelo, sin bragas ni sujetador, faldas cortitas y amplias, mostrando la frondosidad de mi aparato sexual y el muslamen, arriba camisetas de tirantes amplias o super ceñidas para marcar pechos y pezones. Pero, a pesar de todo, después de estar tres años follando a destajo, mi marido no lograba preñarme.
Así estábamos a hasta que, después de romper con su novio, le dije a mi amiga Pepa si quería vivir con nosotros una temporada. A pesar de que entendí que ella nos limitaba la libertad matrimonial, también deseaba yo, por otra parte, reanudar mis relaciones sexuales con ella, a la vez que ella, con sus 29 años, necesitaba desfogarse con un hombre y mi marido tenía la suficiente potencia para saciarnos a las dos, así que tomé la determinación de plantearles el tema y de mutuo acuerdo consensuamos un matrimonio a tres o lo que es lo mismo, compartir a Pepa entre los dos.
Todo aclarado, en ese mismo momento nos fuimos a la cama y la poseímos, él como macho y yo como hembra. Luego lo primero que hicimos fue comprar el colchón más grande del mercado para acostarnos los tres.
En la actualidad tenemos 33 y 34 años y el triángulo lo llevamos haciendo cuatro años, pero mi marido no nos preña a ninguna de las dos aún que no es por falta de monta ya que nos folla a diario y nos deja bien satisfechas.
Nos consideramos tan esposa la una como la otra y él nos trata a las dos por igual. No existen los celos entre nosotras ni he notado mengua en la actividad sexual de mi marido de cuando yo lo tenía en exclusiva.
Siempre participamos los tres, sin problemas de que en un determinado momento se folle a una de las dos, sin la presencia de la otra, al igual que nosotras podemos tener relaciones sin estar él.
Gracias a la lectura de Clima y el Especial Charo Medina, nos animamos a conocer nuevas experiencias y la primera fue una cama redonda con un matrimonio de nuestra edad que elegimos con experiencia en intercambios.
El relato de sus vivencias nos sirvió para mucho y pasmos un fin de semana muy grato. Ella quedó prendada del berraco de nuestro marido y él nos folló de categoría. Luego nos facilitaron las direcciones de clubes de intercambio y nos animaron a conocerlos y allí fuimos un fin de semana.
Conocimos uno muy elegante y tomamos una copa en el salón viendo como llegaban parejas hasta que decidimos entrar, dejamos las ropas en las taquillas y desnudos nos integramos en la habitación que más gente había haciendo cama redonda.
A los cinco minutos cada cual estaba acoplada con alguien. Yo me lié con una pareja, nos morreamos los tres, ella me comió el coño y me lo preparó para que me follara el marido. Estábamos follando mientras otro tío, a mi derecha, se meneaba la verga mirándonos y en cuanto el primero terminó de follarme le faltó tiempo para subirse encima de mí y metérmela en mi chorreante coño.
Nos presentamos entre beso y caricias en mis pechos y diciéndome que tenía un cuerpo muy excitante, me la fue clavando haciéndome disfrutar de dos buenas corridas.
Al irme a lavar vi a mi marido cabalgado por una morena y a Pepa acoplada con una pareja.
Por el pasillo me crucé con uno que le colgaba un buen badajo y echándome una sonrisa, me siguió y nos duchamos juntos. Luego nos fuimos los dos solos a una habitación y allí se la mamé hasta que se empalmó, y entonces lo monté. Era tan gracioso como buen amante y lo pasé tan de maravilla que incluso le dejé que me diera por el culo.
A la noche siguiente fuimos a otro club diferente, no tan elegante pero con dos pisos y con más lugares para elegir. Nosotras lo pasamos muy bien, pero la anécdota de la noche fue que, al entrar, vimos a una mujer aún más alta que mi marido, la típica alemana jaquetona, totalmente depilada, con un coño que no le cabía entre los muslos y unos pechos como sandías.
– Esa necesita cuatro o seis tíos – fue el comentario de Pepa.
– Es la industria pesada alemana – añadió mi marido.
La anécdota es que nuestro marido se lió con ella y no pararon de follar en toda la noche, pero como la mujer era muy escandalosa se convirtieron en la atracción y todos hacían corro para verles joder mientras su hombre y otras dos parejas de alemanes les aplaudían. Fue apoteósico.
En la actualidad, cuando nos apetece, hacemos una excursión por la ruta del sexo para disfrutar lo más posible y en fin, este es, a grandes rasgos, nuestro testimonio.
Besos de este matrimonio a tres.