Marcó mis preferencias

Tuvo una experiencia sexual con una mujer madura que trabajaba en su casa y desde aquel día su gusto por las mujeres quedó definido, le gustaban las maduras

Rubén – Valladolid
Una experiencia que tuve a los 19 años, marcó para siempre, mis preferencias sexuales con las mujeres. Me gustaban gorditas y maduras.
Mis padres, trabajaban los dos en un negocio familiar y siempre habían tenido empleadas para las tareas de la casa.
La señora Rosa duró muy poco en la casa, pero es la que más recuerdo.
Un día que volvía de la facultad, entré en mi casa y me encontré con ella. Una mujer de unos 45 a 50 años, morena, alta, unos 100 Kg. De inmediato me llamó la atención el tamaño de su trasero y sus enormes pechos y ya a la semana éramos grandes amigos. Por lo general, pasaba la mayor parte del día solo en mi casa. Ella dormía en una habitación cercana a la mía.
Mis padres salían temprano de la casa y ya no volvían hasta la noche. Un día, amigo me mostró una grabación que le había hecho a su hermana, mientras esta se cambiaba ropa. A él también le llamaba la atención las tetas de la señora Rosa, así que me prestó su cámara para ver si la podía grabar.
La señora Rosa y yo almorzábamos los dos juntos, y siempre después del almuerzo, ella se levantaba, sacaba un cigarro y se sentaba en el baño. Mi plan era perfecto. Mientras almorzábamos, me levanté y fui al baño. Pasé por mi habitación, saqué la cámara, entré en el baño y la dejé enfocando justo en dirección donde la señora Rosa tendría que depositar su tremendo trasero. Para ocultar la cámara encendida, no se me ocurrió otra idea que dejarla en el suelo, tapada con un montón de ropa que saqué de la cesta de la ropa sucia. Ella se levantó, sacó su cigarro, se fue al baño y yo me metí en mi habitación a esperar que ella saliera del baño para recoger la cámara. Oí como tiraba de la cadena. Mi plan estaba listo. Solo faltaba que ella saliera para retirar la cámara, pero entonces la puerta de mi habitación se abrió y entró la señora Rosa con la cámara en sus manos.
– Me encontré esto en el baño, creo que es tuyo – me dijo entregándomela pero añadiendo – En todo caso, el video queda para mí.
No supe que decir, solo me quedé callado y rojo de vergüenza. Ella se fue y me dejo muerto de miedo que fuera a contárselo a mis padres. Después de un rato, me fui a su habitación a conversar con ella. Entré y ella estaba recostada viendo la televisión.
– Señora Rosa, disculpe, pero no le cuente a mi padre por favor se lo pido
– Se lo tengo que contar, lo siento.
– ¡Por favor no! – supliqué.
– Pero niño… ¿como se te ocurrió esa idea?
– Fue idea de Gonzalo, el filmó a su hermana y se nos ocurrió… bueno disculpe.
– ¡A su propia hermana… estos chicos andan con todas las hormonas alzadas!
– Por favor no lo cuente ¿vale?
– Mmmm… lo voy a pensar. ¿Y qué me querías filmar a mí?

