Relato erótico
Mamona, tragona y discreta
Su novia le presentó a una amiga y le pareció muy simpática. Se encontraron casualmente un par de veces y un día lo llamó para ver si podía solucionarle un problema de humedades, ya que él trabaja en una empresa que se dedica a este tipo de reparaciones
Héctor – Almería
Una noche conocí, a través de mi novia, a una chica. Hablando de música coincidimos en algunos grupos y de ahí hablamos de otras cosas y casualmente nos hemos encontrado alguna vez en un bar al que suelo ir y hemos tomado una cerveza. La tía es simpática y me dio la impresión de que le iba el vicio un poco. A mí el rollo de las infidelidades no me tira mucho, pero…
De todas formas, quedé de ir a su piso por un problema de humedades que tiene y ver si mi empresa de reparaciones podía hacer algo. No voy a negar que una mamada no me sentaría nada mal, pero tampoco sabía si la tía es de fiar porque conoce a mi novia y no quiero hacer nada sin que ella lo sepa. Además, pensar que una tía te la va a mamar así porque así, hombre, alguna vez puede que pase, pero a mí solo me había pasado un par de veces y había otras historias detrás.
Ese pensamiento no estaba en mi cabeza porque sí. Contaba con una información secreta. Sabía que ella había escrito algunos relatos y, al leerlos, si no era todo fruto de su fantasía, mostraba una clara afición por el sexo y por las mamadas en particular.
Nuria es una chica que tiene un cuerpo muy apetecible, con curvas y unas buenas tetas. Se mantiene en forma y se nota en su piel y en su carne. El culo lo tiene muy redondo y resulta realmente apetecible. No sé qué talla usará pero supongo que andará por una 100. Sus pechos son como una pera, tal cual, con un pezón pequeño y rosa claro.
Sin embargo, lo que te atrae de ella, por lo menos a mí, es el morbo que tiene su cara. Una expresión inocente que contrasta un montón con su mirada, que se nota experta, pícara y viciosa, o eso pensaba yo.
Después de ver las manchas de la pared, nos sentamos y me fue confirmando por el manual que allí podía haber tomate. Llevaba una camisa blanca de esas que son ceñidas justo en la zona de debajo del pecho, sin ningún botón abrochado de ahí hacia arriba.
Mientras bebíamos una cerveza y hablábamos de su problema, pude comprobar que no llevaba sujetador. Bueno, y también que sus bragas eran blancas. Empecé a poner media sonrisa cada vez que me mostraba algo. Por una vez, parecía que lo que leo en algunos relatos iba a suceder en la realidad.
Hasta ese momento, no me creía que algo así pudiera suceder de verdad y no estaba siendo demasiado receptivo. En el fondo, siempre pienso que, o es fruto de mi imaginación, o que la tía simplemente está jugando conmigo. Y comencé a responder a sus miradas y a lanzar alguna picada.
Ella me preguntó si quería unas aceitunas. Le dije que sí y me guiñó un ojo. Cuando salió para la cocina pude tocarme un poco. Tenía un buen empalme y la cabeza a mil.
Todo seguía encajando y sería tonto si no intentaba algo por lo menos. Ella había sido muy descarada, si sus intenciones eran esas, y me dije que la mejor manera de actuar sería siendo igual de descarado.
Ella regresó y puso las aceitunas en la mesita del salón, agachándose un poco delante de mí.
-Me estás poniendo a mil con tanta insinuación- le dije- y antes de que pudiera decir nada, eché mis manos a su culo.
Se las metí por debajo de su mini y agarré sus cachas con fuerza. Llevaba tanga, no bragas. Pasé la yema de un dedo por su coño y estaba empapada.
-Y veo que tu también- afirmé retóricamente
Ella no dijo nada y la agarré por la cintura y la senté encima de mí. Sin muchos miramientos, desabroché su camisa y toqué sus tetas mientras besaba su cuello y ella me chupaba un dedo. Usé ese dedo húmedo para su coño, apartando su tanga, acaricié su clítoris, sus labios, la entrada de su coño mientras ella se iba volviendo cada vez más loca.
