Relato erótico

Manos milagrosas

Charo
7 de septiembre del 2020

Una amiga de su mujer les recomendó a un masajista para ver si le solucionaba los dolores que tenía en la cadera. Tenía unas buenas manos para los masajes y experiencia en calmar los dolores y algo más.

Antonio – Barcelona
Mi mujer, Carmen y yo, Antonio, siempre fantaseábamos con distintas cosas y entre esas fantasías estaba la de un tercero pero no imaginábamos que la cosa pasara como paso. A raíz de un problema de dolores en la cadera fuimos con mi mujer a un masajista. Carmen es una mujer muy guapa, tiene 30 años, con un culito precioso y un hermoso par de tetas tirando a grandes, es de estatura mediana y según ella con un par de kilitos de más.
Como decía fuimos a un masajista recomendado por una amiga de ella, un tipo de algo menos de treinta años, bien normal, ni espectacular ni feo, flaco y de estatura estándar, que atendía en su propio consultorio improvisado en lo que parecía ser su vivienda. Llegamos sobre las siete de la tarde y nos contó que éramos los últimos del día, que no quería atender a nadie más ya que dijo estar algo cansado, y que iba a atender a mi mujer por cortesía ya que veníamos de parte de su amiga. Nos informó de cuanto cobraba y mi mujer empezó a describirle el dolor que la tenía a mal traer desde hacia tiempo. Le dolían las caderas y la base de la columna especialmente el coxis y los cachetes del culo. El masajista le pidió que se acostara en la camilla y medio en broma me dijo:
– Espero que no seas celoso ya que voy a tener que tocar a tu tesorito – y me guiño un ojo.
Yo, medio en broma también, le contesté que no había problema, que como él era todo un profesional podía tocarla tranquilo. Nos reímos un tanto nerviosos como intuyendo que ni él hablaba tan en broma ni yo le contesté tampoco tan en broma, ya que noté como la miraba y eso iba más allá de lo estrictamente profesional pues se veía que le gustaba. Como para romper el hielo hice un comentario sobre que me imaginaba que todo el tiempo se la pasaba tocando mujeres y que ese debía ser un trabajo bien entretenido.
– Si esta camilla hablara – dijo y se fue a prepararse añadiendo – Por favor, sácate la ropa, así puedo trabajar mejor.
– ¿Me tengo que desvestir entera? – me preguntó mi mujer cuando quedamos solos.
– Supongo que sí, en todo caso quédate con la ropa interior y le preguntamos – le dije.
Ella se desvistió quedándose con sujetador y tanguita, y se recostó con mi ayuda en la camilla. La noté muy nerviosa, e imaginé que sería por la situación.
– ¿Te molesta esto, mi amor? – le pregunté.
– La verdad, es que esto me calienta – me dijo al oído.
– ¿Cómo? – exclamé.
Me miro con su mejor cara de golfa y me dijo:
– Es atractivo el masajista y la idea de que me toque delante de ti me pone loquita.
La miré y le sonreí pensando que estaba de broma, le dolía todo y ¿eso era lo que tenía en la cabeza?