– Bueno… usted… sabe…
– Ah cochino… me querías filmar el culo… ja… ja… ja…
– Sí.
– ¿Te gusta mi culo?
– Si, pero… discúlpeme…
– ¡Ya! No lo voy a contar y ven, que es buena la teleserie.
Siempre nos poníamos a ver la teleserie después de almuerzo en su habitación y me recosté a su lado a ver la televisión. Ella se puso un poco de lado, dándome la espalda. Yo ni siquiera me atrevía a mirarle el culo que tantas veces había sido mi inspiración para mis primeras pajas. De pronto ella giró la cabeza, me miró y me dijo:
– Me estás mirando el culo ¿eh?
– No, le juro que no, ¿como se le ocurre?
– Haber, pásame la mano.
Diciendo esto me cogió una mano y me la puso en su gran nalga. Yo traté de sacarla, pero ella volvió a ponerla allí y me dijo que no se la sacara.
– ¡Vas a acariciarme el culo durante toda la teleserie, para que se te quiten las ganas!
– Pero….
– ¡Nada de peros, vas a tener que hacerlo o si no se lo voy a contar a tus papas!
Pasamos la teleserie en esa posición. Yo estaba nervioso, pero me gustó mucho poder poner la mano en su culo.
– ¿Te gusta? – dijo de pronto – Apuesto que te gustaría tocarme las tetas también – me quedé callado – Ven.
Me cogió las manos y se las puso en las tetas mientras me obligaba a apoyar mi polla contra su culo. Como era de suponerse, la situación me calentó de tal modo que sin siquiera apretarle las tetas o moverme un poco, mi polla no aguantó más y me corrí contra su culo.
– ¡Que te ha pasado! Ja… ja… ja… te has corrido en mi culo
– Lo siento
– Estabas caliente… No te preocupes mi rey, son cosas de la edad… y a mí no me molesta.
Al otro día después del almuerzo y después del cigarro como todos los días, volvimos a ver la teleserie en su habitación. Ella tomó la misma posición y poniendo mis manos en sus tetas volví a correrme sin ni siquiera moverme. Yo estaba muy contento, se lo comenté a mi amigo y él me dijo que no fuera tonto, que disfrutara el momento, que a ella también le gustaba.
Al otro día, la misma situación, si embargo esta vez mis movimientos no fueron tan suaves y ella nada dijo, al contrario, me dejó hacerlo e incluso movía un poco su culo. Al siguiente día no hallaba la hora de que empezara la teleserie.

Mis manos en su pecho y mis movimientos que ya no eran tan suaves, fueron aumentando al igual que el tiempo en que tardaba en correrme, hasta llegar a durar casi toda la teleserie hasta el último momento. Fue así como a la siguiente vez en que yo me encontraba en esos menesteres, que doña Rosa, me dijo:
– Haber, bájate los pantalones, que me los dejas manchados y yo soy la que tiene que lavar – me los bajó un poco y empecé a puntearla –
– Espera mi niño, que si no me vas a manchar mi delantal – diciendo esto, se lo subió, dejando su culo solo tapado con la braga y yo volví a puntearla – Haber, tampoco quiero que me maches las bragas – y se las quitó.
¡No lo podía creer! Su tremendo culo rozando mi polla. Mis movimientos continuaron y me esforcé al máximo en no correrme. La señora Rosa movía su culo y al parecer también le gustaba. De repente pude sentir los pelos de su coño en la punta de mi rabo y no aguante más. Al momento de estar eyaculando, la señora Rosa me cogió la polla y me lo apretó con su mano, evitando que mi semen manchase el cubrecama.
– ¡Mira niño todo lo que has sacado, me has dejado la mano llena de leche… como me has dejado, mira… cuanta leche que tiene este chico…! -entonces pasó la lengua por su mano exclamando – ¡Mmmmm… que buena está… mmm…! Préstame tu polla un rato para sacarte un poquito más.
Se situó de lado y me empezó a chupar la polla fuertemente. Era magnífico. En segundos nuevamente estaba a 100 y tampoco aguante mucho, corriéndome en la boca de doña Rosa, que exclamaba:
– Mmmm… que buena… calentita… mmmm… ¿Te gusta que te saque la lechecita, mi amor?
– Sí, sí señora Rosa, me encanta.
– Pues vamos hacer un trato, pero debes guardar completo silencio. Yo te dejo que me toques si tú me dejas sacarte la lechecita de tu polla todos los días ¿ok?
– Siiiiií…
– Pero no debes decirle a nadie que te saco la leche así – y seguía chupándomela.

– No, se lo juro – le aseguré.
Gracias por leerme y ya contaré alguna otra experiencia.