Intentó desabrocharme el pantalón pero no la dejé, aunque la acomodé para que pudiera sentir lo dura que estaba. Mi dedo entró súper fácil en su coño. Ella se abrió más de piernas y le metí otro dedo y la follé con los dos dedos mientras con la otra mano acariciaba sus tetas y le comía las orejas y el cuello. Ella gemía en silencio, apretando sus muslos contra mi brazo. Se agarraba con sus brazos a mi cuello. Era genial. Notaba tanto su placer en cómo se movía y en los sonidos que salían de su garganta que mi excitación no paraba de crecer. Creo que no estuve ni dos minutos cuando empezó a gemir más todavía y a decir que se iba a correr. Aceleré un poco el ritmo y se corrió en un orgasmo que parecía no tener fin. Algo así tenía que ser porque debía de llevar tiempo sin practicar sexo porque noté como su cuerpo se descargaba de un montón de tensión.
Se relajó y se fue escurriendo hasta sentarse ella sobre el sofá. Tenía una sonrisa preciosa, de placidez.
Yo me levanté, dispuesto a llevarme mi parte, y a no darle ocasión de elegir. Me coloqué delante de ella, me desabroché los pantalones y me los bajé junto con los calzoncillos, me agarré la polla con la mano y le dije que me la chupara. Ella se acercó, la lamió entera, despacio y suave, y luego fue metiéndosela poco a poco en la boca.
Le dije que lo hiciera despacio, que quería disfrutar lo máximo posible y ella fue obediente. Chupaba y lamía, siempre despacio. Cuando aceleraba un poco, yo la frenaba con mis manos. Eso era lo mejor. Se la sacaba de la boca y me miraba. Yo veía deseo en su mirada, veía placer por lamer y chupar ese trozo de carne duro, salado y amargo.
Y, como todo hombre, no pude evitar la preguntita:
-¿Te gusta chupármela?
-Me encanta- respondió ella pasando su lengua una vez más por mi glande brillante de su saliva y las primeras muestras de mi semen.
Lo mejor para mí, aparte del increíble placer físico del que estaba disfrutando, era la excitación brutal psicológica que sentía al notar que ella lo estaba haciendo con placer y que ella también disfrutaba comiéndose mi polla.
Seguía pasando lentamente su lengua por toda mi polla, metiéndose media polla dentro. Estaba a punto de correrme pero no quería acabar porque era impresionante la sensación y el placer. Pero no aguantaba más.
La saqué, la cogí con mi mano, le pedí que abriese la boca y ella no solo la abrió sino que sacó la lengua. Esa imagen fue la apoteosis final. Una sensación salvaje invadió la base de mi polla y un chorro tremendo aterrizó en su cara. El segundo ya entró en su boca y le metí la polla en la boca otra vez. Quería que se lo tragara todo y ella se puso a chupar de nuevo hasta que no pude más y la retiré de su boca tragona.
Me fui al baño y al volver me la encontré dónde la había dejado. Otro punto a su favor. Muchas tías dejan que te corras en su boca pero luego escapan al baño a enjuagarse. Ella se quedó allí, sonriente. Me dieron ganas de besarla y así lo hice. Su boca tenía ese sabor extraño que tienen todas las bocas cuando las besas después de algo así.
Luego me puso otra cerveza pero no se abrochó la camisa. Estuvimos hablando un rato, igual que antes de que pasara nada. Ella no se acercaba más a mí ni buscaba cariño ni contacto corporal. Yo estaba en el cielo. Antes me insinuaba que no llevaba sujetador. Ahora podía ver sus pechos a través de su blusa abierta.
Cuando me fui, ella me sonrió y me dijo que podíamos quedar de nuevo cuando quisiera. No dijo nada, pero quedó claro que aquello iba a quedar entre los dos, y por supuesto, me apetecía volver a verla.
Un saludo para todos.