Relato erótico
Mamándola en Cancún
Durante aquellas vacaciones confirmó que su novia era una buena mamona, pero no solo de su polla, sino de alguna que otra más. Gozaron como “cerdos”.
Diego – ZAMORA
Amiga Charo, hay algunos momentos que quedan grabados en la mente y uno de ellos fue el viaje que hice a Cancún con Leticia que era mi enamorada hacía ya dos años. Con los recuerdos de hoy voy a tratar de explicarles esa noche súper caliente que vivimos.
Leticia era una chica muy guapa, tenía 28 años, medía más de 1,70, con unas bonitas piernas que a ella la gustaba mostrar con las minifaldas que siempre llevaba y que dejaban a más de uno con la boca abierta. Sus pechos eran grandes y eran el objetivo de las miradas de los tíos. Llevaba la melena larga y se movía muy sensualmente.
Podéis pensar que soy un cachondo, pero no podía evitarlo. Cuando la tenía a mi lado no podía evitar el acariciarle las piernas, las tetas y el chocho si podía y el lugar lo permitía. Le había metido mano en ascensores, en el cine, en el lavabo de un restaurante y hasta en la cola del cine.
Me olvidaba decir que a Leticia le gustaba mucho que la vieran haciendo cosas “indebidas”, tanto que a mi a veces me daba cierto temor ya que ella, después de estos preludios con mis manos estaba tan caliente que se olvidaba de todo a su alrededor. No tenía ningún reparo en bajarme la cremallera del pantalón, sacar mi polla y metérsela en la boca mientras yo conducía y los otros conductores, viendo muy bien lo que pasaba, me saludaban haciendo signos de victoria o las mujeres en los semáforos miraban pero haciendo como que no habían visto nada. Puedo decir que estos momentos eran inolvidables, sabía chuparme el rabo de una forma más allá del éxtasis.
En fin, ahora voy a hablar de lo que sucedió en nuestro viaje a Cancún. Me había propuesto que me la chupara a mí y ver si era capaz de mamársela a otros hombres.
Llegamos a Cancún en un hotel con el sistema de todo pagado, es decir que teníamos comida y bebidas, con mucho alcohol, gratis durante todo el día y sabíamos aprovecharlas.
Nuestro primer día fue muy “cordial”, nos fuimos en la playa, repletos de piñas coladas y nos dábamos besos apasionados en el mar. Por la noche después de la cena en este bonito hotel, nos fuimos a la habitación y tuvimos mucho sexo, empezando en la cama, siguiendo en el balcón y terminamos con la puerta abierta de la habitación, yo encima de ella, que estaba a cuatro patas, excitados por el posible vecino que podría pasar por ahí, aunque no vimos a nadie, o eso creemos.
La noche siguiente tenía que ser más caliente y sin decírnoslo, estábamos dispuestos a darlo todo. Fuimos después de unos buenos tragos a la discoteca. Era un lugar pequeño, con mucha bulla y repleto de gente de todos los países.
Nos fuimos a bailar. Leticia llevaba una minifalda amplia, que cuando se movía dejaba a todos con las ganas de saber que había por allí debajo. Rápidamente me pude dar cuenta que ella no llevaba nada debajo lo que me calentó para pasar de vez en cuando mi mano bajo su falda y acariciar su trasero, cosa que a ella también le encanta que le acaricie en público.
Estaba tan excitado como ella y no podía esperar más, así que la llevé a un sillón un poco alejado de la gente y le di mi polla. En el acto supo muy bien que hacer con ella. Primero me la lamió suavemente, luego más deprisa y después de cierto tiempo se sentó encima de mi. Yo no podía más y la penetré, tratando de cubrirnos con su falda, aunque había mucha gente que ya se había dado cuenta de lo que hacíamos.
Aunque en Cancún muchas cosas se pueden hacer, tuve que parar esto y decirle que se calmase pero parece que ella quería más allí mismo por lo que se disgustó, arregló su falda y se fue al bar que estaba a pocos metros de nosotros.