– Estás de broma – añadí – disfruta de los masajes y quédate calentita que esta noche…
En eso volvió Julio ya listo para empezar la sesión de masajes, traía unos frascos con algo que parecía gel o aceite y un aparatito que después supe era un masajeador eléctrico.
– Bueno, vamos a empezar -me dijo sin sacar los ojos del culo de mi mujer – Si quieres puedes ir a la sala de espera a leer algo, y a tomar un café.
-No, te lo agradezco, voy a mirar así aprendo y me ahorro un dinero para la próxima vez – dije en tono de broma.
– Vas a tener que sacarte la braga – le dijo mi mujer cambiando el tono y le pasó una toallita -Estos aceites manchan y no puedo trabajar sin ensuciarte.
Mi mujer tuvo que girar y sacarse el tanga y lo hizo de forma muy pudorosa intentando taparse con la toalla y sonriendo nerviosamente. Yo, mientras, me quedé callado y él también, y el ambiente se tornó algo tenso. Después ella volvió a recostarse en la camilla y él le colocó la toalla en el culo y empezó a realizar los masajes después de frotarse las manos con aceite, que tenia un aroma muy agradable que inundó toda la sala. Antes de empezar había puesto música muy relajante. Con los primeros masajes mi mujer empezó a decir:
– ¡Que bueno… que bien se siente… ahí, justo ahí… aaah… que bien… mmm… que alivio!
Yo la escuchaba y me imaginaba las cosas que solemos hacer en la cama y como me decía lo mismo y empecé a sonreír. El silencio mío y de Julio era total, él dedicado a sus masajes y yo disfrutando de verla a ella tan a gusto. Las manos de Julio fueron bajando hasta llegar a la base de la columna justo donde empieza el culo y los gemidos de mi mujer empezaron a convertirse en un largo y profundo gemido. Ya no decía nada y sin darme cuenta se me empezó a poner dura la polla y sin querer me descubrí totalmente excitado. Mi mujer lo notó y supongo que aunque intenté disimularlo, él también.
Los masajes siguieron y las manos de Julio ya recorrían los cachetes de Carmen casi como acariciando su culo y yo, en ese punto, no podía diferenciar mucho las caricias que suelo hacerle a mi mujer de los masajes que ahora le hacían. Entonces noté que Carmen se movía algo incomoda aunque seguía con sus gemidos que se estaban volviendo cada vez más sensuales y sugerentes. Julio también lo notó y muy tranquilo le dijo:
– Es normal y común que estos masajes te exciten un poco, no te sientas incomoda porque eso le pasa a todo el mundo, especialmente a las mujeres con estos masajes, disfrútalo y relájate.

Yo me quede medio sorprendido por el comentario de Julio y Carmen no dijo nada. Él siguió con sus masajes como si nada y hasta parecía que ni se acordara que yo estaba allí. No sé si fue nuestro silencio o qué pero el ambiente se puso tenso, como de cierta expectación y sentí que tenía que decir algo como para pasar el momento, ya que estaba nervioso y excitado y empezaba a sentirme incomodo. Por mi forma de ser siempre trato de manejarme con algo de humor ya que suelo ser muy de hacer comentarios graciosos en los mejores momentos aunque ahora no me salía nada.
Él llegó al punto de los masajes en que tenía que retirar la toallita y masajear el coxis así que le dejó el culo al aire y bien expuesto mientras con la palma de su mano presionaba en esa zona. Yo me acerqué a la camilla desde el otro costado.
– Si no lo tomas a mal te digo que me resulta un poco raro trabajar así, generalmente estoy solo con mis pacientes ya que… -dijo.
Perdón Julio, no quería molestarte, solo mirar y aprender.
– ¿Quieres aprender en serio? – me dijo.
– Si, ella siempre me pide que le haga masajes.
– Venga, dame tu mano – dijo y me agarro la mano y me la puso en donde él había tenido su palma -Así, presionando con el canto de la mano y moviendo lentamente en forma circular – me decía mientras me guiaba.
Carmen lanzó un largo gemido, tipo suspiro y dijo:
– Mi amor, que bien lo haces.
Ahí sentí que la cosa podía derivar en otro tema ya que noté que me lo decía con una especie de doble sentido y decidí llevar la cosa al límite.
– ¿Te gusta que yo te haga los masajes igual que Julio?
– No sé si es eso o estoy disfrutando del placer de sentir tantas manos – dijo ella.
Miré a Julio y vi que, junto con su cara de asombro, los ojos le brillaban con mucha lujuria.
– Es una mujer muy especial tu mujer – me dijo como no sabiendo que mas decir – Ahora le vamos a hacer masajes en las piernas – añadió tratando de ser lo más profesional posible – Tú haces en esa pierna lo que yo haga en esta.
Empezó a masajearla con una combinación de fuertes apretones y frotando la cara interna de las mismas con lo que mi mujer empezó a gemir de nuevo.
– ¿Estos masajes son siempre así, tan en él limite de lo erótico? – le pregunté.

