Relato erótico
Marido comprensivo
Su mujer le confesó que una de sus fantasías seria follar con un extraño. Le calentaba pensar que la forzaban. La casualidad hizo que se encontrara con un amigo de la juventud, lo demás vino por si solo.
Fernando – MADRID
Hola amigos de Clima, me llamo Fernando, me crié en la zona sur de Madrid, en una zona gente obrera. Desde chico me gustaba Encarna una muchacha que, aunque no era muy guapa de cara, tenía un cuerpo que a todos nos volvía locos. Encarna se empezó a fijar en mí y con el tiempo nos hicimos novios, y lo fuimos durante mucho tiempo hasta que yo conseguí un trabajo, ella estaba estudiando en la universidad y decidimos casarnos.
Cuando éramos más chicos yo solía jugar en unos campos de fútbol en un descampado y uno de los chicos que jugaba se llamaba Antonio, era un tío muy lanzado, se decía que había metido mano a algunas chicas y se había llevado más de un tortazo. Siempre me molestaba con Encarna diciéndome que era una hembra que si él la agarraba le iba a hacer recitar todo el abecedario, pero la cosa no pasaba de cuatro palabras malsonantes.
El tiempo fue pasando, Encarna se había transformado en una mujer exuberante, las formas de su cuerpo hacían olvidar lo poco agraciado de su rostro. Nuestra relación siempre fue de mucho amor y comprensión y en nuestros cuatro primeros años de casados follábamos todo el tiempo como conejos, pues a Encarna le gustaba todo en la cama y me decía que le encantaba todo lo que yo le hacía, que era su macho y que la volvía loca. Pero en nuestro quinto año de matrimonio parecía que el ardor se empezaba a apagar, ya no estábamos tan fogosos y no entendía bien la razón, quizás fuera la rutina. La cuestión es que mi mujer me empezó a poco a preguntar si tenia fantasías y yo le contaba algunas de ellas pero otras no me animaba, ella me decía que le gustaría que la violaran y me pedía que yo jugara al violador, pero sin lastimarla, que era solo un juego.
Durante mucho tiempo seguimos disfrutando de nuestro juego, pero parecía que todo el tiempo necesitábamos más, yo disfrutaba de esa mujer con deleite y se me partía el corazón de pensar en que otro hombre la poseyera, pero a la vez tenía fantasías de que otro hombre entraba en la casa cuando ella estaba sola, la violaba y disfrutaba de ella a placer. La fogosidad de nuestros encuentros aumentó, los dos estábamos muy satisfechos, lo que cada uno debía tener en su cabeza nos mantenía en un estado de calentura constante.
Una mañana en que iba en tren al trabajo, me crucé con Antonio. Me vinieron a la cabeza los comentarios que oía de el. Decían que era un salido y que le volvían loco las mujeres. Me imaginé que sobaba a mi Encarna, sin su consentimiento, y tuve una erección de inmediato. Cuando estábamos por bajar del tren me miró, me reconoció y me dijo:
– ¿Qué haces Fernando, como estás?
Bien empezamos a charlar de nuestras vidas, él no se había casado diciéndome porque le gustaban todas. Fuimos a tomar un café, me atreví a contarle mi fantasía y quedamos de acuerdo. Cuando llegué a casa le dije a Encarna:
– Mi amor, ¿qué te parece si hacemos los cajones del armario, me encontré con un muchacho del barrio que se dedica a eso y qué te parece si lo llamamos?
– La verdad que nos vendrían muy bien, así puedo colocar mejor la ropa – me contestó.
– Bueno, lo voy a llamar a ver cuando puede venir.
No me podía dormir y daba vueltas en la cama. Me sentía un enfermo y un degenerado, además de pensar en donde me podría esconder para ver la escena. Había una habitación que era para las cosas que no se usan, me tendría que esconder ahí desde donde se ve el comedor.
Pero después de almorzar en el trabajo cogí el móvil y marqué el teléfono de Antonio. Cuando contestó, corté. Mas tarde volví a insistir y entonces le comenté lo del trabajo y me dijo que cuando yo quisiera, me dijo que ahora estaba sin trabajo y si al día siguiente me parecía bien. Le dije que lo llamaba en un rato, luego llamé a mi mujer para preguntarle si podía estar en casa al día siguiente y me contestó que sí. Me fui a la oficina del jefe y le pregunté si podía ausentarme el día siguiente, que tenía unos trabajos que hacer en casa y me dijo que no había problema. Llamé de nuevo a Antonio y le confirmé que estaba bien.