Pude ver que conversaba con el barman, haciendo poses, sonrisas muy directas que al principio no me disgustaban, por lo que fui a sentarme con ella en la misma barra. Conversamos los tres de una manera muy simpática y empecé a pensar que Leticia quería algo o alguien más que yo para esta noche. Esta idea me pareció que podía darnos un placer diferente y dejé a Leticia libre a sus deseos. Estuvimos cerca de dos horas en el bar conversando, siempre yo al lado de ella tocándola por debajo de la falda. La muy golfa seguí hablando, y de vez en cuando suspiraba en función de lo que mi mano le hacía.
El barman parecía todavía muy tímido y eso era lo que nos gustaba. Entonces le pregunté que hacía después de cerrar la discoteca y me dijo que estaba libre para ir a otros sitios por Cancún.
Nunca habíamos tenido sexo con otra persona pero los dos lo deseábamos sin decírnoslo. Juan, el barman, no era nada guapo, era bajo y un poco barrigón, pero nos caía muy bien. Fuimos, con Juan a la salida de la discoteca a pasear por la vereda a lo largo de la playa. Eran ya las 4 de la mañana y no había nadie por ahí. Me senté en unos de los bancos que había frente al mar y apreté a Leticia contra mí dejando espacio para Juan, que se sentó al momento junto a nosotros.
Leticia había bebido mucho, como yo, y estaba completamente desinhibida. Esa noche se le podía hacer todo lo que uno quisiera. Empezamos a besarnos, a lamernos… Llevaba una blusa con tres botones abiertos que permitía que mi mano se pudiera colar y sacarle el sujetador para tocarle las tetas. Tenía los pezones muy duros y cada vez que los tocaba Leticia, con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, lanzaba un largo suspiro que me excitaba más y más. Olvidando la presencia de Juan, le abrí del todo la blusa, le saqué también el sujetador y agarrando una de sus tetas la empecé a succionar y a lamer. Pasé una de mis manos por debajo de su falda y al final mi dedo penetró su culito, y ella se levantaba un poco para dejarme introducirlo bien. Con mi otra mano pasé debajo de su falda pero ahora por delante para poder tocarle el chocho. Así con mis dos manos la tenía rodeada, introduciendo mis dedos mientras que ella gritaba de placer. En uno de estos momentos, vi a Juan que estaba al lado, mirándonos tímidamente.
En ese instante cogí la mano de Leticia y la puse encima del pantalón de Juan, justo en su entrepierna, y para que ella lo entendiera tuve que mover la mano de Leticia, que estaba solamente pensando en su placer personal.
Juan, con lo que estaba pasando, se calentó, bajó la cremallera de su pantalón y cogió la mano de Leticia para que ella asiera su polla, que estaba ya lista para todo. Leticia rápidamente lo entendió y de arriba abajo, con movimientos muy fuertes, masturbándolo, le daba todo el placer a Juan. Y yo, para ir más lejos, giré a Leticia para que se encontrase de rodillas encima del banco y le empujé la cara encima de la polla de Juan. Ella estuvo completamente de acuerdo, se la metió en la boca y la tragó hasta el fondo de su garganta. El cuerpo de Leticia estaba ardiendo. Se movió, tirando de su falda hacia arriba para que su culo quedase bien visible delante de mí mientras que seguía con su boca haciéndole la mamada a Juan.
Yo ya estaba listo para penetrarla. Empuje mi polla dentro de su chocho caliente y seguimos un buen rato así. Juan sentado con su rabo en la boca de Leticia y yo con mi polla que iba y venía por su coño detrás de ella, que gritaba:
– ¡Más, más… fóllame el coño… soy vuestra, soy de los dos… soy una puta que le gusta que se la metan!.
Estaba y estábamos totalmente descontrolados. Para tratar de darle aun más placer, quería que estuviera llena por todos los agujeros por lo que introduje mi dedo dentro de su culo. Ella se abrió más para facilitarme la entrada, lo que me permitió poco a poco llegar a introducirle tres dedos dentro de ese agujero mientras seguía follándole el coño. Al poco rato Juan no pudo más y explotó dentro de la boca de Leticia mientras yo seguía dándole con más fuerza, tirando de los pelos para que gritase más.
Juntos llegamos al orgasmo y terminamos, yo encima de ella, tirados sobre el banco. Juan había desaparecido.
Fue una noche en Cancún. Una de estas noches que no se olvidan.
Besos de los dos.