– Según el caso, a veces sí otras no, en todo caso depende de las pacientes, ya que por ahí se puede mal interpretar y si la verdad es que se presta para pensar cualquier cosa, pero como tú estás aquí, me estás ayudando y a tu señora parece gustarle…
Me miró como esperando ver si me molestaba lo que acababa de decir y parece que interpretó que no era ese el caso, pues siguió diciendo:
– Me tomo la libertad de hacerle los masajes lo más placenteros posibles.
– Y lo estás logrando – dijo mi mujer y mientras abría más las piernas y levantaba un poco el culo lo alentó a seguir -Sigue así y enséñale a mi maridito, que le encanta ver como me tocas, así aprende y yo mientras lo disfruto.
En ese punto ya estaba todo dicho, él me miró, su respuesta fue una sonrisa y sus manos fueron a las rodillas nuevamente, aunque esta vez yo retiré mis manos y me limité a mirar, el tomó ambas piernas desde la cara interna y fue subiendo lentamente, de una manera exasperantemente lenta y el recorrido pareció durar una eternidad. Yo estaba a punto de ver algo con lo cual había fantaseado siempre e Carmen estaba a punto de sentirlo. No sé qué pensaba Julio, pero francamente en ese momento era lo que menos me importaba, sus manos estaban llegando a sus labios húmedos y abiertos y toda la escena empezó a rodar en una especie de cámara lenta, vi como sus dedos tocaban sus labios, pasando uno a uno y por ambos lados de su coño, cada uno abriéndola un poco más que el anterior y entrando un poco más adentro hasta quedar sus manos agarrando sus cachetes y sus dedos pulgares metidos en su coño. Estaba a punto de reventar de la calentura obnubilado con la imagen que tenía frente a mí. Un par de manos abriéndole el coño a mi mujer delante de mí era algo mucho más fuerte y excitante que cualquier fantasía que jamás hubiera tenido.
No sé que tiempo duró esto pero la voz de mi mujer me sacó del estado hipnótico en que me encontraba.
– ¡Ay mi amor… que gusto como me está abriendo este hombre… como he esperado tanto para sentir esto…oooh… mmm… aaah…! – jadeaba Carmen.
Mientras, Julio más animado, seguía abriendo y cerrando el coño de Carmen con sus dedos a los que ahora había sumado sus índices.
– ¡Que hermoso coño tiene tu mujer! – me dijo y me miró con su cara transformada, llena de lujuria.
Sus dedos masajeaban ahora el interior de su chocho, lo abrían de una manera totalmente obscena y eso me gustaba y lo anime a seguir diciéndole:
– Dale, sigue a mí esto me encanta.
– Ayúdame y ahora enséñame tú…. ¿qué le gusta a ella? –me preguntó él.
– ¡Mmmm… me gusta todo…! -dijo ella.
– No preciosa, déjalo a él que me lo diga, es más excitante así, quiero que tu marido me guíe.

– ¡Hacedme de todo, hacedme lo que queráis, pero desnudaros que quiero agarrar vuestras pollas!
– Ni por casualidad te dejo interrumpir este momento, sigue masajeándola que después va a disfrutar ella.
– Venga, métele otro dedo – lo animé.
Julio accedió a mi pedido y empezó a introducirle un dedo más de cada mano y lentamente seguía abriendo y cerrando y ahora empezaba a mover sus manos de arriba abajo. Yo, mientras, miraba encantado la escena y disfrutaba de mi papel de director, hasta que me desprendí del pantalón y liberé mi polla para aliviar el dolor que me producía la presión de mi erección contra la ropa y vi que Julio, aprovechando que tenía sus manos muy lubricadas, empezaba a penetrarle el agujero del culo con uno de los dedos que tenía fuera del coño de Carmen. Ella seguía diciendo cosas ininteligibles y suspirando y gimiendo y entre esos sonidos se oyó un agónico sí cuando entró un dedo en su culo.
– ¡Ábreme toda, jamás estuve tan caliente y tan relajadita, tienes manos mágicas! – dijo y se empezó a mover como para ayudarlo a que la penetraran y haciendo con sus movimientos que los dedos de Julio entraran más profundamente.
– Dedícate con una mano a su culo y con la otra al coño – le pedí – quiero verla así, como en los videos porno.
Julio se dispuso a cumplir mi pedido, sacó sus manos y se colocó de forma tal de poder maniobrar más cómodamente y yo mientras le abrí las piernas a Carmen y le levante el culo ofreciéndoselo a nuestro masajista, notando que mi mujer se estaba derritiendo de tan lubricada que se la sentía. Con gran maestría, él empezó a introducirle sus dedos en el coño de manera lenta y profunda, entrando y saliendo con ritmo muy cadencioso, como follándola con sus dedos. Para mí el tiempo se había detenido y estaba en un estado muy parecido a ese letargo que suele sentirse justo antes del mareo previo a la borrachera, la imagen era irrealmente hermosa y mágicamente real.
Pero creo que me he alargado demasiado así que seguiré con la experiencia en una próxima carta.
Saludos.

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