Al día siguiente le di un beso a mi mujer, hice como que cerraba la puerta de la calle y me escondí en la habitación dejando la puerta entreabierta. Al rato vi aparecer a Encarna, que se había puesto un pantalón corto que le marca mucho el culo y una blusita cortita. Estaba para comérsela. Casi sin pensar, me empecé a masturbar y me corrí imaginando lo que iba pasar. El masturbarme me hizo tranquilizar y estaba por dar por concluido este estúpido juego. El estar más tranquilo, me hacía recobrar equilibrio. Iba a salir de la habitación cuando sonó el timbre. Mi mujer fue caminando despacio a abrir y mi polla empezó a reaccionar lentamente. Entonces vi entrar a Antonio, que miraba a mi mujer sin ningún tipo de disimulo.
– Encarna, que gusto verte, estás más hermosa que nunca.
Mi mujer agradeció sin darle mucha importancia y le dijo que el armario estaba en el dormitorio. Antonio la miró fijo y le dijo que se lo mostrara, y que quería saber qué queríamos hacer. Mi mujer abrió la puerta del dormitorio y entró. Fue hacia el armario y lo abrió, la mirada de Antonio no se despegaba del culo de mi mujer, no ponía el menor disimulo hasta que mi mujer lo miró cabreada y le dijo:
– El armario está aquí – y le señaló el mueble.
Yo salí sigilosamente y me acerqué a la puerta del dormitorio sin que me vieran.
– Que hermoso culo tienes, sabes como te lo miraba de chica.
Mi mujer iba a dirigirse hacia la puerta del dormitorio pero Antonio la agarró de los brazos y se los levantó sobre la cabeza, apoyándola contra la puerta del mueble que estaba cerrada, frente a él.
– No te vas a ir cuando te estoy hablando – le dijo.
Le inmovilizó sus dos manos sobre la cabeza con una sola de él, con la mano libre le levantó la blusa y apartándole el sujetador, le pellizcó violentamente los pezones. Mi mujer gritó:
– ¡No, por favor, no me hagas daño!
– Si te portas bien no te va a pasar nada – añadió él.
Se acercó para besarla, pero mi mujer le escupió, él le dio un apretón en las tetas y a mi esposa se le escapó un suave gemido. El pareció notarlo, la giró y le bajó los pantalones, liego se sentó en la cama y mi mujer le repitió:
– No me hagas daño.
Entonces la cogió de los pelos, de los que hizo un solo montón, y con la otra mano le apretó fuerte el culo.
– Te voy a romper bien el culo, ¿sabes? – la amenazó.
– No, por favor – dijo mi mujer.
– Tranquilízate, porque no sé de lo que soy capaz – le movió un poco el culo con su mano y notó que estaba quieta – Me parece que nos vamos entendiendo.
La tuvo agarrada y soltando la mano que tenía en el pelo la fue dirigiendo a su miembro, lo agarró y lo dirigió a la entrada de su culo.
– ¡No, por el culo no, me harás daño…! – gemía ella.
Por toda respuesta le empezó a meter la polla en el culo y se la clavó lo más a fondo que pudo.
– ¡Aaah… me duele! – gritó mi mujer.
Entonces Fernando empezó a bombearla y le dijo:
– Te gusta ¿no?
– Mmmm… – fue la respuesta de mi mujer
– No te he entendido.
– Sí…
– Sí, así vamos mejor, nos vamos entendiendo. ¿Sabes qué?, te voy a venir a visitar más seguido ahora, ¿eh? y no le vas a decir nada a nadie, va a ser nuestro secretito. ¿Estamos?
– Sí – repitió mi mujer.
– Me encanta que digas sí, vas a ser mi puta y te voy a gozar hasta que me canse.
Mientras, la seguía bombeando a placer. Mi mujer gemía y me pareció que tenía un orgasmo.
– Te voy a llenar ese culo de guarra que tienes, ¿sabes? Le vas a decir a tu marido que hoy no pude venir, que llamé por teléfono y que mañana voy a venir a tomar las medidas. ¿Está claro?
– Si.
La bombeó bien a fondo hasta que supuse que se corrió y le lleno el culo de leche porque no se movió más. Sacó la polla y se la metió en la boca para que la limpiase.
– Mañana nos vemos – le dijo, se vistió y luego salió.
Mi mujer se quedó tirada sobre la cama y yo aproveché a salir. Volví en el horario que era mi regreso habitual y mi mujer me recibió como de costumbre, me besó y me dijo que no se sentía bien, que se iba a acostar. – ¿Vino el chico del armario? – le pregunté
Desde la habitación me contestó que la había llamado por teléfono que iba a venir mañana, que hoy se la había complicado el día. Fui al baño y me masturbé con mucha violencia, luego fui al cuarto, me acosté con mi mujer y dormimos abrazados.
Saludos.